El universo Potterhead fue creado por una maravillosa mujer llamada J.K. Rowling, yo escribo esto por diversión y por no dejar que la magia muera ;)
***FIC AMADRINADO POR LA MARAVILLOSA YOUKNOWMYCOFFEEORDER :3***
UNDERCOVER OF DARKNESS
"El niño no volvió a llorar, y nunca olvidó lo que había aprendido: que amar es destruir, y que ser amado es ser destruido". Cassandra Clare
Capítulo 1. La elección del niño que vivió.
Los restos de la batalla, la que todos en vano se desesperaban por llamar "la última" yacía a sus pies mientras sus ojos, rendijas rojas de serpiente, lo miraban directamente sin dejar de sonreír. El señor oscuro sabía que había ganado y una mueca despectiva en su rostro sin facciones era la prueba concluyente de ello.
Harry apenas podía sostenerse en pie. Las múltiples maldiciones de las que había sido objeto en las últimas horas habían hecho mella en su cuerpo. Sabía que no tenía la misma agilidad ganada en todos los entrenamientos de quidditch, le faltaba energía y si seguía ahí, luchando en vano por no morir, era por el destello argénteo de los ojos que lo miraban diciéndole que todo estaría bien, que él sabía cuál tenía que ser su última elección y que la entendía, es más, que le exigía que hiciera lo correcto.
Pero no podía.
Ya no.
No era justo seguir haciendo todo lo que los demás le decían que hiciera. Él sabía que el camino que le había sido trazado desde pequeño, el destino al que siempre apuntó la cicatriz en forma de rayo de su frente exigía tortuosos sacrificios y a sus pies yacían también las pruebas de ellos: cuerpos de gente muerta que habían sido sus amigos, miembros de la Orden del Fénix, el propio Dumbledore quien había caído defendiendo al colegio de la invasión de los mortifagos.
Sangre, destrucción, muerte, dolor… esos eran los ingredientes de su vida, de ellos se teñían sus ojos verdes, los mismos que seguían mirando fijamente esos otros, esos ojos grises que siempre lo habían mirado de otra forma, sin ver en él al héroe de leyenda que todos esperaban que fuera sino simplemente al chico asustado, al chico que no se sentía a la altura de los compromisos que otros magos le habían dado. Los ojos de Draco siempre lo habían mirado como lo que él era realmente: solo Harry James Potter, no el niño que vivió, solo el muchacho que lo amaba más que a nada en el mundo.
Lord Voldemort le había quitad todo: sus padres, el derecho de la vida normal de un niño mago. No iba a quitarle lo único que lo había hecho feliz en los últimos años. No a él. No a Draco.
-Únete a mi Potter- dijo Voldemort con el sibilante sonido en el que se había convertido su voz- únete a mí y él vivirá, si no lo haces, despídete ahora.
Draco, Draco… tú no, Draco. No me mires así Draco, sé que la guerra exige sacrificios pero tú eres el único que no podré hacer, tú no Draco.
-No lo escuches Harry- gritó el muchacho rubio que seguía aún al lado de Voldemort, con la varita del destino apuntando a su pecho, aún así su voz sonaba tranquila con el dejo de arrogancia que caracterizaba a todos los Malfoy- no confíes en él, no le des la satisfacción Harry, no…
Draco… su nombre seguía sonando insistentemente en su cabeza mientras lo veía a él. Draco estaba sereno, como si estuvieran mirándose el uno al otro en la habitación del Caldero Chorreante en la que se habían reunido tantas veces y no ahí, en medio de ese paramo de destrucción, siendo amenazados con ser separados y esta vez, para siempre.
-Draco…- dijo Harry en voz alta, sin darse cuenta de que había gritado. El nombre del chico al que amaba parecía seguir siendo el último encantamiento, el más poderoso, el que nunca fallaba.
-Harry…- respondió el rubio- haz lo que debes hacer Harry, yo no valgo la pena, el mundo mágico sí.
No. Claro que no. El mundo mágico, mejor dicho, ningún mundo tenía sentido para él si Draco dejaba de existir. Él sabía que era ilógico sentir eso, él sabía que antes no hubiera dudado siquiera un segundo en decirle a Voldemort que se fuera al diablo y peleara con él hasta el final. Pero el señor tenebroso acababa de descubrir su punto débil, la infalible forma de destruirlo y destruir con él la esperanza que todos tenían de ver extinguirse a la oscuridad, la esperanza a la que se aferraban todos, la única que los había mantenido luchando sin importar perder en el intento hijos, hermanos, amigos, amores.
