Noctem

Capítulo 1

Cuando Bilbo escuchó los golpes en la puerta de su departamento aquella noche de tormenta supo que algo iba a cambiar en su vida. No es que estuviera consciente de que todo su destino iba a dar un vuelco drástico, pero sí presintió que algo andaba mal. Así que, sobreponiéndose a aquella sensación de desastre, se puso su bata y abrió la puerta. Y fue mucho peor darse cuenta que era Primula quien lo buscaba con desesperación.

Su cabello castaño y rizado estaba hecho un desastre debido a la cantidad de agua que le había caído encima y su cuerpo se estremecía debido al frío. Y, cuando los ojos de Bilbo descendieron se dio cuenta que su mano estaba aferrada a otra mucho más pequeña e indefensa: la de su hijo, Frodo.

—Vamos, pasen. Adentro tengo algo con lo que pueden secarse —los apresuró. Sin embargo, antes de cerrar la puerta, se asomó al pasillo, como si esperara que algo o alguien más los acompañara. Porque, dentro de él sabía que sus parientes no habían llegado solos; traían algo arrastrando, probablemente un problema que también lo terminaría por alcanzar a él.

Después de que Frodo y Primula se cambiaron de ropa; la de Bilbo era grande para ellos, pero por lo menos estaba seca. El joven observó a su prima y trató de averiguar en sus ojos el motivo que la había traído a su departamento antes de hacerle preguntas; se veía completamente desesperada y eso nunca era buena señal. Se preguntó qué podría haberla hecho llegar hasta ahí sin siquiera plantearse la idea de llevarse un paraguas o por lo menos proteger a su hijo de la lluvia. Bilbo observó a Frodo; el niño se veía asustado pero no tanto como su madre, probablemente el mal tiempo lo tenía así, pero sabía que después se olvidaría de todo; sólo tenía cinco años y era fácil olvidar a esa edad.

—¿Qué sucede? —Preguntó Bilbo, sabiendo que, tarde o temprano, alguno de los dos tenía que iniciar lo que parecía iba a ser una dolorosa conversación.

Los ojos de Primula se estrecharon, parecía que su rostro iba a deshacerse en llanto en cualquier momento, pero, como buena madre, se guardó su dolor para proteger a su hijo. Su boca se contrajo y su mirada cayó sobre la de Frodo. El niño se abrazó a las piernas de su madre.

—Ven, Frodo, tengo chocolate caliente en la cocina, te voy a servir un poco —le dijo Bilbo, extendiendo un brazo hacia él.

El niño sonrió.

—¿Tienes malvaviscos?

—Por supuesto.

Después de que Bilbo dejó a Frodo en la cocina volvió a sentarse junto a Primula. La mujer tenía el rostro enterrado entre sus manos, se veía bastante desolada.

—Le pasó algo a Drogo —anunció, levantando la cabeza, antes de que Bilbo pudiera decir algo—, tal vez… está muerto.

Bilbo la observó un momento, tratando de asimilar la información que acababa de recibir. Hacía mucho tiempo que no tenía contacto con su prima, pero sabía que su marido se había ido a trabajar a una de las principales ciudades del país: Pentameron.

—Tranquila, no tienes que decir cosas de las que no estás segura… ¿Desde cuándo no hablas con él?

Primula soltó un sollozo, pero lo ahogó cubriéndose la boca rápidamente; sus ojos se dirigieron a la cocina, y cuando se dio cuenta que Frodo no había escuchado se volvió a descubrir los labios.

—Él me enviaba cartas cada semana, Bilbo. Sin falta. Y ya ha pasado un mes desde su última carta, se que algo le sucedió y que fue algo muy malo.

—Pero… ¿Por qué cartas? ¿No sería mejor hablarle por teléfono?

Primula lo observó por unos instantes y después negó con la cabeza; sus labios estaban temblando.

—¡Es que tú no entiendes nada sobre Pentameron! —Exclamó desesperada— Es un infierno. No te permiten comunicarte, sólo por cartas, porque ellos se encargan de revisarlas antes de enviarlas. No puedes usar el celular, el teléfono o el internet para tener contacto con tu familia. Además… ellos dicen que una vez que entras… no puedes salir.

