Luces de Satinalia
Los días que pasaba en el pueblo para que junto a sus compañeros llevase las provisiones necesarias a la fortaleza de Weisshaput representaban una de las mayores distracciones en la vida de la guardia gris Fiona. En los días próximos a la celebración de Satinalia era cuando más necesitaba alejarse de la sombría y triste fortaleza que desde hace ya algunos años llamaba hogar, aunque en su interior nunca haya sentido la calidez que esa palabra significaba.
No se debe dar por entendido que sus hermanos de armas fuesen malas personas y mucho menos desconsiderados con ella. Todo lo contrario, la trataban como su igual y era respetada por sus dotes como maga, inclusive muchos de los reclutas jóvenes recurrían a ella en busca de consejos o simplemente para entablar una sencilla charla que podía culminar en una sincera amistad. La forma de relacionarse con las demás personas, ya sean humanos, elfos o enanos por igual era algo que nunca hubiese imaginado cuando, en su juventud como maga apóstata, pasó su vida huyendo de los templarios. A su calidad de maga, había que agregar su condición de elfa. Por mucho tiempo creyó que era una desgracia total ser ella. Sin embargo fue hace apenas unos años atrás cuando conoció el verdadero significado de la desgracia: ser separada de su propio hijo.
- " Fiona ¿crees que estas mantas serán necesarias para lo que resta de invierno?"- preguntó un recluta a quien Fiona había asistido en su ritual de iniciación. De eso habían pasado dos años ya.
Fiona no prestó atención alguna a la pregunta de su acompañante. En su lugar veía como un montón de niños corrían de aquí para allá, uno de ellos se acercó a una estatua de Andraste a la que comenzó a colgar unos cuantos adornos, ramitas adornadas y cintas de colores. Debe tener su edad ahora y estoy segura que debe divertirse tanto como ese niño. Me pregunto qué regalos le dará Maric en Satinalia. Ella comenzó a sonreír sin darse cuenta.
- "¿Mi señora? ¿Se encuentra bien?"
En esta ocasión notó que la llamaban.
- "¿Duncan? ¡Cielos qué tonta! ¡En verdad discúlpame, estaba distraída en otras cosas! Eso fue grosero de mi parte."- ella volvía la vista nuevamente al niño quien ahora trepaba por la estatua de Andraste para terminar de colocar algunas cintas.
Para Duncan no pasaba desapercibida la melancolía en los ojos de Fiona cada vez que veía un niño en sus visitas al pueblo, los dos años que la conocía ella se atrevió a contarle algo de su historia y él un poco de su pasado. Cada vez era un niño diferente en quien concentraba su atención, ya que al parecer tomaba en cuenta el hecho que su hijo iba creciendo. Los pequeños de otros eran su única referencia para hacerse una imagen mental de cómo se vería actualmente aquel ser indefenso a quien dio a luz años atrás.
- "Tal vez esto no es de mi incumbencia Fiona, pero ¿por qué no pides permiso para ir a visitarlo? Satinalia está cerca, no creo que el guardia comandante tenga corazón para negarte tal petición."
- "Está bien Duncan, estoy segura que mi pequeño está bien. Ya te lo he contado, su padre es una persona importante en Ferelden. Prometió que cuidaría de él, si fuese a verlo ni siquiera me reconocería como su madre. Tal vez hasta le dé pena ver que su madre es una elfa y encima maga ¿te imaginas los problemas que le acarrearía? Lo mantendrían vigilado hasta asegurarse que no tiene habilidades mágicas al ser hijo de una maga. No puedo hacerle eso."
- "No necesariamente tienes que decirle que eres su madre. Sólo lo verías, le darías un abrazo o decirle algunas palabras."
- "¿Y le diría que fui su nana cuando nació y lo quiero como si fuera mi hijo? No puedo hacer eso Duncan y lo sabes, no podría soportarlo."
Duncan dio un suspiro. Bien sabía que sería mucho más sencillo para Fiona ver a su hijo si no fuese elfa o maga. Era una situación complicada. Mientras el guardia se quedó en silencio ella prosiguió.