-¡Deja que lo mate, Harry!- gritó Ron Weasley detrás de él.- ¡Deja de ser un maldito héroe, él nunca ha hecho nada por ti!
El grito de Ron, su mejor amigo, se perdió en el murmullo que apoyaba sus palabras. Harry no quiso voltear a ver al pelirrojo, en primera, porque estaba seguro de que si lo hacia todos esos ojos acabarían por mirarlo con reproche, con el mimo reproche con el que siempre lo había mirado Ronald después de enterarse de que había cambiado a su hermana por un… por un Malfoy.
Pero Ron no sabía nada, claro que no. Su amigo estaba demasiado ocupado odiando a Draco como para darse cuenta de que sin él, Harry se habría rendido más pronto de lo que todos pensaban ante la enorme empresa que les había dejado Dumbledore aquel año. Y sí, él agradecía mucho lo que Ron y Hermione habían hecho por él, pero eso no le daba derecho al chico Weasley a gritar cosas como esa como si se tratara de matar a un gusano que estorbaba en los planes de gloria y de victoria que su amigo tenia planeados ¿Que Draco nunca había hecho nada por él? No, claro que no. Draco simplemente lo había amado a pesar de la oscuridad que se cernía en su destino.
El destino… "estamos atrapados en nuestro destino, Potter", le había dicho Draco años atrás. Y era de verdad triste notar ahora la veracidad de aquella afirmación. Pero había llegado el momento de ser valiente como todo buen Gryffindor se jacta de serlo ¿no es así? Era hora de enfrentarse de una vez por todas con ese destino, pero Harry lo haría a su modo. Y si el precio que tenía que pagar era el odio eterno de la comunidad mágica, que así fuera. Él había destruido ya la mayoría de horrocruxes que mantenían al señor oscuro atado a la vida, la verdad era que no podían pedirle más.
Harry dio un paso al frente y en seguida las filas de mortifagos que había al lado del señor tenebroso se cerraron frente a él. Voldemort sonrió y le dio a su guardia la orden silenciosa de dejar que el muchacho se acercara a él, después de todo, estaba seguro de que el muchacho Potter no tenía la intención de atacarlo. Lo leía en sus ojos verdes, esos asquerosos ojos verdes llenos de amor como los de la estúpida mujer que se había entrometido en su victoria diecisiete años atrás.
-Has de mi lo que quieras- dijo Harry con determinación- pero libéralo a él, déjalo ir.
Las palabras del chico resonaron en el alarmante silencio que se había hecho. Las ruinas de Howgarts parecían estar llorando también ante la declaración del chico que hasta hacia unas horas era el estandarte de defensa del mundo mágico. Y ahí estaba su héroe: mirando fijamente a Voldemort, con el cuerpo lastimado y tembloroso, defendiendo al hijo de Lucius Malfoy, dando su vida y la vida de todos por el nauseabundo hijo de un mortifago. Todos sentían la rabia bullendo en su interior pero nadie decía nada. Detrás de Harry, los miembros de la Orden del Fénix se miraban los unos a los otros tratando de entender si aquello era parte del plan o si definitivamente Harry se había vuelto loco.
Solo Ginny, Hermione, Neville y Luna miraban a Harry con compasión. Ellos conocían bastante bien a su amigo como para no saber que acabaría haciendo aquello, pero lo que para los demás era una absoluta traición, para ellos no era más que el inevitable paso que seguía en la lucha que tendría que seguirse luchando quizá, para todas sus vidas. Ron rompió el silencio profiriendo un montón de palabrotas mezcladas con ¡No puedes hacernos esto, Harry Potter! Lo que ocasiono que Remus Lupin tuviera que sostenerlo y que le profesora McGonagall hiciera aparecer unas gruesas sogas doradas alrededor de su cuerpo. Después de los gritos de Ron nadie más se atrevió a romper el silencio, el silencio sepulcral de la derrota del bien ante el mal.
-Rinde tu varita ante mí, Potter- dijo Voldemort con un susurro emocionado- ríndete totalmente y tu puta podrá largarse de aquí.