Bilbo la miró fijamente sin decir una palabra. Lo cierto era que no tenía nada que decir. Todo lo que salía de boca de Primula sonaba a locura, como si estuviera viendo una mala película sobre mafia o alguna seca satánica… No podía ser posible que en pleno siglo XXI en un país libre como en el que vivían ellos, existiera una ciudad que se asemejaba más a la época en el que el feudalismo imperaba.

—¿Qué tal si te sirvo un té y después descansas un poco? Tal vez mañana podamos platicar con más calma…

Primula frunció el ceño y se secó las lágrimas que comenzaban a caer por sus mejillas.

—Sabía que no me ibas a creer.

Bilbo, que se había puesto de pie para traerle un poco de té a su prima, decidió volver a sentarse. El suspiro que escapó de sus labios sólo hizo que Primula se enfadara más.

—Lo siento, pero trata de entenderme, todo eso suena… descabellado.

La mujer respiró profundamente; sus mejillas encendidas indicaban que le costaba mucho trabajo controlarse.

—Lo sé, al principio tampoco yo podía creerlo.

—Pero… si no podía comunicarse contigo, si como dices esa ciudad es un infierno —comenzó Bilbo, tratando de no sonar incrédulo— ¿entonces por qué no regresó?

—Ya te dije, una vez adentro no puedes salir. Además Saruman nos dijo que estaría bien allá.

—¿Quién es Saruman?

—Un ma… amigo nuestro —respondió Primula.

—¿Y has hablado con él acerca de esto?

La mujer negó con la cabeza, sus rizos se agitaron a su alrededor.

—Tampoco he sabido nada de él.

El joven se levantó y comenzó a pasearse por la sala.

—¿Ya llamaste a la policía?

De pronto, Primula soltó un gemido de dolor y comenzó a sollozar. Bilbo la abrazó para tratar de calmarla. De pronto escucharon unos pasos, la mujer se cubrió el rostro con su cabello, mientras que el joven se levantó y se giró. Frodo los observaba con atención.

—¿Estás bien, mami?

—Sólo está cansada —intervino Bilbo. Se acercó al niño y lo tomó entre sus brazos—. Y seguramente tú también lo estás. Ven, vamos a dormir.

Frodo no se resistió y permitió que su tío lo llevara hasta la cama y lo cubriera con las cobijas. El niño no tardó en cerrar los ojos y quedarse dormido.

—No serviría de nada —le dijo Primula, al verlo entrar en la sala. Era como si para ella no hubiera sucedido la interrupción.

—¿Qué? —Bilbo la observó, confundido.

—La policía no serviría de nada en ese lugar. Ellos tienen sus propias maneras protegerse —dijo Primula—. Pentameron es lo que controla todo lo demás.

Bilbo la observó detenidamente y después suspiró. Sabía que pronto algo caería sobre él y comenzaría a ahogarse.

—¿Qué haces aquí, Primula? ¿Qué quieres de mí?

La mujer se levantó y tomó una de sus manos.

—Yo sé que no tengo derecho a pedirte nada, yo sé que esto es demasiado… pero, por favor, Bilbo, estoy desesperada… Por favor, encuéntralo y tráelo de vuelta.

—Pero tú dijiste que si alguien entra no puede salir…

—Confío en ti, sé que encontrarás la manera —interrumpió ella—, por favor.

Bilbo la observó; en sus ojos pudo ver el miedo, el dolor y la desesperación. Pensó en Frodo y pensó que si era cierto que Drogo estaba en problemas él no podía dejarlo solo. Jamás se lo perdonaría.

—Lo encontraré —prometió y ella sonrió por primera vez desde que había entrado a su casa y se abrazó a él.

—Gracias.

Bilbo tuvo que hacer muchos arreglos al día siguiente, antes de marcharse; pidió un permiso en la Universidad para interrumpir sus estudios y permitió que Primula y Frodo se quedaran en su departamento mientras él estaba fuera.

Cuando Primula lo dejó en la estación de autobuses se abrazó a él con fuerza. Por su expresión, parecía sentirse culpable por el favor que le había pedido.

—Ten mucho cuidado —le murmuró al oído—, ahí hay… cosas que jamás has visto. Jamás me perdonaría que a ti también…

—Voy a estar bien —le prometió Bilbo.

—No, espera, tienes que escucharme —insistió ella, tomándolo del brazo—. En ese lugar todos son peligrosos, no puedes confiar en nadie. Mucho menos en los que no son humanos.

