YO NO SOY LA AUTORA SOLO ME DEDICO A LA ADAPTACION DE LAS NOVELAS QUE LES TRAIGO, SI LES CAMBIO ALGUNAS COSAS O LES AÑADO OTRAS, PARA DARLE UN MEJOR DESARROLLO, PERO NI LA HISTORIA NI LOS PERSONAJES ME PERTENECEN, ALGUNOS DE LOS PERSONAJES DE ESTA HISTORIA SON PROPIEDAD DE STEPHENIE MEYER, EL NOMBRE DE LA HISTORIA ORIGINAL LA PUBLICARE AL TERMINO DE LA MISMA.
El Lago
Escocia, zona de la frontera
Verano 1136
-¿Dónde está la tercer muchacha?- Susurro Sir Edgard, mientras él y Emmett Mcarthy se escondían, agachados detrás de unos arbustos, espiando a dos espléndidas doncellas bañándose en la laguna.
Emmett casi se ahoga con su propia incredulidad.
-¡Por Dios!, Mira que sois codicioso,- susurró. - ¿No tienes suficiente con elegir entre ese par de bellezas? La mayoría de los hombres daría el brazo con que maneja la espada por tener el honor de hacer esa elección.
Ambos hombres se congelaron cuando la castaña, gloriosamente mojada por la luz del sol, se levantó sobre las ondas del agua lo bastante como para descubrir un par de pechos perfectos. La sangre se le fue a Edward del corazón a la entrepierna, haciéndola doler endemoniadamente. ¡Dios!, debía haberse acostado con esa mujerzuela de la ciudad antes de venir a negociar el asunto del matrimonio. Esto era tan absurdo como ir a comprar provisiones con un monedero lleno y no tener donde poner la mercadería. Pero, de alguna manera, logró soltar un gruñido indiferente, a pesar del deseo abrumador que irrumpía en sus pensamientos y transfiguraba su cuerpo.
-Un hombre nunca compra una espada, Emmett,- dijo con voz ronca, sin inspeccionar todas las espadas en la tienda.
-¡Ya veo!, pero un hombre nunca pasaría el pulgar por el filo de la espada que le ofrece su rey.
Emmett tenía razón. ¿Quién era Sir Edward Masen para cuestionar un regalo del rey Carlisle? Además, no fue un arma lo que él eligió. Sino una esposa.
-Bah. Una mujer no es muy diferente de otra, supongo,- dijo, Edward- No importa cual de ellas reclame como esposa.
Emmett gruñó con desaprobación.
-Eso dices ahora.- susurró, fijando una mirada lujuriosa en los dos jóvenes-Ahora que sabes que las opciones son generosas.- Un silbido se escapó de sus labios cuando una de las doncellas se sumergió en el agua brillante dándoles una vista de sus nalgas desnudas y tentadoras.
-Bastardo afortunado- Murmuró su amigo.
Si, Edward se consideraba afortunado. Cuando el Rey Carlisle le ofreció esa fortaleza escocesa y una esposa junto con ella, él había temido encontrar una fortaleza derruida con una mujer vieja en la torre.
Una mirada a las imponentes paredes de Swan alivió sus miedos de entrada. Y para su sorpresa, las candidatas a novias ante él, eran bombones exquisitos y el rey se las había servido en bandeja. En realidad eran las mujeres más apetecibles que él había visto en mucho tiempo, o quizás que jamás hubiera visto.
Sin embargo, la idea de matrimonio perturbaba a Edward.
-¡Mi Dios!, yo no podría decidirme, - consideró Emmett - ¿Esa belleza rubia o la belleza morena con el pelo rizado?
Edward soltó un suspiro.
-Ninguna- respondió Edward.
-Ambas- decidió Emmett.
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Isabella de Swan lanzó su largo cabello castaño sobre un hombro. Podía sentir los ojos de los intrusos en ella, los había presentido durante un buen rato.
