DISCLAIMER: Los personajes de Naruto no son de mi propiedad. Todos son obra y creación del genio maestro Masashi Kishimoto..
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ADVERTENCIAS DE ESTE FIC:
-AU
-Mezcla de personajes xP
-Crack Pairing (MinatoXMei).
-Ligero Ooc, muy ligero.
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N/A: Este fic no tiene ningún motivo en específico. Sólo se me ocurrió de repente :3 así que aquí vengo otra vez, lista para lavarles el cerebro con otra de mis historias locas ;)
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JUST TELL HIM...
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La puerta del piso inferior había sido abierta. Sólo puso un pie en el edificio, pero yo alcancé a detectarlo con sorprendente y anormal naturalidad incluso desde que bajó de su auto, como si de su satélite se tratase o algo parecido. Mi respiración y mi ritmo cardiaco comenzaron a acelerarse.
Los ojos del resto de mis trabajadoras compañeras del salón de belleza viajaron en completa sincronía hasta mi persona. ¿Acaso yo era tan obvia? Eso parecía bastante probable pero, como siempre, decidí ignorarlo.
Me acomodé el pelo con simulada discreción, alisando la falda con los dedos.
—¿Cómo me veo? —pregunté a la más cercana mientras mi rostro era surcado por una de mis sonrisas "especiales".
—Igual que siempre —se limitó a responder. Giré la cara, perforando con la mirada a Shizune.
—Te ves muy bien, Mei —aseguró.
—Gracias, Shizu-chan —le sonreí.
Me volví hacia el aparador, sacando de mi bolso el diminuto espejo de emergencia que siempre me acompañaba para checar detalles menores, como el rímel y el labial.
—Y... ¿Minato ya viene en el ascensor? —preguntó Tsunade, la persona que nos supervisaba rigurosamente, de manera tan casual que parecía hablar del simple clima, pero yo la conocía lo suficiente como para detectar la sutil nota de burla que se asomaba al final de su cuestionamiento. Las chicas rieron, y un leve rubor me cubrió las mejillas.
—No —respondí al tiempo que guardaba el diminuto espejo. Levanté la cabeza y sonreí—. Aún está en la recepción.
—Minato-san ha estado llegando muy seguido... —comentó Shizune
—¿Por qué no sólo le dices? —inquirió Tsunade mirándome fijamente. Su perfecta ceja se arqueó, y la comisura derecha de su labio se elevó.
—¡Tsunade-sama! —gritó Shizune.
En ese momento un escalofrío me recorrió el cuerpo, estremeciéndome. Ya estaba aquí. ¡Oh, no! Cuatro segundos después, la puerta del ascensor se abrió, y el rubio dueño de infinidad de suspiros, tanto de otras chicas como los míos, apareció en el umbral.
Todos mis sentidos se agudizaron con su simple presencia, y el golpeteo incesante de mi corazón en el pecho se disparó peligrosamente. Es que él era... él.
Su cabello tan peculiar era rebelde y despeinado, con flequillo y terminado en punta, le que le proporcionaba un aspecto más joven y tremendamente sexy. Nunca lo habíamos visto sin el habitual y elegante traje negro, pero no era difícil adivinar que, bajo aquella vestimenta oscura y perfectamente ideada para él, se escondía un físico que haría temblar a cualquier mujer; cuando saludaba, su bíceps se contraía con sutileza, deleitando a aquellas que sabían en dónde mirar y cuándo; y ni qué decir de su llamativa retaguardia. Con rostro de facciones simplemente perfectas, Minato Namikaze era sin duda alguna uno de los hombres más atractivos y guapos de toda la ciudad. Su sonrisa, ladrona implacable del sueño, lograba hipnotizar a cualquiera, siempre cordial y soleada, pero su mayor atractivo, al menos para mí, eran sus ojos... aquellos brillantes luceros azules que me cautivaban. Eran grandes y profundos, audaces y analíticos, pero a la vez transmitían una calidez y una ternura tan sobrecogedora que simplemente me perdía en cuanto lograba zambullirme en ellos.
