Título del capítulo: Prólogo: Única Oportunidad
Prompt: -
Género: Drama/Romance
Categoría: PG / T
Palabras: 1167
– Yao, dime que me amas –le ordenó el joven alto y de cabellos claros pero con su usual suavidad en su voz, mientras observaba la noche que envolvía el cielo haciendo relucir sus estrellas y la luna, cuya luz bañaba el bellísimo y colorido jardín de la casa del chino.
– ¿Te gusta que la gente te mienta, aru? –sonó sin mucho ánimo, al mismo tiempo que era aprisionado entre los brazos de su acompañante, descansando su espalda contra el pecho de éste. Iván ladeó una sonrisa un poco triste.
– Entonces, si en verdad no me amas, ¿por qué has decidido quedarte conmigo? –apoyó la base de su nariz sobre su cuero cabelludo para inspirar su aroma y luego plantarle un beso entre esos finos lazos negros.
– ¿Por qué…? –recapacitó unos segundos –. Supongo porque tú te has instalado en mi casa y me sigues a todos lados como si fueses mi sombra –corrió su cabeza para apoyarla sobre el hombro de Iván, dándole a este la posibilidad de poder recorrer su cuello con los labios –. No es que me hayas dado muchas opciones, aru.
Rusia se quedó callado, desenvolvió a China al mismo tiempo que dejaba su cuello en paz y se sentó sobre el piso de madera, cruzando las piernas. A los pocos segundos el pelinegro se acomodó a su lado, imitándolo.
– Has cambiado tanto en estos últimos meses, Yao… –dijo casi susurrando, para luego voltear la mirada hacia a quien le había dirigido la palabra.
– Sí, por supuesto que he cambiado, y todo es tu culpa –le contestó bruscamente sin dejar de apuntar su mirada a la luna llena.
– Antes –ignoró la interrupción – solías empujarme cada vez que me acercaba a ti para abrazarte, y cuando lo hacía, forcejeabas insistidamente para que te dejase ir –levantó su brazo para mimar con dos dedos una marca que le había hecho al chino hacía unos días en el cuello –. Ahora ni siquiera reaccionas –quitando su mano de a quien consideraba su amante, hizo una pausa como recapacitando lo que acababa de decir –. No me gusta, Yao. No me gusta nada.
– Pensaba que te gustaba tener las cosas bajo tu control –por fin se dignó a verlo a los ojos, arqueando una ceja y dibujando una sonrisa sarcástica aunque algo divertida, como diciendo "estás bromeando, ¿verdad?".
– Sí, efectivamente –le devolvió la sonrisa –. Pero no es divertido si no te resistes.
El amante de los pandas no le contestó y su rostro volvió a ser inexpresivo e indiferente. Lentamente se recostó sobre el suelo, apoyando la mitad superior de su cuerpo sobre las piernas cruzadas del ruso. Posó de costado su cabeza mirando sobre la rodilla del otro y una mano sobre el suelo, para hacer dibujos imaginarios con su dedo índice.
– No quiero enamorarme de una persona como tú, aru –se atrevió a decir finalmente.
Tal declaración hizo que la sonrisa que se encontraba en el rostro de Iván se borrase y que tuviese que saber:
– ¿Por qué?
– La respuesta es obvia, no hagas preguntas estúpidas –frunció el entrecejo.
– No hay preguntas estúpidas, Yao –trató de disimular su sorpresa con calma, aunque inútilmente. El otro hombre se sentó rápidamente y lo miró furioso.
– ¿¡Quieres saber por qué!? ¡Porque eres una persona horrible! –Estalló por fin, liberando todos esos sentimientos negativos que llevaba por dentro – ¡Desde el momento que te conocí mi vida comenzó a tambalear! –lo señaló amenazadoramente bajo la larga manga de su ropa y Rusia retrocedió unos escasos centímetros, ligeramente asustado ante tal repentina reacción – ¡Y para colmo que estés obsesionado conmigo no hace las cosas mejores! ¡Eres una molestia insoportable que no puedo quitarme de encima! ¿¡Te parece eso una razón válida!?
– ¡Te equivocas! –Negó rápido con la cabeza – ¡Yo estoy enamorado de ti!
– ¡No, estás muy confundido! –Rusia sólo había logrado enfurecerlo más – ¡Estás obsesionado conmigo, Iván, que es muy diferente! –Yao tuvo la intención de empujarlo, sin embargo el ruso fue más rápido y logró tomarlo de las muñecas antes de que el chino lo tocase – ¡Déjame ir! ¡Aléjate de mí! –forcejeó, como al otro le hubiese gustado si hubiera estado en otra situación.
La pequeña batalla continuó, hasta que el ruso no tuvo más remedio que hacer uso de su fuerza, la cual era mayor que la del chino, e inmovilizarlo bajo su cuerpo. Yao le dirigió una mirada llena de odio y comenzó a sollozar. Como tomó por sorpresa a Iván, quien ante esa imagen debilitó la presión que había estado haciendo sobre las muñecas del otro; pudo soltarse de éste y girar su cuerpo boca abajo para tapar su avergonzado rostro y llorar desconsoladamente, diciendo entre gemidos cosas como "no puedo creer que esto esté sucediendo" o "miserable, miserable".
El rostro del amante del vodka se suavizó y entristeció. No sabía qué decirle, así que dejó que Yao desahogase sus penas, mientras le mimaba sus desordenados cabellos.
– La gran diferencia entre el amor y la obsesión –logró mascullar entre llantos para luego levantar la cabeza – es que en el amor uno quiere entregarse a la otra persona para hacerla feliz. Pero tú, Iván –se arrodilló lentamente ayudándose con sus manos para levantarse –, no quieres hacerme feliz. Sólo te interesa egoístamente lo tuyo, te gusta tanto besarme como lastimarme, disfrutar y querer controlar todo sin importarte lo demás –China vio como el otro hombre analizaba lo que le acababa decir frunciendo apenas el ceño –. Iván, yo no puedo ser feliz al lado de una persona como tú –se mordió el labio antes de hablar, pero sabía que si debía decirle esto, el momento era ese –. Te mentí, yo sí te amo, quizás más de lo que crees; pero me aterroriza pensar que nunca, jamás en la vida volveré a ser el mismo o a poder reír nuevamente.
– ¿Qué debería hacer para que me ames sin sufrir? –por un momento, el pelinegro creyó que sus oídos le estaban jugando una broma de mal gusto. De muy mal gusto. ¿Iván, el mismo tipo que era caracterizado como un sádico sin piedad, acababa de hacerle una pregunta libre de intenciones egocéntricas?
– Básicamente no deberías ser tú, aru –le esbozó una sonrisa que oscilaba entre el sarcasmo y la tristeza. Quizás entre la locura también. El de ojos lila brillantes dudó unos segundos.
– No puedo garantizarte eso, me estarías quitando uno de mis placeres más grandes –suspiró cruzándose de brazos y desviando su mirada de Yao –. Sólo dame una, una oportunidad para intentarlo –el chino levantó una ceja y observando la luna, dijo:
– Está bien. Inténtalo.
Iván ya había perdido la cuenta de las veces que aquel que quería lo había sorprendido en esa noche y no dijo nada más. Ninguno de los dos volvió a hablar hasta el día siguiente.
Yao, por su parte, pensaba que la oportunidad que le acababa de dar al ruso era un arma de doble filo. Pero ¿qué podría ser peor que su situación? Quizás sólo la muerte o la locura.
N/A: Espero que esta primera parte haya sido grata. Por favor, si creen que el OOC de Yao no está justificado, díganmelo. Necesito, que comenten sobre este fic para saber si voy bien, plz!
