Límite entre padre e hija
Cap. 1 Su llegada
Una, dos, tal vez tres veces había sonado el despertador, o eso creía en los pocos minutos que estuvo consciente, se levanto de manera perezosa de la cama para después entrar medio adormilado a la ducha, generalmente no solía poner una alarma, solo en caso de hacer algo de importancia, trato de recordar ese algo, pero por más que lo intentaba su mente quedaba en blanco. Salió de la ducha y busco algo de ropa en su armario, bostezo mirando por su ventana, nada nuevo, el mismo cielo azul, los mismos pájaros de varios colores atravesando el panorama, los mismos edificios de siempre, los autos y personas cruzando la calle, y uno que otro avión.
Aquel ultimo lo dejo pensativo, no era como si los aviones representaran algo en su vida, pero sentía que era necesario, rodo los ojos, a lo mejor solo eran cosas suyas. Fue a la cocina, abrió la nevera, la observo completa y opto por tomar esa mañana jugo de naranja, cerro la puerta de su refrigerador y casi de inmediato escupió el jugo, seguido tocio descontroladamente tratando de sacar los restos del liquido de sus pulmones, ¡Como lo había olvidado! En la puerta un papel decía "Llegada de la mocosa" tiro el vaso al lavaplatos y corrió a la sala, buscando las llaves de su auto, salió del edificio, rogando al cielo para que no fuera demasiado tarde para recoger a esa niña ya que el aeropuerto quedaba a más de una hora.
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Entro apurado al aeropuerto, mirando por todos lados tratando de encontrar a... ¿A quien se supone que debía buscar? Lo pensó detenidamente, la verdad era que no sabia como se llamaba esa niña, como era físicamente y no recordaba hace cuantos años tuvo la estupidez de crearla, lo único que sabia era que hace dos días la que alguna vez fue su novia y madre de la mocosa, le había llamado para decir que la niña lo iría a visitar y le colgó. Por un momento sintió miedo, ya que aquella mujer tenia su numero de celular, pero después casi se desmayó al escuchar la noticia de su hija, ¡Por Dios, no la conocía!
El hombre se acerco a una recepcionista del lugar, estuvo unos segundos en silencio, para después preguntar por una niña de unos diez años que venia en un vuelo de Estados Unidos, la recepcionista revisó en los vuelos de ese día, sin embargo lo miro confundida, en la información que ella tenia no existía nada como lo que decía, el hombre agradeció y se alejo de ahí, antes de que la recepcionista le preguntara algo más. Camino lentamente pensando en que hacer, aunque la opción de irse y no preocuparse más le pareció atractiva, suspiro un par de veces cerrando sus ojos y masajeándose una cien, como supuso la situación y su vida se tornaría un problema.
Volvió a abrir los ojos, frente a él una foto de si mismo acaparaba su campo visual, retrocedió unos pasos asustado. El sonido de una pequeña risa se hizo presente, por primera vez en su vida se quedo sin palabras, no porque todo lo que pensaba acerca de la mocosa fuera falso, sino al revés, no era una niña de diez años como él creía, era una chica de dieciséis, aunque no fuera estadounidense era inglesa, más o menos parecido porque igual hablaban inglés, pero lo que más le impresionó era que esa chica tenia sus mismas características, era físicamente su clon, pero más bajita y versión femenina.
La chica miro de nuevo al hombre y la foto que tenia de él, sonrió porque por fin lo había encontrado. Se acerco con cansancio marcado en su rostro, los dos se quedaron mirando mientras Len suspiraba, admitía desear que ese momento nunca hubiera llegado, pero tenía que suceder, aunque por dentro estaba que se mataba.
-Llegaste cinco horas tarde – sonrió la chica –. Mi mamá me dijo que eso harías
-Que inteligente es tu mamá – ironizó el chico –. Dame tus maletas, nos iremos a casa
-Que bien, por fin conozco a mi papá, y pasare con él mucho tiempo
-No te emociones niña, solo será un mes
-Me llamo Rin Kagamine – hizo pucheros –. Y serán seis meses
-¿Te dieron mi apellido? – el hombre sonrió –. Espera... ¡Seis meses!
