AQUEL QUE LOS DIOSES AMAN
DISCLAIMER : Los personajes de Ouran High School Host Club no me pertenecen, pertenecen a la autora del manga.
La historia no es de mi propiedad, es una traducción autorizada de Hel-14
Chapter 1: Chicago-Tokyo
NOTAS DE LA AUTORA:
Les dejo un nuevo fic, el cual es totalmente irrazonable cuando pienso en mi tiempo. Prefiero prevenirles de una vez que no tengo ninguna idea del número de capítulos (¿quince?) ni del momento de la publicación.
También debo advertirles que este fic se sitúa algunos años después del final del manga. El verdadero final. EL FIN. El capítulo 83. ¡CAPÍTULO 83 !
Habrá spoilers. Nada en este primer capítulo, pero más tarde haré forzosa referencia. Así que, quienes no quieran saber el final antes de leer el manga en español, por desgracia, debo recomendar no leer mi fic.
Y este fic es un drama, pero yo no elegí esa categoría para nada.
Voy a prestar especial atención a un personaje que me atrae mucho: Kyoya. Este fic será en gran parte, centrado en él, pero no será el único. No estoy segura de tener éxito en el proceso, porque este encantador joven es más frío e inteligente que yo. Haré lo posible y espero sus críticas con impaciencia.
Evidentemente, ningún personaje es mío, ya que la historia fue creada por Bisco Hatori.
Buena lectura.
NOTA DE LA TRADUCTORA:
¡UF! Ha sido muy cansado el intentar hacer bien esta traducción que espero les guste.
¡La autora fue tan amable al autorizarla! y es que TODOS deberían leer esta historia… No se arrepentirán, en serio…
Ahora sí ¡A LEER SE HA DICHO!
Kyoya sonrió cortésmente cuando la camarera colocó su taza de café frente a él, sin dejar de seguir la conversación. Uno de sus dos colegas del MBA de la Chicago Graduate School of Business comentó con emoción su último estudio de caso frente a una cerveza color ámbar, que Kyoya rechazó cordialmente: una larga noche de trabajo le esperaba y quería mantener las ideas perfectamente claras. También lanzó una discreta mirada a su reloj, eran más de las 8pm, y decidió no demorar más de una hora antes de volver a su apartamento en el campus.
Terminó su taza cuando su teléfono vibró en el bolsillo interior de su traje. Sosteniendo un suspiro, observó el nombre en la pantalla y dudó un momento antes de finalmente atender el objeto. Arqueó las cejas ligeramente: la primera sorpresa fue no ver el nombre de Tamaki parpadeando en la pantalla. La segunda, leer el de Yuuichi, su hermano mayor.
Jamás ninguno de sus hermanos le llamaban.
Intrigado, se levantó excusándose y dio unos pocos pasos, hacia las ventanas de la cafetería.
- Kyoya Ootori, anunció serenamente en el teléfono, como lo haría para cualquier otro interlocutor.
- Kyoya, es Yuuichi.
Kyoya suspendió sus pasos. La voz de su hermano mayor temblaba de agitación, de inquietud. La voz de su hermano nunca temblaba. El joven se puso tenso, consciente de la gravedad que representaba aquello, la gravedad de lo que estaba por oír.
- …. Entraré a cirugía en algunos segundos. Yo...
Un silencio, durante el cual Kyoya apretó las mandíbulas, listo para escuchar.
- Se trata de tu amigo, el heredero Suoh. Tamaki Suoh.
Listo para escuchar todo, excepto aquello.
- Viene de ser admitido, un terrible accidente de automóvil, no sé más. Le avisé a nuestro padre, pero… Kyoya, pienso que deberías venir.
- Bien. Tomaré el siguiente vuelo.
- Me tengo que ir. Lo siento Kyoya.
La comunicación se cortó y el de ojos grises cerró su teléfono celular. Parpadeó para después descubrir su propio rostro en el reflejo de la ventana. Extrañamente fijo, extrañamente inmóvil y cerrado. Los pensamientos se sucedían a toda velocidad, como de costumbre.