No era que a ella, o a sus hermanas, les importasen si eran atrapadas bañándose. No sentían modestia o vergüenza. ¿Cómo podrían estar avergonzadas u orgullosas de tener lo que todas las mujeres poseían? Si un inoportuno muchacho lograba observarlas con lujuria, no era más que una tontería por su parte.
Isabella pasó sus dedos por las trenzas mojadas y lanzó otra mirada superficial hacia lo alto de la colina, hacia la densa niebla. Los ojos clavados en ella posiblemente pertenecieran a un par de jóvenes curiosos que nunca habían visto a una doncella desnuda. Pero no se atrevió a mencionar su presencia a Rosalie, porque su impetuosa hermana posiblemente sacaría su espada primero y preguntarían que andaban haciendo después. No, Isabella manejaría esa travesura sola, y más tarde. Porque ahora ella tenía un asunto serio que discutir con Rosalie. Y no tenía mucho tiempo.
-¿Retrasaste a Alice?- preguntó, pasando la mano llena de jabón a lo largo de su brazo.
-Le escondí la daga,- le confío, Rosalie- después le dije que vi al muchacho del establo en su habitación.
Isabella asintió. Eso retendría a su hermana al menos por un tiempo. Alice no permitía que tocaran sus valiosas armas.
-Escucha, Bella.- advirtió - No permitiré que Alice se sacrifique. No me importa lo que papá diga. Ella es muy joven para casarse. Muy joven y demasiado...- suspiró exasperada.
-Ya lo sé.
Lo que ambas dejaron sin decir era el hecho que su hermana mas joven no era como ellas. Isabella y Rosalie eran hijas de su padre. Su sangre Vikinga corría por sus venas. Altas y fuertes, ellas poseían voluntad de hierro además de habilidades. Las conocían en la zona de la frontera como "las Doncellas
Guerreras de Swan", se habían adaptado al uso de la espada como un bebé al pecho de su madre.
Su padre las había criado para ser luchadoras, para no temer a ningún hombre.
Alice, sin embargo, para decepción del Lord, era tan delicada y dócil como su fallecida madre. Cualquier gota de espíritu guerrero que hubiera tenido en la sangre, había sido eliminado, por su madre, Lady Renne, quien había rogado para que Alice fuese salvada de lo que ella denominaba "la perversión de las otra dos hermanas".
Después de que su madre muriera, Alice había tratado de complacer a su padre a su manera, juntando una impresionante colección de armas exóticas de mercaderes viajantes. Pero no había desarrollado ningún deseo ni la fuerza para empuñarlas. Ella se había convertido, en pocas palabras, en la humilde, dócil y obediente hija que su madre siempre deseó. Y así Isabella y Rosalie habían protegido a Alice toda su vida de su propia indefensión y de la decepción de su padre.
Ahora era su responsabilidad salvarla de un matrimonio indeseable.
Isabella pasó a su hermana el jabón.
-Confía en mí, no tengo intención de enviar al corderito al matadero.
La chispa luchadora de Rosalie brilló en sus ojos.
-¿Desafiaremos al novio Normando, entonces?
Isabella frunció el ceño. Ella sabía que todos los conflictos se resolvían en el campo de batalla. Pero negó con la cabeza.
Rosalie maldijo en voz baja y decepcionada pateó el agua.
-¿Por qué no?
-Desafiar al Normando es desafiar el rey.
Rose arqueó una ceja en desafío.
-¿Y?
Un día la audacia de Rosalie sería su desgracia.
-Es traición, Rose.
Rosalie emitió un suspiro irritado y se frotó el brazo.
-Casi no sería traición, hemos sido traicionadas por nuestro propio rey. Ese entrometido es un Normando, ¡Isabella! ¡UN NORMANDO!- gritó ella con desprecio - ¡Ah! He oído que ellos son tan "suaves" que no pueden dejarse crecer la barba como un hombre haría. Y algunos dicen que bañan hasta los cerdos en lavanda.- Se estremeció con solo pensarlo.
Isabella estaba de acuerdo con la frustración de su hermana, y quizás también con sus afirmaciones. De hecho, ella se había sentido igual de ultrajada cuando supo que el Rey Carlisle había cedido la administración de Swan, no a un escocés, sino a uno de sus aliados normandos. Si, se decía que el hombre era un feroz guerrero, pero seguramente él no sabía nada de Escocia.
