~.~...*.*...: Las dos caras del espejo. :...*...*...~.~

Summary: Bella es una chica antisocial a la que le gusta pasar desapercibida entre los demás. Tiene una hermana gemela, Marie, que es totalmente contraria a ella. Bella está secretamente enamorada de Edward, el novio de su hermana. ¿Qué hará cuando él, pensando que es Marie, la aborde un día inesperado e intente llevarla por el mundo de la pasión?

Disclaimer: Todos los personajes son de Stephenie Meyer, yo solo los uso para mi diversión y para poder crear historias que espero las disfruten.

Nota de autora: Esta historia será un mini-fic con no creo más de tres o cuatro capítulos según se de y como ustedes lo pidan. Es rated M por lemmon, así que ya saben ante aviso no hay traidor. La que no le guste que no lo lea porque no quiero incomodar a nadie, aunque todas, como yo, sabemos que amamos esa parte prohibida de los fics xD.

Gracias Lou, nena sin ti no sé donde estaría! :)


~.~...*...*...: Capítulo 1. :...*...*...~.~

Bella cerró la puerta de su habitación apoyándose sobre la suave madera caoba. Suspiró con cansancio después de un largo día cargado de exámenes y deberes. Sentía sus manos y brazos tremendamente agotados, pero al ver su blanco ordenador todos sus dolores se esfumaron en cuestión de segundos. Tenía una "cita" pendiente con él, y no la dejaría de lado solo por el cansancio de sus extremidades superiores.

Sonrió alegremente mientras se aproximaba hacia el ordenador, levantó la tapa de su portátil y pulsó rápidamente el botón de encendido. Se sentía impaciente, como si fuera la primera vez que haría eso. De alguna forma irónica él la esperaba dentro de ese ordenador y aunque solo vivía de esos sueños eran suyos y nadie se los quitaría.

Esperó pacientemente a que su ordenador arrancara mientras ella cambiaba su ropa por unos pequeños shorts de deporte y una camisa de tirantes. Hacía calor, y al cambiarse de ropa se sintió muy aliviada. Recogió su larga melena chocolate en una improvisada coleta y se dispuso a pasar otra larga tarde de suspiros y pensamientos inadecuados frente al ordenador con él. Su único y verdadero amor.

Sabía que lo que hacía rozaba lo enfermizo, que no podía vivir a base de sueños e ilusiones observando lo que no era suyo, lo que debería estar prohibido. Pero no le hacía ningún mal a nadie. Simplemente le gustaba fantasear con él e imaginar que era suyo, que le correspondía al gran amor que sentía y que de un momento a otro se materializaría por arte de magia y le robaría un beso apasionante.

Los sueños eran gratis y los podía construir como ella quisiera. Entonces ¿por qué se sentía tan mal cuando hacía lo que estaba apunto de empezar?, no era tan malo ni perverso. Solo eran unas simples fotos, algunas robadas sí, pero fotos al fin y al cabo. Sabía que no era más que un sueño, una invención de su mente para poder ser feliz. Fantaseaba a diario con que se cumpliera lo que su loca mente creaba y aunque era consciente de que nunca se cumpliría seguía haciéndolo, seguía torturándose con la idea de que él entraría por esa puerta a declararle amor eterno.

Agudizó el oído para asegurarse de que estaba sola en casa. Quería encerrarse en su mundo de fantasía para poder imaginarse al lado de él, y si algún ruido la interrumpía no podría volver a retomar su alocada historia nunca. Además era necesario que estuviera sola, si alguien la descubriera todo su mundo se desmoronaría y se vería gravemente afectada. Lo que hacía cada tarde y lo que sentía por él era su secreto y nadie, ni su mejor amiga, lo sabía. No podía desvelarle su locura a nadie porque sabía que la juzgarían. Su amor no era dañino peor sí clandestino. Estaba tomando algo que no era suyo y lo que menos quería era ser descubierta.

Asomó su cabeza por la puerta y después de unos segundos se dio cuenta de que la casa estaba en completo silencio. Sonrió para sus adentros feliz de poder estar en paz y cerró la puerta nuevamente. No se preocupó de echar el seguro, si estaba sola no hacía falta.
Se sentó sobre la silla giratoria y se acercó lo más que pudo al borde de su escritorio. Clickeó en los sitios correspondientes y observó gustosa como las carpetas se iban abriendo una por una. Tenía las fotos guardadas en un sitio específico dentro de cientos de carpetas para que nadie pudiera encontrarlas. Su ordenador tenía clave, pero nunca se sabía si alguien sería capaz de entrar jackeando su contraseña. Era un poco exagerada, pero prefería prevenir antes que lamentar.

Le quedaban tan solo dos carpetas y llegaría a su paraíso personal. Ese del que no quería salir nunca porque se sentía demasiado a gusto ahí adentro.
Clickeó la última carpeta y vio por fin las fotos de su amado. Las tenía configuradas en tamaño grande y ya sin necesidad de pinchar en cada una de ellas se deleitó con la hermosura que su rostro trasmitía.
No pudo evitarlo y sonriendo acarició las fotos sobre la pantalla.

