Los años pasan; las personas cambian de muchas formas distintas, pero siempre regresan al mismo lugar, aquel que años atrás les brindó calor de hogar, y del cual existe añoranza, lo admitan o no.
Recorría una vez más aquellas carreteras que hace ya varios años fueron tan conocidas, antes guiándolo hacia un hogar con su familia, el instituto, algún lugar con amigos, o si no a aquella casa que le dejó su abuela, escondida, y que pocos conocían, y que en aquel tiempo fue su refugio, su segunda casa. La lluvia, tan característica de aquel lugar, caía aquella noche, todo rodeado de una oscuridad profunda. El único sonido que se escuchaba era el parabrisas de su auto.
El camino se le estaba haciendo eterno, cuando por fin llegó a aquella pequeña casa, en la que se notaba no había vida desde hace años. Pensó una vez más si aquella era la decisión correcta, pero no había marcha atrás, ya no podía hacer nada; sólo esperaba no encontrárselos. Sí, aunque le doliera en lo más profundo de su orgullo, tenía ganas de volverlos a ver, abrazarlos, decirles tantas cosas, pero no se lo podía permitir.
Edward bajó del carro, corrió hacia la puerta junto a su perro, sacó las llaves de su pantalón y abrió aquella puerta que pensó no volvería abrir. Se escuchó un chirrido; la casa tenía mucho tiempo sin mantenimiento, todo estaba lleno de polvo y seguía tal y como la dejó la última vez que estuvo ahí.
Habían pasado ya 6 años desde la última vez que pisó aquel lugar. Miles de recuerdos lo embriagaron en milésimas de segundo, tanto felices como los últimos momentos que fueron como el maldito infierno, de los cuales sólo recordaba gritos y maldiciones. No se podía quejar de la vida que había llevado hasta ese momento, pero los más recientes acontecimientos de los últimos meses lo estaban destruyendo lenta y dolorosamente, tanto así que tomó su última alternativa, en la cual lo favorecía tanto a nivel profesional, pero al mismo tiempo lo hacia enfrentar aquel pasado que permanecía enterrado y hasta aquel instante quería seguir evitando.
Bajó las maletas del carro. No traía consigo muchas pertenencias, pero tampoco esperaba que su estadía fuera larga. Caminó hacia el baño, abrió la llave del lavabo y para su suerte tenía agua; se lavó la cara, miró hacia el espejo que tenía frente a él todo lleno de polvo, con su mano lo limpió un poco y la imagen que apareció ante él no era la misma. Tenía la barba crecida, sus facciones eran más maduras, sus ojos denotaban coraje, tristeza, añoranza, pero también podía observar que ya no era aquel adolescente caprichoso; ahora era alguien con un futuro y eso era lo que lo había regresado aquí.
New York
Edward Cullen, con 23 años, tenía poco tiempo de haberse graduado de la carrera de arquitectura y para ser tan joven, poseía experiencia y un poco de fama, trabajando con grandes compañías y como algunos de sus trabajos se lo demandaban, viajaba mucho. Tenía una situación económica estable, pero su situación actual le demandaba trabajar más.
Aquella tarde tan soleada Edward se encontraba firmando un gran contrato, que significaba mucho en su carrera. El proyecto a pesar de ser chico, era una gran responsabilidad llevarlo, por la empresa con que estaban trabajando. Una oportunidad. Firmó con seguridad, no existía duda alguna.
—Estoy segura que elegí a la persona correcta para este proyecto señor Cullen —comentó Aro Vulturi.
—Muchas gracias, usted sabe que ésta es una gran oportunidad para mí, le prometo no desperdiciarla —contestó Edward con una gran sonrisa.
—Y dígame señor Cullen ¿Cuándo parte hacia Port Angels?
—¿Cómo? No entiendo
—Sí, el proyecto se llevará a cabo en Port Angels, pensé que se había dado cuenta de eso.
—Perdón, pero la verdad se me pasó ese detalle. —Ante aquel dato, palideció un poco.
—Sé que está algo lejos de su casa, ¿está seguro de que quiere ir?
—Claro que sí señor, si me disculpa iré a arreglar mis cosas.
—Por supuesto, nos vemos pronto. No me defraudes muchacho.
Esa noche meditó por mucho tiempo aquella decisión con su almohada, pero ya no había marcha atrás; no podía darse el lujo de rentar un apartamento y por más que se quisiera negar, su única opción era regresar a aquella casa que era sólo de él. Le costó toda una noche sin dormir llegar a aquel resultado. Además tenía que viajar cada dos semanas a checar otro proyecto. Era un riesgo quedarse en Forks pero lo tomaría, además trabajaría toda la mañana; si era un lugar pequeño, saldría muy temprano y regresaría tarde, en su plan no tenía por qué toparse con ellos. O al menos eso quería creer.
Solamente regresó a San Francisco, que era el lugar donde se encontraba establecido, y aunque actualmente pagaba una casa y un departamento el cual era donde se quedaba, hablo con aquella mujer de cabellera rubia, para instantes después regresó acompañado de su perro a lo que seria su nuevo reto.
Aquella noche se quedó en el sillón, con su perro y los recuerdos como su única compañía; no pudo conciliar el sueño, observaba a su perro dormir como roca y tan tranquilo que le causaba envidia, cada vez que cerraba los ojos lo invadían recuerdos tanto del pasado como del presente.
Fue poco el tiempo que logró dormir. Cuando escuchó la alarma de su celular sonar se despertó apresuradamente, se dio una ducha rápida y partió hacia su nuevo trabajo, que se encontraba en Port Angels.