—Buen día, señoritas —saludó alegremente, dando un asentimiento.
—Buenos días, Minato-san —respondieron las chicas al unísono.
Él le sonrió a Tsunade a quien, según los rumores, consideraba una madre debido a Jiraiya, antes de que sus ojos viajaran por la habitación... deteniéndose en mí.
Casi comencé a hiperventilar, pero logré controlarme.
—Hola... —dijo, y esa simple palabra de cuatro letras estaba a punto de hacerme gritar.
—Buenos días —respondí con toda la calma que aún poseía.
Minato torció la boca en una mueca casi imperceptible antes de volver a verlo sonreír.
—Con su permiso —musitó adelántándose hasta la puerta al final del pasillo.
—Adelante, ve... Y deja de distraerme a las chicas en su trabajo, ¿quieres?
La puerta se cerró antes de que Tsunade terminara de hablar, pero aún así su risa fue distinguida.
La rubia se volteó hacia mí al ver al rubio desaparecer.
—¿Y bien?
—¡Tsunade-sama! —Shizune volvió a alzar la voz, escandalizada—. ¡Minato-san está en la habitación contigua!
—Calla, Shizune, no va a escucharnos —dijo la rubia—. Yo quiero oírla a ella... —declaró sin rodeos—. ¿Acaso hay algo que te detiene?
—Es el código femenino —intervino de nuevo la pelinegra—. Mei-san debe esperar a que Minato-san le pida una cita.
—¿Código femenino? Por favor —bufó Tsunade—. Cuando me casé con Jiraiya, ¿quién crees que le pidió matrimonio a quién?
—¡Jiraiya-sama se lo pidió!
—Esa vez no cuenta.
—Bien, ¿quieren parar ya? —pregunté sonriente, mas una ligera capa de oscuridad cubría mis ojos y una vena palpitaba en mi frente.
—Mei-chan... —la voz de Tsunade había cambiado, adoptando ahora un cariñoso tono maternal. Ella era la única que me llamaba así—... Eres una mujer hermosa, y te consta —aseguró—. ¿Por qué no simplemente lo tomas desprevenido, le plantas un beso y ya? —hizo un gesto con la mano y se arregló el pronunciado escote—. Es fácil y sencillo.
Me miré las uñas bien trabajadas. No era que no confiara en mí misma o que no tuviera fe en mis encantos, porque sabía y tomaba consciencia del efecto que podría causar en un hombre, pero la situación tenía un giro diferente y no tan simple como eso.
—No puedo —susurré mordiéndome el labio—. Yo no confío en los hombres. Ellos sólo toman tu corazón... y lo destruyen —declaré. Y ese era mi peor defecto: mi desconfianza.
—Mei-san... —la voz de Shizune parecía quebrada.
Tsunade me traspasó con sus ojos relucientes como la miel.
—¿A eso se reduce todo? —preguntó.
—No quiero hablar más de esto —contesté de manera cortante.
—¿Crees que Minato es igual que todos? —su nueva interrogante me impidió hablar—. ¿Lo crees? —su tono volvió a suavizarse—. Porque, si es así, puedo apostarte a Tontón y asegurarte que estás equivocada.
El cerdito levantó la cabeza, asustado. La perilla sonó de nuevo y Minato apareció después, caminando apresuradamente hasta el ascensor.
—Señoritas... Un placer verlas —se despidió. No volvió a mirarme. Siguió su camino sin voltear siquiera, abandonando el lugar en un segundo.
Me mordí el labio con más fuerza. Aún podía sentirlo, de pie en el reducido espacio del ascensor, descansando las espalda sobre la pared de metal. Las miradas estaban clavadas en mí otra vez. Era insoportable.
—Iré a revisar los tintes.
Me escabullí hasta la zona de colorantes para el pelo, sintiendo una extraña y asfixiante opresión.
