Después de pensármelo, he decidido crear mi primera historia de Clexa (otro fanfic para la colección xD). Necesitaba dar otro giro a la historia y supongo que así calmar mis pensamientos sobre esta pareja. He decidido ambientarlo en otro mundo posapocalíptico porque creo sinceramente que el amor entre Clarke y Lexa se forjó así, y quiero intentar seguir esa esencia. (Además, la entrada de Alycia en FTWD puede ser otra excusa para adaptar la historia en dicho mundo). Espero que os guste y que comentéis sin ningún tapujo lo que pensáis, así podré ir mejorando y cambiando aspectos de la trama y podáis disfrutarlo.


Vivir como estrellas fugaces

Con toda la prisa que podía darme, empecé a coger gasas, cajas de medicamentos, vendas… Cualquier cosa que veía útil y en buen estado lo metía en mi mochila. No tenía mucho tiempo, hacía ya casi diez minutos que Finn había llamado la atención de los caminantes para abrirnos camino hacia el interior de la farmacia, pero cada segundo que pasaba ahí dentro, ponía más en riesgo la vida de mis compañeros y la mía.

Estaba tan concentrada en recoger todo lo que pudiese lo más rápido posible que no me di cuenta de que Octavia había entrado en la farmacia.

—Clarke, date prisa. Acabo de ver unos treinta caminantes acercándose por el este. Creo que son ambulantes, pero no podemos arriesgarnos a que nos oigan, tenemos que irnos.

—Ya casi he llenado la primera mochila. Ayúdame con la segunda —le dije mientras le lanzaba la bolsa vacía. Octavia la pilló al vuelo.

—Ah, y Clarke… Finn todavía no ha dado señales de vida —Notó como yo le clavaba la mirada y añadió—: Quizás se encontró con otra horda por la calle contigua y tuvo que cambiar de rumbo. Pero ya sabes cómo es él, estará bien, se conoce estas calles mejor que nadi...

De repente oímos varios gemidos que se acercaban cada vez más a la zona donde nos encontrábamos. ¡Mierda! Parecía que los caminantes procedentes del este habían cambiado trayecto ¿Nos habrían oído?

—Tenemos que largarnos cuanto antes de aquí —exclamó Octavia a la vez que se colocaba en la espalda con agilidad la mochila que había llenado de objetos.

—No, tenemos que buscar a Finn y… —pero antes de que acabara la frase, varios caminantes empezaron a aporrear la puerta del establecimiento, bloqueándola.

A través de los cristales, observé cómo se acercaban hacia nosotras los demás cuerpos descompuestos y putrefactos atraídos por el gran estruendo, proveniente de los continuos impactos en la puerta, provocados por nuestros nuevos huéspedes.

Pronto estaríamos rodeadas y no tendríamos escapatoria, así que agarré a Octavia por un brazo y la empujé para que se pusiera en marcha. Observé una de las paredes de cristal y no se me ocurrió otra cosa que tirar una de las estanterías contra ella. La pared estalló en mil pedazos y algún que otro cristal me arañó la cara. Salimos precipitadamente de allí puesto que dicho acto alertó a otros caminantes.

Nos alejamos de aquel lugar y fuimos al punto de encuentro, a las afueras de la ciudad, que habíamos establecido entre nosotros por si ocurría algún que otro altercado que se saliera del plan. Octavia y yo estuvimos esperando allí durante dos horas, pero Finn seguía sin aparecer. Me costaba cada vez más respirar, se me acababa la paciencia, así que no pude más y la espeté a Octavia:

—Mira, esto es una pérdida de tiempo. Voy a volver a la farmacia a buscarle —le di la espalda y empecé a caminar, pero Octavia me agarró del brazo con fuerza—. ¿Se puede saber qué haces? ¡Déjame en paz!

—Clarke, cálmate ¿quieres? Ya sabes las reglas: Si nadie regresa al punto de encuentro, hay que retirarse y ya se organizará una búsqueda con los demás mañana.

