Esta historia es una adaptación , por lo tanto la historia no me pertenece al igual que los personajes
La directora de la escuela McKinley se deleitaba con el seductor movimiento que hacía la alumna Rachel Berry al caminar. Durante las mañanas ella la veía y no podía apartar la mirada de sus jugosas curvas. Su inocencia y su ternura lograron conmoverla hasta el punto máximo en querer desearla sobre su escritorio, con las piernas abiertas y su dulce sexo frente a ella. Su instinto carnal le decía que debía tomarla. Sin embargo, ella sabía que saciar su hambre de sexo por ella tenía sus consecuencias.
¿Cuándo será el día en que la directora la vería como una simple alumna y no como algo más?
Rachel Berry corrió por el pasillo de la escuela. No había ninguna alma a esta hora fuera de las aulas y lo único que se escuchaba eran sus zapatos pisar el piso de cerámica y su respiración jadeante. Le echó una rápida mirada a su reloj de pulsera. Las ocho con quince minutos. ¡Qué tarde era! Ella debería estar en clases desde las ocho.
Soltó un pequeño quejido cuando chocó con algo duro parecido a la pared y se tambaleó hacia atrás. Ella cayó al suelo junto con todas las cosas que traía en las manos, desparramando los papeles que había en el interior de su carpeta. Se arrodilló sobre el suelo y con las manos temblorosas trató de juntar los papeles, con la preocupación de llegar tarde a clase plasmada en su rostro. De pronto unos zapatos negros de cuero se situaron al frente suyo. Quinn Fabray se colocó en cuclillas y la ayudó a recoger los libros y cuadernos. Rachel levantó la vista pero rápidamente la volvió a bajar al darse cuenta que chocó contra la joven directora de la escuela. Solamente ella lograba colocarla tan nerviosa, y no era sólo por el hecho que dirigía un rango importante en la escuela. Si no también era por su atractivo y belleza, que mantenía a todas las alumnas de la escuela con sus braguitas mojadas. Incluyéndola a ella.
Rachel se puso de pie y se sacudió la falda con las manos. Luego Quinn le pasó los cuadernos y tímidamente ella los recibió, apegándolos con fuerza contra su pecho. Quinn la miraba con ternura, pensando en lo mucho que su inocencia le ponía.
— Lo siento señorita directora, no me fijé adónde iba.— dijo ella mientras su mirada se enfocaba en sus zapatos.
Quinn colocó el dedo índice bajo su mentón y le levantó la cabeza. Rachel se sonrojó cuando sus ojos miraron los suyos, derritiéndola por dentro.
—No te preocupes, linda. — Quinn sonrió.— ahora ve a tu clase.
Ella asintió y se giró para volver a empezar su carrera en dirección hacia su clase de química, ajena ante la ardiente mirada que la directora le lanzó por detrás. Quinn no le quitó los ojos de encima hasta que la vio desaparecer al entrar a la sala del profesor Schuester, luego inspiró hondo y se volteó para dirigirse hacia su despacho.
El profesor Schuester abrió la puerta y arqueó una ceja cuando divisó a Rachel. Por detrás, todos los alumnos se voltearon para mirar en dirección hacia la puerta.
—Llega tarde a clases, señorita Berry.
—Perdón profesor, no volverá a ocurrir. —dijo entre jadeos por el cansancio después de haber corrido, su corazón latiendo apresurado por el pequeño encuentro que tuvo con la directora en el pasillo. Era esa emoción y las cosquillas en el estómago que sentía cada vez que la veía en la escuela. Le provocaba quedarse mirándola por minutos, hasta que Quinn se daba cuenta y ella apartaba la mirada avergonzada.
— Espero que así sea. Ahora entra y ve a tu sitio.
Rachel entró y se sentó en uno de los últimos pupitres del aula, al lado de su mejor amiga Mercedes. Los alumnos volvieron su atención hacia la pizarra y la única voz que se escuchaba era la del profesor quien volvió a retomar la clase.
— Hola. — dijo Mercedes en voz baja, asegurándose de que la profesora no la oyera. — ¿Por qué llegas tarde?
- Me quedé dormida. Y cuando iba camino hacia acá… me encontré con la directora. — dijo y se sonrojó.
— ¿Qué? ¿Cómo fue? ¿Qué te dijo?
Rachel miró al frente y aprovechó la situación de que la profesora estaba escribiendo en la pizarra para acercarse hacia Mercedes, su voz escuchándose apenas en un susurro.
— Iba corriendo y pasé a chocar con ella. Me ayudó a recoger las cosas que tiré y… y me llamó linda. — dijo y sintió que sus mejillas enrojecían cada vez más.
— Espera, ¿Te dijo linda? Qué pedófila.
— Mercedes, por favor.- puso los ojos en blanco. — no es ningún pedófila. Además, yo tengo dieciocho años y ella… ¿Cuánto? ¿25? ¿27? Como sea, Quinn me ve a mí como una simple alumna más del colegio y yo a ella como un amor platónico.
— ¿Quién es Quinn? —preguntó y frunció el ceño.
—Así se llama la directora. Quinn Fabray. — dijo en un suspiro.