Lo que complicaba las cosas era que su padre no había protestado la decisión del rey. Pero el lord de Swan no había estado en sus cabales por meses.
Isabella frecuentemente lo haba encontrado hablando al aire, dirigiéndose a su madre muerta, y siempre se perdía en la fortaleza. Parecía vivir un tiempo idílico en el pasado, donde sus reglas no eran cuestionadas y sus tierras eran seguras.
Pero con la corona descansando inestablemente en la cabeza del rey Aro, codiciosos barones Ingleses habían comenzado a descontrolarse en la zona de las fronteras, tomando las tierras que podían en el caos provocado por ellos mismos.
Durante el último año las hermanas habían escondido la enfermedad de su padre tan bien como pudieron, para prevenir la percepción de que Swan era un blanco fácil. Isabella había servido como administradora de la fortaleza y como comandante de la guardia, con Rosalie de segunda al mando, y Alice se había ocupado de la casa y las cuentas.
Lo habían logrado. Pero Isabella era inteligente y sabía que eso no podía durar para siempre. Tal vez esa fue la razón para esa súbita decisión del rey. Tal vez los rumores de la debilidad de su padre habían sido esparcidos.
Isabella había pensado mucho tiempo sobre el tema y finalmente aceptó la realidad.
Los caballeros de Swan eran valientes y habilidosos, pero no habían peleado en una batalla real desde antes que ella hubiera nacido. Ahora, hombres guerreros hambrientos por poseer sus tierras amenazaban la zona de la frontera. Y a Swan le serviría mucho recibir el consejo de un guerrero experimentado en combates, alguien que pudiese aconsejarla en su posición de comandante.
Pero la misiva que había llegado la semana pasada con el sello del Rey Carlisle, y de la que solo Rose y ella tenían constancia, ordenaba que una de las hijas de Swan fuera dada en matrimonio al nuevo administrador. Claramente el rey quería una posición más permanente para el caballero normando.
La noticia la había golpeado como un mazazo en el vientre. Con la responsabilidad de manejar el castillo, la última cosa que estaba en la mente de las hermanas era el matrimonio. Que el rey casase a una de ellas con un extranjero era inconcebible.
¿El rey Carlisle dudaba de la lealtad de Swan?
Ella se sentía tentada a desenvainar su propia espada y unirse a su fervorosa hermana y provocar una masacre Normanda
Rosalie se metió debajo del agua, para enfriar su furia.
-¡Ya sé! ¿Qué te parece si emboscamos al novio Normando en el bosque?-dijo con entusiasmo- Agarrarlo desprevenido. Cortarlo en pedacitos. ¿Y acusamos a "La Sombra" de su muerte?
Por un momento, Isabella sólo pudo mirar en silencio a su hermana sedienta de sangre. Temiendo que ella estuviera hablando en serio.
-¿Matarías a un hombre tomándolo desprevenido y acusarías a un ladrón común y corriente de su muerte?- dijo reprendiéndola y tomó el jabón. -No, nadie será asesinado. Una de nosotras se casará con él.
-¿Por qué debemos hacerlo?- dijo, Rose, malhumorada- ¿No es suficientemente odioso que debamos entregar nuestro hogar a ese hijo de puta?
Isabella apretó el brazo de su hermana, pidiendo con ese gesto que la mirase.
-No cederemos nada. Además, vos sabéis que si una de nosotras no se casa con él, Alice se ofrecerá, queramos o no y papá le permitirá hacerlo. No podemos permitir que eso pase.
Rosalie se mordió la lengua para no maldecir, después murmuró, -Normando estúpido. Ni siquiera tiene un nombre decente. ¿Quién llamaría a un niño Edward?
Isabella debía coincidir con esa idea, sin embargo, el nombre Edward no le despertaba visiones de un líder responsable. O de honor. O de piedad. Más bien sonaba como el nombre de un bárbaro salvaje.