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—Nos vemos mañana, chicas —nos despidió Tsunade, dispuesta a cerrar las puertas. Al fin habíamos culminado con el turno diario, y estaba tan cansada que ni siquiera podía caminar. Salí del edificio al final, observando el lejano y oscuro firmamento. Nubes oscuras y peligrosas cubrían toda la superficie del cielo, y era fácil darse cuenta de que se avecinaba una tormenta feroz. Me encaminé hacia mi auto, atravesando la calle hasta la otra acera. Un trueno resonó en la lejanía, interrumpiendo la inquietante oscuridad, y la lluvia se desató en ese momento. ¡Rayos! Me introduje rápidamente en el interior, metiendo la llave en el contacto y arrancando mientras encendía la calefacción. El viento había comenzado a azotar de pronto. Me incorporé al poco tráfico y aceleré para tomar la autopista principal. La lluvia golpeaba el parabrisas de modo que apenas lograba mirar lo que tenía enfrente. Era preocupante y desesperante, ya que sabía de antemano que nunca era bueno conducir en esas condiciones. Llegué a la desviación que marcaba el letrero y bajé la velocidad, decidida a tomarla con precaución.
Y todo sucedió muy rápido...
Lo único que pude ver fue la luz del otro automóvil antes de escuchar el ruido del impacto. Grité, eso sí lo sé, y me cubrí con los brazos en un intento de protegerme al sentir la destrucción del parabrisas.
Percibí el movimiento del coche al resbalar por el borde del camino, y en ese momento estuve segura de ver la luz. Lo único que impedía que el auto se volteara era la llanta delantera izquierda. Si me movía un sólo milímetro, terminaría volcándome. ¡No! ¡Yo no quería morir! El pánico me dominó, eclipsando el dolor de las heridas y cortadas. Transcurrió un segundo, luego otro, y otro más, hasta que el coche comenzó a desestabilizarse. Me aterré... Hasta que oí una voz...
—¡Corre! ¡Por aquí!
Una voz masculina muy familiar. El cosquilleo en el estómago volvió, más fuerte que nunca.
—¡Se va a resbalar! ¡Cuidado! ¡Sosténganlo, voy a bajar!
Dos hombres, un pelinegro y un castaño aparecieron frente al coche, y mi puerta se abrió de un tirón.
Casi perdí el aliento al ver a Minato ahí, con el rostro hermoso aún estando preocupado. Sus ojos brillaron al identificarme.
—¿Estás bien? —preguntó—. Tengo que sacarte de aquí.
Estiró ambos brazos, tomándome de la cintura y tiró de mí hacia afuera, sacándome del auto. La lluvia torrencial no había disminuido, mis pies parecían de gelatina, por lo que él no dudó en sostenerme, y yo sin pensarlo lo abracé, hundiendo la cara en su pecho. Traía una camisa de algodón blanca, húmeda y muy suave, y una parte de mi cerebro reaccionó al hecho de que nunca lo había visto usar nada que no fuera su traje.
Me acarició el pelo con dulzura mientras mis sollozos eran liberados.
—Tranquila... Tranquila... —me consoló—. Estás bien... Estás bien... No pasó nada...
—Minato... ¿qué hacemos con el tipo? —preguntó alguien.
—Llamen a una ambulancia, rápido —se limitó a responder el rubio—, y esperen aquí a que llegue. Yo llevaré a la señorita.
Hubo un minuto de silencio en el que sólo atiné a escuchar el canturreo de la lluvia y los rítmicos latidos de su corazón.
—Bien... —aceptaron, y entonces Minato se separó de mí para verme la cara.
—Vas a estar bien —afirmó con una sonrisa de... ¿alivio? No lo sabía. La única verdad de la que fui consciente en ese instante era la de su chamarra en mis hombros al subir a su auto, y de su embriagante colonia a mi alrededor.
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En un principio creí que me llevaría al hospital, pero me sorprendí gratamente al darme cuenta de que íbamos por otro camino que yo no conocía. Mi boca casi se abre al distinguir la sofisticada vivienda... ¿O no era una vivienda?
