Habían pasado ya cinco años desde la disculpa de Eddy, y que los chicos del vecindario lo perdonaran al ver la gran paliza que recibió por parte de su hermano mayor. Ahora todos habían dejado atrás sus diferencias e incluyeron a los Eds al círculo de amigos. Pero eso no significaba que los Eds ya no dedicaban su tiempo de amistad solamente entre ellos. Había días en donde se la pasaban solo ellos tres, haciendo cualquier ocurrencia para pasar el rato, o ganar dinero para comprar caramelos. Hoy era uno de esos días.
- ¡Traigan esas tablas por aquí muchachos! - dirigía el líder no oficial del grupo.
- ¡Ya voy Eddy! - habló el fortachón, cargando unas tablas para construir lo que sería un stand de ventas.
- No veo que estés haciendo algo productivo, Eddy. - señaló el cerebro del grupo.
- ¿Qué? Les estoy dando direcciones, ¿no es así?
Los Eds habían madurado, pero no significaba que lo habían hecho también mentalmente, al menos no Ed ni Eddy. Ed se había estirado un poco más, y ahora era el más alto de todos los chicos del vecindario, y aunque era el mismo ignorante de lo que pasaba a su alrededor de siempre, lo compensaba con una increíble fuerza que desafiaba las leyes de la física, llevaba puesto su usual camiseta blanca con rayas rojas, su chaqueta amarrada por la cintura, pantalones azules y zapatos de combate, su cabello había crecido un poco, al igual que el comienzo de una barba; Eddy había crecido por lo menos un poco, pero seguía siendo el más bajo de los Eds, y al mismo tiempo continuaba con su actitud mandona y egoísta, llevaba puesto una camiseta amarilla, jeans azules, zapatos rojos y una cadena colgada de su bolsillo que sujetaba su billetera, también se había dejado crecer algo de barba como Ed, solo que solamente la tenía en la barbilla; Edd o mejor conocido como "Doble D" era como siempre la consciencia del grupo, al ser el más inteligente y responsable, ahora era un poco más asertivo y sarcástico en cuanto se trataba de lidiar con sus amigos, llevaba puesto el una camiseta roja arriba de una de mangas largas negras, pantaloncillos cortos púrpura, medias rojas largas que llegaban hasta por debajo de sus rodillas y zapatos azules, su usual gorra negra en la cabeza, aunque su cabello ahora estaba más largo, y se colaba por su nuca.
En ese momento se encontraban realizando su nueva inversión: vender chocolates caseros. Habían obtenido la receta de la madre de Eddy, y al tratar de cocinarlos y comprobar que les habían salido igual de buenos (responsable de ese hecho haber sido Doble D) se les ocurrió la brillante idea de venderlos y recaudar dinero. Claro que no estaba demás decir que ese dinero iría para la compra de los enormes caramelos que tanto amaban, y alguna que otra cosa que se les ocurriera comprar.
Armaron su pequeño stand en el callejón al lado del vecindario dejando muestras de los diversos chocolates que pudieron cocinar.
- Te lo digo, Doble D, ésta es la mejor idea que se me ha ocurrido jamás. - comentó Eddy con aire de altanería.
- Lo que digas, Eddy. - respondió el chico de la gorra, restándole atención para enfocarse en un libro titulado "Empiece su propia empresa".
- ¡Chocolates, Eddy! - exclamó Ed. - Todos aman los chocolates.
- Exactamente, Ed, es por eso que nadie podrá resistirse a comprarlos. - dijo el más enano colocando un cartel que decía sobre la venta de chocolates. - Ahora lo que nos queda hacer es esperar.
No mucho tiempo después, lograron venderles chocolate a todos los que pasaban por ahí, por el simple hecho de que la presentación se veía deliciosa y un poco de muestras gratis.
- Ah, Rolf se siente complacido por este trabajo bien hecho. - dijo el chico extranjero del vecindario, mientras degustaba un chocolate. - Sus ancestros se sentirán orgullosos, chicos Eds. Ahora le llevaré estos a mi Nana para que saboree esta dulzura. Buena suerte chicos Eds. - se despidió, llevándose una caja de chocolates.
