Disclaimer | Nope, Shingeki no Kyojin no es mío. Es total propiedad de Isayama Hajime.

Advertencias | Universo alterno al canon original, emparejamientos crack y OOC. Puede incluir contenido que resulte ofensivo, menciones de incesto, indirectas o chistes de adultos y constante uso de lenguaje vulgar y coloquial. Continuas referencias a la cultura popular, frases o palabras extranjeras. Ligero crossover con el anime Hetalia.

Emparejamientos | Male!Ymir x Sasha, Armin x Historia, Bertholdt x Fem!Eren, Reiner x Annie, Levi x Hanji, Auruo x Petra, Jean x Sasha, Jean x Fem!Eren, Levi x Petra… entre otras menciones menores.

Si no estás a gusto con ello, mejor no leas y todos felices. Ya estás avisado :3.


Ecuación de la Suerte
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Capítulo 1 Relatividad


Para MakiMinnion, mi gemela perdida, en sus dulces dieciséis.
¡Feliz cumple, twin :3!


Tal vez ya se estaba volviendo una tortuosa rutina el hecho de siempre tropezarse con la cadera en la puerta cada vez que pasa por ella. Una que otra vez un libro se caía de sus brazos o su bolso se enganchaba al asiento del pupitre de uno de sus molestos compañeros, que nunca encontraba mejor manera de sentarse con decencia.

Ese era un salón de clases lleno de gorilas. Cómo odiaba ver matemáticas lejos de sus amigos, pero no es como si tuviera mejor opción. Ella no era el director Fritz, de todos modos. No era la que establecía las reglas en esa escuela.

Al fin un atisbo de luz se asomó por el pasillo mientras vislumbraba a esos extraños seres reunidos en torno a los casilleros. Sus cansados brazos que apenas resistían las arduas clases de gimnasia con Keith Shadis, ya estaban empezando a resbalar los libros de cálculo y álgebra. Tendría suerte si uno de esos gordos ejemplares no le caía en el pie. Al menos sus zapatos del uniforme eran como una roca y no se haría daño en sus dedos, pero cómo le molestaría si no fuera así.

No sería la primera vez que llegaría a la escuela con el pie enyesado y llevando muletas. Ella tenía una suerte de rayos.

—¡Sweetheaaart! —chilló un chico tras ella.

De una manera fugaz, sus libros cayeron como tristes lágrimas de ángel hacia el frío suelo a la vez que era apretada por un par de brazos delgados como fideos. Maldijo una vez más su suerte, como que nunca escapaba de tener que ver sus libros en el suelo ni a uno de sus amigos profiriéndole amor eterno.

Delante de ellos, divisó a dos chicos altos. Uno era moreno y el otro rubio. Mientras el segundo luchaba por aguantar una carcajada, el de pelo negro observaba como siempre lo hacía, negando con la cabeza y soltando suspiros cansados al no ser la primera vez que se reproducía esa escenita frente a sus ojos.

—Ya te ayudo —dijo éste, inclinándose al suelo para recoger los libros que se habían caído.

Cuando por fin se liberó del abrazo apretado, ella miró sin gracia al que la había sorprendido. Un muchacho calvo que osaba de usar pañuelos en el cuello junto a la camisa del uniforme masculino ligeramente abierta en la parte superior. Su nombre era Connie Springer, el chico que los había sorprendido en primer año anunciando desde la azotea del edificio que era abiertamente gay.

—Ten, Sash. —El moreno le extendió sus cosas una vez los logró recoger.

—¿Por qué siempre me pasa lo mismo? —se lamentó arrancándole los libros de los brazos a Bertholdt, quien en realidad era su mejor amigo en todo ese jaleo desde hace siete años.

Soltó un suspiro apresurándose para abrir su casillero antes de meter los libros en él.

Finalmente al terminar de reír, Reiner, el rubio, se aproximó a donde estaban reunidos los demás y se dejó recostar de un conjunto de casilleros con una mano.

—Te dije que mientras no vinieras a nuestras fiestas tendrías siete años de mala suerte.

—¡Al diablo la suerte! —exclamó rodando los ojos.