— Oh, Dios. Estás obsesionada con ella. Es cierto que se le ve joven y muy guapa pero… nena, tienes que conseguirte a una novia de tu edad.
— Ya sé. — gruñó.—tampoco es que vaya a pasar algo entre nosotras. Es imposible.
Rachel volvió su mirada hacia la pizarra y trató de prestarle atención a las explicaciones que daba el profesor. Pero en lo único que lograba concentrarse era en la director de la escuela. Ella había llegado a la escuela como alumna nueva el año pasado y desde el primer día que entró a clases, cuando la vio, sintió que se le derretía el corazón con tan solo mirarla a los ojos. Nunca antes se había sentido tan atraída por una persona y sin embargo ella conseguía superar sus expectativas. Al principio creyó que sólo era su cara bonita y el espléndido cuerpo que sin duda escondía bajo su traje que lograba que su corazón latiera mil por minuto, pero al pasar el tiempo, se dio cuenta que se trataba de algo más fuerte que un simple deseo sexual. Aún no tenía claro cuáles eran sus verdaderos sentimientos hacia ella, pero lo que sí sabía era que si existiera aunque sea la más mínima oportunidad de poder besarla, ella sin duda la aprovecharía.
De pronto alguien tocó tres veces con los nudillos la puerta de la sala, obligando al profesor Schuester detener su discurso sobre la historia del origen del español. Mientras que Rachel escribía los últimos apuntes de la pizarra en su cuaderno, el profesor fue a abrir la puerta y dejó pasar a una mujer que estaba aproximadamente entre sus cuarenta años de edad.
— ¿Rachel Berry?
Todos los alumnos se voltearon a verla a ella. Rachel alzó la vista desde su asiento y levantó el brazo, mirando con expresión confundida a la inspectora.
— La necesitan en la oficina de la directora.
Mientras que Rachel caminaba en dirección hacia la oficina de la directora, en su mente estaba repasando los últimos días que asistió a clases, preguntándose si habría hecho algo malo que molestó a un profesor o si cometió algún error. Era la primera vez que la llamaban desde el despacho de la directora y se sentía nerviosa. ¿Por qué habrían de llamarla? Ella siempre ha sido una buena alumna, los mismos profesores le han dicho que mostraba un buen ejemplo para los demás estudiantes. Tampoco hacía escándalos y tenía una familia que la quería. Rachel era una chica tímida, que sólo hablaba cuando era necesario y la única preocupación que tenía era sacarse buenas calificaciones antes de salir de la escuela y entrar a NYADA.
Rachel levantó la mano en forma de puño y con los nudillos tocó tres veces seguidas la puerta. Desde adentro, se escuchó una voz ronca contestar que le dio un escalofrío.
— Adelante.
Tímidamente ella abrió la puerta y cuando entró, creyó que en cualquier momento le daría un ataque al corazón por la rapidez que le latía al ver a Quinn. Ella estaba sentado en su silla de escritorio, con un bolígrafo en la mano y unos papeles sobre la mesa.
Sus ojos se oscurecieron al verla.
— Buenos días. La estaba esperando.- le dijo educadamente, aunque sin poder evitarlo, con un tono seductor en su voz. — por favor, siéntese.
Ella se sentó en la silla que había frente a ella y dejó las manos sobre su regazo. Se acomodó un mechón detrás de la oreja y respiró hondo para tratar de tranquilizarse. Lamentó no haberse alcanzado maquillar antes de salir de casa por haberse quedado dormida, pero era mejor así. Su largo cabello castaño sin alisar caía por su espalda, con unos cortos mechones adornando su preciosa cara.
Y a Quinn le parecía totalmente atractiva. Le gustaban las mujeres sin maquillaje, las prefería más a lo natural.
— Dijeron que tenía que venir aquí. — murmuró ella, tratando de no titubear al hablar.
— Así es. Lamento tener que interrumpirla en horario de clases, pero era necesario que la viera. — le dijo, sintiendo que esas palabras eran más para ella que por cualquier otra cosa. — así que… su nombre es Rachel Berry, ¿Verdad?
Pero por supuesto que Quinn sabía su nombre. Conocía absolutamente todo de ella. Sabía dónde vivía, el nombre de sus padres y hasta tenía su número telefónico. Una de las ventajas que tenía de poder ser director era que podía tener la libertad de investigar la vida de cualquier estudiante, en especialmente a las que le interesaba más.
Ella sólo asintió con la cabeza y de inmediato Quinn se dio cuenta lo incómoda que se sentía.
— No la llamé porque haya hecho algo malo. Puede quitarse esa idea de la cabeza. — le dijo para tranquilizarla.
Rachel suspiró, notablemente aliviada.
— Entonces… ¿Por qué estoy aquí?
Quinn apoyó los codos encima del escritorio y se acarició la barbilla, pensando bien las palabras que diría a continuación.
Rachel aprovechó de examinarla mientras esperaba alguna respuesta. Traía los primeros botones de su camisa blanca desabrochados, con la corbata aflojada alrededor de su cuello y los botones de su saco abiertos. Se veía tan sexy que Rachel se alegró cuando notó que en ninguna de sus manos traía algún anillo, lo que significaba que no estaba casada. ¿O tal vez tenía a su novia? El simple pensamiento le deprimía.