Sin querer alargar más el momento pinchó sobre la primera foto y sonriendo vio como su paraíso se hizo más grande. El primer suspiro de la tarde escapó anhelante de sus labios y se perdió en el ambiente, pronto lo acompañarían muchos más.
La sonrisa de su rostro era visible a varios kilómetros a la redonda. Se sentía feliz con solo poder observarlo de esa manera. Había visto tantas veces las fotos que ya se las sabía de memoria, pero le daba exactamente igual. Él siempre parecía más bello cada día.

Siguió pasando las fotos y se deleitó largos minutos con cada una. Adoraba cada gesto que hacía, cada mueca. Todo en él era perfecto para ella. El más absoluto movimiento le parecía encantador y mágico.
No pudo evitar cerrar los ojos y recordar como se las había ingeniado para poseer tantas fotos. Cada una de ellas era una aventura que contar y aunque siempre tenía miedo de ser descubierta, cuando luego tenía las fotos dentro de su ordenador se sentía completamente satisfecha.

Sonrió a la par que él cuando llegó a las fotos más recientes, las de hace dos meses. En una de ellas él salía riendo a carcajada batiente, haciendo que sus perfectos hoyuelos se marcaran, sus blancos dientes resplandecieran y sus labios le parecieran más jugosos que nunca. Se preguntó que se sentiría ser besada por él, por sus carnosos y rosados labios. Quería dejarse llevar y soñar con eso, con que él la besaba mientras apretaba su cintura dulcemente y ella envolvía sus manos en su desordenado pero sexy cabello. Definitivamente ser besada por él sería el paraíso.

La habían besado solo una vez, cuando tenía catorce años. El chico que lo hizo, Mike Newton, era dulce y tierno pero demasiado torpe. Acabó golpeando su nariz y mordiendo su labio, el cual acabó sangrando estropeando todo el momento.
Eso había pasado hace ya cinco años, cinco largos años. Ni siquiera recordaba que era lo que se sentía al tener unos labios devorando los suyos, las sensaciones en el estómago, aunque nunca las sintió como en las películas, y la felicidad que producía que esa persona especial te besara. Mike nunca fue especial para ella, simplemente eran amigos de la infancia y lo intentaron por probar. No fue tan malo, simplemente pudo ser mucho mejor.

Sabía que su amor prohibido era un besar nato. Lo había visto con sus propios ojos y en su propia casa, la diferencia era que no había besado sus labios, sino los de su hermana. Marie Swan.
Por esa razón no quería que se enteraran del enamoramiento que tenía con él, era el novio de su hermana y aunque intentó con todas sus fuerzas no enamorarse no lo consiguió. Sus atrayentes ojos verdes, su melena cobriza, su sonrisa torcida, su apetecible cuerpo y su hermosa alma la habían hecho caer en un pozo sin fondo del que no sabía como salir.

Su hermana Marie llevaba de novia con él desde que tenía dieciséis años. Al principio le fue indiferente, pues pensaba que solo era un chico más en la larga lista de conquistas de su hermana. Pero el tiempo pasaba y ellos cada vez estaban más unidos, él nunca había ido a su casa pero había escuchado las cientos de charlas que Marie tenía con su amiga por teléfono. Nunca quiso involucrarse en la vida privada de su hermana, pero ella hablaba demasiado alto.

Isabella era totalmente lo contrario a su hermana. Ella era tímida, callada y toda un ratón de biblioteca. Se sonrojaba cada dos por tres y jamás salía de fiesta, su vida social era pésima. Tan solo tenía una amiga, Ángela, que aunque se conocían desde niñas y era una persona genial no hacían lo mismo que el resto de los adolescentes. Ellas no eran invitadas a fiestas del instituto o a bailes, prácticamente eran invisibles para el resto de estudiantes. Se sentían cómodas así, no les gustaba que nadie invadiera su espacio y pasar desapercibidas es lo que mejor sabían hacer.

En cambio su hermana era totalmente extrovertida. Tenía muchos amigos y se llevaba bien con la mayoría de personas. Era de las populares en el instituto y siempre estaba rodeada de las personas más distinguidas. Salía todos los fines de semana y nunca se perdía una fiesta. Siempre tenía algún pretendiente detrás suyo rogando por un poco de atención. No era mala estudiante, aunque no le dedicaba el tiempo necesario a los estudios. Aprobaba las asignaturas que tenía pero con notas muy bajas. Isabella sabía que ella podía dar más de sí, pero simplemente no quería.

