Capítulo 01

El catorce de febrero, día de San Valentín, coincidió aquel año con Carnaval. Para Antonio esto no era más que una oportunidad nueva para conocer gente en medio de la locura de la principal fiesta para mucha gente: el carnaval. El chico tenía pensado ir a una discoteca con sus dos mejores amigos, Francis y Gilbert. Sin embargo, ambos tenían citas con sus respectivas parejas, por lo que decidió ir él solo de copas.

Y ahí estaba, en la cola de una discoteca esperando impaciente para entrar. No le importó que el precio fuese más elevado aquel día, por lo que entró sin problema al lugar. Se pidió algo no muy fuerte y se acercó a un par de chicas disfrazadas, una de diablesa y otra de policía. Ambas estaban un poco pasadas de alcohol, por lo que interactuaron con el español con mucha confianza, tonteando de manera evidente con él. Antonio alzó la vista en un momento dado, cuando comenzó a hartase un poco de la conversación, a ver si veía a alguien conocido.

Y entonces, la vio. Sentada a la barra, con una pinta de borracha que echaba para atrás, estaba Alice Kirkland. Las cejas del chico se elevaron al ver a su compañera de clase allí. De todos los lugares del mundo, ese era el último en el que esperaría encontrársela. Era Alice; era la ratona de biblioteca por excelencia de todos sus círculos de conocidos. No era a alguien a quien se esperaría encontrar en una discoteca, cerca de la una de la mañana, y borracha.

Antonio se disculpó con las otras dos chicas y se acercó a la rubia lentamente, planeando rápidamente todos sus pasos.

Se sentó casual junto a la chica, sin mirarla directamente y escuchó la cháchara que ésta le estaba dando al tipo del lado, quien ni siquiera la estaba escuchando, ya que estaba con el móvil. Por la manera de hablar, Antonio dedujo que iba bastante pasada de copas, no contentilla solamente como él se había pensado, por lo que charlar con ella sería fácil.

Se pidió un mojito esta vez y comenzó la conversación como quien no quiere la cosa.

-¿Qué hace una chica tan bonita como tú sóla en una noche como esta?

Alice se giró a mirarle con expresión de enfado, clavando su mirada en los vivos ojos de Antonio. Éste se fijó que la rubia no llevaba sus gafas, lo que le extrañó.

-¿Yatiqueteimporta?

Definitivamente, Alice no estaba en sus cabales. El alcohol se había apoderado de ella, y quién sabía lo que podía llegar a hacer (o decir) bajo sus efectos.

-No, yo solo pregunto por que me da pena ver a alguien como tú sóla y triste...

-No estoy triste.-negó Alice con la cabeza, mareándose un poco-No merece la pena estarlo...

-¿Y eso?-preguntó el chico antes de llevarse el vaso a los labios y beber.

-Él es un idiota... no voy a estar triste por él...

-¿Y quién es él?¿El chico que te gusta acaso?-preguntó Antonio interesado. Alice había sido una chica que había estado en su clase hasta cuarto de eso. En bachillerato se habían separado, yendo ella a letras y él a ciencias. Sin embargo, el destino había vuelto a unirlos en la carrera, ya que Antonio se había decantado por las letras en el último momento, entrando en el grado de historia, que curiosamente era el mismo en el que se había metido la británica. Nunca se habían llevado del todo bien. A Antonio en realidad Alice no le caía del todo mal, pero esa relación no era recíproca: la joven le odiaba visceralmente, y hasta ese momento ambos jóvenes seguían con sus pullas. Antonio las seguía por diversión, y Alice por ser incapaz de contenerse.

-Antonio...

-¿Sí?-preguntó el chico, pensando que Alice le estaba llamando.

-Que es Antonio, joder.-respondió Alice antes de dar un trago a su bebida.-el idiota ese es Antonio. Pero él... nuncalosabrá.

Antonio se quedó de piedra. ¿Era el quien...? ¿Era quien le gustaba a Alice? ¡Imposible!

-Que Antonio...¿te gusta?

No se lo podía creer. Simplemente era una idea que no tenía cabida en su mente. ¿Alice Kirkland, la que le había casi obligado a comer tierra en preescolar estaba enamorada de él? La chica siempre le había odiado, y ese era un hecho que se podría clasificar como verdad absoluta.