Una vez que Rolf quedó fuera de vista, Eddy se dirigió a Doble D, quien estaba contando el dinero.
- ¿Cuánto tenemos con eso? - preguntó.
- Sesenta dólares con 25 centavos, Eddy.- respondió mientras guardaba el dinero de vuelta en un frasco.
- Excelente. - dijo frotando sus manos con una mirada maliciosa en el rostro. - Ahora, ¿Qué deberíamos hacer con el dinero?
- Todavía no hemos vendido todos los chocolates, Eddy. - le recordó el de la gorra.
- Hay que pensar en el futuro Doble D. - excusó. - Me vendría bien un pack de chelas. - dijo con una sonrisa.
Ante esto, el rostro de Doble D reflejaba uno de enojo.
- Ah no. No gastarás nuestro dinero en brebaje alcohólico. - reprochó.
- Oh, vamos, Ed también quiere, ¿Verdad Ed? - le preguntó al grandote.
Ed, quien se estaba comiendo un chocolate a escondidas, asintió rápidamente. - Claro que sí Eddy, nunca le digo que no a una bien fría.
Doble D visiblemente puso los ojos en blanco levantándose de su puesto para ir frente a Eddy.
- ¿Debo recordarte que aún no estamos en edad de tomar? Ninguna licorería te venderá sus productos sin la supervisión de un adulto. - dijo cruzándose de brazos. Él siempre fue un cumplidor de las reglas, y le molestaba cuando alguien las rompía, ya que eso lo llevaba a meterse en problemas y por ende, tener algún castigo, algo que arruinaría por completo su record de conducta.
Eddy se echó a reír. - ¿Debo recordarte que tenemos 17? Somos prácticamente adultos. Además, a las licorerías solo les importa el dinero...
- Como a alguien que conozco. - murmuró para sí mismo el de gorra.
- No importa que no estés en edad, bueno, al menos que seas menor de 15, nos van a vender unas cervezas. - siguió hablando Eddy.
- Um... ¿Chicos? - dijo Ed con nerviosismo con la mirada fija en un punto detrás de sus amigos. - K...
- Mira si quieres alcoholizarte entonces hazlo, es tu vida, pero ese también es mi dinero, Eddy. - replicó con molestia Doble D, levantando la voz. - No dejaré que lo malgasten en algo que a la larga destruirá sus hígados.
- Vamos Cabeza de Calcetín, tienes que aprender a vivir un poco. El alcohol no es malo.
- Chicos... - seguía Ed, tratando de llamar la atención de sus amigos.
- Lo dice el que bebió tanto que vomitó en el sofá de Nazz en su última fiesta. - se cruzó de brazos.
- ¡Oye...! - iba a hablar Eddy pero fue interrumpido por el más alto de los tres.
- ¡KANKER! - gritó Ed.
Eso llamó la atención de los dos. Doble D se volteó, pero al hacerlo dio un salto hacia atrás debido a la cercanía del rostro de la chica de cabello azul que, en efecto, se encontraba justo detrás de él.
Esa chica era Marie, la segunda nacida de las hermanas Kanker. Su cabello azul cubriendo el ojo derecho como siempre, traía puesto una blusa negra con las mangas rasgadas y un dibujo de un rayo en el centro, pantalones verdes y botas negras que le llegaban a las rodillas. Ella y sus hermanas, Lee y May, había reducido sus tácticas para perseguir a los Eds y besarlos durante los años, hasta el punto de ignorarlos. Claro, que a veces los molestaban pero solo era para sacarlos de sus casillas. Eso por supuesto, también era una táctica, al provocarlos con atuendos y vestimentas que demostraban lo buena que había sido la pubertad con ellas, haciendo uso del clásico "Puedes ver pero no tocar". Solo que dejando que las hormonas hagan lo suyo, haciéndolas irresistibles al punto de volverlos locos y que ellos sean los que las busquen esta vez.
