Resumen: El joven Ben Solo siempre había sido tentado por la oscuridad, pero había algo de luz en su interior, lo había sentido desde que era un simple adolescente, lo veía en forma de inquietantes sueños que siempre le mostraban lo mismo, a una molesta mocosa, a una fuerte mujer, alguien que le recordaba que era humano y para librarse de la luz debía destruirla, porque ella era lo único que le podría hacer volver de la oscuridad.
Aviso: Spoilers de "Episodio VII y VIII" durante la historia.
Capítulo 1: Confusión
La oscuridad lo rodeaba, no podía ver absolutamente nada, solo la más absoluta oscuridad.
Estaba aterrado, se sentía solo, desde que sus padres lo habían dejado a cargo de su tío se sentía abandonado, él no quería marcharse, quería quedarse con ellos, sobre todo con su madre, ella nunca lo había dejado, siempre estaba a su lado, y solo ella lo libró alguna vez de esa oscuridad que sentía se abría paso en sus entrañas como una enfermedad, pero ahora estaba solo y ese hecho solamente lo empujaba más hacia el lado incorrecto de la balanza…
Incorrecto…
Se preguntó por un momento qué era lo correcto y qué lo incorrecto. ¿Sus padres y su tío estaban en el lado correcto de esa balanza imaginaria? Esos padres que lo habían dejado en ese lugar recóndito de la galaxia para que su tío lo entrenara según el camino Jedi al ver su inmenso poder… ¿estaban en el lado bueno? Nadie le había preguntado lo que deseaba, él solo quería una familia, pero ahí estaba, en medio de agotadores entrenamientos con otros niños como él, niños con afinidad por la fuerza, llamando maestro a su tío y preguntándose si obligar a un niño a seguir un camino que no deseaba era el camino correcto hacia la luz o si lo llevaría directamente hacia la desesperación.
Hacía meses que su madre no le mandaba ningún mensaje y su padre, bueno, su padre siempre había sido un tipo diferente, quería pensar que lo amaba, pero siempre se marchaba para seguir sus deseos, permanecer en su hogar lo agobiaba, necesitaba emociones y adrenalina, y por ello siempre había pasado largas temporadas ausente. El silencio de su madre lo desesperaba aún más, desde que tenía memoria había sido una mujer ocupada, de eso no cabía duda, era una mujer importante y fuerte, pero siempre había tenido tiempo para él, dándole cariño, disipando esos extraños sentimientos que se abrían paso en su interior, calmando su oscuridad, pero en cuanto ellos se habían dado cuenta de su poder… lo habían alejado como la peste… llevándolo con su tío para que le mostrara cómo controlarse, para que le instruyera en el camino de la luz.
Se preguntó qué era la luz y qué la oscuridad, para él nunca había estado del todo claro, había una línea tan sumamente fina en medio que podía llegar a traspasarla sin darse siquiera cuenta. Tenía miedo de perderse, de que su soledad lo llevara justo al lado contrario del que sus padres querían… de decepcionarlos, pero sus sueños, sus preguntas internas… todo ello siempre lo llevaba al lado oscuro de la fuerza como si alguien lo empujara directamente a ese abismo en el que era fácil perderse, como si alguien estuviera guiándolo justo hacía el lado del que quería huir.
En medio de su oscuridad, de su ensimismamiento, vislumbró una pequeña luz, era un pequeño punto, pero sintió curiosidad, se acercó a él, era tan brillante que lo cegó y tuvo que cerrar los ojos. Cuando se acostumbró a la nueva luz pudo observar unas enormes montañas de arena a su alrededor, era un lugar extraño, un enorme desierto. Se giró sorprendido al oír un ruido, seco, en su espalda, una pequeña niña de no más de seis o siete años intentaba levantar un trozo de metal que era más grande que ella.
Ben giró la cabeza confundido. La miró con más detenimiento, estaba sucia, llena de arena hasta las cejas, llevaba tres complicados moños en su cabeza y ropa harapienta. No le sonaba de nada, nunca la había visto. La niña tiraba y tiraba del trozo de metal que estaba medio hundido en una de esas enormes montañas de arena y se cayó de culo al no tener la fuerza necesaria para sacarlo. Decidió ayudarla. Los golpes en el metal lo molestaban, y no podía concentrarse si seguía golpeándolo de esa manera errática, así que decidió utilizar la fuerza para echarle una mano, como le había enseñado su tío. Extendió el brazo y tiró del metal para sacarlo de entre la arena, le costó un poco, era un objeto pesado, pero lo consiguió después de otro nuevo intento.
Sonrió de medio lado al observar el trozo de metal salir de entre la arena, orgulloso por haberlo podido sacar solo en dos intentos.