— Hemos recibido una llamada de su padre, diciendo que usted debía retirarse hoy de la escuela.- comenzó a decir Quinn. — al parecer, la hermana de el se desmayó y dado que no está en el mejor estado para trabajar necesita de su ayuda.
Rachel pestañó varias veces. Luego los nervios que sentía rápidamente fueron sustituidos por preocupación. Preocupación por su tía. Debido a que las únicas personas con quien vivía por el momento eran sus dos padres y su tía, entendía lo importante que era para su papá irla a ayudar.
— Está bien. — le dijo con una calma que no sentía, bajando la mirada hacia sus manos sobre su regazo.- Entonces, ¿Me tengo que ir?
— Sí. — dijo y buscó su mirada con la suya. Quería que la mirara a los ojos, quería perderse en esos preciosos ojos color marrón para saber qué era lo que sentía.- ya puede retirarse, señorita Berry.
La campana del recreo que sonó anunció que eran las diez de la mañana. Quinn vio como Rachel asentía y se colocaba de pie, acomodándose un poco el cuello de su camiseta del uniforme de la escuela. La miró enternecida. Ella quería decirle tantas cosas, entre ellas, lo mucho que la deseaba, pero lo que más quería era preguntarle cómo se sentía. Quería preguntarle sobre su familia; saber más sobre su vida privada, sobre sus padres… sobre sus sentimientos.
Al fin Rachel lo miró a los ojos, y lo que Quinn vio, no le gustó para nada. Era el brillo de tristeza que había en sus ojos que le provocaba querer arrastrarla hacia su regazo, llenarle la cara entera de besos y abrazarla mientras la acunaba.
— ¿Se encuentra bien? — le preguntó con preocupación.
— Sí. — Dijo mientras le regalaba una sonrisa débil. — estoy preocupada nada más por mi tía, pero bien.
Quinn asintió. Luego arrancó un papel de una pequeña libreta que tenía a mano, escribió algo rápido y firmó.
— Tome. — dijo y le tendió el papel. — muestre esto a la salida de la escuela y la dejarán irse.
— Gracias. — dijo y tomó el papel.
Rachel se volteó y se acercó hacia la puerta, consciente de que Quinn la miraba por detrás. Abrió la puerta y antes de salir, la voz de Quinn la detuvo.
— Señorita Berry.
Ella se giró, mordiéndose el labio al sentirse seducida por la voz ronca y sensual de aquella mujer.
— Quiero verla mañana después de clases aquí mismo.
Rachel ni siquiera le preguntó la razón, solamente se sonrojó, asintió y después se fue. Mientras iba caminando en dirección hacia su casillero para sacar su mochila, pudo sentir como la alegría volvía a apoderarse de ella.
Su corazón latía alocado, pensando que mañana la volvería a ver, y esta vez, no solamente para hablar…Quinn estaba sentada en la silla de su escritorio, con un bolígrafo en la mano mientras terminaba de firmar unos últimos documentos. Se estaba preguntando cómo lo haría para llevarse a una chica como ella a la cama. No sabía si Rachel accedería a las propuestas que tenía planeado hacerle hoy. Ella podría negarse o incluso denunciarla si tan solo le tocara un pelo. Su reputación y su trabajo estaban en juego, pero era un riesgo que iba a tomar. Besarla sería estar en el paraíso y estaba casi convencida de que Rachel sentía lo mismo por ella. Lo sospechaba por la manera en que la pillaba mirándole el paquete por los recreos y después apartaba la mirada sonrojándose.
Ella era virgen. Tenía un aire sexual pero a la misma vez tan virginal que le era inevitable no sentir. Soñaba con hacerle el amor de mil maneras, una y otra vez. Quinn sabía que desearla con tal intensidad era un error. No debía fijarse en una mujer que era casi unos diez años menor que ella, tampoco debía mirarla de una forma tan distinta en comparación a las demás alumnas. Pero ya no había manera de echarse hacia atrás. Ella lo haría. Arriesgaría a perder su trabajo con tal de poder probar esa deliciosa boca y ese glorioso cuerpo.
Quinn sonrió cuando escuchó el timbre sonar, anunciando que las clases ya habían terminado. Miró ansiosa el reloj que estaba colgado a la pared, las tres de la tarde. Rachel no tardaría en llegar. Se aseguró de tener todo lo necesario para la ocasión, guardándose en el bolsillo del pantalón un condón que sacó de los cajones de su escritorio. Aún no lo usaría, pero sí más tarde.
Quinn dejó escapar un ronco "pase" cuando escuchó que llamaban desde la puerta. Casi de inmediato quiso levantarse para ir hacia ella y abrazarla cuando la vio entrar, pero se contuvo.
—Buenas tardes, señorita Berry. — saludó cortésmente. —¿Cómo se siente hoy?
— Bien, gracias. — le sonrió tímidamente, mientras ubicaba asiento en la silla giratoria frente a ella. Dejó caer su mochila a su costado y juntó las manos sobre su regazo. — y por favor, llámeme Rachel. Es que no me gusta que me llamen por mi apellido.