El joven la miró con confusión.

—Yo sé que no me crees ahora, pero lo harás cuando lo veas. Cuídate de los que se hacen llamar cambiantes y de los cazadores también. ¿De acuerdo?

Bilbo lo prometió porque ella parecía desesperada porque él lo hiciera. Sin embargo, comenzaba a tener dudas sobre aquella información.

Al llegar a la estación que se encontraba en Pentameron Bilbo se dio cuenta que era uno de los pocos que se iba a quedar; la mayoría de los pasajeros que viajaron junto a él iban a tomar otro autobús para atravesar la ciudad y seguir su camino.

—¿Cuál es su siguiente destino? —le preguntó una de las mujeres que estaban cerca de la salida. No se podía cruzar a menos que se pasara por una oficina.

—Me voy a quedar.

Tal vez era sólo su imaginación pero le pareció que la joven se estremecía.

—¿Está seguro? No muchos viajeros deciden quedarse. Y los que lo hacen se arrepienten muy rápido y después ya no pueden… bueno se tienen que hacer muchos trámites para poder salir. Y tardan bastante, es demasiado complicado. Mejor ahórrese eso y escoja otro destino, yo le recomiendo…

—Quiero quedarme —insistió Bilbo.

La joven lo observó con cierta lástima y después se encogió de hombros.

—Como quiera —dijo ella y le dio unas hojas—, entre a esa oficina que está a la derecha, ahí le dirán qué hacer.

Bilbo quiso darle las gracias, pero la joven ya estaba atendiendo a alguien más; le pareció que ya no quería voltear a verlo. Se acercó a una puerta grisácea y se adentró a una oficina que le causó ciertos escalofríos. Un hombre de traje se acercó y le arrancó los papeles de la mano.

—¿Por qué vienes a Pentameron? —Le preguntó con brusquedad.

—Vengo a ver a un amigo —respodió Bilbo, un tanto nervioso.

El hombre frunció el ceño.

—¿Y ese amigo es un cazador o un cambiante?

Bilbo recordó las palabras que le había dicho Primula, sin embargo, eso no lo sacaba de su confusión; no tenía idea de lo que aquel hombre quería decir con eso.

—Veo por tu cara que tu amigo debe ser un humano, entonces —soltó el hombre.

—¡Por supuesto que es humano! —Exclamó Bilbo, de pronto— ¿Por qué no habría de serlo?

El hombre soltó una carcajada. A pesar de que ya había borrado su expresión ceñuda, esa sonrisa sólo ponía más nervioso a Bilbo.

—No vas a durar ni un día aquí —comentó—. ¿A qué parte de la ciudad vas? ¿Dale o Dol Guldur?

—No lo sé.

El hombre suspiró como si nunca se hubiera encontrado con algo tan exasperante y molesto.

—Todavía estás a tiempo de arrepentirte. No has salido de la estación así que técnicamente no estás en la ciudad. ¿Qué dices? Tú das media vuelta y yo finjo que no he recibido ningún documento de traslado, ¿de acuerdo?

Bilbo frunció el ceño.

—Quiero entrar.

—Bien, como quieras. Pero no te puedo dejar pasar hasta que decidas a qué parte de la ciudad vas a ir.

—¿Por qué es tan importante eso? ¿No puedo simplemente salir por esa puerta y ya? —Bilbo señaló un portón de cristal, a través de él se podía ver una calle amplia y varios edificios a su alrededor.

—Esa es la calle de Swedenborg, es la calle neutral, no te puedo dejar pasar por ahí —dijo el hombre, cada vez más fastidiado—. Créeme esa calle no es segura para un humano, mucho menos para uno como tú.

El joven trató de ignorar esas últimas palabras y trató de pensar qué lugar sería el adecuado para comenzar a buscar a Drogo. De pronto esa decisión le pareció mucho más importante que cualquier otra que hubiera hecho y no tenía idea de por qué.

Entonces se acordó que Primula le había dejado un papel con una dirección en el bolsillo de su chamarra. Se lo mostró al hombre.

—¿Sabe en qué parte de la ciudad se encuentra esa dirección?

—Por fortuna para ti, sí —respondió él bruscamente, le señaló una puerta gris—, entra en ella, te llevará a Dale.