Físicamente también eran muy opuestas, dentro de lo que cabía. Su hermana tenía unas curvas muy acentuadas, pechos más grandes y un rostro mucho más llamativo para la población masculina de Forks. Su cuerpo era más estilizado y aunque usaba demasiado maquillaje para tapar sobretodo sus pecas, siempre se veía perfecta. Bella era más simple en ese aspecto. Maquillaba poco su rostro, tan solo usaba gloss, delineador y rímel. Su cuerpo no era feo, era delgada y con cada curva en su sitio pero solo le faltaba vestir más desinhibidamente. Sus pechos tenían un tamaño medio, ella se sentía a gusto con su cuerpo pero parecía que no era lo suficientemente llamativa para los chicos del instituto y tampoco de la universidad, en la que ya llevaba un año.

En lo que se parecía a su hermana era en la larga melena chocolate que ambas poseían. Los suaves rizos de las puntas daban en la espalda de ambas mujeres y aunque se peinaban de maneras diferentes su color era exactamente el mismo. Los ojos de su hermana eran más oscuros que los suyos. Isabella poseía un bonito tono chocolate y Marie un tono más cercano al ébano. Bella adoraba sus ojos, le parecían preciosos y muy expresivos pero al parecer a su hermana no, pues la mayoría de las veces usaba lentillas verdes y azules. Poco más que eso compartían, aparte del mismo ADN y claro como no el secreto que muy poca gente conocía.

El hecho de que su hermana se maquillara más, usara ropa más atrevida, a veces lentillas, se peinara de cientos de formas diferentes y tuviera una actitud más abierta y un carácter más espontáneo no ocultaría lo que parecía que Marie odiaba. Ella e Isabella estaban más unidas de lo que la gente creería si las viera juntas, cosa que no ocurriría nunca, pues su hermana se negaba en rotundo a desvelar el secreto que compartían. Al principio a Isabella le dolió esa noticia, pero con el paso de los años aprendió a convivir con ella. Era comprensible que su hermana se avergonzara de ella, pues era su opuesto total.

Isabella estaría encantada de que salieran juntas y que compartieran más que la misma vivienda. Amaba a su hermana e intentó demostrárselo muchas veces cuando eran pequeñas, pero siempre recibió el rechazo de esta, por lo tanto aprendió a convivir de esa manera, entre las sombras. Nadie, excepto su familia y su amiga Ángela, sabían que Isabella y Marie eran gemelas. Y no solo eso sino que eran gemelas univitelinas, es decir, eran idénticas aunque su hermana se había ocupado de que eso no fuera así. Desde que empezó a involucrarse en el mundo de la popularidad, hacia los doce años, comenzó a cambiar su aspecto y carácter para parecerse lo menos posible a Isabella. Marie odiaba tener una gemela, no solo por eso, si no porque eran totalmente diferentes y no soportaría que alguien de sus amigos se enterara de eso, de que una don nadie era su hermana gemela.

Isabella intentó, nuevamente, olvidar el dolor que le causaba saber que ni siquiera su hermana la soportaba. Sabía que pasaba desapercibida para todos, que nadie sabía de su existencia, pero nunca superaría que su hermana la repudiara, que ocultara el hecho de que eran gemelas por vergüenza.
A ella le gustaba ser así, tímida y sencilla. No sabía ser de otra manera y le asqueaban las chicas, que como su hermana, se dejaban influir por la popularidad y el que dirán.
Le costó hacerse a la idea de que para las personas que rodeaban a su hermana ella no existía, pero como bien se dice, a todo se acostumbra uno.

Ella sabía que tenía que tener cuidado de que, si por alguna razón extraña alguna amiga de su hermana iba a su casa, no la vieran. No quería dejar a su hermana en ridículo y empeorar la mala relación que tenían y que pendía de un hilo.
Por ese motivo y porque estaba harta de tener que esconderse, se sentía más que feliz de que pronto se iría. Dentro de solo unos meses empezaría el segundo año de su carrera universitaria y había decidido iniciarlo en Chicago, lejos de su pueblo natal, para iniciar una nueva vida.

Por otro lado se sentía tremendamente triste. Tendría que dejar en Forks a sus padres, a su mejor amiga y a él. En tan solo dos meses se iría para no regresar y sabía que esa decisión tenía como consecuencia no volver a verlo. Algunas veces se ponía delante del espejo y se enfrentaba ella misma. ¿Qué más daba si se iba y no lo volvía a ver? Él ni siquiera sabía de su existencia, era un cero a la izquierda para el novio de Marie. Podía estar muy enamorada, porque sí, llevaba dos años enamorada a escondidas del novio de su hermana, pero eso no la ayudaría a progresar, a crearse una nueva vida. Chicago era muy grande y ahí encontraría a alguien que la quisiese tal y como era, sin compararla con su hermana.

El hecho de no existir para él fue algo que le costó mucho asumir, pero que como muchas otras cosas supo sobrellevarlo. Sabía, porque su hermana se lo había confirmado, que su novio no tenía idea de que Marie tenía una hermana gemela y eso en parte era lo mejor. Si él no sabía de su existencia era mejor para Bella desaparecer y tratar de olvidarlo. Nada lograba inventando historias surrealistas e imaginando que en algún momento él le diría un simple hola. No la conocía y por eso motivo no podía juzgarlo. En menos de tres meses se iría y quería aprovechar ese laxo de tiempo al máximo. Cuando se fuera dejaría todas las fotos de él en su viejo ordenador para poder clasificarlas como "pasado", por eso ahora intentaría sacarles el máximo provecho.

