I

La gente se agolpa a su alrededor, las paredes retumban con el eco de las conversaciones y le aprieta la corbata. Rick Castle no es ajeno a las multitudes, pero no está acostumbrado a esperar. Normalmente, llega a las fiestas con unos minutos de retraso, los suficientes para que el ambiente esté caldeado y la gente, dispuesta a pasárselo bien. Sin embargo, esa mañana Gina ha insistido tanto en ser puntuales que han llegado a la iglesia antes que la mitad de los familiares de los contrayentes.

—Igual están esperando fuera —musita Castle, mientras escanea sin éxito el amplio vestíbulo en busca de alguna cara conocida.

—¿Quieres hacer el favor de estarte quieto? —le recrimina Gina, al tiempo que le coloca la corbata en su sitio por quinta vez desde que han llegado—. No entiendo por qué estás tan nervioso. Ni que fuera tu boda...

—Estaría más tranquilo si no hubiéramos venido al despuntar el alba —responde él, ignorando sabiamente el último comentario de Gina—. ¿Y total para qué? Para esperar aquí plantados.

—Por lo menos, has estado hablando con las primas del novio. Sé que siempre te hace ilusión hacerte fotos con los fans.

Castle murmura algo parecido a un asentimiento, sin entrar en detalles. Es cierto que es agradable conversar con sus lectores e intercambiar impresiones con ellos, pero en labios de Gina, la afirmación se parece demasiado a lo que le diría su agente, y hoy esperaba haber venido a la boda con su novia, no con su editora.

La situación sería más soportable si por lo menos tuvieran algo de qué hablar aparte del trabajo, pero últimamente, las cosas han estado más que tensas entre ellos. Naked Heat ya está en las librerías, y como siempre que termina una novela, los de la editorial han estado presionándole para que les dé detalles de la siguiente. Es el proceso habitual, y Castle está más que acostumbrado. Lo que no esperaba era que Gina llevara la presión hasta su propia casa. Y pensándolo bien, debería haberlo sabido, pues fue una de las causas principales de su divorcio, junto con muchas otras que también han reaparecido en las últimas semanas. Su reciente discusión sobre Alexis y la supuesta "sobreprotección" de Castle es prueba de ello.

Con poco más que decir, intercambian un par de breves comentarios sobre la elección de vestuario de algunos de los invitados, y el incómodo silencio parece hacerse eterno hasta que una voz a sus espaldas llama su atención.

—¿Castle? ¿Qué haces aquí tan pronto? Pensaba que no te veríamos hasta el banquete…

—¡Esposito! —responde él, aliviado por la llegada de refuerzos—. Ya me conoces, siempre soy el primero en llegar.

El detective resopla ante la evidente exageración, hasta que ve a Gina detrás de Castle. Se produce un silencio incómodo, y tras unos segundos, este se da cuenta de que ambos le miran, esperando sin duda a que les presente.

—¡Claro! No os conocéis, ¿verdad? Gina, te presento al detective Javier Esposito.

—Encantada —responde ella, estrechándole la mano—. Rick me ha contado muchas anécdotas, y por supuesto, conozco de sobra al detective Ochoa de sus novelas.

—Siempre le digo a Castle que ese personaje está poco explotado… pero cualquiera se mete con su preciosa Nikki, ¿verdad?

Esposito pronuncia esas palabras en tono de broma, pero Castle ve la sombra que cruza la cara de Gina ante las palabras. La supuesta "obsesión" de Castle con Beckett es una de sus discusiones recurrentes. Por suerte, Castle ve a Lanie acercarse a ellos, y no pierde el tiempo en presentarle a Gina. Y si de paso, cambia de tema, mejor que mejor.

—Encantada de conocerte por fin —dice Lanie, aunque su tono es de todo menos alegre.

—De hecho —comenta Gina, con expresión pensativa—, creo que nos vimos una vez en la comisaría. Cuando fui a recogerte antes del verano, Rick, ¿te acuerdas?

Castle asiente, pero no se le escapa la mirada que intercambian Lanie y Esposito, ni cómo la sonrisa se desvanece de sus rostros. No puede evitar pensar que hay algo que se le escapa, pero no entiende semejante reacción ante el inocente comentario de Gina.

—¿Has venido sin acompañante, Lanie? —pregunta Castle, tratando de aliviar la repentina tensión que se palpa en el ambiente.

—Sí, libre como un pájaro… No me pongo un vestido así todos los días, así que tengo que aprovechar. Además, las bodas siempre están llenas de solteros deprimidos.

Castle y Gina se ríen, y Esposito observa detenidamente a Lanie de pies a cabeza, seguramente intentando disimular, y naturalmente, sin éxito. Castle no desaprovecha la ocasión.

—Desde luego, estás espectacular —elogia—. ¿No crees, Espo?

La mirada que le dedica el detective no da lugar a dudas: pagará su comentario más tarde.

—¿No ha llegado Beckett? —pregunta Lanie—. Ha entrado en el aparcamiento delante de mí.

Esposito señala con la cabeza a un punto por detrás de Castle, y él se gira con una sonrisa en los labios, que se amplía al ver lo deslumbrante que está la detective con su vestido nuevo… y que se le congela en la cara al ver quién la acompaña.

Tras las presentaciones de rigor (aunque Josh y Gina son los únicos que todavía no se conocían), charlan un poco sobre Ryan y Jenny, intercambiando alguna historia sobre la pareja, pero flota la tensión en el aire. Beckett apenas abre la boca, y a Castle no se le escapan las miradas que les dirige Gina a ambos, como si estuviera analizando un problema de matemáticas particularmente complejo.

Josh también debe de percibir el ambiente de nerviosismo, porque pasa un brazo por la cintura de Beckett y le da un beso en el pelo, como si quisiera tranquilizarla. En ese instante, todo el mundo, incluido Beckett, parece mirar a Castle, que de repente está increíblemente interesado en el nudo de su zapato izquierdo.

—Deberíamos ir entrando —sugiere Esposito, y todos los presentes dejan escapar un suspiro de alivio—. La ceremonia está a punto de empezar.

Castle se gira hacia Gina y le hace un gesto con el brazo para que pase delante de él. Si algo tiene claro, es que no piensa entrar detrás de Beckett y su… y el chico de la moto.