Este escrito incluye temas que pueden llegar a ser perturbadores... creo (no sé qué perturbe a otros y lo que a algunos puede perturbarles a otros no... creanme que sólo puse lo que creí necesario para respresentar a los personajes)
Si eres menor de edad en tu país, estoy obligada a pedirte que no leas esto. (Sí, contiene contiene escenas salidas de tono -no sólo subidas de tono-)
Espero que disfruten leyendo esto tanto como yo disfruté escribiéndolo.
Disclamer: Obviamente no soy Akira Toriyama o estaría dibujando manga en japonés y no escribiendo fanfictions en español ;P (así que, los personajes no son míos. Yo sólo soy un titiritero más.)
La imagen usada para ilustrar esta historia no es mía; si el autor llega a verla y desea: a) que la quite o b) que le dé su justo crédito, agradecería que me mandara un mensaje antes que un insulto XD
Por último, éste es mi primer fanfiction y agradeceré cualquier comentario, crítica constructiva y, por supuesto, su lectura; tal vez no agradezca de inmediato, pero lo haré. (Personalmente siento que los agradecimientos y comentarios aurotales al principio del capítulo "cortan" la experiencia de lectura; así que, al final de la historia subiré algo más con agradecimientos, disculpas, etc.)
Y sí, aunque no lo escriba en cada capítulo, sus comentarios me alegran el día, me ponen a pensar y me hacen que me preocupe decepcionarlos.
Fin del primer comentario autoral.
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"¿Por qué no te quedas en mi casa? No tienes a dónde ir, ¿verdad? Te serviré mucha comida. Apuesto a que comes tanto como Goku. Pero no te vayas a enamorar de mi, aunque sea muy linda".
Todo comenzó con esa invitación.
Ya fuera por la emoción de volver a la Tierra, de haber sido salvada o sólo porque de alguna forma Vegeta le había recordado a Goku por el gusto que le tenía a las batallas y por lo obstinado que había sido con la esfera del dragón cuándo lo conoció; Bulma no pensó ni una vez lo que salía de su boca. Sinceramente no esperaba que él aceptara su invitación… pero tampoco esperaba que la rechazara. Simplemente le había parecido lo más natural por hacer; después de todo, el guerrero había peleado en contra del malvado Freeza al lado de sus amigos y les había dicho cómo salvar a Krilin y a Goku una vez que se enteraron que las esferas del dragón de namekusei podían revivir a sus amigos sin importar si habían muerto antes.
En todo caso, estando en la nave que los transportaba a casa, no podía dejar de ver a sus invitados: a los verdes y a los guerreros. Gohan estaba platicando animadamente con Dende, los namekusei hablaban quedamente con una mezcla de alivio y desconcierto que algún día aprendería a llamar "propio de su especie", pero Vegeta estaba solo; hasta el fondo del vehículo y pareciendo absorto en pensamientos. Ella… ella sólo quería llegar a casa y tomar un baño, dejaría que sus padres se encargaran de los invitados y ella descansaría de las emociones vividas.
Cuando Yamcha había hablado con ella mentalmente para decirle que Goku había muerto en la explosión de Namek no sólo había sufrido por la noticia, también por no tener a su novio junto a ella. Lo extrañaba. Habían vivido tantas aventuras, tantas travesuras, tantas experiencias juntos que había sido duro tragar la noticia de su muerte; de saber que no volvería a verlo. Pero esto, también se resolvería pronto.
Con el mejor humor que había tenido en mucho tiempo, tomó un largo baño en casa. Se entretuvo en pensamientos de todo lo que quería hacer con Yamcha en cuanto volviera a la vida; los lugares a los que irían y el tiempo que pasarían juntos hasta que su piel se arrugó por el tiempo en el agua caliente. Sin darse más tiempo, vistió con lo primero que sacó de su guardarropa y, ahora sí, estaba lista para sus invitados.