Reiner sonrió con autosuficiencia y Connie forzó una risa femenina; ambos eran partidarios del maldito círculo de mala suerte en el que la habían encerrado por no asistir a sus dichosas fiestas, supuestamente con un vudú barato del puesto de unos cheroqui en el bulevar cerca de la escuela. Por supuesto, ese vudú del que hablaban eran puras chorradas que esos dos idiotas se habían inventado, pero que de alguna u otra forma tuvo repercusiones en su tranquilo modo de vida volviéndolo de repente un caos.

—Ven a la fiesta de este viernes y verás que la mala suerte se irá —insistió el rubio con un falso tono tétrico de ultratumba, dándole juguetones codazos a su hombro.

Sasha se removió mientras intentaba sacar su libro de química del desastre formado en su casillero. Un poco más de fuerza y Reiner la tumbaría al suelo.

—¿Puedes hacer que me deje en paz? —rogó hacia Bertholdt, quien intentaba ignorar los comentarios absurdos de Reiner.

—Sash, anda solo esta vez —dijo el moreno—. Será en mi casa, mi madre estará por si pasa algo. Ella dentro y nosotros fuera.

—¿Y eso? —se extrañó, mirando ahora a Reiner—. ¿Te quitaron la licencia de fiestas o qué?

—Nada de fiestas por el resto del año, al menos no en mi casa.

—Sus padres lo castigaron por el incidente del auto de su padre —respondió Connie, muy bien enterado—. Descubrió una extraña sustancia y ropa interior femenina ahí dentro.

—¡Oye, no lo digas muy alto o Annie me matará!

Sasha frunció el ceño asqueada por lo que acababa de oír mientras veía a Bertholdt pasarse una mano por la cara. No entendía cómo rayos él se había dejado convencer por Reiner de hacer la fiesta en su casa, pero eso era mejor que algo planeado por el rubio. Berth era mil veces más responsable y quizás el ambiente de la fiesta fuera menos pesado y caótico que las típicas que hacía Reiner. Más si Carla iba a estar ahí; normalmente Reiner aprovechaba que sus padres viajaban por negocios en Alemania para hacer sus fiestas.

Saliendo de su ensoñación debido al molesto sonido de campana proveniente de su celular, como pudo lo sacó rápidamente de su bolsillo no sin antes ver de quién se trataba. O mejor dicho, de quiénes.

LLAMADA ENTRANTE: Pinky y Cerebro.

—¿Qué? —respondió secamente con el auricular en su oreja.

—¡Sashitaaa! —exclamó alegremente un muchacho del otro lado—. ¿Cómo estás, bella?

—Sasha —dijo otro, de voz más gruesa y marcado acento italiano—, ¿por qué rayos no has contestado el teléfono en todo el día?

—¿Porque yo sí estudio? —ironizó.

—¡Più rispetto, sorella*! ¡Yo boto sangre y sudor para mantener el ristorante en pie!

—Lo que digas, Lovino. Estoy muy bien, Feliciano, ¿y tú?

—¡Como un rayo de sol!

—¡Sasha, no me ignores! —chilló Lovino.

—¿Para qué rayos llamaban?

Pappa quiere que vengas directito a la casa en lo que salgas —contestó Feliciano.

—Hoy toca mesada —amplió Lovino.

Sasha arrugó la cara. Su mesada siempre tenía que ganársela trabajando por lo menos una tarde entera como mesera, aunque como le tocaba clases solo ejercería media tarde y noche.

—Ok, ciao.

—¡Ya va, muchachita! —frenó Lovino—. ¿Con quién estás ahora? Se escucha una voz de hombre.

—Es Connie, pero ese no se puede considerar hombre.

—Oh. —El muchacho calvo se sonrojó ante lo que casi fue un halago.

Sasha —rezongó Lovino con voz de advertencia.

—¡Yaaa, tengo clases! ¡Vayan a hacer su trabajo!

A través de la otra línea, en la distancia pudo oírse una voz gruñona de hombre exigiéndoles a los muchachos que dejaran de holgazanear. Era su padre, casi como si hubiese recibido un mensaje telepático de su parte.

—¡Ciao, bella! —se despidió Feliciano como pudo justo antes de que la llamada se cortara.

Sasha soltó un sonoro suspiro de alivio una vez acabó el martirio. Se llevó el teléfono de vuelta al bolsillo de su falda y miró a Bertholdt fastidiada.

—Está bien, creo que iré.

—¡Yay! —chilló Connie colgándose del cuello de Sasha.

—¿Puedo dormir en tu casa, verdad? No quiero que Pinky y Cerebro se pongan intensos con que tienen que irme a buscar después.