—¿Mañana? ¿Y qué pasa si Finn necesita ayuda ahora?

Notaba como la cabeza me empezaba a palpitar.

—Los alrededores de la farmacia están plagados de caminantes, ya lo viste. No tenemos armas de fuego, sólo navajas, y Finn era el único que llevaba la pistola. ¡Es un suicidio volver! —dejó de hablar un momento para observar mi expresión—. Se está haciendo de noche y todavía nos queda un buen trecho que recorrer. Además, yo no puedo llevar sola las dos mochilas, y necesitamos la medicación, Clarke. Sabes que la necesitamos.

El silencio se apoderó de la atmósfera durante un par de segundos.

—Vámonos —contesté.

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Después de una hora y media caminando, llegamos a casa. Era una vivienda constituida mayoritariamente por madera, tenía un porche bastante amplio que seguramente, antes de que ocurriera la catástrofe, era un lugar apacible en el cual sus antiguos dueños se tendían para tomar el sol y disfrutar de las buenas vistas que les proporcionaban los altos y robustos árboles que rodeaban la casa. Ahora sólo se observaban en el suelo del porche restos de greda que en su anterior vida debieron de ser macetas, los cuales hacían una curiosa mezcla con la madera carcomida y el musgo que recubría gran parte de la zona.

Por no hablar del estado lamentable del interior de la casa. Cuando llegamos, hacía aproximadamente una semana, la puerta de la entrada principal estaba abierta de par en par, los muebles yacían destrozados por el suelo, la sangre reseca estaba impregnada en las paredes y, como no, en una de las habitaciones del primer piso nos esperaba impaciente un no-humano. Recuerdo su rostro, era delicado, delgado y estaba demacrado. Era sólo un niño. En sus ojos no había indicio de miedo, pero a mí me produjo terror al verlos. Tendría más o menos cuatro años, apenas le había dado tiempo a vivir, pero ahí estaba, moviéndose impulsivamente, sin ningún rastro de vida en su mirada vacía. En aquel momento no entendí por qué sentía aquello, y es que había visto muchos caminantes desde entonces, había acabado con la "vida" de otros muchos, pero por alguna razón no fui capaz de terminar con aquella criatura. Así que tuvo que hacerlo otra persona en mi lugar.

A lo largo de los días recopilé álbumes de fotos y, junto con los retratos que habían estado colgados en las paredes de la casa, los observé detenidamente antes de prenderlos fuego. Nunca encontramos ningún cuerpo más, ni ninguna pista o signo que nos revelara el destino de los padres del crío.

Observé la casa desde fuera y, antes de entrar, inspiré mientras en mi mente resonaba la frase "Hogar, dulce hogar". Quizás si lo repetía mucho, algún día se convertiría en realidad. Quizás con el paso del tiempo, todos los que vivíamos allí nos transformaríamos en una grande familia. O quizás no.

Posteriormente, entré con Octavia dentro de la vivienda. Wells nos recibió sobresaltado.

—¡Dios mío! ¿Estáis bien? ¿Por qué habéis tardado tanto? Estaba muy preocupado. Oye, ¿dónde está Finn? —dijo él, atropelladamente.

No le contesté a nada y me dirigí rápidamente al salón. Allí estaba Bellamy, como le habíamos dejado, tumbado en el sofá y tiritando. Abrí la mochila y cogí un bote de antibióticos.

—Octavía pásame la botella —la ordené mientras le metía un par de pastillas en la boca a Bellamy—. Muy bien, ahora bebe.

Después retiré hacia un extremo del sofá la manta que le cubría y le subí la camiseta para dejar al descubierto su vientre. Observé la herida que tenía cerca de la ingle. Parecía que la infección no se había extendido, pero la temperatura corporal le había incrementado ligeramente. No sabía muy bien que hacer a partir de aquí. Antes de que el mundo se fuera a la real mierda, yo estaba estudiando primero de enfermería, pero tenía muy pocos conocimientos y muchas veces improvisaba sin tener ni idea de lo que estaba haciendo.