Rosalie suspiró profundamente, después asintió y tomó el jabón otra vez.
-Seré yo entonces. Me casaré con este hijo de...
Pero Isabella pudo ver un brillo asesino en los ojos de Rosalie que si ella se casaba con él, su nuevo marido no pasaría de la noche de bodas. Y a pesar de que Isabella no lloraría la muerte del intruso normando, no deseaba ver a su hermana arrastrada a la corte del rey acusada de asesinato.
-¡No! -dijo.- Es mi deber. Me casaré con él.
-No seas tonta.-respondió Rose- Yo soy más experta que tú. Además,...- dijo con una sonrisa traviesa, frotando el jabón entre sus manos, -mientras yo entretengo al bastardo, tu puedes reunir fuerzas para un ataque sorpresa. Le quitaremos Swan, Isabella.
-¿Estás loca?- Isabella salpicó con agua a su temeraria hermana. Bella tenía poca paciencia para la furia ciega de Rosalie. A veces Rose mostraba una arrogancia típica de los Vikingos, creyendo que toda Inglaterra podía ser conquistada sólo con una docena de bravos escoceses.
-Es la voluntad del Rey Carlisle que el Normando se case con una de nosotras. ¿Qué harás cuando su ejército venga a hacernos cumplir la orden del rey?
Rose silenciosamente sopesó sus palabras.
-No- dijo Isabella antes que Rose pudiera crear otro plan de emergencia. -Yo me casaré con el cretino Normando.
Rosalie se calló por un momento, y después intentó con otra táctica.
-¿Qué pasaría si él me prefiere a mí? Después de todo, Yo tengo mas de lo que les gusta a los hombres.- Salió del agua para posar provocativamente y ofrecer la prueba de su palabras. -Soy mas joven. Mis piernas tienen mas forma. Mis pechos son más grandes.
-Tu boca es mas grande,- contestó, Isabella, sin afectarle el intento de Rosalie de provocarle. -A Ningún hombre le gusta una mujer con la lengua de víbora.
Rose frunció el ceño. Sus ojos se iluminaron otra vez.
-¡Muy bien! Pelearemos por él.
-¿Pelearemos?
-La ganador se casa con el normando.
Isabella se mordió el labio, considerando seriamente el desafío. Las posibilidades de vencer a Rose eran buenas, ya que ella peleaba con mucho mas control que su volátil hermana e Isabella estaba harta con las estupideces de Rosalie para aceptar su desafío y arreglar el asunto de una vez.
Pero aún estaban los espías en la colina. Y al menos que ella estuviera equivocada, Alice se acercaba apresuradamente hacia ellas.
-¡Shhh!- susurró.-Alice viene. No hablemos más de esto por ahora.-Isabella su larga cabellera del agua, y continuó en un susurro -El normando debería llegar en un día o dos. Tomaré mi decisión antes del atardecer. Mientras tanto, debes retener a Alice aquí. Tengo algo que hacer.
-¿Los hombres en la colina?
Isabella pestañeó.
-¿Lo sabías?
Rose levantó una ceja irónicamente.
-¿Cómo podría no haberlo notado? El sonido de los jadeos de esos imbéciles despertaría hasta a un muerto. ¿Estás segura que no necesitas ayuda?
-No pueden ser más que dos o tres.
-Dos. Y están muy distraídos en este momento.
-Bien. Mantenlos distraídos con tu generoso cuerpo.
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-¡Dios sea alabado!,- dijo Emmett entre dientes. - Aquí viene la tercera.
Edward asintió mirando a la delicada, figura de cabellos negros que cruzaba el campo verde y se dirigía a la laguna, desvistiéndose a medida que llegaba allí.
-Por Dios, es bonita, dulce y pequeña, como una cereza suculenta.
Edward había sospechado que la última hermana sería manca, o que le faltarían varios dientes o que sería una deficiente mental. Pero a pesar que parecía frágil y menos imponente que sus curvilíneas hermanas, ella, también, poseía un cuerpo que humillaría a una diosa. Él sólo podía sacudir su cabeza asombrado.