Vio cada foto atentamente y se deleitó más con las que eran más recientes. Acarició sobre la pantalla su rebelde cabello y sus angelicales facciones. Sonrió recordando como, donde y cuando había hecho cada foto y todo lo que tuvo que pasar para conseguirlas. Llevaba alrededor de dos meses sin verlo y sentía que estaba viviendo una agonía. Antes, aunque fuera a escondidas, podía verlo a lo lejos y disfrutar de su belleza y de las sensaciones que su corazón le trasmitía, pues este empezaba a latir desesperado queriéndose salir de su pecho. Ahora se sentía más triste y decaída aunque no lo demostrara delante de todos. Edward había empezado la universidad hace unos meses y decidió estudiar fuera de Forks, porque él al igual que ella se sentía demasiado preso del pequeño pueblo. Ambos eran almas libres y necesitaban espacios grandes para disfrutar al máximo.

Bella no sabía si volvería a verlo, porque aunque las vacaciones estuvieran cerca no sabía si él vendría a pasarlas en Forks o se quedaría ahí para avanzar en las materias. Se sentía ansiosa y desesperada. Necesitaba verlo urgentemente y aunque había decidido irse de Forks sin mirar atrás quería llevarse un último recuerdo real de Edward, para poder tener los recuerdos más recientes en su memoria. Espera poder verlo al menos una vez antes de marchar a Chicago.

Dejó de pensar en su mala situación y en cuanto lo extrañaría desde Chicago. Para soportar la pesadumbre que le daban esos pensamientos se sumergió totalmente en las fotos e imaginó cientos de historias con cada una de ellas. Era conocedora de que se le haría muy difícil deshacerse de todas y sabía que quedarse con alguna le tentaba cada día a pesar de que se mentalizaba cada mañana de que debería olvidarlo. Pero sabía que su débil autocontrol para con él la haría ceder y hacer que eligiera una foto de entre todas las que tenía guardadas. Ya pensaría en eso más adelante, ahora solo quería introducirse en su mundo de fantasía y ser feliz aunque sea en sueños.

Tan absorta estaba de su mundo exterior y de lo que pasaba a su alrededor que no escuchó la puerta de la calle ser abierta. No se dio cuenta de que alguien había llegado y que se dirigía a su habitación. En cualquier momento podrían pillarla.
—Bella. —Su puerta fue abierta repentinamente haciendo que se sobresaltase en el acto. Con la mayor rapidez que el susto le proporcionó cerró la carpeta principal de las fotos pero no le dio tiempo a cerrar la ventana del visor de imágenes y se quedó minimizado.

—¿Qué escondes? —Vio con temor como su hermana se acercaba directa a su ordenador.
—¡Nada! —Prácticamente chilló.
—¿Qué estabas viendo? —Por una extraña razón su hermana le sonrió con picardía y se fue directa a investigar el secreto de Bella.
—No es nada Marie. —Sus palabras salieron tan veloces de su boca que casi no se le entendió, quiso quitarle a su hermana el ratón y cuando pensó que su mundo se desmoronaba y que sería descubierta un ruido exterior la salvó.
—Debe de ser Félix. —Su hermana prácticamente se esfumó de su dormitorio.

Bella cerró precipitadamente la tapa de su portátil y se asomó por su ventana, la cual daba a la calle principal, para ver un gran coche aparcado fuera y un hombre enorme apoyado en la puerta del copiloto con una sonrisa. Sabía quien era.
—Bella me voy, llegaré tarde. —Su hermana se asomó por la puerta de su dormitorio y se sintió extrañada de que ella le diera explicaciones de lo que hacía.
—¿Vas con él? —Demandó.
—Sí, me divertiré un rato, no creo que duerma aquí. Mamá y papá no vendrán hasta el lunes, así que si llaman diles que estoy durmiendo. —Bella abrió los ojos alarmada. Sintió la furia recorrer sus venas.

—¿Quién demonios es ese? —Bella sabía perfectamente quien era, pues frecuentaba muy a menudo su casa en busca de su hermana, pero quería saber si Marie se lo diría.
—Nadie que te importe. —El carácter habitual de su hermana había regresado.

—Me importa lo que haces.
—No tiene porque Isabella. —Su hermana se enfureció. —Yo tengo vida social por si no lo recuerdas. Ve a leer un libro y déjame vivir la vida. —Se acomodó su cabello.
—Ese tipo es peligroso.
—Tú no sabes nada de él, no te metas… —Iba a decirle algo más que Bella aseguraba sería ofensivo pero el sonido del claxon del coche de fuera la interrumpió.