Octavia se sentó en el suelo al lado de su hermano mientras le sujetaba un paño húmedo en la frente para intentar bajar la febrícula. Sin duda se preocupaba mucho por él, pero aun así mantenía la calma como si no ocurriera nada. Era una chica muy fuerte.

Me alejé un poco de ellos y decidí sacar todo lo que habíamos metido en las mochilas. Le di a Octavia unas gasas para que cubriera la herida y la limpiara. De repente me sobresalté.

—Octavia ¿se puede saber qué es ésto? —le dije mientras sostenía en mi mano una caja de condones.

De un momento para otro, su cara ya no trasmitía seriedad, sino picardía.

—Bueno, es que teníamos mucha prisa y no estaba mirando lo que cogía —nos cruzamos las miradas—. No cuela, ¿no? Lo hice porque me lo pidió expresamente Fin…—de repente dejé de sonreír y ella se dio cuenta de lo que había dicho—. Clarke, lo encontraremos ¿vale?

Me levanté y me fui a una de las habitaciones. Necesitaba estar sola. ¿En serio Finn le había pedido a Octavia que trajera condones? Si sólo nos besamos una vez, además yo le aparté de mí porque no me sentía cómoda. No quería enamorarme de nadie ahora, no quería prendarme de ninguna persona en un mundo donde cada minuto que pasaba podía significar el final. Pero, por lo que veo, a él no le preocupaba todo ésto y quería llegar a algo más.

De inmediato recordé que él seguía ahí fuera, así que empecé a pensar. Después de un largo rato deliberando con mis propios pensamientos, decidí salir en su busca sin avisar a nadie de los que estábamos en la casa. Cuanto más tiempo pasaba, menos posibilidades tenía de encontrarlo de nuevo, además, no podía poner en riesgo la vida de los demás.

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Cuando la casa se quedó en silencio, agarré la mochila y bajé por las escaleras. Justo cuando estaba abriendo la puerta de la salida, vi una silueta que procedía del salón. El corazón me dio un vuelco. Era Murphy, me estaba mirando fijamente. Estaba segura de que él sabía perfectamente a donde iba, pero en vez de detenerme o avisar a los demás, se quedó allí plantado, clavándome aquellos ojos inexpresivos y fríos. Después de unos segundos, agaché la mirada y le di la espalda mientras salía de la casa.

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Después de recorrer por tercera vez en el mismo día aquel camino, llegué a la ciudad. A lo lejos observaba la farmacia donde habíamos estado Octavia y yo. A su alrededor vagaban sin rumbo algunos caminantes. Pero, de pronto, vi aparecer una figura femenina. Me escondí detrás de un coche averiado para que no pudiera verme. Contemplaba sus movimientos con incertidumbre. De repente, aquella silueta esbelta desenfundó una especie de espada que llevaba en la espalda. No, era un palo. ¿Un palo, en serio? Entonces se acercó a los muertos vivientes con paso decidido y, con una agilidad impresionante, empezó a ejecutar una especie de danza coordinando su cuerpo con aquella vara, la cual la manejaba con una extraordinaria velocidad y sutileza mientras los caminantes iban siendo golpeados y se iban desplomando contra el suelo. Me quedé asombrada y pensé que aquella chica seguramente le gustaría Kill Bill... ¿Pero en qué narices acababa de pensar?

Cuando acabó con todos los caminantes de su alrededor, se irguió y enfundó el arma. A continuación comenzó a voltear su cabeza hacia mí. Me oculté aún más detrás del vehículo para asegurarme de que no pudiera descubrir mi presencia. Mientras se giraba, concentré mi atención en ella ya que quería ver su rostro, quería saber quién era aquella mujer, pero justo en ese momento fui golpeada por detrás en la cabeza y antes de caer al suelo perdí el conocimiento.