—Rachel...—la nombró. Y después sonrió. A ella le gustaba su nombre. Y quería volver a llamarla así, pero esta vez, su nombre envuelto en un gemido.— está bien. Si usted se siente más cómoda saliendo de toda esta formalidad…
—Sí, por favor. — dijo y suspiró agradecida.
—Bien. Seguro has de estar preguntándote por qué hice que vinieras aquí después de clases.
— La verdad es que sí.
En eso, Quinn se levantó de su silla y rodeó el escritorio. La mirada de Rachel se mantenía fija hacia el frente, sin atreverse a mirarla a los ojos. Sintió a Quinn caminar atrás suyo, y su corazón latió desenfrenado cuando oyó que cerraba la puerta con pestillo.
Era hora de la acción.
— ¿Sabes, Rachel? Últimamente me he dado cuenta que me has mirado mucho durante los recreos…
Ella se ruborizó.
—Eso no es verdad.
—No mientas.
—Yo no miento.
La voz de Quinn se oía más cerca y Rachel sabía que estaba detrás de ella. Luego abrió los ojos completamente cuando sintió que colocaba las manos en el respaldo de la silla giratoria, después la volteó y se inclinó hacia delante con las manos sobre cada uno de los apoyabrazos de la silla. Instintivamente ella se echó hacia atrás, pero el respaldo de la silla le impedía poder moverse más de lo que quería.
Rachel deseaba poder huir de allí, pero sabía que Quinn no se lo permitiría.
—No te avergüences de decir la verdad, Rachel.— dijo ella, acercando peligrosamente los labios a su mejilla. La barbilla de Rachel tembló mientras Quinn le rozaba la mandíbula con los dientes. —porque yo sí admito que te he mirado durante los recreos.
Quinn le sujetó el mentón para que no se moviera y la besó. Rachel apretó los labios y se negó en responderle el beso, subiendo las manos hasta sus hombros mientras trataba con todas sus fuerzas empujarlo.
Pero ella no se rindió.
Quinn agarró sus muñecas con las manos y la mantuvo inmóvil mientras forcejeaba con meter la lengua en su boca.
—Abre la boca. —le ordenó antes de volver a aplastar sus labios con los suyos.
Finalmente Rachel comprendió que no valía la pena seguir resistiéndose, y dejó de luchar. Entreabrió los labios y de inmediato Quinn aprovechó la situación para besarla. Y ella permitió que Quinn la besara a su antojo. La besó con desesperación, mientras su lengua invadía el interior de su boca y sus labios la devoraban. Una vez que estuvo segura de que Rachel no haría ningún otro intento de separarse, le soltó las muñecas y la cargó en sus brazos para sentarla encima del escritorio. Sus labios jamás se despegaron de los suyos mientras se acomodaba entremedio de sus piernas y le recorría el cuerpo entero con las manos.
— No seas tímida Rachel. —dijo con la respiración trabajosa. Rachel dio un respingo cuando sintió que le acunaba el culo con las manos y la acercaba más a ella, apegándola a su dura erección. — tú también puedes tocarme.
Ella dudó, pero finalmente se armó de valor. Deslizó las manos por las solapas de su saco y bajó, desabrochando cada botón de su traje. Luego lo abrió y Quinn permitió que se lo sacara, dejándolo a ella en esa camisa blanca que se le traslucía y hacía que Rachel se derritiera por sus abdominales. Después lo jaló de la corbata y la tiró hacia ella, besándola con una intensidad que a Quinn le sorprendió y le encantó.
Ella la deseaba. Siempre lo ha hecho. Nunca antes se había empeñado en fijarse en algúna chica de la escuela, y mucho menos se había interesado en tener novia. Pero con Quinn todo era tan diferente. Jamás se le había cruzado por la mente en algún momento que la directora de la escuela fuese a fijarse en ella.
¿Qué tenía Rachel que llamó la atención de Quinn?
Ella sabía que había otras chicas mucho más atractivas y que se entregarían a ella sin importarle las consecuencias. ¿Y cómo no? Si Quinn era tan caliente, profesoras y alumnas suspiraban por él.
Rachel rompió el beso cuando sintió que Quinn deslizaba una mano por debajo de su camiseta y de inmediato colocó una mano en su pecho, empujándola suavemente hacia atrás.
Quinn la miró confundida.
— ¿Qué estamos haciendo? — le preguntó con el terror reflejado en sus ojos. —esto está mal.
Ella hizo ademán de levantarse, pero Quinn no se lo permitió. Apoyó las manos a sus costados, intimidándola con la mirada.
—Tú no te vas a ninguna parte.
—Puedes perder tu trabajo, tendrás una mala reputación si nos descubren.
—Pero nada de eso ocurrirá si ninguna de nosotras dos dice nada.
Ella negó con la cabeza, mordiéndose ligeramente el labio inferior.
—No puedo.
—Sí que puedes.
—Pero soy virgen.—murmuró, bajando la mirada.
— Lo sé. — dijo y le levantó la cabeza con el dedo índice y pulgar, besándola fugazmente en los labios. — y me encanta que lo seas. —susurró.
— ¿De verdad?— le dijo con un brillo especial en los ojos. Quinn asintió y le acarició con ternura la mejilla. — ¿Y cómo lo sabías?
