Nota: Esto es un TaoSen, o sea Taoka y Sendoh (sí, en serio. No estoy loca, lo juro...aunque mi nick diga lo contrario) pero muy soft. Sé que es una shipp muy crack e incluso yo no los shippeo, pero hablando boludeces en la página yaoi de slam en fb un amigo me envió muchas imágenes de ellos dos a modo de mofa y mis musos se prendieron (malditos). En fin, esa es mi excusa barata. ¡Lo siento! :)


Deseos inadecuados.

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Él sabe que está mal y que no debería tener ese tipo de sentimientos. Para comenzar, ni siquiera debería estar pensando en ello ahora. No cuando el objeto de sus desdichas y delirios mentales sonríe feliz e inocente al otro lado de la cancha de básquetbol.

Siente el calor sofocante subiendo por sus venas y se lleva la mano a la frente para retirar con el dorso de ésta las gotas de sudor. Suspira desesperanzado. Algo dentro de él –su conciencia, tal vez- le asegura que se irá al infierno por esto.

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—¡Entrenador! —la conocida y alegre voz de su jugador estrella resuena detrás de él en el hall de la entrada del gimnasio. Taoka se traga el nudo de la garganta antes de volver la cara.

—¿Sí?

¿Por qué tiene que estar siempre tan sonriente? Es como si nada en el mundo le afectase, siempre positivo, siempre feliz. Es tan distinto dentro y fuera de la cancha. Y esa ridícula moda de levantarse el cabello en ese peinado extravagante que lo hacía parecer más alto de lo que en realidad era.

Moichi Taoka aprieta la mandíbula, maldiciendo el carisma de ese mocoso de dieciséis años.

—¿Entrenador?

El entrenador parpadea, Sendoh lo mira con atención. Recién entonces cae en la cuenta de que ha estado tan perdido en sus cavilaciones internas que ha olvidado dónde se encontraba y no ha escuchado ni una sola palabra de lo que el muchacho ha dicho. Se enoja para sofocar su sonrojo y pregunta, ceñudo:

—¿Decías?

El chico lo mira inclinando ligeramente la graciosa cabeza, con esos ojos azules casi violáceos estudiándolo parapetados tras la cortina de pestañas oscuras. Sonríe conciliador, sabedor que esa es la mejor arma para conseguir lo que necesita. Nadie puede resistirse a una de sus sonrisas.

—Preguntaba si puedo acompañarlo. Está lloviendo y olvidé traer mi paraguas —confiesa, rascándose la nuca en actitud avergonzada.

Taoka deja escapar un suspiro de frustración, algo usual en sus interacciones con el pelopincho.

—Cuándo aprenderás a no ser tan distraído, Sendoh —sermonea, pero abre el paraguas para ambos—. Date prisa antes de que dejes un río de gel bajo tus zapatos —señala.

Sendoh se ríe mientras se mete bajo la tela impermeable, caminando muy cerquita del mayor.

—Gracias —dice, sincero—. Es usted el mejor, entrenador.

Y Taoka jura que lo ve brillar, por ilógico que se oiga eso. Con ese pelo ridículo, la piel joven y lozana y esa sonrisa radiante. Brilla como un ángel adolescente que amenaza con llevarlo directo a la perdición.

Gruñe algo entre dientes, aprieta la mano que sostiene el asa oscura de su maletín y se echa a caminar sobre las charcas de agua que la lluvia ha comenzado a formar en el cemento a esa hora en Kanagawa, con Akira Sendoh rebotando sonriente y despreocupado a su lado, rascado las puntas engominadas de su cabello en la tela azul del paraguas compartido.

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Nota 2: Por favor, que alguien me lance un zapato y me haga entrar en razón. A mí o a estos musos macarros.