Observó a la niña, quien había retrocedido en el suelo al ver que el metal se movía. Movió la cabeza para todas partes y por primera vez se preguntó si esa niña lo vería o solo él era capaz de verla, quién sería y sobre todo, por qué sentía que estaba tan o más sola que él. La chica sonrió ampliamente al ver que el metal estaba completamente fuera de la arena. Era brillante, como una estrella, sucia, pero de alguna forma no podía dejar de observarla, acercó su mano a ella, dispuesto a llamar su atención, quería saber, quería entender... pero su mano nunca llegó a su destino.
—¡Ben! ¡Ben! ¡Es hora de levantarse Ben! El maestro se enfadará si llegas tarde…
Abrió los ojos sobresaltado mirando a su alrededor, aún estaba en su pequeña habitación, los primeros rayos de sol de la mañana se colaban por su ventana, no entendía absolutamente nada.
Se preguntó quién sería esa pequeña niña, qué tendría que ver con él, por qué podía verla pero ella a él no. Con esos pensamientos se levantó, acudiendo puntual a su entrenamiento, sin muchas ganas, todavía lo atormentaba el desconocimiento de qué era lo correcto y qué no. El conflicto interno sobre cuál de esos bandos se equivocaba.
Habían pasado semanas desde que había tenido uno de esos extraños y realistas sueños con esa niña en el desierto, sus sueños volvían a ser monocromáticos, oscuros, malos sueños llenos de pesadillas, pesadillas en las que sus padres lo abandonaban porque le temían, pesadillas en las que no entendía el horror en los ojos de su madre cuando solamente quería ayudarla, cuando solo quería salvarla.
Los entrenamientos con Luke lo aburrían, desde hacía un tiempo se había dado cuenta de que su poder aumentaba y se volvía salvaje, suponía que su tío también se había fijado, aunque no le había comentado nada, nunca lo hacía, era su tío, sangre de su sangre, pero lo trataba de la misma forma que a sus demás aprendices. Cuando llegó a aquel lugar supuso que se sentiría menos solo al ser su tío su maestro, no fue así… la frialdad de Luke lo sumió aún más en esa insoportable soledad.
Observó por décima vez el pequeño papel en su mano, un simple mensaje, sin holograma, era un papel amarillento, escrito a mano. Ella sabía que le gustaba la caligrafía, escribir, por eso todos sus mensajes eran así, a mano, el problema… el problema era el mensaje en sí mismo.
"Siento no haberte podido escribir en estas semanas. Espero que estés bien. Saluda a Luke de mi parte. Te quiere, mamá."
Era minúsculo. Esperaba que estuviera bien, le decía que le quería... pero algo estaba mal. Demasiado corto, como si lo hubiera escrito a toda prisa, como una obligación más que como si quisiera una respuesta. Ni siquiera hacía solo semanas que no enviaba nada, habían sido meses, por lo menos tres meses.
Se sentó frente a la pequeña mesa en la cabaña, intentando encontrar las palabras, intentando no sonar demasiado triste o desesperado. ¿Cuánto tiempo hacía que ni Han ni Leia iban a verlo? Al principio se había dicho a sí mismo que era para que los otros aprendices no se entristecieran, sabía lo que su madre se preocupaba por los demás y algunos de los aprendices de Luke no tenían familia, otros no tenían la suerte de tener unos padres con acceso a naves que pudieran llevarlos a ese recóndito planeta en medio de la nada, pero, ahora no estaba tan seguro de que fuera eso. Nada tenía sentido para él… ¿Por qué lo habían dejado allí como si fuera un mueble viejo? ¿Era porque pensaban que no sería un Jedi tan fuerte como su abuelo y su tío?
Observó el papel encima de la mesa, solo había dos palabras escritas en él, con una perfecta y preciosa caligrafía, había sido incapaz de escribir más.
"Estoy bien"
Tragó saliva de forma bastante sonora y arrugó el papel, tirándolo a una esquina olvidada de la pequeña habitación, queriendo no solo lanzar el papel, sino tirar todo lo que había encima de la mesa, destruir esa maldita mesa. Estaba solo, completamente solo.
Colocó sus manos en su rostro, temblando por la frustración. Era patético. Un adolescente patético al que nadie quería de verdad. Sus poderes habían conseguido aterrorizar a sus propios padres. Tenía un poder inimaginable en su interior, lo sabía, podía sentirlo, pero no era nada malo, era un poder que podía controlar, pero la primera vez que lo dejó salir, la primera vez que lo sintió en todo su esplendor pudo observar el terror y el miedo en el rostro de su madre.
Se acostó haciéndose un pequeño ovillo intentando dormir.
—Luke Skywalker no entiende el poder que hay en ti…
Abrió los ojos, asustado. Juraría que había escuchado una voz, debía ser su loca imaginación jugándole una mala pasada.
—Ellos te temen… saben que tu linaje es majestuoso, que eres sangre de la sangre de los Sith, que eres el legítimo heredero de Darth Vader.
