Nota: ¡Lamento mucho la demora!, estuve pensando mucho tiempo en cómo continuar este fanfic, pero el cambio en mi estilo era bastante drástico y se me ocurrió una idea distinta (más original) para seguirlo. Por eso me entretuve con la idea de reescribirlo y solo hasta hoy creo que lo tengo decentemente avanzado para poder subir el prólogo. Espero que les guste, lo he hecho con mucho cariño por los reviews que han llegado a pesar de que ya no me hubiese aparecido más (de verdad lo agradezco mucho, les contestaré en estos días). Subiré el primer capítulo mañana si es que todavía hay quienes lo leen. ¡Me disculpo nuevamente, les prometo que no es intencional que me desaparezca!
Este capítulo está dedicado a Valentina López.
Lógica contradicción
En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón.
Friedrich Nietzsche
Prólogo
La verdad sobre la cobardía
Existe un límite imperceptible entre el pretexto y la justificación. Es una lámina transparente que separa las excusas que se utilizan para defender el comportamiento, de las razones que lo motivan. Es fácil equivocarse y, muchas veces, lo que se cree que es un acto puramente lógico, es en realidad el resultado de un impulso. El pretexto nace de la conciencia del delito, de la comprensión de haber cruzado un límite prohibido, de ahí la necesidad de buscar una coartada. La justificación, en cambio, nace de la provocación, es la defensa legítima que surge luego de un ataque.
Cuando Cindy Vórtex conoció a Jimmy Neutron, justificó su antipatía en la condescendía con la que él la trataba. Justificó los sobrenombres en la hostilidad innegable que había nacido desde el primer momento en el que se vieron. Justificó sus deseos de superarlo en la arrogancia implícita con la que él le sonreía. Justificó la rivalidad. Justificó los malos tratos. Justificó y justificó, sin pensar ni una sola vez, en que estaba ocultando un delito. Se justificó tercamente hasta que se le acabaron los argumentos y le quedaron las excusas.
Las fracturas aparecieron lentamente, pequeñas (grandes) contradicciones que resquebrajaron su fuero interno. Cindy negó el hundimiento con el mismo empeño con el que aseguraba su triunfo. El cambio no obedecía a una fuga, de ninguna manera, el cambio era resultado de su propia convicción. No dejaría que Jimmy fuese la excusa de la transformación en el universo que conocía. No permitiría que la debilidad que obedecía estrictamente a impresiones pasajeras se convirtiera en el eje de su personalidad. Si Cindy se comportaba de esa manera, no era por Jimmy, no era por miedo, no era por la gravitación de sus propias emociones.
Si Cindy hubiese tenido que buscar una justificación, una sola entre todas las que ya tenía, no tendría otra más que la verdad que se asomaba en el centro mismo del ciclón. Si Cindy pudiese, habría reconocido que la cobardía le impedía admitir abiertamente que todas sus justificaciones eran excusas. Si Cindy se lo permitiera, podría admitir que en algún punto de esa intriga que venía forjándose desde la primaria, había comenzado a apreciar la inteligencia que tanto la exasperaba.
La cobardía, entonces, estaba en evitar deliberadamente ese pequeño salto en su corazón cada vez que Jimmy la miraba fijamente y notaba su presencia junto a él. Cuando dejaba de hablar y la escuchaba. Cuando Cindy dejaba de ser su rival y se convertía en su aliada. La cobardía era la mejor forma de mentir y mentirse, pues ayudaba a darle consistencia a la indiferencia que utilizaba para enfrentarlo diariamente.
La cobardía era la variable perfecta para esa ecuación exacta, la que tenía un único resultado: lógica contradicción.
(Así explicamos el amor.)