-Harry…- dijo Draco más pálido de lo habitual- por favor no, Harry.
El muchacho miró sus ojos una vez más, sólo una más. Sin pensárselo mucho, mirando todavía el espejo color plata de esa mirada, su mano soltó la varita de acebo y pluma de fénix al piso, cuya caída resonó también en el silencio que se había formado. Nadie podía creerlo, ni siquiera los mortifagos que contuvieron los vítores que subían ya por su garganta. Había terminado, todo había terminado. Harry Potter, el niño que vivió, por fin había elegido a la oscuridad.
Voldemort sonrió con calma y bajo la varita del pecho de Draco quien no se sintió aliviado al dejar de ser amenazado por el señor oscuro. Rápidamente, sin esperar ningún segundo más, Harry corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, tocándolo para estar seguro de que Voldemort no iba a arrebatárselo, al menos no para siempre. Como un acto reflejo aprendido en casi dos años de relación oculta, Draco lo abrazó también. Él sabía que Harry había cometido la estupidez más grande de su vida salvándolo a él pero ya estaba hecho, y la verdad es que estaba seguro de que no podría volver a abrazar a Harry de ese modo en un largo tiempo, así que ese no era momento para ponerse a dudar.
Harry lo separó un poco de su cuerpo, apenas lo suficiente para ver su rostro y limpiar de su cara fina y blanca los restos de sangre y tierra que en vano intentaban hacer de ese rostro algo menos hermoso. Pero ese rostro era para Harry lo único que importaba, él estaba consciente de lo que acababa de hacer no era el capricho de un adolescente enamorado, no: era el más grande acto de amor que había hecho en toda su vida.
Harry nunca supo cómo Draco pudo sacar energías para hacerlo, pero el joven Malfoy le sonrió, le sonrió diciéndole que era un imbécil pero que no por eso dejaría de amarlo. Y eso fue suficiente para Harry, eso bastó para hacerle olvidar incluso que se había entregado al señor Oscuro. Y por eso lo besó, lo besó profunda, loca y apasionadamente, sin guardarse nada. Si aquel beso iba a ser el último, si con ese beso en la memoria tendría que sobrevivir, solo Merlín sabía cuántos años, era mejor entregarse a Draco de ese modo, sin miedo y sin limitaciones por última vez…
El estruendo de voces enojadas dejó de importar mientras la boca de Draco se movía al compas de la suya, los bufidos de indignación y los gestos de asco se desvanecieron mientras la manos de Draco acariciaban su rostro, su espalda… y Harry recordó cada pequeño momento que había pasado con el heredero de los Malfoy, recordó con nitidez la tienda de madame Malkin, la primera vez que lo había visto, la primera vez que esos ojos argénteos lo habían visto. Ahora lo sabía. Ningún encuentro en la vida es casual, nadie llega por error a nuestras vidas. Aunque su relación con Draco había sido un tanto conflictiva, aunque los dos habían tratado de esconder su inevitable atracción detrás de estúpidas bromas y comentarios hirientes acerca de sus familias, Albus Dumbledore siempre había tenido la razón: no había magia más fuerte en este mundo que el amor.
Harry dejó de besarlo y simplemente se pegó a él una vez más sintiendo el latido de su corazón bombeando justo al lado del suyo. Eran uno, de eso estaba seguro. Lo que él y Draco tenían estaba más allá de la magia oscura, más allá de la inminente separación. Harry cerró los ojos una vez más y a su mente concurrió una cálida imagen, un recuerdo brillante que terminó por calmar su agitado corazón y que sin quererlo, le dio fuerzas para enfrentarse a todo el caos que había desatado…
Los últimos acordes de las brujas de Macbeth provenientes del gran comedor, se escuchaban aún en los jardines. Aunque la gran mayoría de parejas que habían acudido al baile de navidad del torneo de los tres magos, se habían ido hace horas a sus habitaciones o a los arbustos más oscuros en busca de un poco más de intimidad, Harry caminaba sin importarle el frio aire que azotaba su cara y su desordenado cabello color azabache.
Hermione había insistido en proporcionarle un encantamiento térmico pero Harry no había accedido: le gustaba el invierno, le gustaba sentir el frio en su piel, le hacía sentirse vivo.