— No es algo difícil de saber. Eres tan inocente, Rachel...
—Y por mayor razón deberías entender que lo nuestro no puede ocurrir.
— Por favor… sé que me deseas, al igual que yo a ti. — le dijo y, aprovechando que traía puesta unas medias colegiales, metió una mano por entremedio de sus muslos y le subió un poco la falta del uniforme, acariciándole el coño por encima de la tela de las bragas. Ella negó con la cabeza, pero no hizo ningún intento por separarse. — me gustas Rachel.
—Y entonces… si sabes que soy virgen, y que soy inexperta. ¿Por qué aun así me deseas?
— No lo sé. Sólo lo hago y ya. Eres especial Rach.
Rachel la miró con adoración. Pensó que tal vez debía dejarse llevar. Que no podía dejar pasar una oportunidad así. Por una vez, pensaría con el corazón y no con la cabeza.
Se arriesgaría. Rompería por primera vez las reglas de la escuela acostándose con la directora y no se arrepentiría. Le entregaría su virginidad y le permitiría hacer lo que quisiese con su cuerpo, así como ella probaría el suyo.
—Quiero follarte, Rachel.—dijo Quinn con la voz ronca.
— Lo haré. — le dijo, de pronto sintiéndose valiente. Por primera vez, dejaría su timidez a un lado y se mostraría guerrera frente a ella. Hoy se sentiría deseada y sacaría su lado seductor.—fóllame bien encima de este escritorio y me portaré mal en clases a partir desde mañana.
— ¿Qué tan mal te portarás? — arqueó una ceja, aún con la mano metida por entremedio de sus piernas. Movió sus bragas a un lado y hundió el dedo índice en su interior. Ella se removió y gimió.
—Lo suficiente como para que me envíen donde la directora.
—Buena chica. —sonrió y se mordió el labio. Más abajo, sentía su propio pene latir ferozmente. Había lujuria en sus ojos cada vez que la veía y no podía evitar sentirse atraída. Ella era un jodido imán.-—te siento húmeda, cariño. Pero, ¿Estás lo suficientemente mojada para mí?
Un segundo dedo llegó a parar en el interior de Rachel. Ella se arqueó y cerró los ojos con fuerza, gimiendo en voz alta.
—Shh. No gimas tan fuerte, linda. Aún quedan profesores en la escuela y nos pueden oír. —le dijo mientras comenzaba a sacar y meter los dedos, penetrándola suavemente.
—Entonces… creo que es mejor que paremos.— le dijo entre jadeos.
—¿Estás de coña? Ya te toqué y no pienso detenerme por nada en el mundo.
Rachel echó la cabeza hacia atrás y se concentró en el infinito placer que la consumía. Podía sentir la respiración jadeante de Quinn mezclándose con la suya.
¡Estaba a punto de follar con su directora!
¿De verdad se atrevería a hacerlo?
Una sonrisa tiró de sus labios. Por supuesto que lo haría…Quinn la tumbó encima del escritorio. El bolígrafo que estaba al lado rodó hasta el borde de la mesa y cayó al suelo junto con el lapicero. Folios y documentos importantes se arrugaron, pero a Quinn no le importó. En lo único que podía concentrarse era en el inmenso placer que la poseía al poder estar masturbándola.
La devoraban. Una vez que estuvo segura de que Rachel no haría ningún otro intento de separarse, le soltó las muñecas y la cargó en sus brazos para sentarla encima del escritorio. Sus labios jamás se despegaron de los suyos mientras se acomodaba entremedio de sus piernas y le recorría el cuerpo entero con las manos.
— ¿Te gusta?
Dijo Quinn con la voz agitada. Sus largos dedos seguían follándola de una manera exquisita. Más rápido y más intenso. La espalda de Rachel dolía por estar tendida en la dura madera del escritorio, pero era lo que menos importaba. Sólo tenía mente para pensar en lo fantástico que se sentía que Quinn le prestara atención a su coño. — dime si te gusta que te esté follando con los dedos.
— Sí, oh… ¡Sí! — gimió, cerrando los ojos con fuerza. — por favor…
— ¿Por favor, qué?
— Fóllame.
—Qué guarra eres, con que quieres que te folle, ¿Eh? —dijo y una sonrisa de pura lujuria apareció en su rostro. Sacó los dedos, ahora húmedos de su interior y con el dedo de al medio comenzó a hacer círculos en su clítoris. Ella abrió los ojos de golpe y lo único que pudo ver fue el techo de color beige del despacho. — ¿Y con qué quieres que te folle?
—Tú sabes con qué…
—Dímelo.
Quinn siguió frotándole el clítoris energéticamente. Y no se detendría. Disfrutaba viendo la expresión de placer en el rostro de Rachel, así mismo como ella disfrutaba de su propio placer, viendo como el pecho de Rachel subía y bajaba rápidamente conforme jadeaba. Había sudor en su frente, y unos cortos mechones se le había pegado en las mejillas. La piel le brillaba a lo largo de todo el cuello, perdiéndose por sus pechos.
Ella pronto se correría, y estaba claro que Quinn no tenía ni la más mínima intención de detenerse.