—Marie…
—Déjame vivir Bella, soy joven y hermosa y quiero tener una adolescencia digna de recordar. No quiero ser una amargada como tú.
—Puedes vivir sin tener que acostarte con todos los hombres que te encuentras. —Bella no reconocía su propia voz.
—No seas envidiosa mosquita muerta. —Marie se acercó con paso peligroso.
—No envidio tu vida. —Le contestó Bella.
—Sí lo haces, por eso siempre me das la misma charla de siempre. —Bella respiró pesado.

—No tienes por qué ser así, hazte respetar como mujer.
—Haré lo que se me pegue la gana y si quiero me acostaré con todos los hombres de Forks. —Bella explotó ante sus palabras.
—¿Cómo puedes hacerlo eso? —Marie se rio en su cara sabiendo a quien se refería.
—Edward lleva dos meses preocupándose solo de su maldita universidad, me dejó abandonada por irse a estudiar. Soy una mujer que tiene necesidades y si él no está aquí yo puedo estar con quien se me pegue la gana. Ojos que no ven corazón que no siente. Nunca podrás comprenderlo porque a este paso te quedarás para vestir santos.

—¡Te comportas como una cualquiera! —Bella no pudo callarse al escuchar como hablaba de Edward.
—Seré todo lo que te de la gana, pero al menos sé disfrutar de lo bueno de la vida. No pienso quedarme a llorar por Edward, cuando regrese será borrón y cuenta nueva.
—Eres increíble. —Dijo Bella con incredulidad.
—Tengo a Edward comiendo de la palma de mi mano y haré con él lo que me de la gana. —Bella quiso hablar, decirle todo de una buena vez, todo lo que se llevaba callando por tanto tiempo pero de nuevo el molesto sonido del claxon la hizo callar y no pudo detener a su hermana que por poco salió corriendo.

En la soledad de su habitación apretó fuertemente los puños a la par que los dientes, los cuales rechinaron furiosamente. Se contuvo de salir corriendo detrás de su hermana y obligarla a que le de explicaciones de una buena vez. Si no amaba a Edward por lo menos podía respetarlo y serle fiel. Él merecía al menos eso de parte de su hermana. Bella no entendía por qué su hermana hacía eso, por qué estaba con Edward si no lo quería. Ella podía estar con cualquiera y justamente había elegido a Edward, una de las personas más nobles que había "conocido", para jugar con él a dos bandas.

No pudo detener sus piernas, las cuales se movieron rápidamente hacia la ventana. Sin intentar disimular sus actos abrió la cortina con un brusco movimiento y pudo ver el preciso momento en el que su hermana se acercaba con pasos felinos al hombre apoyado en el coche y lo besaba furiosa y pasionalmente. Sintió su estómago revolverse. Era su hermana pero jamás justificaría sus actos ni actuaría indiferentemente. Ya no era por Marie o por ella, era por Edward. Bella sabía que él no merecía eso, no merecía la infidelidad ni la burla de Marie. Bella era conocedora, aunque le doliera, de que Edward sí amaba a Marie y sentía que no podía callarse los actos de su hermana. Lo malo de esa situación es que él no sabía de su existencia y eso le complicaba más el plan que quería trazar.

Cerró bruscamente la cortina cuando vio que ambos desaparecían al final de la calle en el negro coche.
Suspiró frustrada y decepcionada de su propia hermana. Bella no conocía ni la mitad de ella y definitivamente esa nueva faceta de mujer manipuladora había estado totalmente oculta ante sus ojos. Sintió rabia y frustración, incluso envidia, no de Marie, si no de la situación. Ella amaba a Edward, sería capaz de todo por él, incluso de permanecer en las sombras por el bien de todos, pero no podía con esto, era incapaz de callarse algo así.

Sabía que si Marie le era infiel con Félix se lo sería con muchos otros de su larga lista de pretendientes. Se sentía desilusionada y decepcionada. Tenía un hervidero de sentimientos e ideas en su cabeza. No sabía como actuar, que sería lo correcto o de que forma hacerlo.
Se sentó bruscamente en la cama y apretó su oso panda de peluche contra su pecho. Era un acto infantil, pero era la única manera de tranquilizar la furia que sentía.

No supo cuanto tiempo estuvo así, pensando, meditando en lo que podía hacer, dándole mil vueltas a las ideas que atravesaban su mente y descartándolas inmediatamente. Nada le parecía bien o ideal, necesitaba idear un plan que fuera lo suficientemente bueno para que Edward no dudara de lo que tenía que decirle, que no desconfiara de ella y que fuera directo, sin ambigüedad alguna.
Algunos minutos después dejó de lado esa idea y la abandonó al fondo de su cerebro. Ahora no tenía cabeza para ello. Cuando se sintiera lista y con buenas ideas se pondría a pensar en todo y lo desarrollaría de la mejor manera.