Sin duda alguna el baile había sido agradable, Parvati Patil había desaparecido justo después de abrir el baile con él y Harry no podía decir que lo lamentara. Todos pensaban que estaba triste porque no había conseguido llevar a Cho Chang como pareja al baile. Una sonrisa traviesa cruzó su rostro involuntariamente: ¿qué dirían todos si se enteraban de que en realidad Harry estaba muriendo por dentro al ver que la pretenciosa buscadora de Ravenclaw bailaba al lado del guapo Cedric Diggory, la única persona a la que Harry se había planteado invitar al baile? Harry suponía y con razón, que no hubiera sido muy agradable ver a dos campeones del torneo bailando lentamente al compás del vals que habría todo el espectáculo.
Vaya si era ridículo que el primer gran amor de Harry Potter fuera el chico más guapo, inteligente y deseado del colegio. Él sabía que era un rotundo cliché, algo vergonzoso, casi tanto como la gente pensaba que lo inevitable de sentirse atraído por los chicos y no por las chicas, era. Y tampoco podía evitar eso, él sabía que Cedric estaba de verdad enamorado de Cho, y tenía que conformarse con verlo sonreír, con sentirlo cerca en las pruebas, con morir de miedo ante la idea de que algo pudiera sucederle en el torneo. Harry aún recordaba con dolor el pánico que sintió al no poder ver a Cedric enfrentándose al dragón. Había sido doloroso también que Cedric pensara que él había tratado de robarle su gloria, pero nada podía ser más falso: si Cedric se lo pedía, él sería capaz de entregarle la copa de los tres magos, y no sólo eso, no…
-Deja de suspirar como Colin Creevey cada que te ve, Potter- dijo una insidiosa voz a sus espaldas.
Harry no pudo reprimir otro suspiro, pero esta vez de exasperación ¿Por qué de todas las personas del universo siempre terminaba encontrándose con Draco Malfoy cuando menos lo esperaba?
-Pensé que estabas enrollándote con Pansy en tu habitación como estabas gritándoles a todos los que quisieran oírte, Malfoy- dijo Harry sin tanto veneno como siempre lo hacía.
Esta vez le había resultado divertido cómo parecía ser que siempre el insulto mayor que él y Draco podían dedicarse era pronunciar sus apellidos con la debida y reglamentaria cuota de rencor.
-Por si no lo sabes enrollarse lleva menos tiempo del que crees- dijo Draco sin borrar de su cara la sonrisa altanera- pero claro, ¿cómo vas a saberlo? Si me imagino que nunca has tenido nada de nada con una chica y lo más cerca que has estado de enrollarte con alguien es besar a Dobby ¿no es cierto?
-¿Qué diría papá Malfoy si se enterara de que estas metiéndote con la señorita Parkinson de ese modo?- dijo Harry sin saber muy bien por qué estaba siguiéndole la corriente a Draco.
-Me felicitaría- dijo el otro chico sin la menor vergüenza- después de todo, sus planes para mi incluyen casarme con Pansy cuando alcance la mayoría de edad, a papá le encantará saber que voy por el buen camino.
Harry se fijó en que la sonrisa de Draco había desaparecido al decir aquellas cosas. La verdad es que nunca le había puesto más atención que la necesaria para burlarse de él o defenderse de sus burlas. Lo cierto es que nunca antes de esa conversación habían podido estar juntos sin provocar un escándalo o uno que otro chispazo de encantamientos. Aquel encuentro se sentía más como una agradable conversación que como las habituales discusiones que se estaban haciendo legendarias y que habían llenado más de uno de los corredores del colegio.
-Eso no es justo- dijo Harry sin detenerse a pensar mucho más- es decir, ¿de verdad te gusta Pansy? Deberías poder tener al menos el derecho a elegir con quien pasar el resto de tu vida.
-¡Qué romántico, Potter!- dijo el otro chico pestañeando tontamente cosa que hizo sonreír a Harry- si no fuera porque sé que tienes una varita en el bolsillo de la túnica diría que eres uno de esos muggles buenos para nada que se la viven escribiendo novelas rosas. Esas cosas no suceden en el mundo real.
-¿Por qué no?- dijo Harry sorprendido de verdad. ¿Qué tenía de malo querer poder encontrar a alguien que de verdad pudiera hacerle sentir magia sin usar encantamientos para toda la vida?