Los encontró fácilmente en el jardín interior de la casa. Allí, conviviendo con las mascotas de sus padres, los namekusei parecían estar en su ambiente. La animada plática que su padre compartía con el nuevo patriarca extraterrestre la invitó a acercarse. Estaban hablando de golf. Mientras su padre le explicaba el juego al patriarca, una de las mascotas se agitó notablemente. Si no hubiera sido el T-rex el que se agitaba, Bulma no habría hecho caso alguno. Pero lo era.
—¿Qué le pasa a tu mascota, papá?
El inventor dejó de hablar con el patriarca y notó, al fin, al dinosaurio.
—Parece que se asustó con algo, Bulma. Ya se le pasará.
El T-rex rugió molesto y los pequeños Namekusei llegaron corriendo como si el sonido los hubiera asustado.
—No se preocupen —les dijo Bulma tratando de calmarlos—. Es un buen dinosaurio, no les hará nada.
—¡Es ese hombre, el malvado que mató a todos en la villa del anciano Caracol! —gritó atemorizado uno de los niños, como si Vegeta fuera tras él.
Todos los namekusei se pusieron a la defensiva así de rápido. A pesar de ser una raza pacífica, ahora presentaban posiciones agresivas que de nada les serviría contra un sayajin. Con uno que ya había aniquilado a otros como ellos.
Cuando el susodicho se acercó a ellos saliendo de entre los árboles, el guerrero se veía más atento a la vegetación que a los extraterrestres que lo amenazaban. Cuando él reparó en la cantidad de personas reunidas en el jardín tronó la boca con desprecio y cruzó los brazos.
—No me digan que quieren pelear, insectos.
Ante la provocación del sayajin, los namekusei se enfurecieron mas ninguno se movió.
—Vamos, chicos —dijo ella rompiendo el tenso silencio con su tono natural y desenfadado—, no hay que pelear más. Ya hubo mucho de eso.
—¿Nos pides que nos llevemos bien con el malvado que mató a los nuestros? —respondió el nuevo patriarca, molesto e impresionado.
A sus palabras, un coro de voces extraterrestres se alzó mezclando los idiomas de ambos planetas.
—… ¡y lo dejas entrar al mismo lugar en el que estamos!
Bulma tartamudeó un poco ante el coro de quejas. Ella sólo había querido darles un lugar a todos ellos… y poder usar sus esferas del dragón. A todos les había convenido ese arreglo. Entonces, volteó a Vegeta, ¿por qué lo había invitado a él?
—Si no les gusta —gritó Vegeta a los namekusei interrumpiendo las quejas— puedo matarlos en este momento, gusanos.
Esas palabras, y la actitud arrogante del hombre, le hicieron perder la paciencia al fin.
—Todos tenemos que llevarnos bien —dijo Bulma en un tono autoritario—. ¿Me escucharon? Esta es mi casa y nadie va a matar a nadie; tú —dijo a Vegeta— deberías tener mejores modales, eras un príncipe, ¿no?
Vegeta bufó indignado, dio media vuelta y se marchó por dónde había llegado. Bulma suspiró aliviada al ver una catástrofe ser evitada. Como si nada hubiera pasado, volteó al patriarca extraterrestre, sonrió y retomó la conversación anterior.
—No comprendo por qué trajo a un asesino a su casa —dijo el patriarca verde sin volver a interesarse por el golf—. Él mató a muchos de nosotros.
—Y fue él quién nos dio la idea de traer las almas de Krilin y de Goku antes de revivirlos.
—Es un ser maligno, nunca cambiará —atacó el namekusei.
"Maligno", "Malvado". No había dejado de escuchar a todos llamarlo así. Y era cierto, matar a tantos, querer destruir la Tierra… pero aún no lo había hecho. Habiendo Goku muerto, y sin haber sido revivido para proteger el planeta, Vegeta podía hacer lo que quisiera con éste y no habría nadie para detenerlo. Y ahora ni siquiera había atacado a los namekusei. Mientras escuchaba la voz del patriarca como un sonido de fondo, no podía dejar de pensar en qué pasaría si alguien dejara de llamarlo "maligno" a la cara; si alguien le dijera que era bueno… que podía serlo. Tal vez, después de haber escuchado tanto que era malvado, al final había terminando creyéndolo él mismo.