-¡Dulce Virgen María, Edward!,- exclamó Emmett con un suspiro mientras la tercera doncella saltaba dentro de la laguna, y empezaban a chapotear como sirenas juguetonas. -¿A quién le tuviste que besar el culo? ¿Al rey? ¡No podéis tener tanta suerte!
¿Qué había hecho él para merecer la opción de elegir una esposa entre semejantes bellezas? Ah si… había servido a Carlisle en diferentes batallas varias veces, pero había visto al rey sólo una vez en Escocia. Le parecía que le había caído bien al rey, y Edward había salvado un buen número de hombres del rey de caer en una emboscada ese día. Pero seguramente no fue más que lo que cualquier comandante hubiera hecho.
Todo era un enigma.
-Algo no encaja, algo no está bien.
-Ah si, algo no está bien,-concordó finalmente dejando de mirar a las tres doncellas para enfocarse en Edward. - Has perdido la cabeza.
-¿Te parece? ¿O debería sospechar que podría haber una serpiente en este jardín?
Los ojos de Emmett se estrecharon pícaramente.
-La única serpiente es la que se está levantado debajo de tu cinturón, Edward.
-¿Dime otra vez, qué te dijo exactamente Seth?
Edward nunca entraba en un campo de batalla a ciegas. Eso era lo que lo había mantenido vivo a lo largo de las peligrosas campañas. Dos días antes había enviado a Seth, su confiable escudero, disfrazado como un juglar, a descubrir todo lo que pudiera acerca de Swan.
Había sido Seth quien los había avisado de la intención de las hijas del Lord de bañarse en la laguna esa mañana.
Emmett se frotó pensativamente su mentón, recordando lo que el escudero había dicho.
-Dijo que el lord está senil. Tiene una debilidad por los dados, apuesta alto, y pierde bastante. Y... ah… si, dijo que el viejo no tiene administrador. Tiene intención de dejarle el castillo a su hija mayor.
-¿Su hija?- Eso era una novedad para Edward.
Emmett se encogió de hombres.
-Son escoceses.- dijo, como si eso explicase todo.
Edward frunció su ceño mientras pensaba.
-Con Aro reclamando el trono inglés, el Rey Carlisle necesita muchas fuerzas para mantener en orden las tierras de la frontera- consideró.- No muchachas.
-Bueno, eso es, entonces. ¿Quién mejor para ser el líder de Swan que el ilustre Sir Edward? Es ampliamente sabido que los Caballeros de Masen no tienen igual - Emmett se volvió, con ganas de volver a espiar.
En la laguna, mas abajo, la voluptuosa muchacha sacudió la cabeza, salpicando a su risueña hermana y moviendo su torso desnudo de un modo que hizo que Edward instantáneamente se excitara sexualmente. Al lado de él, Emmett gimió, de placer o dolor, Edward no estaba seguro.
Súbitamente dándose cuenta el significado del gemido, Edward lo golpeó en el hombro.
-¿Por qué me golpeas?- susurró
-Por mirar con lujuria a mi novia.
-¿Cuál es tu novia?
Ambos volvieron sus miradas a la laguna.
Edward estaría para siempre arrepentido por su momentáneo de distracción en sus instintos de guerrero. Cuando oyó las suaves pisada detrás de él fue demasiado tarde para hacer algo. Emmett nunca llegó a oírlas. El estaba demasiado ocupado complaciendo sus ojos.
-Espera. Sólo veo dos de ellas ahora. ¿Dónde está la morena?
-Aquí. – Dijo una voz femenina detrás de él.
Bueno bueno, esto de espiar no esta nada bien verdad¿? Jejejeje, que les pareció continuo¿?, pinta bien verdad¿?... Solo puedo decir, varias cosillas… primero a pesar de ser una historia Edward & Bella… hay pinceladas para las otras dos parejas… Emmett & Rosalie y Alice & Jasper y segundo creo que es una historia sumamente divertida…
Bueno me gustaria leer opiniones… nos leemos guapas.