Yuuichi ciertamente le había telefoneado después de haberle hablado a su padre. Yoshio sería el encargado de llamar al padre de Tamaki y Kyoya, de avisar a los otros. A todos los demás. Examinó sus prioridades y tomó su teléfono celular, reservando un lugar en el primer vuelo a Tokyo. Parecía casi absurdo. Kyoya se encontraba algo desanimado debido a las 14 horas que duraría el viaje y la idea no le animaba el espíritu precisamente. Abandonó enseguida la idea. Al menos, el viaje le ahorraría la angustiosa espera en el hall del hospital, ya que llegaría más o menos cuando Tamaki saliera de cirugía.
Consultó su reloj: por suerte, el vuelo salía de Chicago en menos de dos horas, lo que le daba el tiempo necesario de llegar al aeropuerto y atravesar la aduana. Fijó la hora de llegada y pidió que alguien le tuviera un taxi listo. Después, con el mismo ritmo, tomó su laptop. Sus colegas levantaron los ojos hacia él y fruncieron las cejas:
-¿Hay algún problema Ootori? Pareces ansioso.
- Sí. Lo lamento, pero tengo que dejarlos.
- Ah, entonces hasta mañana.
Kyoya permaneció en silencio por un momento, después, negó suavemente con la cabeza:
- Por desgracia, no lo creo. Me veo en la obligación de regresar inmediatamente a Tokyo, mi vuelo parte en menos de dos horas.
Después de un tiempo de total estupefacción, uno de los jóvenes preguntó:
- ¿Algo grave?
Sí, se podría decir que sí, en realidad.
- Alguien cercano acaba de tener un accidente de auto que parece serio.
La compasión que notó inmediatamente en los rostros de sus condiscípulos le dio deseos de golpearlos.
- ¿Tu padre?
Kyoya parpadeó tras los cristales de sus lentes.
"¡Mamááááá! ¡Los niños son odiosos! ¡Debes hacer algo! ¡Los gemelos están muy cerca de mi dulce Haruhiiiii!"
- Sí. Un padre. Perdónenme, debo dejarlos, veo que mi taxi acaba de llegar. Buenas noches.
Salió de la cafetería sin mirar atrás, su laptop bajo el brazo. Se precipitó hacia el taxi, indicando su destino al conductor. De repente se dio cuenta que todavía tenía el teléfono en la mano y recordó lo que debía hacer. Por primera vez en su vida, Kyoya Ootori vaciló. Vaciló sobre a quién iba a llamar, sobre lo que iba a decir y sobre lo que iba a escuchar. Apretó los dientes y se regañó interiormente: un Ootori nunca se echa para atrás. Incluso en un momento así. Buscó el nombre en el directorio y marcó el código para llamadas internacionales. En Tokyo, serían las diez de la mañana.
"Haruhi Fujioka. Gracias por dejar un mensaje después de la señal. Adiós."
Kyoya se odió por su primer reflejo: el alivio de no dar con ella. Lógicamente, estaría en clases o en la biblioteca. Colgó antes de que el bip sonara: dejar esa clase de mensaje le era inconcebible. Marcó otro número, esperando esta vez sinceramente encontrar a su interlocutor:
- ¿Kyoya? ¿Estás en Japón?
La inquietud redujo el entusiasmo de Honey. Y es que era evidente: Kyoya no llamaba jamás desde los Estados Unidos, su contacto estaba limitado a algunos e-mails enviados de vez en cuando. Kyoya frunció los labios antes de decir:
- No. Mi hermano me habló: Tamaki tuvo un accidente automovilístico.
Kyoya se negó a escuchar el grito de Honey y continuó:
- Está en el Hospital Central Ootori, en cirugía. No sé nada más. El celular de Haruhi está apagado, decidí no dejar un mensaje, aunque dudo que no esté al tanto ya. Estoy en camino al aeropuerto de Chicago, pero no estaré allá hasta mañana, mi vuelo aterriza en Narita a las cinco de la mañana.
- Yo… ¿Crees que sea grave?
- Mi hermano es uno de los cinco mejores cirujanos de Japón. Tamaki está en buenas manos.
Kyoya se preguntó si había dicho eso para tratar de convencer a Honey, o de convencerse a sí mismo. Ninguno de los dos se engañó, porque fue en un murmullo que su interlocutor respondió:
- Yo me encargo de avisar a los demás Kyoya. Hasta mañana.
Cortaron la comunicación y Kyoya acomodó sus gafas sobre su frente, y se apretó el puente de la nariz. Entonces observó durante algunos instantes el teléfono en la palma de su mano, dudando repetir el mensaje. El otro mensaje.