- "Él está muy bien. Tiene un buen padre quien debe estarle dando una buena vida, mucho mejor que la que hubiese tenido a mi lado. La única opción que hubiese tenido al conservarlo hubiese sido huir con él antes de que me lo arrebataran. Tú no conoces lo que es esconderse y que te traten como un criminal de forma tan injusta, no iba a permitir que mi hijo tuviese esa clase de vida. Su padre le ha dado un hogar y eso es suficiente para mí."-contestó ella limpiando con su mano una lágrima que recién empezaba a rodar por su mejilla.
- "¿Has mantenido contacto con su padre?"- preguntó Duncan. Él desconocía la identidad del padre de Alistair, que era el nombre que Fiona le había dado a su bebé al despedirse de él. La maga guardia mantenía en el total misterio el nombre, nadie lo sabía a excepción del guardián comandante. Sin embargo, debido a que Fiona fue enviada a Weisshaput poco tiempo después de dar a luz, debía ser un hombre muy importante. Era como si quisieran desprender por completo a Fiona de tener el más mínimo contacto con el pequeño y así los guardias grises evitaban cualquier problema con los peces gordos de Ferelden.
. "No, nunca le he escrito a su padre y es innecesario. Cualquier contacto entre nosotros podría comprometerlo y desatar un escándalo. Quiero proteger a mi Alistair de eso."
- "Como quieras mi señora. Será mejor que nos apresuremos con las provisiones, los demás deben estar esperándonos para partir a la fortaleza."
- "Por supuesto. Debemos darnos prisa."- concluyó Fiona.
La noche casi caía sobre el pueblecito cercano a la fortaleza y las farolas comenzaban a encenderse. Los reflejos de las cintas y diversos adornos se reflejaban en las casas y tejados. A Fiona le encantaba ese espectáculo de luces. Antes de irse, decidió pasar a comprar unos cuantos dulces para repartir entre sus compañeros como un pequeño obsequio de Satinalia, pero cuando iba de camino a reunirse con Duncan y los demás un niño descalzo tropezó con ella sin querer.
- "¡Por Andraste! ¿Te encuentras bien pequeño?"- preguntó mientras lo ayudaba a ponerse en pie y le sacudía la nieve sucia de sus ropas.
- "Sí mi señora, estoy bien."- dijo el niño tiritando de frío.
- "¿Dónde están tus padres? Mírate, estás temblando de frío."
- "Soy huérfano mi señora, no tengo padres hasta donde yo sé. Bueno, todos me dicen que tengo un papá pero nunca lo he visto."
Fiona acomodó su capa alrededor del cuerpo del niño y trató de calentarlo.
- "Entonces si nunca lo has visto no es tu padre, un verdadero padre es aquél se preocupa por ti, que está ahí siempre sin importar qué."- Fiona tomó al niño y lo levantó.
- "¿A dónde vamos mi señora?"- preguntó el pequeño desconcertado.
- "Tu estómago ruge, quiere decir que tienes hambre ¿no es así? En la fortaleza hay suficiente comida, no le negaremos un plato de sopa caliente a un pequeño y menos en Satinalia."
- "Satinalia es una mentira, todo mundo dice que si te portas bien recibirás un regalo en Satinalia y yo nunca he recibido uno."
- "¿En serio? ¿por qué no revisas entre los bolsillos de mi capa?"
El niño estaba más confundido aún, pero hizo lo que Fiona le pidió
- "¡Dulces! ¡Muchos dulces!"- el niño no salía de su asombro.
- "Exacto y son todos tuyos pequeño. Feliz Satinalia."- ella se atrevió a darle un ligero beso en su mejilla helada.
- "Feliz Satinalia mi señora. Y gracias, esta ha sido la mejor Satinalia de mi vida."
Mientras el niño en sus brazos no paraba de reír al no caber en su felicidad, los pensamientos de Fiona se iban hacia Alistair: Estoy segura que tú has tenido no sólo una, sino muchas Satinalias felices al lado de tu padre hijo mío. Y si así es, eso significa que el dolor que he pasado sin verte todos estos años ha valido la pena.