Berth sonrió y negó con la cabeza. Sasha les había presentado a sus amigos su familia durante el primer cumpleaños que pasó en Trost, que fue celebrado durante la inauguración del restaurante de su padre. Y precisamente Feliciano y Lovino, los dos idiotas que compartían sus mismos genes y se hacían llamar «hermanos», no estaban muy a gusto con que el retoño tuviera más amigos hombres —considerando que la única mujer aparte de ella en ese grupo, pues Connie nació teniendo pene, era Annie.

Pero como los años habían pasado y la confianza y aprobación de Feliciano y Lovino se generó. Y a Berth, prf, lo amaban más que a su hermana. Si fuera por ellos, ya la estuvieran casando con su amigo.

—No hay problema, le diré a Ellen que tendrá compañía.

Por el contrario, Sasha no era muy allegada a la hermana menor de Berth. Ella era un caso un poco más distinto, pero nada fuera de lo común. Ellen por lo menos la aceptaba y estaba a gusto. De todos modos, no era la primera vez que dormiría en casa de los Jaeger. Alguna vez le tocó quedarse porque a ella y a Berth se les hizo tarde durante la elaboración de algún trabajo, o porque Berth invitaba a todos para quedarse a dormir después de alguna fiesta.

—Entonces sí iré.

Viendo las sonrisas satisfactorias en los rostros de sus amigos, la chica de cabello rojizo cerró su casillero con el libro de química en mano y se despidió para ir a su próxima clase.

—¡Byebye, sweetheart! —soltó Connie agitando fuertemente su brazo en el aire y lanzando un sonoro beso con la mano.

Su vida merecía ser un poco más normal.

·.·´¯`·.·•

—¿Bertholdt Jaeger?

—Presente.

—Le llaman de la oficina del director. Su hermana otra vez está allá.

El moreno exhaló pesadamente a la vez que Annie a su lado negaba con la cabeza. Con sus dedos hizo una seña en números que él observó de reojo; tres, tercera vez en lo que iba de mes que lo llamaban por un asunto de su revoltosa hermana menor.

Sasha, sentada delante de Annie, le deseó buena suerte a su vez que él recogía los útiles de su pupitre y se dedicaba a salir del aula. No valía la pena dejar sus cosas ahí, si la hora de la salida estaba muy cerca. Ellen siempre tenía la bonita costumbre de hacer rabiar a sus profesores de la última hora que le propinaban un castigo de treinta minutos en detención después de la hora de salida, o enviarla de visita a la dirección.

—Buenas tardes —saludó con amabilidad a la secretaria, Nifa, quien lo miró sin emoción alguna como única respuesta. Parecía estar acostumbrada a verlo por ahí.

Bertholdt se sentó como siempre en una de las sillas de la sala de espera de la dirección, ansioso por saber qué rayos había hecho Ellen esa vez.

Desde siempre Ellen se metía en problemas. En primaria, la niña mordía a sus compañeras o les jalaba de las coletas porque no le prestaban los colores para pintar un dibujo. Con los años había perdido sus hábitos de pelear con todo el mundo, pero en todo el proceso de pubertad y adolescencia se puso más contestona. O se ponía a discutir casi a punta de arañazos con sus compañeros varones y hembras, o le alzaba la voz a los profesores.

Y en casa, con una madre como la de ambos, de índole militar en cuanto a castigos se refería, Ellen era prácticamente un ángel. No solía contestar mal, a menos que fueran comentarios groseros que por su misma actitud se le salían y que Carla luchaba por corregir.

La puerta de la oficina del director se abrió, dejando salir a una jovencita menuda de ojos verde agua que miraban hastiada y desaliñado cabello castaño semirrecogido de los lados hasta la parte de atrás. Bertholdt se puso de pie acercándose a la chica. Detrás de ella, un señor de mediana edad saludó al muchacho como si de un amigo se tratara.

—¿Qué tal, chico? Una vez más por aquí.

—¿Pasó algo con mi hermana, Dir. Fritz?

—Ah, nada grave. Solo que insultó en cara a una de sus profesoras.

—¡Porque la mujer está loca! —replicó ella.

Ellen —Berth dijo lentamente, callándola—. Lamento esto, Dir. Fritz. Le prometo que no volverá a pasar.

—Chico, no me importa lo que tú prometas mientras ella misma no se proponga a cumplirlo.