Colocó el peluche en su debido sitio y volvió a su escritorio. Encendió nuevamente el ordenador y buscó rápidamente la carpeta con las fotos de Edward. Mirando la esquina derecha de la pantalla se dio cuenta de que llevaba más de media hora pérdida ideando un plan que no tenía ni pies ni cabeza. Olvidó eso y se sumergió nuevamente en el mundo en el que había estado hace poco.
Pinchó en la foto correcta, del grupo que no había visto antes, y todo empezó nuevamente. Se deleitó con cada rasgo de su anatomía e imaginó historias fantasiosas donde existía un noviazgo entre ellos dos.

Casi una hora después aplastó fuertemente, quizá demasiado, la tapa de su ordenador portátil y se levantó de un salto de la silla.
Mientras miraba las fotos no podía dejar de pensar en Edward, Marie y su propia vida. Nunca había querido darse cuenta pero no se sentía igual que antes, algo distinto había dentro de ella. No podía vivir a base de sueños e ideales inventados. No podía vivir a base de suspiros y fotos de él. No podía, definitivamente no podía. Quería una vida distinta para ella y, esa tarde, se daba cuenta de que el hecho de martirizarse cada día con sus fotos, pensando en que nunca podrá tenerlo a su lado, dañaba cada vez más su mente y su corazón. Se sentía presa de un sueño sin final, el cual empezaba ha convertirse en una pesadilla.

Necesitaba salir, conocer gente, disfrutar de la adolescencia, la cual se estaba agotando demasiado deprisa, conocer mundo, ver lo bueno y lo malo de su día a día, hacer más amigos, vivir una nueva forma de vida, conocer distintas culturas, viajar y por sobretodo, enamorarse de otra persona, aunque le pareciese imposible.
Quería olvidarlo, olvidar el amor que la retenía a él porque de nada le servía. No podía seguir con su vida así, porque jamás obtendría nada con él. Se empezaba a dar cuenta de que dependía mucho de su persona o de ver diariamente sus fotos y esa, realmente, no era una vida digna de recordar, porque sentía que ya, ese círculo vicioso, rozaba lo enfermizo.

Se dejó caer de espaldas en la cama, con los pies tocando el suelo y las piernas al borde la cama y se dedicó a mirar el blanco techo de su dormitorio. Quería cambiar, olvidarlo, pero sentía que nunca sería capaz de hacerlo, que él estaría de por vida en su cabeza, martirizándola, obligándola a hacer las mayores locuras para conseguir un solo pedazo de él. Sabía que no era su culpa pero necesitaba encontrar algo o alguien que le justificara su comportamiento para con él que no fuera el amor frenético que actuaba como si de su batería se tratara.
Necesitaba soluciones y las necesitaba ya.

Quiso dormir y olvidar ese día que no le había traído nada bueno. Lo intentó varias veces cerrando insistentemente sus párpados pero no lo consiguió, no podía dormir porque las ideas y pensamientos de su cabeza la atormentaban, pues el rostro de Edward, las palabras de su hermana, su situación e incluso Félix rondaban en su mente y se proyectaban en sus ojos cada vez que los cerraba.
Se sentía frustrada de todas las formas posibles. Volvió a intentar dormir y cuando sintió que ya la inconciencia se empezaba a hacer cargo de ella el sonido del timbre hizo que se levantara de un solo movimiento.

Escuchó de nuevo el timbre y prácticamente corrió escaleras abajo. No tenía idea de quien podía ser. Sabía que su amiga no la visitaría hoy pues al ser viernes estaría trabajando en la cafetería de la plaza. Tampoco podían ser sus padres, pues no llegarían hasta el lunes, por lo tanto las personas que podían ser eran nulas, tal vez era algún vecino o un cartero comercial. Dejó de pensar en ello y se apresuró más en llegar a la puerta.
—¡Voy! —Gritó. En cuanto llegó respiró rápidamente para que su respiración acelerada se normalizara y sin ni siquiera mirar por la mirilla abrió la puerta inconsciente de todo lo que le pasaría.

Se quedó totalmente paralizada en la entrada de su casa, su corazón empezó a latir fúricamente y su respiración se tornó irregular. Iba a preguntar quién era, qué quería o si podía ayudar en algo, pero al verlo ahí, a tan solo unos centímetros de su cuerpo, se puso totalmente nerviosa. Sus ojos se abrieron desorbitadamente y sus manos empezaron a temblar notablemente. Tuvo que sujetarse fijamente del marco de la puerta cuando vio que se movía en su dirección con una deslumbrante sonrisa en sus labios.

—Ed… —Quiso decir su nombre, pero sus palabras se vieron cortadas cuando él acortó toda la distancia que les quedaba y la abrazó fuertemente con sus cálidos brazos.
—No sabes todo lo que te he extrañado. —Le susurró tan cerca de su oído que se estremeció.
Sabía que estaba mal pero en ese momento no podía razonar, por lo que ella también apretó el majestuoso cuerpo de Edward contra el suyo.
Su aroma la atontó pero no le impidió que, lo más disimuladamente posible, lo absorbiera para que se quedara grabado en su memoria, impregnado en su piel.