-Porque eso sucede sólo cuando eres un mediocre, apestoso y pobre don nadie- dijo Draco sin poder evitar que la arrogancia de sus palabras trasluciera también un poco de amargura- no cuando eres el heredero único de una de las familias más ricas de Europa y es tu responsabilidad continuar el linaje de los Malfoy así como con su legado y su honor…
-¿Lo dices en serio?- dijo Harry mirándolo a los ojos- ¿de verdad crees que hay honor que salvar en tu familia?
-Para mí sí, Potter- dijo el chico con un gesto altanero- y no espero que lo entiendas, es decir, ¿Qué va a saber alguien como tú de las costumbres de las familias de sangre pura?
-Tienes razón- dijo el joven sin retirar sus ojos verdes de aquel profundo gris, casi plateado a la luz de la luna de invierno- yo no sé nada.
-Por fin admites la verdad, Potter- dijo Draco sin poder evitar sonreír- es divertido ¿no lo crees?
-¿Qué cosa?- dijo Harry, bajando sus ojos al suelo cuando sintió que la mirada de Draco se había hecho más profunda que antes y que había logrado que su corazón diera un vuelco, esa clase de vuelco que sólo Cedric Diggory podía ocasionarle cuando aparecía en los pasillos de Howgarts de la nada.
-Que no somos tan distintos después de todo- contestó Draco dejando de mirarlo también. Era cierto que había tomado bastante whiskey de fuego a escondidas, pero eso no justificaba estar teniendo esa amigable charla con Potter ¡Por los calzones bombachos de Merlin! Eso no debía de estar pasando.
-¿A qué te refieres?- dijo Harry un poco asustado de aquella comparación.
-No te preocupes de ese modo, Potter- dijo Draco recuperando el tono burlón de su voz- no te preocupes, nadie más que tú y esa tonta de Ravenclaw babean por Diggory, ella es la única a la que debes eliminar, no a mí.
-No estés tan seguro, Malfoy- dijo Harry, la verdad, nada sorprendido de que Draco supiera de sus sentimientos por Cedric y por eso mismo no se molestó en negarlos- ¿entonces que querías decir con eso de que no somos tan distintos?
-A que después de todo, los dos estamos atrapados por nuestro destino ¿no lo ves?- dijo el joven Malfoy con un profundo suspiro- ni tú, ni yo podemos elegir realmente cómo queremos vivir. Nuestras líneas en la vida está demasiado bien escritas como para negarnos a desarrollarlas del modo en el que todos esperan.
Draco terminó su discurso y sin decir nada más se alejó de él. Harry notó que había tristeza en sus ojos al decirle aquello y cuando la esencia de madera perfumada de Draco se desvaneció en la nada y la figura del joven Malfoy se desvaneció en la negrura de la noche, Harry se preguntó si de verdad aquello había pasado, si por primera vez en su vida había tenido una plática decente con Draco Malfoy y más que eso, que fuera él precisamente el que le diera una de las lecciones más importantes de su existencia, una que en los años venideros habría de resonar en sus oídos con firme insistencia, casi como una sentencia: era cierto, él también estaba atrapado, el tampoco podía elegir con quién y cómo vivir, no mientras la amenaza del regreso de Voldemort siguiera con vida.
El frío del invierno se metió entonces en sus huesos y comenzó a caminar también hacia el dormitorio. Esperaba que Ron y Hermione ya hubieran terminado de discutir por causa de Viktor Krum, y también esperaba, en vano, claro, que las palabras de Malfoy fueran una de sus nada agradables mentiras. Pero él sabía muy en el fondo de su ser, que en realidad, Draco le había dicho una verdad que ninguno de sus amigos, ni siquiera Dumbledore, se había atrevido a decirle jamás.
Así que esa era la primera elección real que hacía en su vida, la primera elección egoísta que había tenido el valor de hacer. La valentía a veces estúpida, era el estandarte de los Gryffindor ¿no es cierto? Pues bueno, él apostaba a que ni el mismísimo Godric pondría en duda el valor que había puesto al hacer lo que acababa de hacer. Abrió los ojos y el encantamiento silenciador que se había cernido alrededor de él y de Draco al evocar aquel recuerdo, se terminó.
-Ya es suficiente Potter- dijo la voz asqueada del señor tenebroso- ni a mí ni a tus amigos nos gusta tu espectáculo.