Berth miró a Ellen por un instante, ésta masticaba un chicle disimuladamente y rodaba los ojos.

—No pasará más, ¿verdad, Ellen?

La chica miró a su hermano ceñuda. Había una severa mirada en el rostro del mayor que siempre le desesperaba. Girándose hacia el director, sonrió lo más amable que pudo falsificar y dijo de manera casi robótica:

—No pasará, Sr. Director.

Fritz se ajustó la chaqueta que cargaba puesta y asintió, dejándolos ir no sin antes hacerla firmar otra acta de visita a la dirección.

El camino a casa se hizo muy callado una vez ambos se encontraban en el auto de Bertholdt. Ellen tenía la frente recostada del vidrio de la ventanilla a su vez que el mayor atendía sin distracción al camino.

—Tienes que controlar más esa boquita respondona, ¿lo sabes?

—Sí, papá —salmodió sarcástica. Su hermana siempre le decía así cada vez que intentaba hacerla entrar en razón. En cambio a Grisha, quien en realidad sí era el padre de ambos, lo llamaba «viejo».

—Ellie, hablo en serio.

La menor hizo un sonido de exasperación con la boca.

—Es que esa vieja decrépita le dijo inútil a Mikasa —explicó—. Dijo que uno de sus ejercicios de la tarea estaba mal, ¡y estaba perfecto!

—Y entonces tú saliste en su defensa —completó Bertholdt.

—¡Exacto!

—Ellie, Mikasa a veces se puede equivocar.

—¡Pero no en ese ejercicio! ¡La vi hacerlo y pedir opinión de Armin, de otras personas y profesores de otros cursos! ¡Todos le dijeron que estaba bien!

—Entonces fue un lapsus de confusión por parte de tu maestra. Comprende que es una señora a punto de jubilarse.

—¡Eso no le da derecho de decirle inútiles a sus alumnas!

—¿Qué sucede, amores? —inquirió Carla entrando a la cocina y acercándose para plantarles un beso en la frente a ambos.

Para cuando Berth se dio cuenta, la cálida discusión con su hermana respecto al incidente por el cual fue llevada a dirección había llegado hasta dentro de casa una vez se bajaron del auto. Carla Jaeger sonreía con curiosidad, aunque por la mueca de la cara de Berth y la cara de fastidio de Ellen sería fácil darse cuenta de que algo pasaba, y que era la tercera vez en ese mes.

—¿De nuevo en problemas, Ellen? —cuestionó la matriarca cruzándose de brazos.

La más joven puso los ojos en blanco mientras intentaba explicarle a su madre el porqué de esa vez.

—¡Le dijo inútil a Mikasa!

—Sí, pero tú no tenías que decirle vieja cadavérica fosiluda.

—¡Pero es que lo es!

—Lo siento, jovencita. He sido demasiado flexible contigo.

—¿Flexible? —Ellen repitió consternada—. ¡Me has hecho lavar la ropa de todos por tres semanas! ¡Hasta la de papá!

—Con razón mi camisa del uniforme de fútbol se volvió rosa —comentó Bertholdt divertido, sirviéndose una taza de cereal.

—¡Tú qué dices, como si lo pudieras hacer mejor que yo!

—Yo al menos sé que la ropa blanca va separada de la de color.

—¡Yo también!

—Sí, desde hace una semana para acá.

—¡Bueno, ya basta! —detuvo Carla, interponiéndose entre ambos. Berth suspiró y se sentó en una de las sillas del mesón de la cocina, mientras que Ellen se cruzó de brazos y resopló, haciendo volar su rebelde flequillo—. Ellen Gretchen Jaeger Hoover, estás castigada.

—Vaya novedad —ironizó.

Ellie —intervino Bertholdt con voz de advertencia. Carla había puesto una cara severa antes de que Ellen pudiera arrepentirse de su propio tono.

—No bajarás a la fiesta de tu hermano.

—¿Qué? ¡Pero mamá—!

—Nada de peros. Seguirás lavando la ropa los fines de semana también.

—¡Esto es inaudito, solo porque defendí a Mikasa de las garras de esa vieja fosiluda!

—Ellen Gretchen, más te vale que mejores ese vocabulario o a este paso también te quitaré la computadora.

—¡Nooo, esta noche hay torneo de LoL* y no me lo puedo perder!