Sintió un estremecimiento por todo su cuerpo cuando las manos de Edward recorrieron, lentamente, la extensión de su espalda y la apretaron más contra su cuerpo. Pronto la sujetó por cada lado de su cintura y en unos pocos segundos más la separó de su cuerpo para mirarla fijamente a los ojos.
Él le sonrió, encandilándola, y dio un leve apretón en sus caderas, el cual la hizo reaccionar, pues se había quedado mirando fijamente sus preciosas esmeraldas.

—Estás hermosa. —Le dijo con su melodiosa voz. Bella disfrutó como nunca de sus palabras y se deleitó con ellas, aunque no fuera dirigidas a su persona.
Tuvo que parpadear un par de veces para que sus neuronas volvieran a funcionar y la trajeran de nuevo al mundo real.
—¿No me invitarás a pasar? —Le preguntó divertido mirándola fijamente.
—Sí-í… —Tartamudeó torpemente pero no se movió.
Vio como Edward sonreía ladinamente y se dio cuenta de que sus manos aún estaban apretando fuertemente los filos de su camiseta.
Se separó de él, con reticencia y torpeza y se hizo hacia un lado.

Cuando se dio cuenta de lo que había hecho se culpó a si misma y fue conocedora de que ya no había marcha atrás, no podía echarlo así porque si.
Se apoyó en la puerta, mirándolo fijamente, cerrándola en el acto. Lo observó de arriba abajo, llevaba más de dos meses sin verlo, aunque sea a la distancia, y notó como su cuerpo y su alma lo habían extrañado. Nunca había estado así de cerca con él y mucho menos había tenido ningún tipo de contacto físico por lo que sus nervios aumentaron mucho más. No sabía que hacer.

Dio un pequeño brinco en su sitio cuando él, con una hermosa sonrisa y pasos felinos, se acercó hacia ella y volvió a colocar sus manos en su cintura.
—Siento haber aparecido así de repente, llegué en la mañana y no pude resistir venir a verte. —Su voz penetró suave por sus oídos, deleitándola con su leve acento.
—No… No pasa nada… —Volvió a tartamudear.
—Ha sido torturador estar separado de tu lado. —El brazo de Edward rodeó su cintura y la atrajo hacia su cuerpo, haciendo que se pusiera de puntillas debido a la diferencia de altura.
—No puedo resistirme. —Le susurró. Antes de que Bella pudiera comprender sus palabras sintió su boca ser avasallada por los dulces y suaves labios de Edward.

En ese momento, cuando él empezó a mover suavemente su boca sobre la de ella se olvidó de todo absolutamente y se dejó llevar por las sensaciones que sentía atravesar su cuerpo y por sobretodo su corazón.
Pasó sus brazos por su cuello y enredó sus manos en su cobrizo cabello. Movió sus labios a la par de los de Edward, el cual cada vez profundizaba más el beso y se apretó más contra él, dejando un espacio inexistente entre los dos cuerpos.
—Me encantas… —Le susurró separándose levemente de sus labios. Bella ni siquiera había asimilado sus palabras cuando se vio nuevamente atacada por sus labios.

Besarlo era la mejor experiencia de su vida. Nunca se había sentido tan viva. Sentía cada parte de su cuerpo susceptible ante su toque y los latidos de su corazón más frenéticos que nunca. Se dejó llevar por las hormonas y por todo lo que sentía por él. No razonó, no pensó en lo que hacía, simplemente se dejó guiar por su corazón.
La lengua de Edward salió a su encuentro y se hizo participe del beso que compartían, sintió su cuerpo derretirse. Tuvo que apretar más fuertemente su cuello para poder sostener su cuerpo, que repentinamente se había vuelto de gelatina.

Se separaron tan solo unos segundos y volvieron a besarse esta vez más frenéticamente. Edward mordió levemente su labio inferior y Bella sintió que la elevaba al paraíso. Para nada sus sueños habían podido recrear todas las sensaciones que sentía. Su sabor era inigualable, sublime.
Sintió las sensaciones a flor de piel y no pudo reprimir un demandante gemido que escapó audaz de sus labios, perdiéndose en los de Edward.
Ese pequeño sonido pareció ponerlo frenético, porque la apretó contra la puerta y la besó más demandantemente. Movió sus manos por sobre su cadera y sintió sus dedos tocar su erizada piel. Debido a los movimientos su pequeña blusa se había elevado dejando así su piel a la total disposición de él.

—No sabes todo lo que te deseo. —Susurró él dejando sus labios de lado y atacando rápidamente su cuello. Bella no pudo evitar elevarlo para darle más acceso y tampoco pudo evitar el conjunto de jadeos y gemidos que escaparon de sus labios.
—Exquisita. —Le susurró él.
—Edward… —Susurró mientras acariciaba su espalda con movimientos ascendentes y descendentes.
Edward dio un leve mordisco en su cuello y sin que Bella lo esperara la elevó en un rápido y preciso movimiento. Por inercia enredó sus piernas alrededor de la cadera de Edward y ambos jadearon al sentir el roce que provocó el movimiento.