Harry se separó del cuerpo de Draco lentamente y sintiéndolo como el momento definitivo, besó sus labios de forma fugaz una última vez antes de soltarlo y voltear atrás, clavando sus ojos verdes en los ojos de Dobby, el elfo domestico que lo miraba aún con adoración, sin importarle de verdad el precio de la elección que había hecho.
-Cuida de él, Dobby- le dijo Harry en voz alta- no permitas que algo le suceda, confío en ti, amigo.
-Sí… señor…- dijo Dobby con voz temblorosa y una profunda reverencia que hizo que Voldemort soltara un bufido de exasperación- yo cuidaré de la persona que Harry Potter ama, señor, Harry Potter no tiene nada de qué preocuparse, Dobby cuidará del amo Malfoy con su vida, señor…
-¡BASTA YA, POTTER!- bramó Voldemort y su grito pareció traer de vuelta a la vida a todos los que hasta hacia algunos segundos contemplaban atónitos la escena de amor entre Harry Potter y nada más y nada menos que Draco Malfoy- acércate a mí…
Harry comenzó a caminar con calma hacia el destino que había elegido.
-¡Harry! ¡Harry!- gritaba Draco, haciendo que Dobby tuviera que sostenerlo para que no corriera hacia el joven que se había entregado al señor tenebroso para salvarlo a él.
Cuando llego al frente del señor tenebroso, éste tomo su brazo y lo sostuvo así un largo rato. Todo mundo volvía a contener la respiración, algunos lloraban de impotencia y esta vez, los mortifagos sí que reían a carcajadas, a la vez que lanzaban retos y palabras ofensivas al resto del ejército visiblemente reducido que aún pensaba en defender lo indefendible.
Lord Voldemort hacia caso omiso de lo que ocurría a su alrededor. Aquello había sido tan fácil, tan aburridamente fácil. Por eso quería divertirse antes de terminar de destrozar a ese chico, a ese estúpido muchacho que había cedido todo por el hijo de un mortifago, y de un mortifago caído en desgracia por encima de todo. Para eso servía el amor del que tanto hablaba Dumbledore, el amor de ese chico estaba a punto de destruirlos a todos.
El señor oscuro casi sonrió al sentir la piel de Potter en sus manos. Él sabía que la sangre de las venas del muchacho corría también ya por sus venas. Y ahora el chico le pertenecía también. Ya nadie podría detenerlo, por fin se había vuelto invencible. Sí, el idiota de Potter y sus amigos habían destruido algunos de sus horrocruxes, pero aún quedaban dos y esos estaban tan bien escondidos que sería imposible que alguien más pudiera encontrarlos. Victoria eterna, eso era todo lo que el señor tenebroso podía oler aquella madrugada.
Sin esperar ni un minuto más, el señor tenebroso pronunció un conjuro que no fue audible para los demás apuntando al brazo de Harry. Un temblor oscuro los invadió a todos cuando se dieron cuenta de lo que había pasado: el niño que vivió había sido marcado. Harry Potter, estaba destinado a ser un mortifago. Un grito agudo hirió el cielo gris que comenzaba a clarear. Harry sintió que su piel estaba en llamas y sentía la magia oscura de Voldemort corriendo por sus venas. Ahora sí le pertenecía, ya estaba hecho. La esperanza del mundo mágico se había desvanecido también.
-Ahora mata para mí…- siseó el señor oscuro en Parsel, seguro de que Harry lo entendería- es la única forma en la que sabré que tu lealtad es toda mía y… por consideración a ti, no te pediré que mates a alguno de tus amigos, no…
Harry abrió los ojos de par en par cuando los sonidos de Lord Voldemort cobraron sentido para él ¿matar? Nunca en la vida había pronunciado una maldición asesina, y había esperado tontamente que la única que tuviera que pronunciar fuera la que acabaría con aquel despreciable mago oscuro. No era que Harry no supiera que para salvar la vida de Draco tendría que arrebatar otras. Pero lo que no esperaba es que fuera tan pronto, después de todo, matar no era una diversión para él, no podía ser tan sencillo.
