Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, son propiedad de Hidekaz Himaruya. Esta historia tampoco es de mi propiedad, es la traducción y adaptación a fic de un doujinshi que leí hace mucho tiempo en Tumblr. (Explicación larga abajo)
Pairing: Canadá/Inglaterra.
Advertencias: Nada, solo drama.
Y llego con más MapleTea. Esta vez no es una historia original mía, he querido mostrarles el primer doujin CanUk que leí y me enamoró de esta pareja. Espero poder plasmarlo de manera que se sientan igual a como yo me sentí al leerlo.
Desgraciadamente, la cuenta y el doujin fueron borrados del sitio donde fue posteado originalmente. Y no puedo encontrarlo ahora que lo he estado buscando. En todo caso, el nombre es el mismo que del fic por si quieren buscarlo. Y si ya lo leyeron espero no les moleste ñ_ñ
Dejo que lean.
…
…
— Parece que te gusta mucho.
— ¿Eh?—levantó la mirada. Los enormes ojos violáceos se abrieron, curiosos, observando al joven que le sonreía amablemente.
— El osito—aclaró mirando al cachorro de oso polar que lo observaba con curiosidad entre los brazos del pequeño niño rubio. Se inclinó, apoyando la mano sobre su rodilla para acercarse y poder encararlo—No creo haberte visto separarte de él en ningún momento—ladeó el rostro mirándolo con dulzura.
— S-sí—asintió, estrechando con timidez al osito en sus brazos
Navidad en 1763. En el ambiente se llenaba de la inconfundible aura festiva. El salón adornado, hermoso, con detalles dorados, rojos, blancos y verdes. Serpentinas colgaban de los marcos de puertas y ventanas. El armonioso sonido de los violines, paseaba por toda la habitación, llenando los oídos con tonadas propias de la fecha.
En el centro de todo, el enorme pino cubierto por los adornos rojos y verdes tallados y pintados a mano con pequeños detalles dorados, se mostraba esplendoroso. Una hermosa estrella, brillante como el oro, engalanaba la punta del árbol, dándole el toque final a toda la decoración. A los pies de este, cientos de regalos abiertos y sin abrir se encontraban dispersos y separados de acuerdo al destinatario.
El pequeño Trece Colonias se mantenía entretenido destruyendo las envolturas de sus regalos, desesperado por descubrir lo que Santa le había enviado ese año. Chilló y canturreó eufórico al encontrarse con todo lo que había estado pidiendo a lo largo del año.
— Es que…—el rubio más pequeño continuó, sintiendo como sus pequeñas mejillas se teñía de rojo—… Para ser honesto, este es el primer regalo que recibo—el mayor levantó las cejas, sorprendido— ¡Significa mucho para mí!
— ¡Me alegra oír eso!—posó una mano sobre la cabeza rubia y acarició los cabellos, teniendo cuidado especial con el pequeño rulo rebelde— Entonces debo darte muchas cosas lindas.
— No—negó con la cabeza rápidamente—Esto es suficiente.
— Ya veo—entrecerró los ojos, enternecido—Gracias por ser tan considerado—acarició la pequeña mejilla que se coloreó más—Cuídalo mucho—sonrió
— ¡Sí!—asintió rápidamente, devolviendo la sonrisa.
Los ojitos malva se abrieron maravillados ante la amabilidad de su nuevo tutor. No cocinaba tan bien como Francia, pero lo compensaba con sus atenciones y mimos. Y más con su sonrisa. Aquella que le mostró abiertamente en ese momento.
—Feliz Navidad, Canadá.
…
…
Only I Can See It
…
— ¡Estados Unidos!— Se giró hacia el recién llegado que se acercaba furioso hacia él— ¡Tú!—se detuvo frente a él apuntándolo amenazador— ¡Hijo de…! ¿Dónde has estado?—el rubio puso los brazos en jarra, frunciendo las cejas con molestia— ¡Te he estado buscando!
— Eh…—intentó explicar, pero los gritos del mayor se lo impidieron.
— ¡Apresúrate!—se acercó más dispuesto a asestarle un golpe si no se movía pronto— Hicimos un trato hoy, así que tienes que cumplirlo…
— Disculpa…—habló cuando fue tomado del brazo. Agarró a Kumajirou, que empezaba a caerse, como pudo con su brazo libre.
— ¿Huh?—levantó una ceja interrogante, girándose hacia el rubio que le sonreía nervioso— ¿Qué sucede? No me digas que quieres cancelarlo porque te quedaste sin dinero de nuevo. Demonios, eres…
— N-no es eso—se apresuró a decir—Es que yo soy Canadá—sonrió con nerviosismo.
