DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

AVISO: Este fic participa en el Primer Reto "Historias en Canciones" del foro "El triángulo donde tres están unidos".

Bueno, ¡pues esta es la primera historia basada en una canción! La verdad es que estaba muy emocionada, porque esta canción la propuse yo y para mí es la canción más romántica jamás escrita. Solo tiene 693 palabras porque la inspiración no estaba de mi parte, pero creo que ha quedado bastante bonito (?)

NOTA: Dependiendo de qué canción elija para cada mes, escribiré sobre una pareja diferente. No obstante, ahora pondré que el pairing es Dramione y la portada será una foto suya. Iré cambiando de pareja según vaya escribiendo.

Este va para Gizz Malfoy Granger, para que se anime un poco y se recupere pronto.

Y porque la amo y sé que le encanta esta canción.

I don't wanna miss a thing - Aerosmith


Sweet surrender

Don't wanna close my eyes,

I don't wanna fall asleep,

'cause I'd miss you, babe

and I don't wanna miss a thing

Draco se había debatido toda su vida entre lo que estaba bien y lo correcto. Había intentado obedecer a sus padres, cumplir con las obligaciones para con su familia y apellido. Algunas veces había triunfado, pero otras —muchas, en realidad—, había fracasado estrepitosamente. Ahora, pensándolo con objetivismo, se preguntaba si la sensación que le oprimía el estómago era porque había decepcionado a su padre o porque, en el fondo, se alegraba de no haberlo conseguido y eso lo hacía ser asquerosamente débil.

Sí, se había debatido en silencio durante muchos años, hasta que la guerra terminó. Durante meses, se consideró un cobarde por alegrarse de que su bando no hubiera ganado la guerra. Nunca había cuestionado la supremacía de los sangre pura, pero cuando vio a Granger tendida sobre el suelo… Nunca podría borrar de su mente los gritos que salían de su boca mientras su tía la torturaba. Nunca podría olvidar su mirada vacía. No lo miró con odio o resentimiento, no. Cuando sus ojos marrones se posaron en él, una lágrima solitaria recorrió su mejilla, como preguntándole: ‹‹¿Por qué? ¿Por qué te quedas mirando sin hacer nada?››.

‹‹Sí, Draco, ¿por qué?››, se preguntaría él durante mucho tiempo.

Por eso, decidió que era hora de cambiar. Y cuando llegó a Hogwarts para completar séptimo año y vio que no estaría solo, decidió que debía enmendar sus errores. Al principio, acercarse a Granger había sido como intentar andar sobre brasas ardientes y pretender no quemarse. Lo entendía: se había burlado de ella, la había humillado, había deseado su muerte. No podía culparla por no querer saber nada de alguien cuya familia la consideraba poco más que un animal.

Pero él ya no era así. Podía parecer muy cliché, pero había cambiado.

Y allí se encontraba, varios años después, al lado de la mujer que amaba. Ella dormía profundamente, dándole la espalda, pero Draco no necesitaba verla para recordar sus rasgos a la perfección. Había pasado muchas noches de insomnio (y pesadillas) observándola. Si cerraba los ojos, podía recorrer con la mente su pelo ensortijado, del que ella siempre se quejaba y que Draco amaba en secreto, sus ojos, rematados con pestañas largas y negras, su naricita, que él siempre besaba cuando le traía el desayuno a la cama, y esos labios que eran el paraíso en la Tierra.

Sí, Draco pasaba muchas noches en vela, oyendo su respiración acompasada y dando gracias por tenerla a su lado. A veces, cuando tenía una pesadilla y despertaba empapado en sudor, ella lo abrazaba y le susurraba que todo estaba bien. Entonces él daba gracias porque no fuera todo un sueño y que Hermione estuviera realmente allí, con él.

Mentiría si dijera que no había sido condenadamente difícil que ambos admitieran sus sentimientos. Lo tenían todo en contra: su pasado en común, la familia de él, los amigos de ella, la guerra. Pero al final, se habían dejado llevar. Rendirse ante lo que sentía había sido la mejor decisión que Draco había tomado en su vida. Se arrepentía de muchas cosas en su vida, pero nunca de amar a Hermione Jean Granger.

Un llanto sacó a Draco de su ensoñación. Hermione se removió y gimió.

—Ya voy —musitó con voz adormilada.

Draco salió de la cama y se acercó a Hermione. Le dio un beso suave en la frente.

—Tranquila, yo me encargo.

Ella sonrió y hundió el rostro en la almohada.

—¿Qué haría sin ti?

—Muchas cosas, pero ahora ya no puedes escaquearte. —Draco sonrió mientras se dirigía a la habitación de su hijo recién nacido.

Observó a Scorpius Malfoy Granger, que lloraba a pleno pulmón. Lo cogió en brazos y metió el biberón en su boca. El pequeño pareció calmarse al instante.

—Eres un glotón, ¿sabes?

Cuando se terminó toda la leche, Scorpius volvió a dormirse. Draco lo acunó unos minutos más antes de dejarlo en su cuna con todo el cuidado del mundo. Lo observó dormir. Era un bebé precioso. Había sacado todos los rasgos físicos de los Malfoy, pero Draco esperaba que fuera como su madre.

Volvió al dormitorio y se acostó, pero ¿para qué dormir, si su vida no tenía nada que envidiar al mejor de los sueños?


Espero que os haya gustado :)

MrsDarfoy