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No faltaban más de siete días para que se cumplieran los 130 días en que las esferas del dragón recuperarían su brillo y ellos podrían llamar al dragón para que cumpliera sus deseos, pero a ella le parecía que faltaba incluso más que el año que tardaban las esferas de la Tierra.
El tiempo se alargaba demasiado y sus pensamientos giraban una y otra vez en torno al momento en que Yamcha estuviera de nuevo con ella; su cuerpo lo ansiaba ya y se sentía especialmente sola desde hacía un mes más o menos. Los namekusei rara vez salían del jardín interior y no había logrado concentrarse en ningún proyecto en particular. Y desde aquella vez en que Vegeta había amenazado a sus invitados verdes, tampoco había coincidido con él muchas veces.
Eso estaba bien. Y el no haber visto en las noticias que hubiera una masacre en la Tierra, sabía que Vegeta no había estado asesinando humanos. Eso era mejor.
En los meses posteriores a que Vegeta llegara a su casa, no lo había visto más de tres veces. Una vez lo había visto caminando por un pasillo hacia otro lado; la segunda lo había visto salir volando por una ventana y la tercera lo había visto en el balcón, entrado en pensamientos. Al principio se había divertido con el pensamiento del arrogante príncipe perdido en los corredores de su casa; luego se había preocupado por si estaba comiendo siquiera y, al final, se había dicho que el hombre estaría entrenando como poseso. Ahora se preguntaba, de nuevo, qué estaría haciendo el guerrero además de fruncir el ceño ante cualquier cosa humana.
¿Y si ella lo ayudara a acoplarse a la vida en el planeta?
Bulma soltó una carcajada a su propio pensamiento. Era ridículo pensar en que él estaría dispuesto a asimilarse a un planeta que quería destruir; a seres humanos que veía abismalmente inferiores a él. Además, ¿por qué tendría que ser ella quien le ayudara? Tenía cosas más importantes que hacer, como vivir su propia vida, conseguir un buen hombre… pero ya tenía a Yamcha. El volver a recordarlo paró cualquier otro pensamiento en su mente.
Se encontró de nuevo en el escritorio de su laboratorio personal. El único que no compartía ni con su padre. Aquí tenía todos aquellos inventos, investigaciones y proyectos que quería mantener en secreto; como lo fuera en su tiempo el radar del dragón. Su mano estaba jugando distraídamente con una pieza metálica. La observó sin saber de qué mecanismo la había sacado y la dejó sobre el escritorio, lejos de sus manos inquietas. Al volver a recordar a Yamcha, y su ausencia, volvió a sentirse triste y sola. Se levantó de la silla, tomó la pieza con la que estaba jugando anteriormente y se fue a la bodega de partes.
De camino a la bodega, su padre la detuvo un momento. Llevaba una carta en las manos. Le tendió ésta de inmediato.
—¿Qué es esto, papá?
—Ábrelo. Estoy seguro que esto te levantará el ánimo.
Bulma se apresuró a hacer justo eso.
Más que levantarle el ánimo, se sorprendió. Era una invitación para la cumbre más renombrada en cuestiones de tecnología. Ella creía que jamás la invitarían de nuevo, no después de un ligerísimo altercado con otro de los ponentes. Pero, para su sorpresa, allí estaba la invitación dónde le pedían asegurarse de reservar con antelación un lugar para presentar una ponencia o algún nuevo descubrimiento; o simplemente su asistencia como público.
