Lily amaba a James.
Ella lo sabía con toda certeza.
Lo amaba más que a nadie en el mundo. Mucho antes de séptimo año -cuando habían empezado a salir-, ya se había convertido en el hombre más importante de su vida. Y sabía que James le amaba. Sabía que esa sonrisita ladeada de las mañanas estaba reservada para ella, y que incluso el chico ya había pensado en unos nombres para el hijo o hija que tuviesen ambos.
Tenía claro que iba a vivir una larga y feliz vida junto a James. Porque él la quería y la cuidaba como nadie más. Porque era el hombre de sus sueños; atento, divertido e inteligente. Ella no quería formar una familia con nadie más. Si no era con el chico, pues no tendría hijos. ¿Dónde iba a encontrar un mejor padre que James Potter?
Sí, Lily amaba a James con todo su corazón y nada podía cambiar eso.
Nada, ni nadie.
Ni siquiera Sirius.
Sirius, que era diferente a James. Él no era inteligente, si no astuto. ¿Divertido? Su humor era algo negro. Y lo poco de sentimientos que logró a desarrollar viviendo en la Mansión Black no son algo que él fuese demostrando por todos lados. Se guardaba todo: miedos, alegrías, sueños y dolor. Sirius no llora, él sufre en silencio, y lo mismo espera para los demás.
Espera que Lily guarde detrás de una sonrisa lo mucho que le afecta verlo abrazando a Ann Thomas. Que sea capaz de sonreírle a su novio James, tal y como él puede hacerlo, luego de haberse besado en la habitación de chicos de Gryffindor. Quiere que se asegure de que su hermana Petunia no esté en casa cuando él escape de la suya, algo ebrio y con las claras señales de haber llorado, aún sobre una roja mejilla que ha sido abofeteada con fuerza. Espera que Lily lo deje vestirse en silencio por la mañana, y despedirse con un corto beso sin sentido, para volver a sus vidas.
Porque sabe que nada más puede pasar entre ellos dos, tal y como lo sabe Lily. Sirius tiene clarísimo que es el peor mejor amigo de la historia. Que es un cretino y que de seguro James debería matarle, pero aun así no planea dejar de ver a la pelirroja. Sabe que ella ama a James, tanto como él mismo quiere a su mejor amigo, y ambos han decidido que sólo lastimarían a Potter en caso de contarle. ¿Para qué dejar al chico sin mejor amigo y sin novia, cuando estos dos saben que nunca más se amarán mutuamente más de lo que le aman a él?
No, ellos dos lo saben muy bien. Nada debe de destruir el amor que mantienen James y Lily. Son la pareja perfecta, son capaces de criar niños increíbles, un hogar feliz al cual ir siempre... no podían destruir aquello por lo diferente que fuese la relación entre ellos dos. Por lo mucho que Lily llorase al descubrirse pensando en él cuando James le trataba con mucho más cariño de lo que merecía. Ni siquiera por lo rojo que quedaba el puño de Sirius al golpear la pared en un momento de frustración.
Lily y Sirius sabían perfectamente cómo debían terminar las cosas: James y ella casados, él siendo padrino de boda y de su primer hijo. Entendían que por mucho que sufriesen en silencio, detrás de alegres sonrisas, lo que pasaba entre ellos una vez estaban solos nunca podría ser acallado. El cabello de Lily nunca podría dejar de ser la perdición del chico, y lo que sentía la muchacha al verlo sonreír burlona y encantadoramente cuando ella daba un respingo al simple contacto de sus manos, no iba a cambiar. Tenían en claro que James era muchísimo más importante que todas esas cosas. Porque, después de todo, incluso ella amaba más a James de lo que nunca le amaría a él. Así eran las cosas, y ambos lo tenían muy claro.