Inglaterra arqueó las cejas. Se quedo un momento observando fijamente al joven rubio que reía tímidamente frente a él. Soltó el agarre que tenía en su brazo y dio un salto hacia atrás, avergonzado.
— ¡Oh Dios!—se llevó ambas manos a la cabeza, haciendo una mueca de horror—Lo siento. Lo siento ¡Lo siento!—Canadá rió levemente y negó con la cabeza.
— No te preocupes, Inglaterra—levantó una mano conciliador y lo guió a la salita de estar— Serviré té, siéntate por favor—dejó a Kumajirou sobre uno de los sillones forrados en piel y se dirigió a la cocina.
El país europeo se sentó cruzando las piernas, elegante. Observó con detalle la delicadeza con la que el más joven trataba al pequeño oso. Apoyó el codo en el lateral del sillón y descansó la mejilla en su mano. Ladeando la cabeza, empezó a cavilar sin quitarle la mirada esmeralda de encima al animalito.
— Preparé té de maple—Canadá entraba al salón con una bandeja de plata en la que un par de tacitas de porcelanas descansaban— Espero sea de tu agrado—colocó la bandeja con cuidado sobre la mesita de té, provocando un ruido sordo ante el choque del metal con la madera. El aroma dulzón del té llenó el ambiente, haciendo sonreír a Inglaterra.
— Sabes que me encanta el té de maple—tomó con cuidado la humeante taza, deleitándose con su aroma antes de tomar un pequeño sorbo—Tenía mucho tiempo sin tomar un poco—declaró sonriéndole al joven. Carraspeó, sintiendo como la sangre se le subía al rostro—Canadá, en serio lo lamento mucho—soltó avergonzado. El americano rió, sentándose a su lado con el oso sobre sus piernas.
— Ya te dije que no hay problema—dejó la porcelana sobre el plato para darle galletitas a Kumajirou.
— Recientemente he estado olvidando muchas cosas—palmeó su frente teatralmente—No eres solo tú. Creo que me estoy haciendo viejo—rió con cansancio. Carraspeó— ¡Lo siento mucho!—lloriqueó juntando ambas manos.
— ¡Ya te dije que no hay problema!—repitió moviendo los brazos rápidamente.
— Pero—habló curvando los labios en una sonrisa. Canadá levantó las cejas, interrogante, apoyándose en Kumajirou, que se quejó por el peso—siempre que te miro…—el corazón del más joven empezó a latir con fuerza—… te veo con ese osito en brazos—ladeó la cabeza, mirando con una sonrisa al animal que engullía una galleta con pequeños mordiscos— ¿Por qué?
— ¿Eh? —Canadá bufó interiormente— Ah…—movió una patita de Kumajirou, juguetonamente—Yo… prometí que cuidaría mucho de él—le miró a los ojos, sonriente.
— Ya veo—dejó la tacita vacía sobre la bandeja—Entonces alguien te lo regaló.
Mantuvo la sonrisa, a pesar de que su labio inferior empezó a temblar ligeramente. Sus ojos se oscurecieron. El azul violáceo bajó, evitando encontrarse con el verde contrario. Dejó su té sin terminar junto al plato de galletas y agachando la cabeza, estrechó a Kumajirou entre sus brazos.
— Creí que lo habías… comprado—continuó hablando Inglaterra, ajeno a todo—Fue algo como: "¿Le gustan tanto los osos?"—rió levemente antes de descruzar las piernas en inclinarse hacia adelante—Y bien, ¿Quién te lo dio? ¿Un amigo? ¿Uno de tus hermanos?—el verde brilló, curioso
— Eh, Inglaterra—levantó la mirada nuevamente, amagando una sonrisa.
— O, puede ser…—continuó, frotándose el mentón con el índice y pulgar—Que te lo dio tu amante—rió con ganas—O algo así.
El americano lo observó en silencio. Ya no sonreía. Sus largas pestañas enmarcaron sus ojos violáceos, que recuperaron su brillo, inquietos. Entreabrió los labios sin proferir palabra.
Inglaterra dejó de reír y le devolvió la mirada, interrogante. Canadá lo miró con intensidad sin proferir una palabra.
— No—habló por fin el más joven sin dejar de mirarlo—Me lo dio la persona de la que estoy enamorado.
