Salut!
N/A Lamento con mi vida no estar tan al pendiente de los reviews, mensajes directos, follows y etc… Las personas que me conocen saben que respondo a cada palabra que ustedes me regalan, porque para mí es un placer que los lectores gusten de mi trabajo y disfruten de mis escritos.
He trabajado alrededor de tres meses en este fanfic y aún no lo he terminado, llevo en total 10.000 palabras exactas y no estoy ni cerca de estar en el clímax de la situación. Tuve mucho temor de publicarlo porque no quiero comprometerme con algo que tengo pendiente, pero creo que es necesario para mí y para ustedes que por fin vayan viendo todo lo que he estado preparando para este 2016. Tardó mucho en escribir, soy muy lenta pero también soy dedicada y me esmero el doble para traerles cosas de calidad. No cuento con una beta y me valgo por mí misma pero cuando les digo que reviso una y otra vez lo que hago en mi computadora, créanme porque es cierto.
He querido reivindicarme con los varios lectores que aún aguardan "Confessions of a Sinner" y por ello, he traído esta nueva historia que efectivamente está en proceso. No podré decirles cuando volveré a actualizar porque en nada deberé regresar a la Universidad.
No olviden que los quiero y recuerden que me pueden seguir en Wattpad y facebook, y que son las únicas plataformas aparte de esta donde reposan mis trabajos.
Un abrazo enorme, espero su apoyo en este fanfic y…. Disfruten
Disclaimer: Solo me pertenecen la trama, la historia y el contexto en que se desarrolla este fanfic, los personajes y demás hacen parte de Marvel y las compañías en conjunto que trabajan con la empresa y poseen los derechos.
ACEPTACIÓN
La luz que se filtraba a través de la cortinilla le estaba cegando de a poco. La feroz irradiación solar lograba quemarle el iris cada vez que parpadeaba, tornando al prisionero inmóvil, en un cúmulo de desesperación pura.
Escuchaba voces retumbando en la habitación, demasiado distorsionadas para reconocerlas. Su oído izquierdo solo percibía un pitido estruendoso, un sonido infernal que no hacía más que hacerle dudar de su salud mental.
Pronto, cuando la inconsciencia abandonó del todo su cuerpo exhausto, los estragos de la reciente paliza le empezaban a recordar con exactitud cada hueso que había sido molido a golpes. Sin abrir los ojos por el constante dolor que le producía el sol, hizo un amago para mover sus manos, detectando rápidamente que estaban atadas. El infructuoso esfuerzo de zafarse de los grilletes, la cruenta forma en que estos se adherían a sus muñecas, la sangre destilando a borbotones, todo conseguía sacarle más de un silencioso sollozo a Tony.
Negaba con su cabeza, demasiado fatigado para siquiera murmurar una palabra de "auxilio", sentía como si la golpiza no solo le hubiese roto el cuerpo, sino también su espíritu, como si las cadenas aprehendieran sus anhelos más profundos, o controlasen esa rebeldía innata de Anthony. Todo era muy confuso, además de doloroso.
De repente, la voz de alguien llamándolo de lejos lo alertó de su propia existencia. Su nombre sonaba quebrado en los labios de ese ente sobrenatural que le hablaba, ese "Tony" yacía colmado de una esperanza que nunca creyó poder sentir allí amordazado y vulnerable. Era tan cercano ese sonido, que incluso calaba en su piel mucho más fuerte que el viento fugaz en torno a él…
–Steve… sálvame– masculló con dificultad, sintiendo los labios secos y la garganta sin ánimos de querer emitir palabra.
... Steve, Steve… Su imagen surgía como una aparición del cielo, como brazos impidiéndole caer al infierno, su voz llamándole en medio de la brisa ensordecedora….
–Steve, no me dejes…. – susurró Tony, antes de sentir una vez más como alguien lo apartaba de su capitán y lo llevaba a un estado lúgubre, colmado de pesadillas, en las que Steve siempre era el protagonista.
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Frío, brazos helados abrazando su cuerpo desnudo, el viento recorriendo su espina dorsal, dándole un leve latigazo a sus cinco sentidos casi disfuncionales, la muerte toqueteando las memorias oscuras de su pasado, volviéndole demente con su propio monumento de errores…
Movió sus piernas intentando escapar de ese paraje oscuro, de ese lugar curtido de miseria, abrió sus ojos deseando despertar de la esclavizante imagen de violencia consumiendo su espíritu, gritó con todas sus fuerzas, acallando las voces torturantes de sus víctimas. Y sin embargo, el silencio pérfido se burlaba de su sufrimiento, se alimentaba de ese miedo invadiéndolo, se fundía en ese estado catártico que ahora padecía Tony.