Registró las fechas, aún tenía tiempo para pensar en si asistiría o no. Si quería presentar una ponencia, entonces tendría que trabajar en algo impresionante. Si quería asistir como público… no, realmente no quería asistir como público; así que si quería presentar algún invento tendría primero que investigar qué presentaría. Tenía bastantes meses para averiguarlo y poder hacer los trámites de ingreso. Esas invitaciones siempre llegaban con tanto tiempo de anticipación que la obligaba a pensar que servían para ponerlos sobre aviso y que se pusieran a trabajar en algo.
—Gracias, papá. Lo pensaré seriamente —dijo ya comenzando a irse.
—Pero… Bulma…
Ella no se detuvo más. La cumbre le había recordado que no tenía idea de qué investigación hacer, que su mente no estaba inventando, reparando o planeando tecnología; y eso le había sentado como una patada en el estómago.
Aunque estuviera oscuro, no tenía necesidad de prender la luz del corredor; conocía a la perfección el camino para llegar a la bodega.
En la bodega, mecánicamente prendió el primer set de luces que brindaba una iluminación tenue que le permitía moverse sin problemas. Se abstuvo de prender el segundo set, éste de luces blancas y más potentes. Realmente sólo tenía la intención de tirar la pieza de metal con la que había estado jugando a la caja correspondiente. No iba a buscar nada en particular… ni siquiera ideas.
Fue directo a la caja de las chucherías y pisó algo que no debería estar ahí. Algo duro y suave al mismo tiempo, algo que no estaba firme como el piso. Reculó espantada y sólo después se dio cuenta que había pisado a Vegeta. Sonrió afectada, casi con miedo de que el guerrero se levantara y cobrara venganza por un error, pero él no se movió. Esperó un segundo y otro más. Él no se movía.
—¡Vegeta! —gritó arrodillándose al lado para moverlo por los hombros—. No estés muerto, por favor —suplicó.
Lo agitó un poco más, hasta que sintió que sus músculos se movían. Él abrió los ojos y por un segundo fijó la mirada en ella.
Vestido aún con su traje azul y su armadura, casi podría haber jurado que la mirada del guerrero se veía somnolienta… o mortal.
Entonces él bostezó.
—Mujer ruidosa —se quejó él.
—No estás muerto —soltó con alivio—. ¡No me asustes así!
—No me mates así de fácil. No soy tan débil cómo los humanos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó desestimando su ataque verbal—. Si vas a dormir, hazlo en tu habitación. Para eso te dieron una.
Vegeta volteó el rostro evitando verla. Bulma notó el gesto de inmediato. Si él fuera un humano, podría pensar que ese gesto significaba algo… pero no era humano; y se la pasaba recordándoselo cada vez. Así que no tenía la menor idea de qué podía significar su gesto ¿molestia?, ¿desprecio?, ¿fastidio?
Pues que se lo tragara. Estaba en su casa y ella no había sido nada más que amable con él. Dispuesta a demostrar que no iba a acobardarse por su molestia, Bulma se sentó en el piso y a un brazo de distancia de él. Un segundo después sintió el frío de la habitación. Al ser bodega de piezas metálicas y circuitos no había requerido un clima templado controlado como el resto de la casa. Se abrazó a ella misma para mitigar el frío en lo posible y vio a través de la ventana. La noche se veía calmada, con todas las estrellas fulgurando tímidamente. No pudo evitar recordar el viaje en la nave de Kamisama; los días en Namek. Sintió de pronto una nostalgia inimaginable. Se levantó del piso y apagó las luces que había prendido. Volvió entonces al mismo lugar del que se había levantado. Vegeta no se había movido de su lugar.
Volvió a ver las estrellas. De la timidez de su brillo quedaba poco, la oscuridad les daba una nueva intensidad; les daba más fuerza a su brillo, más… carácter.
—Vegeta —llamó sin voltear a verlo—; así se ven los cielos de todos los planetas ¿o es sólo el cielo de la Tierra que se ve así?
—No lo sé —dijo a regañadientes.