— Vaya—suspiró después de un momento, parpadeando un par de veces, sorprendido—Lo que es ser joven. Entonces, supongo que esa persona no sabe de tus sentimientos—sonrió antes de levantarse— ¿Qué esperas? ¡Debes confesarte!—rió algo incómodo. Ese tipo de conversaciones nunca habían sido su fuerte—Incluso si es un chico, tú…—una mano en su hombro lo interrumpió. Giró hacia su espalda y se encontró con la molesta mirada de Estados Unidos— ¡Ah! ¡Tú, bastardo! ¡¿Dónde has estado?!—reclamó encarándolo.
— ¡Te estaba buscando!—vestido casualmente, levantó los brazos exasperado. Puso los brazos en jarra, haciendo un mohín.
— ¡Eso debo decirlo yo!—reclamó, apuntando el pecho del americano con leves golpecitos— ¡¿Qué haces aquí?! ¡Ah!—se giró hacia el joven que seguía sentado, sonriente—Canadá, lo siento.
— ¡Hey, Canadá!—Estados Unidos saludó con un movimiento de manos. Se giró hacia la salida, halando a Inglaterra del brazo.
— No hay problema—curvó los labios, ensanchando la mueca— Hola Estados Unidos
—Nos vemos después—se despidió rápidamente con una sonrisa, antes de volverse a seguir insultando al chico que reía en respuesta.
— Está bien—correspondió, empezando a reír quedamente ante la escena. Las voces fueron alejándose hasta que se apagaron por completo justo después del sonido de la puerta principal cerrándose.
Se quedó solo.
Sus ojos se cerraron y abrieron lentamente, repitiendo la acción un par de veces. El sonido de las manecillas del reloj llenó sus oídos, al compás de los latidos desbocados de su corazón. Lo ensordecían.
Siguió inmóvil, con la sonrisa congelada en su rostro.
— ¿Por…?—dio un respingo. La comisura de su labio tembló— ¡¿Por qué dije eso?!—Cayó de rodillas en el piso alfombrado, sujetando su cabeza con ambas manos— ¡Ahhhhh! ¡Qué vergüenza!—lloriqueó, siendo consolado por Kumajirou con un "Está bien" y golpecitos en la cabeza— ¿Qué voy a hacer? ¡Rayos, rayos, rayos!
Enredó sus dedos en las hebras rubias, halándolas con fuerza.
— El hecho de que no lo haya recordado me enfureció—frunció el ceño, golpeándose en la cabeza con los puños— ¡Ahhhh! ¿Qué voy a hacer si lo recuerda? ¡Maple!—plantó con fuerza el puño sobre la alfombra color vino.
Con la respiración agitada, se quedó observando un punto inexistente en el piso. Cerró su mano, enredando las fibras oscuras entre sus dedos. Entonces las lágrimas, muy a su pesar, empezaron a salir.
— Pero—una lágrima cayó sobre sus anteojos—Esto es culpa de Inglaterra.
…
— ¿Te gusta?—se agachó a su altura, regalándole una sonrisa— ¿Te hace feliz?
— ¡Sí!—asintió animoso, estrechando al animalito entre sus pequeños brazos— ¡Me encanta!
— Eso me alegra—acarició la cabecita rubia, despeinando los cabellos—Cuídalo mucho.
— ¡Lo haré! ¡Lo juro!—las mejillas sonrosadas hacían juego con la radiante sonrisa en el pequeño rostro— ¡Lo voy a querer mucho! ¡Lo cuidaré por siempre!
…
— Yo, de verdad…—sentado en el piso, recostó su espalda contra la parte baja del sillón. Atrajo a Kumajirou y lo acomodó en su regazo—… de verdad lo he atesorado—estrechó al osito con fuerza entre sus brazos, ocultando el rostro en la cabeza de este.
Habían pasado más de doscientos años, y aún así no era capaz de olvidar lo feliz que fue aquel día. Había sido su primera Navidad, y fue hechizado. Las luces de colores cambiantes, la música llenando la habitación, el calor del interior contrastando con el frío invernal. La familiaridad con la que fue tratado por todos, aún recién llegado. Fue uno de los mejores días de su vida.
Pero lo que lo dejó encantado, más resplandeciente que la estrella sobre el árbol, fue la sonrisa que le fue obsequiada ese día.
La sonrisa por la que desde ese día, luchó por merecer.
— Estúpido Inglaterra.
…
…
…
Y así termina.
Como dije, esta historia no es de mi invención. Es la traducción/adaptación de un doujinshi que leí hace mucho tiempo. He cambiado y agregado algunas cosas para hacerlo… más llevadero(?).
En total son tres capítulos, no mucho pero más largos que éste a mi parecer. Si quieren que los suba pues me avisan ^^
En todo caso espero les guste tanto como a mí.
¡Saludos!