Las drogas, el encadenamiento, los golpes… O quizá todo en conjunto, le estaban ocasionando a Anthony cruentas alucinaciones. Su calor corporal se elevaba desmedidamente, el sudor perlaba la piel desnuda aún cuando el viento apretará sus carnes, el pulso descendía a un punto irrazonable. Y Steve, tan solo esperaba a su lado, abrigándole en la trémula tormenta, demasiado preocupado como para pensar en algo más que no fuese Tony muriéndose en sus brazos…
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– No puedo creer que Hydra aún opere en Rusia, nosotros… – dijo el Capitán América, mientras caminaba de un lado a otro en una de las oficinas privadas de Shield.
Se había deshecho previamente de la máscara, dejando a relucir su cabello rubio que ahora lucía desordenado por la cantidad de veces que había pasado sus manos por el. Mantenía el uniforme, sin inmutarse siquiera en la gravedad de las heridas que atravesaban su cuerpo, la sangre manchaba en gran medida todo el ilustre diseño, dejando a la pólvora y demás desperdicios ocupar una mínima parte.
–Si Capitán, nosotros sabemos que ustedes desmantelaron gran cantidad de las salas funcionales de Hydra, y sin embargo… No fue suficiente– determinó Nick Fury. Su rostro mostrándose en la amplia pantalla que ocupaba prácticamente toda la pared de la mohosa habitación.
– ¿Tiene idea al menos de quien está a la cabeza de estos atentados, Fury? – susurró la pelirroja desde uno de los rincones más alejados de la oficina, su mano se apretaba con fuerza a uno de los costados de su cuerpo. Le estaba costando mantener la presión sobre la contusión que sufría, su rostro pálido y los ojos inyectados en sangre le daban la noticia a los únicos sobrevivientes de esa masacre, de que moriría pronto. Estaba demasiado débil siquiera para recibir atención médica.
–No hables Natasha, mantente sana por favor– suplicaba Clint, mientras buscaba desesperadamente algo que le ayudase a calmar el dolor de su amiga. Sin suerte, deambulaba en la habitación evitando lo inevitable y prolongando poco a poco el dolor de la agente Romanoff.
La cruenta herida cruzaba todo su flanco izquierdo, la raja se expandía dejando entrever las entrañas de la espía, la sangre se derramaba abundante en el suelo sucio de la sala. La mujer no tendría más fuerza para soportar la agónica muerte que le deparaba si continuaba acostada allí.
– ¡Barton, Basta! – exclamó autoritariamente la pelirroja. Su voz apagada aunque contundente dejo en seco a su compañero de trabajo, que la observó con los ojos bien abiertos. No hubo más reacciones respecto a Clint, tan solo el de asentir vigorosamente, mientras tomaba asiento junto a la cama improvisada de la Agente.
–No-o… aún… no, hay reportes de nada…–
– ¿Ni siquiera de Banner? – interrumpió esperanzada la pelirroja. Sus ojos llorosos y la respiración cortada, eran una imagen lastimosa de ver. Incluso Steve que pretendía mantener su semblante bajo calma, logró desquebrajarse ante la mirada expectante de Natasha. Su cuerpo temblando a cada inhalación, los labios amoratados, la pesadumbre velando su rostro.
Tony ni siquiera fue capaz de bajar la vista para observar la expresión acongojada de su compañera, solo bastó escucharla para acariciar con más ahínco los rizos carmesís que se desenvainaban de esa coleta alta. Nadie esperaba que la desesperación de la espía saliera a flote, que alguien como Bruce aflorará toda esa carga sentimental que ahora emanaba ella…. Y sobre todo, que la ilusión de todos yaciera en esa pregunta.
–No, lo siento agente Romanoff, Banner sigue desaparecido– masculló luego de unos cuantos segundos Fury, que al parecer de las cuatro personas fueron horas.
Natasha parpadeó rápidamente y asintió a la palabra de su jefe mientras su mano poco a poco dejaba de ejercer la presión debida.