Sentimentalismo infantil y totalmente improductivo. Colocó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta.
Paradójicamente, durmió durante la mayor parte del vuelo, su sillón de primera clase inclinado horizontalmente. Un sueño de plomo, sin soñar. Cuando despertó, le tomó algunos segundos el recordar que se encontraba a algunos miles de pies sobre el suelo y no en su apartamento en el campus. Le tomó un segundo más el recordar porqué.
Negándose a caer en inútiles cavilaciones y fuentes adicionales de estrés, abrió su laptop y volvió su atención a sus archivos. Su extraordinario poder de concentración le permitió no pasar el resto del vuelo revisando su reloj.
- ¿Señor Ootori?
Levantó los ojos hacia la azafata que, inclinada hacia él, lo miraba con interés. Sonrió:
- Sí. Soy yo.
- Hemos recibido un mensaje que le concierne: un auto le espera a nuestra llegada a Narita. Si desea confiarme su pasaporte, me encargaré de las formalidades administrativas a fin de que su pasaje por la aduana se reduzca al mínimo. ¿No tiene equipaje?
- No, ninguno. Muchas gracias.
Ella se retiró de la cabina con el pasaporte en tanto que una voz anunciaba por el altoparlante la proximidad de la llegada a Tokio. La noche se veía negra. Faltaba más o menos una media hora antes de aterrizar pero Kyoya no tenía la intención de trabajar más. Terminaba de conseguir una unión empresarial y se sentía incapaz de conseguir otra en el estado de estrés en el que se encontraba. Ya los llamaría después de pasar por el hospital.
Deslizando los audífonos en sus orejas, encendió la pantalla integrada en el asiento frente a él y revisó los canales disponibles sin prestarles mucha atención. Después de un rato, y algo desesperado, revisó como le era costumbre, uno de los canales financieros y, apoyando su brazo en el apoyabrazos, puso su mentón en la palma de su mano. Miró distraído los valores que desfilaban por la pantalla y bajó los ojos para cambiar su reloj a la hora japonesa.
- … la caída espectacular y esperada de los valores del grupo Suoh, después de la muerte ocurrida ayer al medio día del joven y legítimo heredero Tamaki Suoh, en un accidente de auto en la ciudad de Tokio. El mercado bursátil debería sufrir una baja de...
Con la respiración cortada, Kyoya levantó bruscamente la cabeza y sintió que fue golpeado en plena cara por el montaje en la pantalla.
En la parte izquierda, el rostro de Tamaki, su eterna sonrisa en los labios, sonriendo a la cámara, sus brillantes ojos azules chispeantes de vida. A la derecha, una calle infestada de bomberos, policías y espectadores en el fondo y, en el último plano, la carcasa de un suntuoso Porsche negro encastrado en el pilar de un puente.
- … los valores americanos han experimentado en los últimos días una clara...
La imagen de la pantalla se desvaneció de pronto y una voz anunció por los auriculares que las comunicaciones estaban cortadas; el avión iniciaba la fase final del aterrizaje.
« Encantado de conocerte, Ootori.
- Igualmente. ¿Te gustaría que te enseñara las instalaciones?
-¡Absolutamente! »
Tamaki... Tamaki estaba muerto.
Era absurdo. La idea en sí misma era absurda. Tan absurda que ni siquiera se le pasó por la cabeza. Tan absurda que su brillante inteligencia ni siquiera había considerado esa posibilidad.
Yuuichi lo llamó en persona. Yuuichi demandó su presencia. Yuuichi le había dicho que lo sentía.
Pero en ningún instante Kyoya pensó que podría ser...
- Su pasaporte, Señor Oot... ¿Señor? Señor, ¿está usted bien?
Kyoya hizo un esfuerzo físico sobrehumano para levantar la cabeza hacia el rostro inquieto de la azafata que le tendía su pasaporte. Sonrió, era muy fácil, un hábito adquirido después de años, cualquiera que sea la circunstancia.
- Sí, solo un poco fatigado. Gracias por su preocupación.
- Un mayordomo lo llevará a su coche.
- Gracias.
Extendió la mano hacia su pasaporte y abrió con sorpresa los ojos cuando vio temblar sus dedos. Apretando la mano un momento, Kyoya inspiró profundamente, antes de sonreír de nuevo y tomar su identificación otra vez de una forma segura y firme. La azafata asintió y se marchó, no sin antes lanzar por encima de su hombro una última mirada a ese sublime hombre aunque ahora pálido como la muerte.