-¡Narcisa!- gritó el señor oscuro y Harry sintió que se desmoronaba al comprender qué significaba aquel grito- acércate…
Narcisa Malfoy salió de la multitud que esperaba del otro lado del bando del señor oscuro. Se había quedado rezagada entre ellos con la esperanza de que Potter terminara de una buena vez con todo eso. La mujer camino erguida, sin miedo, sin mirar a nadie. Ella solo podía ver a Harry, ella le estaba de verdad agradecida por lo que había hecho sin importarle que fuera estúpido o egoísta. Porque ella sabía que su hijo habría hecho lo mismo por él. Quizá había sido ella la que se había dado cuenta de todo con solo ver cómo aquellos dos muchachos se miraban el uno al otro. Y aunque había tenido que tragarse su orgullo y su asco, Narcisa había aprendido a querer a Harry Potter y estaba dispuesta a pagar con su vida lo que el muchacho acababa de hacer por su hijo, Draco era lo único que le importaba a ella.
Mientras Narcisa se acercaba a los dos, Harry podía mirar el desconcierto en los ojos de su amado. Él también sabía que su madre estaba destinada a morir y el horror hizo que cayera al suelo de rodillas, derrotado. Sí, Harry le había salvado la vida pero ¿a qué clase de vida le había condenado? ¿A la vida de un chico que tendría que vivir viendo como Lord Voldemort destruía poco a poco todo lo que amaba? Dobby rodeó con fuerza los hombros del chico y este no hizo nada por quitárselo de encima.
-Narcisa…- dijo Voldemort cuando la mujer estuvo frente a él- por años tú y tu familia me sirvieron lealmente y de verdad planeaba recompensarte pero… ¿en qué momento decidiste ser la alcahueta de tu hijo y su asqueroso amante? ¿En qué momento pensaste que siendo suegra de Potter podrías vencerme a mí? Eso fue muy estúpido de tu parte, Cissy… ¿No es así Bella, no fue un error garrafal de tu hermana?
La nariz de Bellatrix Lestrange se arrugó al contemplar a su hermana. La odiaba. De verdad la odiaba y en realidad poco le importaba lo que el señor tenebroso quisiera hacer con ella. Para Bellatrix, Narcisa había muerto desde el primer momento en el que se había atrevido a defender a Potter de la ira del señor oscuro.
-Ella no es mi hermana, mi señor- dijo Bella- esa mujer no es nada mío.
-Bella tiene razón, Tom Ryddle- dijo Narcisa sin inmutarse- no puedo ser hermana de alguien como ella.
-Vaya, vaya Cissy, admiro tu atrevimiento al nombrar a mi padre- dijo Voldemort acostumbrado a jugar con su comida antes de comérsela- me concederás que este no es momento para tener una alegre discusión acerca de nuestros nada honrosos lazos familiares ¿cierto? Pero no se preocupen, chicas, en unos minutos estarás muerta y fin, otro problema familiar resuelto.
Los mortifagos rieron de la broma del señor oscuro y Bellatrix se adelantó ante Narcisa para escupirle la cara provocando aún más risas y una mueca triunfal por parte del señor oscuro.
-Mátala, Potter- dijo Voldemort con calma- mátala ahora, demuéstrame que es cierto que estás de mi lado.
Harry miró los ojos grises de la mujer, iguales a los de Draco. No, no podía. Él no era Voldemort, él no podía levantar la varita en contra de alguien, mucho menos en contra de ella, no de Narcisa. No, no… pero los ojos de la mujer le decían que ella entendía, que ella estaba dispuesta, que no era un asesinato que se trataba sólo del último sacrificio, de la última acción necesaria para salvar a Draco, sólo eso. Pero no, Narcisa no…
-¡MÁTALA YA, POTTER!-gritó Voldemort y Harry levantó la varita.
El sol de la mañana empezó a salir, los destellos dorados le daban un aire más desolador a las ruinas de Howgarts. Todo estaba perdido, claro y Harry se sentía también como todos esos montones de piedra manchados de sangre, se sentía como todos esos cuerpos que yacían a sus pies, ajenos al dolor y al espanto que inundaba sus entrañas, muerto en vida.