–Nat, sigue con nosotros por favor– susurró el Capitán, llegando hasta la pelirroja y apretando la herida abierta. Su pálida palma empezó a tornarse rojiza, viendo como la agente le observaba fijamente y negaba con su cabeza energéticamente.
–Capitán, confío en usted… –murmuró la mujer, antes de que una lágrima traicionera al fin se deslizara por su mejilla. Todos habían comprendido el deseo de Natasha, incluso Barton que se aferraba todavía a la esperanza de poder salvarla.
Unas gracias implícitas en esos voraces ojos azules, la sombra de una sonrisa altanera en los labios, y después… solo el silencio acallando cualquier sonido.
El pulso de cada uno de los que permanecían en la sala era lo único que indicaba que todo era real, tan real como su propia vida y tan cruel como la muerte de Natasha.
Era demasiado para asimilar, la sangre goteando, la estructura desintegrándose, la tierra tragándose ese lugar, el cuerpo inerte de su compañera siendo sepultado por los escombros cayendo…
Nadie tenía deseos de correr o escapar del inminente derrumbamiento del edificio. Nick Fury dejó de dar órdenes, luego de que la pantalla se desplomará junto al muro. Los superhéroes solo estaban allí, a la deriva, demasiado conscientes de lo que ocurría, pero exhaustos de pelear siquiera por sus vidas.
Habían perdido mucho más que a una agente, habían perdido a Natasha, su amiga… y con ella, todo en lo que creían.
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Barton hablaba de rendición, y Tony creyó fervorosamente que aceptación era la palabra acertada. Los ojos de Natasha expresaban una lucha interna, unos deseos heroicos y poderosos anteponerse a los cobardes y egoístas que habían regido su vida desde sus inicios. Solo necesitaba darle voz a los pensamientos secretos de cada uno de los vengadores, y preguntar por Bruce, mantener la fe intacta en que nada estaba perdido… Amar por última vez a esa persona a la que alguna vez perteneció. Natasha sabía que moriría, pero quería escuchar al menos que el doctor Banner estaba bien y pelearía por ella, por la muerte de esas personas afuera, por esa frugal paz que alguna vez él le había mostrado...
Como una noche fría, Steve le enseñó a creer a él…
– ¿Cómo estás Capipaleta? –preguntó Tony, sanando con mucha precaución las heridas del líder de los Vengadores.
Sus dedos envueltos en la gasa rozaban los cardinales que yacían en la piel tersa del Capitán, demasiado ansiosos de ser ellos los que acariciaran esa suavidad, deseosos de intoxicarse con tan solo toquetear a esa persona que no le pertenecía.
Tony suspiró suavemente concentrándose en su trabajo. Luego de la muerte de la agente Romanoff, los tres debieron evacuar la zona y continuar en la búsqueda de una salida. Justo en una de las plantas subterráneas a las que habían llegado, Stark dio el alto para sanar las lesiones de sus compañeros al encontrar entre uno de los estantes colapsados, un kit de primeros auxilios.
–Tony… Estaría mal preguntarte, si… ¿hoy puedo dormir contigo? – susurró Steve viendo la nada. Demasiado despreocupado, como si en esa pregunta no estuviesen enfrascados tantos sentimientos contradictorios para Anthony.
Revivir algo que Tony aún estaba sepultando, o dar falsas esperanzas a ese corazón roto que aún palpitaba fogosamente cada vez que Steve le observaba o lo tocaba… No podía aceptarlo. Estaba demasiado dañado para aceptar esa propuesta, no sería lo suficientemente fuerte para afrontar su rechazo de nuevo.
Después de aquella vez confió al tiempo su alma maltrecha, y ni siquiera el pudo curar esas heridas, al contrario, fue deteriorándose más y más, desquebrajándose lentamente, notando como la soledad y el desamor eran su única compañía.
Aún después de tanto, se abraza así mismo en la oscuridad, huye de esa imagen de triunfador que ve en el espejo y se desmorona. Cae en el suelo abatido, llorando como un niño, apretándose a esos íntimos recuerdos… Yéndosele la vida así, pensando en él, tan solo en él.
–Steve, hoy no– masculló Tony, antes de caminar hasta la puerta y cerrarla detrás de sí.
Esta vez no se rindió a llorar… Tan solo, aceptó el dolor.
Nina Casillas