Bella no podía razonar nada claro. Se estaba dejando llevar de manera precipitada y no pensaba en las consecuencias que le traerían los actos que cometía, ya no solo para los dos, si no para su corazón, que seguramente, cuando todo terminara, sería el más herido.
Edward mordisqueó y sorbió su cuello, marcándola, cosa que le encantó aunque no hiciera falta. Inconscientemente y sin que ninguno de los dos se diera cuenta ella era suya, completamente suya.

—Eres tan apetecible. —Le susurró él mientras lamia lentamente el lóbulo de su oreja. —Ha sido desesperante estar tanto tiempo alejado de ti. —Bella sintió su cuerpo temblar.
—Ohh… Marie. —Le dijo él mientras volvía a atacar su cuello.
Bella abrió abruptamente los ojos y todo lo que estaba sintiendo, física y mentalmente, desapareció rápidamente según esas palabras fueron dichas.
Se había dejado llevar de una manera tan alocada que ni siquiera pensó en la situación que la envolvía.
El nombre de su hermana dicho por él la dejó totalmente rota. Era lógico, ¿por qué no lo pensó antes de dejarse besar de esa manera tan pasional?
Edward no estaba besándola a ella, estaba besando a su hermana, a Marie.

Sintió sus ojos aguarse y luchó todo lo que pudo contra las lágrimas que pugnaban por salir. Se quedó totalmente paralizada y tensa en los brazos de Edward.
Sabía que no era culpa de Edward, él no sabía lo que estaba haciendo pues pensaba que ella era Marie. Se golpeó a si misma por no haberse dado cuenta antes de todo y por no haber frenado sus actos cuando pudo, ahora ya no se sentía con la capacidad de hacerlo.

—¿Qué pasa preciosa? —Preguntó él mirándola fijamente.
Negó con la cabeza.
—¿Si quieres que pare…?
—No… No… —Susurró y volvió a besarlo.
Lo hizo con devoción, con amor, intentando trasmitirle todos los sentimientos que tenía por él y de alguna forma tenía la esperanza de que él se diera cuenta, aunque sabía que era imposible. Ella y su hermana eran demasiado parecidas.

—Te quiero Marie. —Susurró Edward y volvió a besarla.
Bella sintió su alma partirse en dos y su corazón trisarse en diminutos pedazos. Al escuchar sus palabras no pudo detener una rebelde lágrima que escapó de su ojo derecho, la limpió lo más rápido que pudo y apretó fuertemente los ojos para que no le acompañaran todas las que pugnaban por salir a borbotones de sus ojos.

Sabía que seguir adelante con lo que había iniciado la destrozaría aún más. Lo que estaba haciendo le aseguraba un pase directo a un corazón roto, porque estaba más que enterada de que Edward no estaba compartiendo una ardiente sesión de besos que sabía, sin tener que pensarlo mucho, acabaría en una larga noche de sexo. Lo sabía, demasiado bien quizá y aún así no le importó, no le importó saber que al siguiente día se hundiría completamente en la tristeza y soledad, lo único en lo que pensó en ese momento era en ella y Edward, juntos, besándose.

Se introdujo en ese círculo vicioso del cual no quería salir nunca, se dejó llevar por sus sentimientos aún sabiendo que no le traerían nada bueno. Solo quiso imaginar que Edward la estaba amando a ella, a Bella, y no a su hermana, porque por una sola noche quería romper con todas las reglas establecidas, quería actuar como le dictara su corazón y no su cabeza, quería sentirse amada, entregarle su cuerpo, el cual nunca había sido tocado por nadie, a la persona que más amaba. Quería que Edward le hiciera el amor, necesitaba sentirse suya de todas las formas posibles y si haciéndose pasar por su hermana lograba eso lo haría con los ojos cerrados, porque por una sola noche quería sentirse mujer a manos de un hombre que sabía la elevaría al cielo de mil maneras distintas.


Hello people! :)
¿Cómo están? Yo ya lo dije, mi mente está últimamente imparable y no puedo hacer más que complacerla tecleando en el PC. Espero que disfruten de este mini-fic, que como ya dije será cortito.

Esta loca idea llevaba ya algún tiempo en mi cabeza y no podía esperar más para entregársela. De momento solo hay eso, espero no defraude y en cuanto pueda subiré la siguiente parte.

Ya saben, quiero sus opiniones, todos son participes de mi locura y siempre estoy dispuesta a escuchar nuevas ideas. Pueden decidir sobre el avance del fic, porque aunque la idea este ya en mi mente siempre se puede modificar con su ayuda.

Sin nada más que decir, lean y comenten que me harán mega feliz xD.
Muerdi-Kisses.
By: Crazy Cullen.