—Dímelo. — repitió Quinn. — quiero oírte…
— Por favor…
— ¿Con qué quieres que te folle? —preguntó, mirándola fijamente a la cara.
Ella se retorció, pero Quinn supo mantenerla quieta con una mano mientras que con la otra continuaba con su tortura. — ¿Tal vez con la lengua? Porque tengo unas inmensas ganas de comer tu dulce coño ahora mismo.
—No…
— ¿Entonces qué?
— ¡Quiero tu polla! — Exclamó, pero con el cuidado de no elevar tanto la voz para que afuera no la escucharan. —quiero tu maldita polla dentro de mí follándome. Duro y fuerte. Una y otra vez.
—Señorita Berry. — Dijo Quinn fingiendo sorpresa.— pero qué boca más sucia tiene.
Rachel gimió y arqueó la espalda. Un pequeño hueco se formó entre ella y el escritorio, y cuando estiró las manos a sus lados buscando algo de apoyo, sin querer, botó un cuadro que estaba encima y cayó al suelo causando que se quebrara.
—Córrete.— murmuró Quinn.
El cuerpo de Rachel se sacudió, y Quinn la sujetó de las caderas para evitar que cayera del escritorio y se lastimara. La miró con ternura cuando escuchó que decía su nombre al momento que llegó al orgasmo antes de que la tranquilidad volviera hacia ella, permitiéndole respirar con normalidad.
Pero Rachel sabía que Quinn aún no terminaba con ella…
—Me encantó oír la pronunciación de mi nombre en tus labios.- dijo Quinn, estirando una mano para acariciarle la mejilla. —te hice llegar a tu primer orgasmo. El primero de muchos…
Quinn tomó los bordes de la falda colegiala y se la subió, hasta por debajo del pecho. Le bajó las braguitas rosadas y las tiró hacia algún lugar de la habitación. Rachel se incorporó, sentándose encima del escritorio.
—Será rápido, ¿De acuerdo?— dijo Quinn mirándola a los ojos mientras se desabrochaba el cinturón del pantalón. Esos mismos ojos que ahora ardían en llamas.
Rachel sólo asintió.
—Termina de desvestirme tú. — dijo al momento que dejó caer los pantalones hasta sus pies. Tomó la mano de Rachel y la dejó sobre su entrepierna, apretándole los dedos contra su erección palpitante. La boca de ella se entreabrió, asombrada por lo larga y gruesa que era y flexionó un poco los dedos al sentir la dureza de su pene sobre la tela del bóxer, provocando que desde la boca de Quinn saliera un pequeño gemido. — quiero que tengas la suficiente confianza para tocarme, así como tú la tuviste conmigo.
Tímidamente y muy despacio, Rachel tomó por los bordes su bóxer y lo tiró hacia abajo. Se sonrojó al ver su erección salir al aire. Dios, estaba durísima
— ¿Y bien? — Quinn sonrió, claramente gustosa ante la expresión en el rostro de Rachel.- ¿Qué piensas?
- Señora directora.- dijo fingiendo sorpresa, apartando la mirada de su erección para mirarlo a los ojos. — lo único que le diré es que a pesar de su edad, se mantiene en buena forma.
Ella arqueó una ceja, luego se envolvió el pene con las manos y comenzó a sobarlo. Rachel jadeó y ensanchó los ojos, volviendo otra vez toda su atención a su entrepierna.
—Para su información, señorita Berry, tengo veintiséis años lo que significa que no estoy tan vieja. Y mi pene funciona perfectamente. — quitó sus manos y la cogió de los muslos, separándole las piernas para acomodarse mejor al medio de ellas. Le acarició el interior del muslo derecho, y la sintió estremecerse. — ahora mismo se lo demostraré.
Quinn rasgó el condón que guardó del bolsillo de su pantalón y lo deslizó a lo largo de toda su erección. Ella volvió a recostarse encima del escritorio, inspirando profundamente para tratar de tranquilizarse. Iba a perder su virginidad, ¿Cómo no iba a sentirse nerviosa?
—Relájate, linda. — Dijo Quinn con la voz suave, y toda tensión en el cuerpo de Rachel desapareció cuando ella se inclinó para depositar un beso tierno en el interior de su muslo izquierdo. —prometo que lo disfrutarás tanto como yo.
Rachel cerró los ojos con fuerza hasta el punto en que le dolió cuando sintió que Quinn comenzaba a presionar su glande en la entrada. Luego empujó con fuerza, sin tener la menor vacilación u oscilación. Fue intenso y duro al mismo tiempo, desgarrándole la virginidad por completo. Ella se mordió los labios para evitar gritar y clavó las uñas en los antebrazos de Quinn, pero ella no se quejó. Al paso de unos segundos, comenzó a moverse, retirándose de ella para volver a entrar con la doble intensidad de antes.
Quinn la estaba follando duro y salvaje, gimiendo con cada golpe que daba en su interior. Empezando un mete y saca veloz.
—E-Estás… jodidamente… estrecha. —pronunció con dificultad. — mi… polla… se… siente… increíble… dentro… de… tu… coño.