Mientras Edward iniciaba un largo día de trabajo, Alice Cullen su hermana más chica iba despertando. Ella se encontraba trabajando en una tienda de modas, aunque estaba de vacaciones, Jasper Hale, su novio era un psicólogo que estaba subiendo al éxito. Emmett Cullen y su prometida Rosalie Hale eran grandes abogados.
Bella Pov
Cerré con furia aquella caja que sólo contenía recuerdos dolorosos; lo sé, es tonto que después de tantos años siga sufriendo por él, que lo quiera, pero fue el amor de mi vida, aunque para la gran mayoría fuimos sólo dos adolescentes y yo el nuevo juguete con el cual se divirtió. Le entregué mi corazón y me lo devolvió roto, desecho y sin esperanza de volver a latir.
Me encantaría volver a saber de él, cómo está, que ha pasado con su vida, y sé que ciertas personas también quisieran saber de Edward por más que digan que no les importa y que sólo es un mal recuerdo. Observé una vez más aquella caja y por último aquella carta que una vez me mandó el gran Edward Cullen, mujeriego y rebelde sin remedio alguno. Al escuchar mi teléfono celular sonar, aquella época se esfumó…
—Hola
—Hola Bella, buenos días ¿Cómo amaneciste?
—Muy bien Alice ¿y tú?
—Excelente. Saliendo de trabajar paso por tí para ir a comer, ok.
—Sí, está bien, te veo al rato, adiós.
—¡Adiós! —fue lo último que dijo antes de colgarme.
Alice nunca cambiaría, es mi mejor amiga desde el instituto y la persona más interactiva que conozco. Además de ser hermana de Edward, Emmett es el hermano mayor de Alice y por consiguiente también es hermano de él aunque desde que nosotros rompimos su relación de hermandad se dañó mucho y cuando desapareció fue la gota que derramó el vaso. Jasper y Rosalie también eran grandes amigos y pareja de Aliy Emm; ellos no conocieron mucho a Edward pero sólo con escuchar aquellas historias de nuestro pasado, bastaba para que formara parte de su lista negra.
Terminé de arreglarme para irme; trabajaba en una guardería y me encantaba estar con los niños.
Edward Pov
Dos semanas habían pasado más rápido de lo que yo mismo imaginé y mi vida se convirtió en la misma rutina, repitiéndose una y otra vez sin descanso alguno: levantarme, bañarme, darle de comer al perro, desayunar algo, irme al trabajo, comer cualquier cosa si es que alcanzaba, regresar a casa, hacerme algo de cenar y dormir. Y si alcanzaba jugar un rato con el perro.
A diario recuerdos de mi vida en este lugar me abrigaban. Ya no me parecía en nada a ese adolescente; había madurado. Pero lo que cada noche me atormentaba era aquella pesadilla, que pensé permanecía enterrada, la última vez que ví a Esme.
Mi cumpleaños estaba próximo y creo que la única persona con quien lo celebraría sería con mi amada mascota, que irónico. Me tomaría este fin de semana libre para hacer un poco más habitable el lugar donde vivo.
Bella Pov
Una semana y media después.
Me encontraba afuera de la casa de los Cullen, puesto que me habían invitado a cenar, justamente hoy que era el día del cumpleaños de Edward. Toqué el timbre e inmediatamente me abrió Emmett.
—¡Hola Bella!
—Hola Emm, ¿Cómo estás?
—Bien, bien, el ambiente está un poco tenso nomás…
Cuando escuché unos gritos provenir de la sala, Emmett y yo nos miramos y entramos a ver qué pasaba.
—¡¿Por qué en esta fecha mamá? —gritaba Alice.
—No le hallo lo malo, Alice —contestó Esme con tono calmado.
—Muy bien sabes qué día es hoy.
—Sigo sin ver el error, si mal no recuerdo dijiste que a tí no te afectaba, así que hoy es un día como cualquier otro.
—¡MAMÁ!
—Y este día he decidido hacer una cena.
—Cada año es lo mismo mamá, sigues haciendo una cena en su cumpleaños aún sabiendo que ese animal que tienes por hijo no va a regresar —intercedió esta vez Emmett.
—Es mi gusto y les pido un poco de comprensión. —fue lo último que dijo Esme antes de irse a la cocina.
—Y esto es todos los años —comentó Rosalie —No entiendo cual es su afán de hacerse tanto daño.
—Nosotros menos y nos duele verla así —contestó Emmett mientras la abrazaba por detrás.
—Hijos, entiéndanla un poco, la última conversación que tuvo con Edward fue complicada —dijo Carlisle.
—Siempre repiten esa maldita conversación, pero nunca nos han dicho de qué demonios hablaron — contestó una enfurecida Alice.
—Ese tema es algo que a mí no me corresponde — le contestó su padre.
—Amor, cálmate — le dijo Jasper.
—Alice, eso ya es pasado, estoy segura de que él no regresará. Sería tonto si lo hiciera y más si es consciente de que no tiene el apoyo de ninguno de nosotros — le dije tratando de calmarla.
Fueron unos breves momentos de silencio, cuando se escuchó que abrieron la puerta y entró Jacob con cara de confusión.
—Chicos, me van a decir loco o demente, pero me pareció ver a Edward en el supermercado comprando comida para perros —todos quedamos anonadados ante esa revelación.
—Sí que estás loco, es absurdo, Edward odia a los animales —contesté y era cierto. Hay un millón de cosas que aprendí que no le gustaban y entre ellas estaban las mascotas.