—¡¿Quién demonios eres tú?!—Gritó—¿De qué estás hablando?
Se levantó y se giró, sin saber dónde demonios estaba el dueño de esa profunda voz, incluso llegó a salir de la habitación sable de luz en mano, intentando defenderse de ese extraño intruso que ni siquiera había sentido llegar. En el exterior llovía, así que no podía ver mucho de lo que había a su alrededor, solo veía el agua caer fuertemente, no había nadie.
—¿No lo sabes? Tú eres el nieto de Darth Vader, Lord Sith del imperio.
—¡Mientes! ¡Mi madre me habló del abuelo! ¡Dijo que él fue un Jedi! ¡Un poderoso Jedi de la república!
Giró sobre sí mismo, la voz no provenía de ese lugar, era como si la voz estuviera dentro de su cabeza.
—Ella no te dijo toda la verdad. Claro que no te la dijo… pequeño iluso… Ellos te temen. Leia Organa, Han Solo, Luke Skywalker… todos ellos temen tu poder porque les recuerda al poder de Darth Vader ¿Por qué sino una madre se alejaría de su hijo? ¿Por qué te temerían sino?
Bajó la espada láser, pensando en esas inquietantes palabras de la siniestra voz. Si lo que decía era cierto las cosas empezaban a tener sentido. La mirada de terror de su madre, la frialdad de su tío, ese castigo que le habían impuesto casi sin saberlo, la soledad, todo ello tenía un único fin… que no traspasara la línea imaginaria que tantas veces había dudado cruzar, la del lado oscuro. No confiaban en él, se atrevían a dar por hecho que se convertiría en un monstruo aun sin estar seguros de que lo haría.
—¿Qué intentas conseguir desvelándome esto?
—Solo intento que abras los ojos. Ellos desconfían de ti, en cuanto supongas un verdaderos problema no les temblará el pulso a la hora de deshacerse de ti… ¿No lo ves? Ellos temen tu poder… yo podría enseñarte lo que Skywalker se niega a mostrarte… yo podría ser un maestro mucho mejor que él, no te temo, admiro ese floreciente y bruto poder, si solo me dejaras…
—¡Lárgate! ¡Déjame! ¡No voy a unirme a ti! ¡Ni ahora ni nunca! ¡Los Sith siempre mienten! Debes… debes estar mintiendo…
Las últimas palabras las dijo más para sí mismo que para la profunda voz. Quería confiar en que sus padres nunca le esconderían algo tan importante ¿Qué pasaría si era cierto? ¿En verdad sus padres temían que se convirtiera en el nuevo Vader? Estaba totalmente confundido.
—Con el tiempo te darás cuenta de quién dice la verdad pequeño Solo.
La voz parecía haber desaparecido en la nada, exactamente como había aparecido. Se había quedado en medio de la lluvia, con su espada láser todavía reluciendo en la oscuridad de la noche. Completamente confundido. Esperaba que esa voz mintiera, que nada de lo que había dicho fuera cierto, estaba roto por dentro. Si en realidad sus padres, incluso su tío y maestro temían que se convirtiera en el nuevo Vader, si lo habían alejado de ellos por miedo… significaba que nadie confiaba en él… nadie confiaba en Ben Solo.
Mientras Ben se debatía en sus pensamientos, no captó una presencia a su alrededor. Luke lo había observado todo, desde una distancia prudente, desde hacía un tiempo había vigilado a su sobrino, algo le decía que en su interior la luz y la oscuridad se batían, lo había intentado, lo había entrenado según los textos Jedi, exactamente igual que a los demás, pero cada vez se acercaba más a la oscuridad, y no le gustaba lo que acababa de ver. No podía permitir que volviera a pasar. Snoke lo había estado empujando poco a poco hacia el lado oscuro todos esos años, él lo sabía, pero esa era la primera vez que el mismo Snoke se mostraba al joven Ben Solo. Nadie de su sangre volvería a caer en el lado oscuro, él lo impediría. Velaría por su sobrino.
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¡Buenas!
Me explico, esta historia está realizada desde el punto de vista de Ben Solo/Kylo Ren, por lo tanto algunos pensareis que las cosas no son exactamente así, pero con este fic intento mostrar un poco su punto de vista, que no digo que sea el correcto, pero quiero intentar entender cómo piensa... qué pudo llegar a pensar en cada situación, cómo llegó a convertirse en lo que llega a verse en la pantalla, espero no haberme ido mucho del conflictivo personaje.
Este fic en teoría iba a ser el regalo de cumpleaños para una amiga fan de Star Wars y de la pareja ReyxKylo, que cumple años en diciembre pero... bueno... supongo que en enero también vale jajaja ¡Feliz cumpleaños con retraso Cris!
Espero que os haya gustado y que me comentéis qué tal habéis visto este capítulo.
¡Nos leemos en el siguiente!
Helen Martinelli ;)