— Sí, sí, sí. — gimió. El escritorio temblaba con fuerza bajo ella conforme Quinn seguía penetrándola, una y otra vez, más rápido. — oh… Dios…
—Ya estoy cerca.- gruñó, sintiendo como Rachel se ceñía con fuerza alrededor de su polla y en lo cerca que estaba de llegar al orgasmo. — córrete conmigo, por favor…
Empujó una vez más y Rachel se arqueó cuando, por segunda vez en el día, ella alcanzó el clímax. Quinn la acompañó después, quedándose inmóvil en su interior, cerrando los ojos con fuerza y apretando los dientes para no gritar. Ella quería gritar el nombre de ella con todas sus fuerzas y de ese modo anunciar a todo el mundo que había alcanzado el cielo junto a su chica — sí, su chica joder—, pero no quería levantar sospechas por lo que reprimió el grito a mitad de su garganta.
Aún sin retirarse, Quinn colapsó sobre ella. Se inclinó encima del escritorio y la abrazó, con la cabeza apoyada entre sus pechos. Tenía los ojos cerrados y se esforzaba por volver a tener la respiración regular. Rachel la envolvió con los brazos por su espalda, sintiendo lo húmeda que estaba su camisa por la transpiración y enredó los dedos en su cabello.
Y así, en medio del silencio, ella pensó en todo el cariño que comenzaba a agarrarle.
Le subió bien las braguitas y la falda colegiala. Ella lo ayudó subiéndole el bóxer y después el pantalón. Quinn la levantó del escritorio y la colocó suavemente de pie frente a ella, luego la besó con ternura. Y ella gustosa le correspondió el beso echando los brazos alrededor de su cuello, colocándose en puntitas para profundizar más el beso. Sus lenguas se encontraron en ese territorio ya familiar y se besaron lentamente, seduciéndose una con la otra.
Al separarse, Quinn sonrió y le plantó un beso fugaz en la frente.
—Has hecho de este sexo algo fantástico. Siempre he querido besarte pero hoy conseguí algo más. Gracias por todo, cariño. — susurró y acarició su nariz con la suya. — quiero que vengas a mi casa conmigo ahora.
Rachel pestañó varias veces. Pensó que sólo se trataba de una broma y que no hablaba en serio, pero su cara decía todo lo contrario. La miraba esperanzada, con la cara iluminada y los ojos llenos de ternura. Oh, ese era un Quinn entusiasmada. Con ganas de juguetear un rato. La miró, tratando de ocultar su sonrisa mientras se mordía el labio. Pero se le hizo imposible.
—No creo que eso sea posible. Papá no sabe que me quedé más tarde en la escuela y se puede preocupar.
— ¿No la puedes llamar o enviar un mensaje de texto para avisarle que llegarás tarde?
— ¿Cuál excusa le pongo?
—Dile que te quedaste con alguna amiga en su casa, ¿Tal vez?
—Señora directora, ¿Me está pidiendo que le mienta a mi propio padre?
Los labios de Quinn se curvaron hasta transformarse en una cálida sonrisa.
—Sí.
— Mmh, es muy tentativo. Pero no, mi tía no trabaja hoy y tengo que ayudar a papa en la joyería.
—¿Joyería?
—Sí, es la tienda en donde trabaja.
— Entiendo. ¿Y tú otro papá?
—Viajó por unos días a Nueva York por cosas del trabajo o algo así.
—Bueno. — hizo un mohín. —pero algún día tendrás que ir a mi casa.
—Por supuesto, yo también quiero ir. — le guiñó un ojo. — ¿Tal vez el viernes?
—Viernes, sí. Me parece bien— dijo y se relamió los labios, en un gesto que irradiaba sensualidad y la desconcentró por breves segundos. —ya estoy ansiando que termine lo más rápido posible la semana.
—Creo que lo mejor sería ordenar tu oficina un poco antes de salir. —dijo para tratar de distraerse de su boca, luego se sonrojó cuando miró el escritorio.
Quinn miró hacia la misma dirección y una sonrisa maliciosa se adueñó de sus labios. El escritorio ordenado que Rachel conoció cuando entró al despacho quedó en el olvido. Folios arrugados estaban sobre la mesa, tinta corrida y lápices esparcidos por el suelo.
— Cualquiera que entraría pensaría que robaron. — bromeó Quinn, acercándose para tomar los folios y colocarlos en su sitio.
—Pienso lo mismo.
Mientras ella ordenaba, Rachel se agachó para recoger el cuadro que había botado sin querer hace minutos antes cuando estaba tumbada encima del escritorio. Quinn se volteó al oír el sonido que hacía al apartar los vidrios y se acercó a ver.
— ¿Qué haces? Suelta eso, te puedes cortar. — le regañó cuando vio que tomaba un pedazo de vidrio. Rachel puso los ojos en blanco y lo dejó caer al suelo.
—Toma. Esto es… tuyo. —dijo y se lo entregó. En la fotografía se podía ver claramente a Quinn vestido de traje, al lado de una chica rubia de ojos color celeste que traía el pelo recogido. Ella traía puesto un vestido floreado, y a mala gana Rachel tenía que admitir que era atractiva. Muy atractiva, con un cuerpo curvilíneo y alta. Tan solo ver la forma en que Quinn la rodeaba de la cintura y ella apoyaba la cabeza contra su hombro de una manera tan íntima bastaba para que ardiera en celos.