-Mátame, Harry- le dijo Narcisa con una sonrisa altanera y de cualquier modo cálida- dale lo que quiere, tú sabes que los dos buscamos lo mismo con esto, hazlo…
Narcisa se quedó de pie en frente de él, sin voltear a mirar a su hijo que seguía llorando en los brazos del elfo sin atreverse a hacer algo, sin las fuerzas necesarias para hacerlo. Harry sintió de nuevo la figura de la marca tenebrosa ardiendo en su brazo. Sí, esa era la única forma. Tenía que hacerlo, era ahora o nunca. Harry levantó la varita y Narcisa volvió a sonreír al contemplarlo, ya no le temía a la muerte y de hecho notaba que Voldemort estaba más nervioso que ella al contemplar a Harry. Y por eso ella supo que nada estaba perdido, no mientras aquel muchacho siguiera amando a su hijo de la forma en la que lo hacía.
-¡Avada…- pronunció Harry y sintió el poder de la maldición asesina fluyendo por su brazo hacia su varita, nunca antes había sentido esa clase de energía, la energía necesaria para arrebatarle la vida a alguien más- …kedavra!
El destello de luz verde salió de su varita, mortal y brillante hacia el pecho de Narcisa. La mujer abrió los brazos para recibir la muerte, pero una figura oscura se interpuso entre ella y el rayo mortal. La multitud soltó un grito, incluso Harry. Lord Voldemort lanzó una maldición asesina que se estrelló en un montón de piedras y Harry aprovechó el caos para tomar a Narcisa de la mano, sin fijarse muy bien en la figura oscura que yacía a los pies de la mujer. Harry corrió hacia donde estaban Draco y Dobby, e hizo que el elfo sostuviera también a la madre de Draco.
-¡Llévatelos!- le grito al elfo sin darse cuenta de que la marca tenebrosa era ya visible en su brazo- ¡Llévatelos ahora, protégelos!
Narcisa abrazó a su hijo y miró a Harry, incapaz de decirle algo. Dobby asintió a las palabras de Harry, un poco intimidado ahora por el poder sin límites que el chico emanaba a causa de la marca tenebrosa en su piel. Sin esperar ni un segundo más, el elfo chasqueó los dedos y desapareció de aquel lugar dejando a Harry solo con el recuerdo de la última mirada dolida que le había dedicado Draco. Él no le reprochaba a Harry el asesinato, pero no podía evitar sentirse triste por la muerte de su padre.
-¡Lucius!- gritó Voldemort cuando retiró de la figura encapuchada la máscara que en vano pretendía ocultarlo- vaya si era idiota… bueno, Potter- dijo cuando el muchacho se acercó a él- me has servido lealmente… espera… ¿A DÓNDE RAYOS FUE NARCISA?
-El elfo se la llevó, mi señor- dijo Bellatrix con la voz temblorosa por la rabia- fue culpa de Potter.
-¡Crucio!- bramó el señor oscuro dirigiendo su rabia al muchacho que no opuso resistencia alguna. Aquel dolor era mínimo comparado con lo que había logrado. Draco y Narcisa estaban a salvo, con eso bastaba, por el momento.
El señor tenebroso detuvo el encantamiento y le dio una patada a Harry en las costillas.
-Eso te enseñará, Potter- dijo él- no intentes volver a traicionarme, el que la marca brille en tu piel…- tomó el brazo de Harry y acarició con deleite la figura de la serpiente y la calavera en la piel del muchacho- no significa que seas intocable, que te quede claro. Escuchen todos- dijo después dirigiéndose hacia los restos de la Orden del Fénix y de sus mortifagos- Harry Potter nos pertenece, los hemos vencido. No quiero derramar más sangre mágica así que, mis mortifagos y yo nos retiraremos ahora. Vuelvan a construir el colegio, entierren a sus muertos, llórenlos. Tendrán noticias nuestras muy pronto… ¿No es así, Harry?
El muchacho no contestó, no se levantó. Lord Voldemort le obligó a ponerse en pie y mostró su brazo a las personas que antes lo habían apoyado. Harry no levantó la mirada del suelo, no podía enfrentarse a la derrota del bando que había defendido por más de seis años cuando siendo aún un adolescente confiado soñaba con destruir al mago tenebroso más poderoso de la historia.
-El niño que vivió es mío- dijo Lord Voldemort haciendo temblar a todos- y ahora vivirá para cumplir mis órdenes.
Todos vieron desaparecer a Voldemort sin impedirle hacerlo. Nadie dijo nada. Ya no había lagrimas ni palabras que pudieran borrar el dolor que había en sus almas. Era cierto, el señor tenebroso les había dado la estocada final, se había llevado con él al único que podía vencerlo. Por fin, Lord Voldemort había triunfado.