—¿No has estado en muchos planetas? —respondió molesta por la evasiva.
—He estado en incontables planetas…
—Entonces sólo no me quieres decir —refunfuñó ella.
Vegeta gruñó bajo, molesto como todo el tiempo.
—Sólo viajaba a planetas para conquistarlos, o destruirlos. Nunca me detuve a ver… nada más que a mis enemigos.
—Entonces, ¿Cómo eran los habitantes de esos planetas? ¿eran…
—Débiles. A todos los maté demasiado rápido.
—Así que nunca te tomaste el tiempo siquiera para saber qué destruías —preguntó y sólo después comprendió que su tono había salido menos sarcástico de lo que hubiera deseado, casi desilusionado.
Vegeta se quedó un par de minutos completamente callado; si pensaba en las palabras o si había terminado la conversación ella no lo sabía. Se sorprendió cuando Vegeta comenzó a hablar de nuevo.
—¿Por qué quieres saberlo, humana? —preguntó molesto—. Es mejor que lo entiendas de una vez por todas: sin importar el planeta sólo hay dos tipos de seres, los que mueren y los que matan.
Bulma quería discutir aquello, pero ningún argumento llegó a su mente. Los humanos lo llamaban "cadena alimenticia", "ley de la jungla", "sobrevivencia del más fuerte".
—Eso suena muy solitario —soltó sin pensarlo.
Él se puso de pie en un movimiento. Bulma se asustó por su rapidez y por la mirada que le dirigió entonces.
—Guarda tu tristeza para cuando destruya este insignificante planeta y con él, todo lo que conoces.
Bulma se puso de pie tan rápido como pudo, claro, sin llegar a la velocidad que él había usado.
—Y después de que la destruyas, ¿qué harás? —retó de inmediato.
—Destruir el siguiente —respondió arrogante.
—Y después de destruir ese planeta, ¿qué harás?
—Encontrar otro planeta y destruirlo.
—Y cuando hayas destruido cada planeta en el universo ¡¿Qué harás?!
Vegeta sonrió de esa forma malvada que le era propia, alzando sólo una comisura del labio.
—Reinar sobre los escombros.
Con eso, Vegeta se marchó de la bodega dejando a Bulma sintiéndose mal por las palabras que acababa de escuchar. Como le hubiera gustado saber si el sayajin estaba bromeando, provocándola o mostrando un atisbo de vulnerabilidad.
Se dejó caer lentamente al suelo. "Reinar sobre los escombros". Considerando lo poco de la historia que había escuchado del planeta Veyita, le pareció que el príncipe de un planeta destruido había hablado desde la experiencia.
Se llevó las manos a los labios para no dejar escapar un solo sonido y cerró los ojos con la pena que hacerle decir eso le había causado.
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La invitación a la cumbre tecnológica estaba cuidadosamente reposada en la pared y el tocador de su habitación para quedar en un ángulo de 45 grados. El resto de su habitación estaba regada con prendas de ropa, libros, revistas y sólo el cuarto sabía qué más. Ella misma había acomodado esa invitación para poder ser vista desde cualquier lugar dentro de su habitación y, en ese momento, sentía la cosa esa como si tuviera vida y la viera acusadoramente. Sí; todavía no sabía qué iba a presentar. Pero, es que, con dos días para que pudieran llamar al Sheng Long de Namek; no podía pensar más que en sus amigos y en su novio muerto.
Sobre su cama, le dio la espalda a la invitación esa y fingió que no le causaba estrés alguno.
En cambio, se sintió más presionada; más culpable. Con un golpe al colchón y unas cuantas patadas a las cobijas, se paró de la cama y fue al único lugar que, tal vez, podría darle alguna idea para comenzar a desarrollar. En la bodega de las piezas mecánicas esperaba encontrar algo que le hiciera gritar ¡Eureka!, dándole la inspiración que no había llegado por sí misma. Abriría cajas y las voltearía para esparcir su contenido si era necesario, pero no iba a salir de esa habitación sin una idea. Y eso era definitivo.