La chica solo asintió. Len se colocó pálido, sabiendo que en cualquier momento se podría desmayar por segunda vez en el día.
Después como buena persona que era, aunque no muy dedicada, le ayudo a la chica con sus maletas, la rubia por su parte se paso todo el viaja hablando sobre cosas sin sentido para el hombre, de vez en cuando olvidando que se encontraba en Japón y comenzando a hablar en ingles. En ese momento Len supo, que a pesar de ser su viva imagen tenia la misma actitud de su madre, lo que internamente odiaba.
Casi dos horas habían pasado del aeropuerto a su casa, no entendía cómo, si generalmente solía ser una, y en el momento en que entraron a esta casi se arrepintió, en cierta forma porque su casa estaba hecha un asco, las cosas por todos lados, nada sin lavar en la cocina, ropa por donde sea que se viera, la verdad era que no había tenido tiempo de organizar, aunque también el hecho de que su hija estuviera ahí no cambiaria nada, por lo que se podía decir que de todos modos no hubiera hecho ni el mínimo esfuerzo por cambiar la apariencia de su departamento.
-¿Tu vives aquí? – cuestiono Rin, sin saber realmente que decir.
-Supongo que de no ser así no te habría traído – respondió, sin un ápice de consideración.
Hasta ese momento no le habría importado la apariencia de nada relacionado con su hogar, él era soltero, tampoco estaba dispuesto a salir con alguien, había olvidado lo que era tener a una mujer en su casa, la última fue su madre, y de eso hace más de once años. Además, los únicos que visitaban su humilde morada eran sus amigos, los cuales al ser hombres no les importaba su estado.
Podía decir entonces, que era un sin vergüenza en ese sentido, pero curiosamente, cuando la chica dio el primer paso para adentrarse en el departamento, sintió cierta incomodidad, tal vez porque estaba dando la peor imagen de sí mismo, o porque su hija estaba ahí, con un semblante indescifrable, mirando por todos los rincones de la casa como si así fuera a saber más de su vida.
Carraspeo un poco, tratando de llamar la atención de la chica, consiguiéndolo casi al instante, metió sus manos a su bolsillo y con un leve movimiento de cabeza le obligo a seguirle. Rin no dijo nada, en cierta forma quería conocer todo de aquel padre que no pudo tener en su infancia o en su adolescencia, mucho le había costado convencer a su madre de dejarle pasar tiempo con él, días enteros de suplicas e incesantes ruegos, y al final casi por milagro o por lastima, realmente no le importaba, le había concedido su deseo de conocerle. En un principio debía decir que tenia elevadas expectativas de como seria su padre, después de todo su madre era castaña y de ojos claros, aunque no como los de Len, sabía entonces que su parecido físico debía ser de su padre, y no podía estar más convencida después de lo que había visto, eran prácticamente iguales, podía hacerse pasar hasta por hermanos, eso le alegraba. Quería saber si tenían algún otro parecido aunque no fuera el físico, costumbres o gustos tal vez, incluso forma de ser, Rin solo quería saber que tanto compartía con ese hombre, y lo descubriría, es más, con los seis meses que estaría le bastaba y sobraba.
Len se detuvo frente a una puerta, sacando una de sus manos de sus bolsillos solo para señalarla, dándole el total permiso de que fuera la misma chica la que abriera la puerta de la que sería su temporal habitación, además Len no iba a ser quien se la abriera, eso significaba que estaba de acuerdo con todo lo que le sucedía, lo cual sería una total mentira, también significaba que sería oficial los seis meses que pasarían juntos, lo cual odiaba internamente. Rin ajena a todo lo que pensaba su padre, tomo su maleta de viaje y abrió la puerta, encontrándose con algo diferente, pese a que el resto del departamento estaba hecho un caos, el cuarto estaba organizado, limpio, cosa que le saco una gran sonrisa, al menos su llegada había hecho que ese cuarto estuviera bien para ella, aunque no tuviera la gran cosa.
Len lo noto casi de inmediato, arqueando sus labios en una sonrisa algo cínica, si esa habitación estaba así, no era porque le importara la chica, era porque en esos días sus amigos habían venido en plan de joda y no los dejaría volver un caos su habitación.
-Quédate ahí, organizando lo que trajiste – le ordeno Len, dispuesto a dejarla.