"La muy cabróna tiene novia, y me usó sólo para follar". Rachel rechinó los dientes.
Quinn tomó la fotografía, después se rio cuando la observó.
— Oh, pero qué tía más guapa es la que está ahí. — le dijo divertida. Entonces cualquier rastro de humor que había en su rostro desapareció cuando notó lo entristecida que estaba. — hey, ¿Qué pasa? — preguntó, levantándole la barbilla para que la viese a los ojos.
—No pasa nada…
—Vamos, dímelo.
Rachel suspiró. No dijo nada, pero sólo bastó para que mirara la fotografía y entonces Quinn comprendió.
—No es mi novia. —se apresuró a explicar, dejando la fotografía encima del escritorio. — es mi prima.
—Oh. — se sonrojó, avergonzada al haber pensado mal. — ¿De verdad? —preguntó, con un tono de esperanza en su voz que no pudo ocultar.
—Sí, yo no tengo novia. La única que me interesa eres tú. — Murmuró y la besó ligeramente en los labios. — eres tú, Rachel. La única mujer que se adueña de mis pensamientos, día y noche. Y eres mía, ¿Entiendes?
— ¿Soy tuya? — arqueó una ceja.
— Claro que sí. ¿No lo ves? Todo tu cuerpo tiene marcado mi nombre. — su voz era suave, aunque seductora. Ella tragó saliva. — supe que eras mía desde el primer momento en que llegaste a la escuela y te vi con tus tiernos diecisiete años, caminando apresurada por el pasillo del colegio y con la mirada en el piso, tratando de pasar desapercibida por los demás. Pero yo si te noté, Rachel. Te vi y no pude quitarte de mi mente jamás… hasta el día de hoy.
—Yo igual te veía. —admitió, sonrojándose por enésima vez en el día. — en los recreos, o cuando te pillaba por los pasillos… siempre te veía. Y joder, no había ningún momento en que no me imaginara…
— ¿No te imaginaras qué, cariño? — le cogió la barbilla, besándola y sonriendo cuando ella se ruborizó, otra vez.
—Cosas…
— ¿Qué tipo de cosas? Explícate.
—Ya sabes… lo mismo que tú te imaginabas cuando me veías.
— Cuando te veo, Rachel. Cuando te veo. — le corrigió, sorprendiéndola cuando la tiró hacia ella y la abrazó. — ¿Tienes idea de lo mucho que te deseo? Pareciera que jamás me sentiré satisfecha de ti y es lo que más me fascina.
— Me encantaría volver a repetir lo de hoy. Uhmm… me gustó mucho ese polvo encima del escritorio. — dijo tímidamente.
—A mí también me gustó. — sonrió y enredó los dedos en el cabello de su nuca, echándole la cabeza hacia atrás para mirarla a la cara. La besó por breves segundos, suficiente tiempo para enloquecerla y hacerla suspirar encantada. — me gustaría llevarte a mi casa para tenerte en mi cama, pero esta vez para hacer el amor.
— ¿Hacer el amor? — preguntó sorprendida.
— Sí, realmente tengo muchas ganas de hacer el amor contigo. ¿Qué dices? — le dijo, inclinándose para besarla juguetonamente en el cuello. Clavó los dientes suavemente y repartió pequeños besos, haciéndole cosquillas en la piel. Rachel se rió. — ¿Te gustaría probar hacer el amor conmigo?
— Sabes que sí. Contigo, estoy dispuesta a hacer lo que sea, si ya me has follado encima del escritorio, en tu propio despacho…
— Ahora cada vez que entre, no podré concentrarme en trabajar porque estaré distraída recordando en lo maravilloso que fue estar dentro de ti. —Negó con la cabeza, sonriendo. —si hago mal mi trabajo a partir desde mañana es por tu culpa.
—Oh, y si yo comienzo a sacarme malas calificaciones, o a no prestar atención en clases será por tu culpa.
— ¿Y por qué por mi culpa? — preguntó inocente.
—Por estar entrometiéndote en mis pensamientos cuando no debes. Los profesores ya no me verán como la alumna correcta y se enojarán, enviándome a detención después de clases.
Los ojos de Quinn adquirieron un brillo especial. Mirándola esperanzada.
—Pero podrás sacar un provecho a eso.
— ¿Cuál?
—Si te envían a detención, la que estará a cargo seré yo.
— ¿No es la misma inspectora o algún profesor que está a cargo de eso? — preguntó alzando las cejas.
La sonrió, luego ladeó la cabeza y le lanzó una mirada caliente que le aceleró el corazón.
—Por ti puedo hacer una excepción.
Bueno este shot es una manera de pedirles disculpas por no actualizar mis otras historias, dije que lo haría hoy pero justo me dejaron un trabajo importantísimo que debo presentar mañana , no me daría tiempo de chequear si hay errores en lo capítulos por lo que decidí subirlos mañana ya con mucha más calma. Este shot ya lo tenía adaptado así que no me desconcentro mucho de mi trabajo :3 jaja bueno nada más así que decidí subirlo, espero que les haya gustado y si tienen alguna petición para algún one shot , solo déjenme un review y yo lo hare.
Gracias por leer,
Saludos