Rebuscando entre las cajas, buscaba una en especial; sólo que no sabía cómo lucía ésta o qué contendría. Sabía, sin embargo, que allí encontraría la idea. Desesperada caminó entre los pasillos que formaban los estantes y, antes de llegar al último, su pie desnudo golpeó algo en el piso. Tropezó con ello y cayó al suelo sobre unas mantas o algo más bien blando. Su cabeza golpeó algo duro con sonido seco, no había sido el metal de los estantes.
—¿Tú de nuevo? —gruñó la inconfundible voz molesta de Vegeta.
Bulma se congeló en su lugar y comenzó a procesar los últimos segundos de su vida. Había golpeado algo, había caído a unas mantas, se había pegado en la cabeza…
—¿Cuánto tiempo planeas estar sobre mí? —gruñó la voz de Vegeta de nuevo.
Bulma se movió así de rápido y ahora sí, su cabeza golpeó el metal de los estantes.
—¡Cómo te atreves a aprovecharte de una dama como yo! —gritó Bulma de inmediato.
—Tú te tiraste sobre mí, mujer vulgar —espetó Vegeta.
—¿Vulgar? ¡Cómo te atreves… tú… tú… ¡simio!
—Como gritas —dijo él todo desprecio—. Eres la peor forma de despertar.
Toda la furia de Bulma desapareció de inmediato.
—¿Despertar? ¿Pasas aquí las noches? —preguntó sorprendida y de inmediato se ofendió—. Qué ¿no te agrada la habitación que te prepararon?
Incluso en la oscuridad de la bodega, Bulma pudo ver al arrogante sayajin voltear la cara y apartar la mirada de ella. Sinceramente, se veía en conflicto.
—¿Vegeta? —insistió con cuidado.
—Me alimentan y me dan una celda pero no piden nada a cambio. No necesito más, soy el guerrero sayajin más poderoso de todos. Sólo no creas que puedes hacer que te deba algo.
—Eras el príncipe de los sayajin, ¿no tenías palacios como en cada planeta que no destruías?
Vegeta cambió su gesto al instante. Su gesto se volvió de piedra, cada rasgo parecía estar manteniéndose en su lugar a pura fuerza de voluntad de un guerrero capaz de destruir mundos. Bulma temió un segundo por su vida; en verdad temió en esa ocasión, pero el guerrero sólo se levantó del piso y caminó a la salida.
En un impulso ajeno a ella, también se levantó. Lo alcanzó justo antes de que él saliera por la puerta de la bodega.
—¿Qué te hizo enojar? —se apresuró a preguntar mientras lo detenía por el brazo.
Lo siguiente que supo era que su espalda dolía; un par de cajas cayeron al suelo con un estruendo de piezas metálicas y que el rostro de Vegeta, por un segundo, había mostrado sorpresa y arrepentimiento.
—No me toques, humana —soltó él con desprecio y arrogancia.
Vegeta bufó justo antes de dar media vuelta y alejarse como se lo había propuesto al principio.
Lo entendió todo un segundo después de quedarse sola. Había tocado a Vegeta y éste la había empujado hasta el estante más cercano. Entonces se enfureció.
—¡Eres un simio!, ¡El rey de los simios idiotas!
Pero si él la había escuchado o no, no lo sabía. Conteniendo las lágrimas de rabia y dolor, Bulma decidió hacer algo más productivo: se desquitó pateando las cajas y las piezas que se habían caído de la estantería.
—¡Oh, Bulma! —sonó la voz de su madre desde la puerta—. ¿Pero qué haces levantada tan tarde, y pateando cosas?
—Estoy entrenando, mamá —dijo molesta y se marchó de la bodega dejando a su madre allí; y sin haber conseguido la idea que necesitaba para concentrarse en algo que no fuera el simio idiota bajo su techo.