Todo parecía irreal, los segundos se estiraban, interminables. Dos hombres discutían animados; al otro lado del pasillo las azafatas tomaban sus posiciones a la vez que fijaban sus cinturones de seguridad. La desaceleración del avión hacía sonar más intensamente los motores y Kyoya tragó mecánicamente saliva para combatir la despresurización. El avión se inclinó a la izquierda para tomar la pista de aterrizaje y las gafas de Kyoya destellaron con los rayos del sol naciente y los miles de puntitos luminosos que iban alumbrando uno a uno los vastos suburbios de la capital japonesa.
El choque de las ruedas en la pista y el ruido ensordecedor de los motores de inversión sacaron a Kyoya de su aturdimiento. Maquinalmente, como todos los otros empresarios presentes en los lujosos sillones de alrededor, sacó su celular y lo encendió.
Veintiocho llamadas.
Doce mensajes.
Cerró la laptop, se desabrochó el cinturón cuando el aparato se hubo apagado y se levantó, estirando sus largas piernas adormecidas por el vuelo y pasando una mano por su nuca fatigada.
«¡Kyooooyaaaa!¡Sé que estás tenso ! No te muevas, ¡daré un masaje a tus hombros!"»
- Señor Ootori, si desea seguirme.
Asintió con la cabeza, tomó su laptop bajo el brazo y siguió al hombre hacia el extremo de la unidad.
- Hasta pronto, señor, buen día. Esperamos que haya tenido un buen viaje y verlo pronto en nuestras líneas.
Sonrió a las dos azafatas y se precipitó hacia la puerta automática. Pasó a lo largo de los salones VIP, el ruido de sus pasos cubierto por la espesa alfombra azul oscuro. El hombre lo llevó al puesto de control y le indicó brevemente la dirección a seguir. Kyoya agradeció, depositó su computadora, su teléfono, su portafolio y sus gafas en la cinta corrediza y pasó hacia el pórtico delantero para recuperar todo. Otro hombre le hizo un ademán a modo de saludo y mantuvo abierta la puerta de cristal. Kyoya se estremeció, atizado por la frescura del alba y su mirada fue atrapada por un destello de luz: era la carrocería negra de una carísima limusina. Tachibana estaba junto a la puerta, con los brazos cruzados y la cabeza gacha. El ruido de los pasos de Kyoya sobre la escalera de metal le hizo levantar la cabeza al conductor quien inmediatamente, le abrió la puerta trasera.
Kyoya frenó su paso un instante al ver una silueta salir del coche.
Fuyumi. Fuyumi, quien recorrió los pocos metros que la separaban de su joven hermano y, literalmente, se derrumbó en sus brazos, el esbelto cuerpo sacudido por los sollozos.
- Kyoya... Oh Dios mío Kyoya... Tamaki... Tamaki está...
- Lo sé, le interrumpió suavemente su hermano.
La primera reflexión de Kyoya fue endurecerse y asegurarse que nadie más salga del auto –su padre, por ejemplo- Su segunda reflexión fue echar un vistazo para asegurarse que nadie más estuviera presente.
Ninguna otra persona aparte de Tachibana y Fuyumi.
Sólo entonces, dejó caer la maleta y su laptop al piso y, abrazando a su hermana, escondió su rostro en su cuello.
NOTA DE LA AUTORA:
Sí. Él está verdaderamente muerto. Ni los mejores médicos del mejor hospital de los Ootori pudieron resucitarlo. No. no es una falsa muerte o secuestro por yakuzas o algo por el estilo. No. Él no volverá como un fantasma, vampiro ni nada de eso. Sí. Como flash-back seguramente, sí. Es todo.
Sí. Lo maté. Y les juro que fue muy difícil, porque es un personaje que adoro, e ignoro cómo voy a poder seguir sin él el resto de mi fic.
Ódienme.
NOTA DE LA TRADUCTORA:
COMENTARIOS—DUDAS—INTENTOS DE ASESINATO (XD) DEJEN UNA REVIEW =)
CRÉDITOS: A LA BETA FRACTALS, QUIEN HIZO UN SÚPER TRABAJO DE RE-LECTORA DE NUESTRA QUERIDA AUTORA