—Mi casa quedaba más cerca —musitó ligeramente avergonzado, a pesar de que no dije nada.
Se estacionó cerca de las escaleras y se bajó rápidamente, rodeando el coche por la parte delantera para abrirme la puerta.
—¿Puedes caminar? —preguntó tendiéndome la mano.
Una parte de mí me exigía decirle que no, gustosa de aprovechar la oportunidad de que me llevara en brazos, pero yo era una mujer independiente.
—Sí —contesté, apoyándome en su hombro para ponerme de pie, mas no pude evitar que un ligero rubor y una sonrisita se asomaran en mi rostro al tenerlo tan cerca. Su olor se hacía más concentrado, delicioso como un elíxir.
Me condujo hasta el vestíbulo, llamando a alguien en voz alta para que le trajera el botiquín. La señora Ama de Llaves se asustó al verme ahí, hecha un desastre y sangrando, pero corrió por el pasillo en busca del pedido.
—Siéntate —dijo Minato señalando uno de los elegantes sillones de la sala de estar.
Lo miré con los ojos abiertos.
—Mancharé tu sofá —susurré mirando el tapizado.
—¿Manchar? No importa —sonrió ligeramente—. Lo que importa ahora eres tú.
La señora apareció en ese instante, dejando el botiquín en la mesita antes de retirarse. Tomé asiento cuidadosamente, procurando no tocar demasiado.
—Y... —comenzó de pronto y sin mirarme mientras tomaba una torunda alcoholada —... Ahora que estás aquí, en mi casa y sin tanta formalidad como para responderme con un "Buenos días"... ¿Me puedes decir tu nombre?
Me quedé mirándolo sorprendida durante un segundo hasta que él volvió los ojos a mí.
—Mei —respondí bajando ligeramente la cabeza. Si lo miraba fijamente a los ojos seguramente me perdería—. Soy Mei Terumi.
—Mei... —repitió como si fuera una canción—. Mujer Excepcionalmente Intrigante... —soltó una risita ante su acrónimo al tiempo que se acercaba para limpiar la primera herida de mi frente—. El destino quiso que yo conduciera por la autopista hacia Tokio esta noche y que te salvara...
Miré sus labios mientras hablaba, encandilándome con el movimiento de su boca al hablar. Él se volvió para observarme.
—¿Qué ocurre? —preguntó parpadeando.
Mis ojos se conectaron con los suyos, encajando en un imperceptible "clic". Minato estaba muy cerca... demasiado. Era ahora o nunca.
Acorté la distancia, juntando mis labios con los suyos. Su sorpresa fue grande, y al principio no reaccionó, pero segundos después su boca se movió con la mía, danzando en perfecta sincronía. Su aliento era exquisitamente mentolado, fresco y delicioso. Tomé aire entre sus labios pero Minato no me dejó por mucho. Volvió a besarme, buscando profundizar en mi boca. Enredé los dedos en su pelo y lo atraje hacia mí, dándole permiso. El dolor de las heridas se disolvía con cada toque de su lengua. Mis terminaciones nerviosas exigían que sus manos me tocaran. Mi desconfianza quedó olvidada. Él era diferente... Lo sentía... Lo sabía...
Se separó de mí, jadeando, y me miró fijamente, con sus ojos reluciendo, casi brillando, y las pupilas dilatadas.
—Me gustas —declaré antes de que el impulso se desvaneciera.
Minato parpadeó una vez antes de sonreír y negar con la cabeza.
—¿Quieres que te cure, o quieres que te bese? —preguntó en tono juguetón.
Para su diversión, fingí meditarlo un segundo.
—Ambas.
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The end?
No, that is just the beginning...
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._. Kyaaa! No sé pero yo quiero gritar *-* quizá es demasiado "fantástico" pero eso salió nwn
Gracias por leer nwn/. Sus reviews son bien recibidos :3
Mina-chan.