—Entonces cuento con que me harás caso —sentenció Carla, dándoles la espalda momentáneamente para lavar un vaso en el fregadero. Ellen aprovechó que su madre no la veía para hacer una mueca, como si la remedara.

Berth le dio un ligero pellizco en las costillas a su hermana, de modo de advertencia. La joven resopló y, sin más qué decir, desapareció de la cocina dirigiéndose entre zancadas a su cuarto.

·.·´¯`·.·•

Crunch.

—¡Ahí te va, Connie!

Frente a él, el campeón que comandaba Connie fue atacado, reduciendo completamente los puntos de vitalidad hasta cero. La voz del muchacho estalló en maldiciones en inglés que él entendió perfectamente y sonrió gustoso. Todavía quedaba más trabajo por hacer, sin embargo.

Crunch.

Uno de los campeones enemigos fue en busca de él. Armin era uno de los ADC* de su equipo, encargado de pelear por la delantera para provocar el mayor daño físico a los enemigos. Por lo menos tenía a su Supp*, quien lo protegía de los ataques enemigos y a su vez intentaba arremeter contra los demás.

Pero esa noche su protectora no parecía estar colaborando demasiado. Apenas lo había curado un par de veces y solo porque Armin se lo decía.

—¡Vamos, Ellen! ¡Cúbreme ésta!

Crunch.

Viendo cómo su compañera intentaba recomponerse de un ataque, Armin intercambió los roles esa vez buscando protegerla. Pero fue demasiado tarde, Ellen había perdido todos sus puntos de vitalidad durante un contraataque.

—¡Maldición, Ellen! —exclamó. Ahora solo quedaba él mientras los otros solo eran espectadores.

Pero por nada él era un experto en ese juego. No tardó demasiado en hacer de sus mejores tácticas y ser el vencedor de su equipo, que en su mayoría había perecido.

Suspiros se escucharon viniendo del monitor. Armin minimizó la pestaña del juego y abrió nuevamente el Skype. Connie tenía la barbilla posada en su mano, todavía lloriqueando porque había perdido durante la batalla. Mikasa por su parte estaba comiendo deditos de queso provocando un sonoro «crunch» que había estado perturbándolo a mitad de la batalla.

—Ustedes son unos malditos frikis —dijo Annie, quien también estaba incluida en la llamada.

Aunque la chica no jugara, le gustaba estar presente en las llamadas grupales de los chicos para burlarse un poco de ellos. A veces era porque no tenía nada mejor que hacer, según creía Armin, o porque Reiner no estaba con ella para hacer lo que tanto hacían. Habían llegado a un punto en el que Annie podía descifrar relativamente bien el lenguaje de LoL y no estarles preguntando qué diablos estaban diciéndose.

—Fue una buena partida —dijo Armin, ajustándose los audífonos con el micrófono.

—Lo dice el que terminó por patearles el culo a todos —ironizó Annie.

—¡Mi protectora se desconectó a mitad de la batalla! —chilló Connie.

Armin observó el recuadro de su respectiva Supp. Ellen estaba cruzada de brazos mirando un punto inespecífico de su pantalla, con el ceño bien fruncido.

Por ser amigo y compañero de clases de Bertholdt de media vida hasta el presente, a él tocó convivir mucho con la hermanita de éste hasta volverse muy amigos. En todo el tramo también conoció a Mikasa, la mejor amiga de Ellen.

—Lo siento —crunch—, se me cayó la conexión a internet —se excusó Mikasa, la Supp de Connie.

—¡Es que no puedo creerlo! ¡Iba ganando y me morí!

—Agh, ya supéralo, Rosita Fresita —Annie gruñó.

Hubo un corto silencio en el que todos se dieron cuenta de Ellen, quien no había dicho nada desde entonces. Al notar su molestia, algunos decidieron curiosear.

—Oye chiquita, relaja esa frente o te saldrán arrugas —aconsejó Connie, dejando atrás su tristeza por haber perdido.

—¡Chiquita tu pija, maricón! —detonó la menor, haciendo al muchacho lucir consternado y falsamente dolido.

Después de unos segundos de silencio, Annie soltó una risa mientras Armin trataba de encontrar las mejores palabras para calmar a la hermanita de Berth.

—¿Estás… bien, Ellen?

—¡De bolas que no, pendejo! ¿Crees que estaría bien con la puta cara que cargo?