—¿Entrenando? —dijo la mamá de Bulma habiéndose quedado sola en la puerta—. ¿Qué estará haciendo ahora mi hija?
Cuando fue el momento de llamar a Shen Long, ella era la mujer más emocionada de todas. Por fin vería a Goku… y le pediría que usara los puños para entrenar un poco al patán de Vegeta. Podría ver a Krilin y, sobre todo, tendría a Yamcha de regreso.
La sorpresa que recibió al saber que Goku no estaba muerto y que no quería volver a la tierra se disipó justo cuando vio de nuevo a su novio. Ni siquiera se había dado cuenta de que Vegeta había robado la segunda nave que su padre había construido para el viaje a Namek de los refuerzos humanos. Yamcha se veía tan varonil y fuerte como la última vez que lo había visto; y no podía esperar para estar entre sus brazos y confirmar una y otra vez que él estaba vivo, que ambos lo estaban.
Los namekusei se contagiaron con la alegría de los humanos y retomaron su paciente espera de 130 días para pedir su propio deseo.
La emoción y las visitas de Milk, Gohan, Krilin y los demás duraron hasta entrada la noche pero una vez que se fueron, ella tenía a Yamcha solo para ella. Lo llevó a su cuarto de inmediato.
—Confío en que hayas descansado en la muerte —dijo bromistamente—, porque te mantendré toda la noche despierto.
Yamcha abrió los ojos sorprendido y sus mejillas se tornaron de un rojo brillante, justo como cada vez que lo provocaba. Cada vez que se ponía rojo, le recordaba aquellos primeros días en los que se habían conocido.
Se acercó a él provocadoramente. Se quitó lentamente la blusa por la cabeza, teniendo especial cuidado en que él viera su generoso pecho. Se había puesto su ropa interior más provocadora, y la expresión que su novio tenía en esos momentos le decía que él sabía había sido a propósito para la noche. Lo besó lentamente y, cuando sintió sus manos tocando la piel de su cintura, se retiró coquetamente para evitar el contacto.
—Todavía no —dijo con una octava de voz más abajo.
A él le quitó el uniforme naranja hasta tenerlo desnudo sobre su cama. Su erección se veía en toda su gloria y esperando por ella. Bulma tardó un poco más en quitarse la ropa, siempre cuidando que sus movimientos fueran elegantes y seductores. No porque los hubiera estudiado, sólo le demostraba cuánto lo había extrañado.
—Bulma, me estás matando —suplicó Yamcha.
—No digas eso —dijo ella coquetamente—. Recuerda que ya has muerto.
—Y llegué al cielo —dijo jalándola del brazo hasta la cama.
Bulma resintió el jalón en la espalda y tranquilizó a Yamcha cuando él lo notó. Un beso y el roce de sus lenguas calló el resto de las preguntas. Pero no los sonidos, esos comenzaron pronto hasta convertirse en gemidos y gritos de satisfacción.
—Yamcha —susurró necesitada mientras se acomodaba para abrazar el cuerpo de su novio.
Un suave ronquido le respondió.
Ofendida hasta la médula, Bulma dejó de abrazarlo y le dio la espalda para dormir con la cara hacia la ventana.
La despertó una caricia en la espalda. Sonrió aún con los ojos cerrados y dejó escapar un sonido de gozo. No podía echarle la culpa de lo que había pasado la noche anterior; ella nunca había muerto y revivido, no podía saber qué tan cansado podría ser eso. Se quedó con los ojos cerrados y sin moverse demasiado para dejarse hacer; esperaba que Yamcha la recompensara por ser tan comprensiva con él y pasar las próximas horas haciendo el amor con su novio.
—Bulma, despierta —dijo Yamcha sacudiéndola ligeramente por el hombro—. ¿Qué te pasó en la espalda? —preguntó sin interesarse en la mirada acalorada que ella le lanzaba.
—Nada, ¿qué le quieres hacer a mi hermosa espalda? —preguntó con picardía.