Después de tomar un taxi que lo llevó a un edificio bastante viejo y desmantelado, Bilbo se preguntó si podría encontrar alguna información ahí. Todo le resultaba demasiado confuso en aquel lugar, a decir verdad, comenzaba a extrañar su departamento.

Tocó en la primera puerta y se encontró con un hombre delgado y alto con nariz aguileña.

—¿Vienes a rentar? Porque tengo un departamento libre.

—Sí —respondió después de un rato, ya que no tenía donde dormir. Además pensó que tal vez si vivía en el mismo lugar en el que lo había hecho Drogo podría averiguar con mayor facilidad lo que le había pasado—. Pero también me gustaría saber si alguna vez ha visto a esta persona.

Bilbo sacó una de las fotografías que le había regalado Primula.

El hombre hizo una mueca, asomó su cabeza a la calle, como si pensara que alguien los estaba vigilando y después de asegurarse que no había nadie más, lo invitó a pasar.

—Lo conocí —dijo, después de sentarse en un viejo sillón roto—, me rentó el departamento 18-A, era bastante agradable, siempre pagaba a tiempo. Lamento lo que le ocurrió.

Bilbo se tensó en la silla de madera en la que estaba sentado.

—¿Qué le pasó?

El hombre se encogió de hombros.

—No lo sé, pero debió ser algo terrible, porque un día no regresó. Ya no supe más de él. Pero de lo que estoy seguro era que se había metido en un lío grande; eso les pasa a los humanos que se meten en asuntos de inmortales, yo por eso guardo mi distancia. Y te recomiendo que tú hagas lo mismo. Deja de preguntar por él, sólo encontrarás los mismos problemas que lo hicieron desaparecer.

Bilbo se estremeció, pero se mantuvo firme, no pensaba rendirse ahora que ya había llegado a la ciudad.

—Tengo que encontrarlo, sólo vine a eso.

—¿Eres extranjero?

Bilbo asintió.

El hombre lo observó atentamente y suspiró.

—Te diría que salieras inmediatamente pero ya no puedes hacerlo, así que lo más prudente es que te mantengas al margen, no te mezcles con los inmortales.

Bilbo lo miró, confundido.

—No entiendo a lo que se refiere…

—¿Sabes lo que es un cambiante, no?

El joven negó con la cabeza.

—Un cambiante es un ser que tiene la capacidad de tomar la forma de un humano y un animal.

—Está mintiendo.

El hombre se inclinó y tomó el rostro de Bilbo entre sus manos con brusquedad.

—Si quieres sobrevivir aquí, escúchame y no cuestiones.

Bilbo un tanto sorprendido y asustado por aquel gesto violento, asintió. Finalmente, el hombre volvió a sentarse.

—Los cazadores se ven como los humanos pero son mucho más fuertes y ágiles. Estas dos razas son enemigas naturales, sin embargo, en estos momentos hay una tregua y Pentameron es el lugar donde habitan la mayor cantidad de estos seres. Esta ciudad se divide en Dale y Dol Guldur, la primera, en la que estamos, es la que está gobernada por los cazadores la otra es territorio del líder de los cambiantes.

Bilbo no estaba seguro si podía creer todo lo que aquel hombre le estaba contando, aunque Primula ya le había hecho una advertencia. Todo aquello parecía demasiado fantástico para ser verdadero.

—¿Está seguro que no sabe nada más sobre él? ¿Algo que me pueda ayudar a encontrarlo?

El hombre resopló.

—¡Por los dioses! ¿Qué no me escuchas? Te dije que dejaras de preguntar sobre él. ¿Quieres morir?

—No voy a descansar hasta saber qué fue lo que pasó con él.

El hombre parecía rendido.

—De acuerdo… sólo sé que él trabajaba en el Noctem. Probablemente fue ahí donde se metió en problemas.

—¿Qué es Noctem?

—Esto es peor que hablar con un niño, por lo menos los niños que nacen aquí saben… —comentó él, poniendo los ojos en blanco—. Noctem es un bar, él único lugar neutral de aquí, está en la calle de Swedenborg. Es decir, es el único lugar en el que pueden convivir cazadores y cambiantes. Es el punto medio de la ciudad, ahí no hay divisiones. Y es, por ello, el lugar más peligroso de todo Pentameron. ¿Me escuchaste? ¿No piensas ir ahí, o sí?

—Tengo que hacerlo.