—Oye enana, relájate —intervino Annie, haciendo a Ellen entornar los ojos y pasarse una mano por el desaliñado cabello marrón.

—La pendeja de química le dijo bruta a Mikasa y yo salté en su defensa, pero la muy cabrona me mandó a dirección y Carla me castigó por eso. No podré bajar a la fiesta de Bertholdt.

—Tranquila, Mikasa va a ir —aseguró Armin, mirando el recuadro de la morena que ahora se chupaba los amarillentos dedos con residuos del aperitivo.

—Eh, sobre eso… —inició ella; Ellen de una vez la fulminó con la mirada viendo directamente a la cámara—. No creo que vaya a poder ir.

—¡Ah no! —Todos notaron cómo Ellen señalaba con el dedo hacia el frío lente que la grababa—. ¡Tú no me vas a hacer eso, maricona! ¡Tú vas a ir y me vas a acompañar en mi soledad, me la debes por lo de hoy!

—Gracias, pero no te pedí que me defendieras de la bruja.

—¡Pero—! ¡UGH! —exacerbó llevándose una mano a la frente.

Annie soltó una risa burlona a la vez que Connie sonreía por la escenita. Armin solo suspiró y Mikasa ladeó una sonrisa de autosuficiencia. La chica de pelo negro era una de las pocas personas que especialmente lograba dejar a Ellen con la palabra en la boca.

—Era broma —dijo la chica—, iré.

—Estaba a punto de decir que eras una maldita perra bastarda traicionera, gracias por ahorrármelo —arguyó Ellen con un ácido sarcasmo.

—Solo hay un problema.

—Mierda, qué.

—Mis padres se fueron de viaje y, aunque tengo el permiso de ambos para ir a la fiesta, Levi es quien está a cargo y de una me ha dicho que no piensa recogerme tarde.

—Pinches hermanos mayores. Está bien. Puedes quedarte en mi casa —alegó Ellen, ya mucho más relajada.

—Ay no se preocupen, chicas. Nosotros les contaremos qué tal estuvo la fiesta —bromeó Connie, guiñando un ojo.

Armin escuchó a Ellen gruñir a través de sus audífonos. Estaba seguro de que solo le faltaba exhalar humo por la nariz y fuego por la boca.

—¿Jugamos otra partida? —invitó el rubio.

—Ay no. No voy a calarme otra vez su jueguito —declinó Annie, jugueteando con el aro de su nariz. Se la había perforado al iniciar el curso y Armin todavía no se acostumbraba de verla así.

—Relájate, Annie. Siempre puedes desconectarte —dijo Armin de manera socarrona.

—La cosa es que estoy demasiado aburrida que no lo hago.

—¿Entonces, chicos? —preguntó hacia sus compañeros de juego.

—Tengo que hacer tarea —eludió Mikasa encogiéndose de hombros.

—Coño, es cierto —secundó Ellen, entrecerrando los ojos con fastidio—. Yo los dejo, si Carla me ve hablando con ustedes en vez de hacer la tarea, me va a poner a limpiar el ático.

Mikasa bostezó.

—Yo también me voy. Hasta mañana.

Bye, chicas —se despidió Connie de manera efusiva. Ambos recuadros con los rostros de las jóvenes desaparecieron—. Bueeeno, ya que ahora solo quedamos los mayores, tengo un anuncio que decirles a ambos.

—Ay por dios, tienes novio —contestó Annie con desinterés.

Nope, mejor.

Aunque no se apreciaba en la pantalla, Armin miró a Annie y estaba seguro de que ella intercambió su mirada con él.

Guys, saben que ando liberal. Nada de relaciones serias.

—Cierto, eres la zorra del grupo.

—¡Exacto! Ya que Sashita no anda pendiente de chicos, Berth está demasiado enfocado en sacar a Ellen de detención, Armin no tiene suerte y Reiner y tú son novios, a mí me toca ser la zorra.

—Oye, ¿cómo que no tengo suerte? —reiteró Armin frunciendo el ceño.

Connie cerró la boca y Annie volvió a jugar con el aro de su nariz.

—¡Hey, no se queden callados!

—Armin, querido… ¿cómo te lo explico en buenos términos?

—Las chicas huyen de ti, eso —zanjó Annie en un farfullo, yendo al grano.

—Qué dices. Tú no lo haces, eres mi amiga.

Annie enarcó ambas cejas, expresando de manera no verbal «¿en serio?».