Y vaya que estaba funcionando con Doble D en ese momento, quien había optado por usar el stand como escudo al pararse detrás de él y que sea Eddy quien tenga que lidiar con ella, ya que cada vez que se le acercaba, tendía a ponerse nervioso y comenzar a sudar.
- ¿Qué es lo que quieres, Kanker? - habló Eddy con enojo, tratando disimuladamente de no bajar la mirada hasta más allá de su cuello.
Marie se cruzó de brazos y sonrió.
- Vine a ver por qué tanto alboroto. Se los puede escuchar hasta como por siete cuadras. Pero eso es algo que esperaría de ti, bocón. Muffin por otro lado... - dejó de hablar mientras le clavaba la mirada al chico de la gorra, buscando una explicación.
- Estaban discutiendo porque Eddy, aquí presente, quiere comprar unas chelas y Doble D, también aquí presente, no quiere porque somos menores de edad y no nos las venderán. - dijo Ed con una sonrisa.
- ¿Es enserio? - volvió a mirar a Doble D - Sabes que a las licorerías solo les importa vender ¿Verdad? No les importará que no tengan edad.
- ¡Es lo que yo dije! - exclamó Eddy.
- Hum... - Marie arqueó una ceja, mirando a Eddy, luego a Dobl Eddy de nuevo, para luego sonreír con picardía. - Compraré algo de tus productos, enano. - declaró, burlándose de la estatura del chico, por más de que solo sea más alta por 2 centímetros.
- ¡NO SOY...! ¿Qué? - se detuvo para mirarla confundido.
- Compraré algo, ¿está bien? - repitió con una sonrisa.
- ¿De verdad? - preguntó. No podía creérselo: una Kanker le daría dinero en vez de quitárselo. Vaya día.
- Me llevaré al bombón de allá. - dijo apuntando a Doble D, sin sacar la mirada del más bajo.
- ¿Cabeza de calcetín? - volteó a ver al mencionado quien pasaba sus dedos índice y medio frente a su cuello. Volvió a mirar a Marie. - En tus sueños. - se cruzó de brazos con la barbilla en alto. - Ahora vete antes de que...
- Te daré doscientos dólares. - interrumpió la chica.
Eddy rió con gracia. - Tú no tienes ese dinero.
Los tres chicos presenciaron como la peli azul metió una mano en su escote, sacó dos billetes y los abanicó frente a Eddy. Desde el punto de vista de Doble D pudo ver como su amigo se quedó viendo los billetes por 5 segundos antes de prácticamente girar lentamente la cabeza hacia él como la niña de El Exorcista.
- Eddy, en serio no estarás considerando...
Pero el pelos necios se abalanzó hacia él.
- ¡EDDY NOOOOO!
La conmoción levantó polvo y solo se podía distinguir sus cabezas forcejeando entre los dos y los gritos de Doble D. Cuando el polvo se desvaneció se pudo ver que Eddy lo había atado. Sus brazos estaban pegados a su cuerpo. ¿De dónde sacó la soga? Nadie lo sabe.
Eddy rió, frotando sus manos con anticipación. - Bien aquí lo tienes: empacado, sellado y entregado. - dijo empujando a su amigo hacia la chica. - Fue un placer hacer negocios contigo.
Marie sonrió con satisfacción. - El placer es todo mío. - y prácticamente restregó los billetes en la cara del chico.
Eddy se quejó del golpe en su cara, pero se recompuso al ver los billetes.
- Mira, Ed: ¡Efectivo! - dijo enseñándole los billetes. Ed solo lo miraba con algo de decepción y preocupación.
- ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO! - exclamó el de gorra, al sentir que la peliazul lo levantaba.
- Eres más pesado de lo que recordaba. - rió la chica, alejándose cada vez mas de los otros Eds. - Tranquilízate, amorcito, te voy a tratar muuuuy bien. - dijo enseñándole una sonrisa perversa.