-Espérame, no tardare mucho – decía ella, no quería perder detalle alguno de su padre.
-Tomate el tiempo que quieras, tengo que hacer algo
-¿Demoraras? – se sonrojo ella – Tengo mucha ropa que organizar
-Vendré en un rato, a ver como estas – desvió su mirada.
Esa había sido la conversación más incomoda de su vida, mucho más que el sermón de su madre cuando se entero que había hecho "eso" con su novia. En todo caso trato de olvidar sus recuerdos de su adolescencia, concentrándose en lo que ahora le importaba, aunque no en gran proporción, su casa era un asco, y aquello en situaciones normales no le hubiera importado, pero ahora su hija estaba con él, tenia orgullo, y no dejaría que la mocosa le dijera a su madre que era un descuidado, por lo que sin mas estaba decidido a dejar su casa organizada, fue a la cocina, decepcionándose inmediatamente, ¿Hace cuanto no lavaba? Subió las mangas de su camisa abriendo el grifo del agua, haciendo que callera sobre la montaña de platos, después tomo el jabón y lo echo encima de estos sin cuidado alguno, esperando que ellos solos hicieran lo que debían hacer, y tras algunos minutos decidió ponerlos organizadamente en el cajón donde siempre solía ponerlos. Sonrió, la cocina estaba lista, a excepción del pedazo de lechuga que estaba tirado a un lado del refrigerador, gruño, y con el pie lo lanzo debajo de este. Paso a la sala, recogiendo los cojines del sofá y colocándolos encima de estos, abrió las cortinas para que algo de luz pasara y no estar en la oscuridad como solía, busco el control del televisor, tardando casi como diez minutos, encontrándolo, estaba bajo unas revistas que también organizo, después metió toda la ropa a la lavadora, y por ultimo rego las plantas que tenía en su balcón y en el jardín interior, justo en el momento que sentía a Rin salir de la habitación para dirigirse a donde estaba él.
-Oye papá – enmudeció, viendo que de un momento a otro el lugar estaba más... presentable.
-¿Si, sucede algo? – sonrió satisfecho el hombre.
-Solo me preguntaba – si una cosa le había ensenado su mamá, era que su padre es muy egocéntrico, por lo que algunas veces era mejor dejar pasar por alto lo que hiciera –. ¿Qué vamos a hacer hoy?
-Te diré que no pensé en nada – alzo los hombros, ni recordaba que su hija haría acto de presencia ese día –. ¿Quisieras hacer algo en específico?
-No realmente – suspiro, pensándolo un momento – Tal vez regrese a organizar algunas cosas que me faltan
Len asintió, más por tenerla lejos que por el mismo deseo de hacer algo con ella. Esperó a que entrara en la habitación, para salir al balcón y sentarse cerca de algunas plantas de ahí, tal vez pasaría el resto de la tarde escondido de aquella chica. La verdad era que no sabía cómo se sentía respecto a aquello, nunca la había visto, y había sufrido mucho por ella, y por las demás cosas que conllevo aquello, no consentía el hecho de tenerla frente a él, como si nada hubiese sucedido, pero aunque él sabía que ella no tenía la culpa directa de los acontecimientos de su pasado, no podía comportarse de una forma digna con ella.
Después de todo, poco más de dieciséis años no era tiempo que pudiera tomarse a la ligera, y seis meses no ayudarían a reponer todo el tiempo que había perdido. Además, él aun no se sentía listo para afrontar lo que vendría en esos meses que le faltaban por recorrer.
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Notas de la autora:
¡Hola a todos de nuevo! Aquí reportándome con mi nueva historia de este año de Vocaloid, la cual, quise que fuera un poco diferente, aquí vemos a un Len y una Rin no como hermanos, como lo fueron en mi anterior historia.
Aun así, no será tan largo, no se me dan las historias así, y como siempre, yo le doy parte de la responsabilidad a mis lectores preguntándoles cosas: ¿Cómo quedaría una situación romántica entre estos dos en esta historia? Tipo "Trato de satisfacción" aunque no tan explicito.
Espero les guste como les gusto mi anterior publicación. Y como siempre
¡Nos vemos el siguiente capítulo, adiós!