—Sí, las únicas chicas que te toleran son tu madre, Sasha, tus dos amiguitas y yo de vez en cuando.

Armin enarcó las cejas hacia el centro de la frente sin saber con qué defenderse ahora. Annie no había estado equivocada, de todos modos. Siempre que intentaba hablarle a una chica que le interesara ésta huía de él, por alguna razón u otra.

—No tengo la culpa de que no vuelvan a hablarme.

—¿Ah no, y quién la tiene?

—Pues…

—¿Ves? —dijo Connie—. Tenemos razón.

—¡Cómo no, si es que se la pasa hablando de cosas frikis!

—Eso es mentira —trató Armin en su defensa.

—¿Ah sí? —retó Annie—. ¿Te acuerdas de las citas a ciegas a las que te llevó Reiner?

—Annie, por favor… —rogó Armin, pasándose una mano por su ahora ruborizado rostro. Seguramente aun así sus dos amigos podían notar lo avergonzado que estaba a través de la pantalla.

—Te pasaste todas las citas rápidas hablando de cómics, videojuegos, tu colección de muñequitos de acción y de cosplay.

—¡No puedes culparme por eso! El instructor de las citas dijo que habláramos de nuestros gustos con el fin de hallar nuestra alma gemela.

—¡Sí, peor ni dejaste hablar a esas pobres chicas!

—Al final todas te calificaron como raro y parlanchín —añadió Connie soltando una carcajada.

Armin no supo si hundirse más en la silla o cambiar de tema rápido. Al final se decidió por lo segundo.

—¡Chicos! ¿Se acuerdan que mi abuelo me regaló una gift card de cien dólares para Amazon*?

—Sí, ¿y? —preguntó Annie con desinterés.

—Pues ya tenía ahorrados unos cincuenta dólares en mi cuenta ¡y finalmente pude comprarme esa figurita de acción que tanto he deseado todo el año!

—¿La de la chica de Overwatch*?

—¡Sí, la de Tracer!

—Dios mío, ten piedad —suspiró Annie.

—Quiero verla en lo que la tengas —dijo Connie.

—Lo siento, la tendré en mi altar de muñecos favoritos. Es una reliquia muy especial, he esperado tanto tiempo para tenerla en mis manos.

—Lo que quiso decir es que se masturbará apenas la saque de su caja —replicó Annie de forma socarrona.

—Ustedes, odiosos mortales, no entienden mi amor por ella —se quejó el rubio.

—Ni nosotros ni tus citas.

—¡Veee! —berreó Connie siguiéndole el juego a Annie.

Armin puso ojos de exasperación.

—Aw, Armin. Sabes que te queremos. Sin bullying no hay amistad.


*Più rispetto, sorella: «más respeto, hermana», en italiano.

*LoL: las siglas que conforman el título del afamado videojuego, League of Legends. El juego cuenta con su propio diccionario de términos y gran variedad de personajes a los que llaman «campeones». ADC en LoL significa «attack damage carry», en referencia a que hace el mayor daño físico al enemigo; Supp es la forma corta de llamar al «support», el que protege, cura, decanta combates, debilita y demás.

*Amazon: tienda online americana donde venden todo tipo de productos, desde artículos de primera necesidad hasta ropa y electrodomésticos. También disponible en España.

*Overwatch: otro videojuego de gama alta con una temática más o menos parecida a la de LoL. Aquí, en vez de llamarlos campeones, se les dice «héroes» a los personajes, donde Tracer es una de ellos.


Holiiiiiis.

Tras una terrible temporada de desinspiración, a Ayu se le ocurrió una extraña idea para un fic que decidió regalarle a su sorella en su cumpleaños. ¡Twin, espero que te esté gustando! Al igual que a cualquier personita que lo esté leyendo :3.

No sé, pero en todos los fics de SnK que llevo escritos, Annie sí o sí debe tener piercings. Es que me la imagino toda así y se ve bien, es eso o es que trato de reprimir mi propio deseo de perforarme xD. Y Connie, pues, ahí va otro fic en el que lo vuelvo una florecilla silvestre. ¿Y qué con los títulos de capítulos? Pues, twin, sé que has tenido suficiente con las matemáticas, pero no podré evitarlo xD.

Estaré subiendo muy seguido hoy y durante los próximos días, ¡así que nos veremos pronto!

Los quiere, Ayu.