—Esto no es "nada" y quiero ponerle cualquier cosa que haga que ese golpe deje de verse morado.
Las palabras de Yamcha la levantaron más rápido de lo que cualquier balde de agua fría podría conseguir. De inmediato fue al espejo de cuerpo entero que tenía en su vestidor. Se giró lo más que pudo para ver su espalda. La marca morada en su piel le recordó de inmediato el cómo la había conseguido: justo ahí se había golpeado cuando Vegeta la había aventado contra el estante. Perdida en sus recuerdos, no vio a Yamcha acercarse por su espalda.
—Seguro te la hiciste trabajando. Ten más cuidado con tu cuerpo —dijo mientras le besaba en la mejilla—. Me voy a bañar.
Apenas notó el gesto de Yamcha. Su mente estaba a días de distancia en el pasado. El simio ese había causado su golpe sin contar con lo fuerte que era… y pensar que justo antes de eso habían estado hablando casi como personas normales. ¿Qué excusa había dado el simio para no dormir en el cuarto que le habían reservado? Bulma hizo un esfuerzo por pasar a través de su enojo para recordar las palabras que le había dicho. Entonces lo recordó, pero, aunque recordó haber escuchado las palabras, no comprendía lo que quería decir ¿Por qué le iban a pedir algo a cambio? Lo había invitado a quedarse, entre otras cosas, porque sabía que él no tenía los recursos o los conocimientos necesarios para vivir entre los humanos normales.
Descartando el color de la piel en su espalda, volvió a la cama. Las sábanas ya se habían enfriado, pero eso no podía estar más alejado de su mente. Una vez que se había encontrado con una pregunta sin respuesta, su cerebro le obligaba a encontrarla. Y sólo podía encontrarla en lo poco que sabía de la historia del sayajin.
Por lo que había escuchado de Krilin y de Gohan —e incluso algo de Goku—, Freeza había destruido su planeta; pero Vegeta sólo se había enterado de eso hacía poco, antes le habían dicho que habían sido destruidos por un asteroide. Mientras tanto, había estado trabajando para ese malvado que conquistaba o destruía planetas de acuerdo únicamente a sus caprichos. ¿Habría sido eso lo que pasara con el sayajin? Sin una raza o un planeta a los cuales volver, debería haber tenido que obedecer a ese malvado; quien se aprovechó de los instintos guerreros de la raza y que utilizó a un orgulloso príncipe a su antojo. ¿Cuánto debería haber sufrido el orgullo de Vegeta cuando se enteró de esa traición? "Comida y una celda", le había dicho. Quedar en deuda con quien le daba apenas eso… ¿Cuántas vejaciones habría sobrevivido antes de ser dominado por el malévolo Freeza?
—¡Bulma! —dijo Yamcha sorprendido. Venía vestido después del baño—. ¿Por qué lloras?
Bulma apenas notó que tenía lágrimas en los ojos.
—No son lágrimas —mintió—, acabo de bostezar.
—Bulma, desde antes de morir quiero decirte algo —dijo sentándose en la cama—. Sabes que te amo como eres pero… deberías dejarme tomar la iniciativa más seguido.
—¿Cómo? —preguntó ella aún distraída por sus pensamientos.
—Sé más sumisa en la cama —dijo en su oído bajando la voz una octava—. Disfrutaría más si te dejaras dominar.
—Luego hablamos de eso, ¿quieres? —sugirió ligeramente irritada.
—Bien —concedió él demasiado fácil y poniéndose de pie—. Voy a ver si aún tengo un departamento al cual volver.
—Sabes que puedes quedarte aquí, ¿verdad? La casa es muy grande y tendrás tu propio espacio.
—Gracias, Bulma. Eres muy generosa.
Sin más, Yamcha salió de su habitación. De nuevo había evitado darle una respuesta clara así que se concentró de nuevo en el techo. Vegeta le era todo un misterio.