-Sí.-respondió en un susurro la de cabello dorado.-pero no se lo digas... se reirá.

-¿Estás segura?-preguntó Antonio con media sonrisa. Aquello era lo más bizarro que le había ocurrido en la semana, quizás incluso en el mes. Y no pensaba desperdiciar la oportunidad de sacarle a Alice sus más oscuros secretos respecto con su persona. Quería entender de una vez por todas por qué le caía mal.

-Segurísima. Si se entera... se estará riendo de mi el resto de mi vida. Y no quiero seguir pasándolo mal.

-¿Cómo que seguir pasándolo mal? ¿Lo estás pasando mal ahora mismo?-vale, eso era nuevo.

-Antonio me hace sentir mal.

Esa afirmación rebotó contra Antonio como si de una bala se tratara. No que le hubieran disparado y conociese de primera mano la sensación, pero... ¿Él... hacía sentir mal a alguien? No podía ser. Nunca se había dado el caso, que él supiera. Ni siquiera con Alice. De hecho, él lo pasaba muy bien metiéndose con Alice, y pensaba que ella también.

-¿Por qué?-formuló la pregunta con la voz temblando casi.

-Me dice cosas que me hacen sentirme como una mierda.-confesó dando otro trago a su bebida.-

Vale, esa frase ya había sido demasiado para Antonio.

-Mierda...-murmuró Antonio pasándose una mano por el pelo. No sabía como enfrentar esa situación, y menos con una persona ebria.-Ven, nos vamos de aquí.

Y tras decir eso tomó a la chica en brazos y la sacó del local con facilidad, ya que ella apenas se opuso. Alice recargó su cabeza en el hombro de Antonio y se dejó llevar. El chico por su parte no paraba de darle vueltas a las palabras dichas por Alice. ¿De verdad había hecho sentir así a la rubia? Jamás había sido su intención, pero jamás.

A pesar de que las calles estaban concurridas de gente, nadie pareció sorprenderse al verlos. Pensarían que eran pareja y que él la estaba llevando así por alguna razón romántica.

De repente, Antonio se paró en seco.

-¿Dónde vives?-preguntó mirando a la chica que llevaba en brazos, pero ésta parecía haberse dormido. No le quedaba otra. La tendría que llevar a su casa.

Tras una pequeña caminata de apenas diez minutos llegaron a su casa, situada en pleno centro de la ciudad. Antonio se dirigió hacia su habitación para dejar a Alice en su cama. Ésta se movió un poco cuando Antonio la soltó, pero no se despertó.

El chico le quitó los zapatos y la tapó antes de susurrarle un "lo siento" en el oído. Sabía que la chica estaba dormida y no se enteraría, pero se sentía demasiado mal como para irse sin disculparse.

Se fue al salón y se tumbó en el sofá, que a pesar de no ser muy cómodo era suficiente para Antonio. Desde ahí veía por los grandes ventanales gran parte de la ciudad, y las luces nocturnas se filtraban por la estancia, aunque esto no importó al chico, quien tardó en dormirse. Las palabras de la chica no paraban de resonar en su cabeza, y el remordimiento le estaba ahogando. Se moría por que llegase el día siguiente y poderse disculparse de la mejor manera. De demostrarle que no era ese tipo de persona. Sin embargo, eso sería difícil teniendo en cuenta como era el carácter de la muchacha que estaba en su cama. Era arisca por naturaleza, y a saber de qué magnitud sería la bronca que le armaría al día siguiente por haber despertado en su casa. Seguro le acusaría de haberle toqueteado o algo así. Antonio apretó los ojos. Alice tenía razones para desconfiar de él. Pero por favor, en la mente de Antonio no cabía el pensamiento de aprovecharse de una chica borracha.

No sabía lo que le depararía el día siguiente, pero fuese lo que fuese estaba dispuesto a intentar solucionar sus diferencias con Alice, o al menos entenderla. Sin embargo, una cosa de la que el joven no se dio cuenta, fue que a partir de esa noche muchas cosas iban a cambiar.