Nota de Antemano: La historia, se basa en dos Oc's, cuyo nombre aparecerán -creo yo-, en el primer capítulo, o bien, estarán en la primera parte siguiente del nombre del capítulo, es decir, en la parte baja o superior. Una vez expicado el punto he de informar que la aparición de Twilight Sparkle no es meramente principal, de hecho, pude que ponga a Twilight o a Starlight Glimmer (que aún no sabré si incluirla en la historia) en cierta parte, por ejemplo, en las investigaciones. Por lo tanto, el protagonismo será ocupado meramente por dos Oc's -como antes se escribió líneas atrás-, y, por ende, cada capítulo utiliza varias situaciones distintas marcadas con "..." (puntos suspensivos). Sin más que escribir, me despido. -El Autor, por supuesto.


Preludio:

Todos estábamos locos, locos como un gato encerrado con el tiempo, en una jaula, durante semanas, y más que locura lo que en verdad resguardábamos era rabia. Pues, encontramos uno de esos "demonios". No solíamos encontrar extrañas cosas como esas dentro de un claro, mucho menos en medio del camino, sentimos la necesidad de matarlo o abandonarlo, por suerte nuestro coronel nos denegó la petición, a cascos de ellos se escucharon leves chisporroteos de una gélida abertura entre el bosque y la hiedra, era de noche y la lluvia colosal empapaba los brillosos arboles de alquitrán, resaltando en brillos imaginarios su fulgor. Nuestro "coronel" nos pidió adentrarnos al frío y enlodado bosque, nadie, y absolutamente nadie tenía un impermeable o paraguas, y nadie era unicornio para poder alumbrar el espeso lugar obscuro, ni siquiera ninguno de nosotros era pegas como para poder taparse de la lluvia con sus alas. Nuestro coronel ni siquiera nos seguía el paso, ojalá hubiera optado sentir la fría lluvia, pero, es que ni frío asemejaba la lluvia, era congelada, no, más que eso, era insoportable, era como quemarse, a la simple salpicadura sobresaltabas de lo heladas que estaban las gotas de lluvia, como la lava, y a pesar de que nunca la he tocado sé que es más doloroso que el ácido. De igual forma avanzamos hasta adentrarnos aún más del obscuro bosque Everfree, pasábamos los dos minutos, nos fluyó la corazonada de regresar, extrañamente pensamos que sería más largo el camino de regreso que de punto a y b. Y estaba en lo correcto, el coronel no nos había dado instrucciones claras, es decir, no nos "señaló" exactamente hacia dónde ir, sólo avisó, y acudimos a su palabra por honor y paga, sino, no lo hubiéramos hecho. Quizá me equivoque, desearía estarlo, sinceramente no siempre fue la mejor opción comprarse por dinero, no siempre se obtiene lo que te plantean a simple vista, de hecho, mi cabeza ya no surtía más información por la fuerte lluvia helada contrastar con mi cuero cabelludo, me dolía, me dolía pensar en algo, me dolía afrontar la verdad, me dolía, me dolía, me dolía… y, finalmente dejó de dolerme. Había avanzado más de la cuenta, quizás sufrí un leve delirio y me alejé del grupo, quizá, quizá, quizás no hubiera pensado en eso, no lo hubiera hecho, hacía frío, la lluvia aún me dolía, que no sintiera chocar en mí nada no significaba que dejara de dolerme, probablemente me había enrollado en un lecho cuadrado, sin salida, abierto a la fuerte y helada lluvia, mirando al cielo la nublada noche sin estrellas. No estaba conforme, estaba indeciso, el coronel quería deshacerse de nosotros, condenado sea yo, por mi estupidez como pony he sido engañado, por lo menos no fui el único, varios otros cayeron en la trampa del ratón, pero, es cierto, yo soy yo y ellos son ellos, y puede que ahora la frase no tenga su correcto sentido, me siento tan loco, como un estúpido gato encerrado con el tiempo, así sin más, estoy cansado de que llueva lava, de los mentirosos y los ponys como yo que sólo se compran por dinero, y de los gatos encerrados, ya que, no hay mayor odio que tengo que el de ser yo mismo un gato encerrado por un mentiroso. Los truenos, los truenos no ayudan en nada, ahora mismo llueve como el demonio y mis cascos ya no pueden andar, están moteados de lodo, mocosos, y no desprendibles del suelo cubierto de lodazal. Me sentí extremadamente fatal, no podía mover ni los ojos, llegó un momento en el que, de improvisto, como que morí. Y por ellos me hubiera enjuiciado simultáneamente en una horca helada, con la lluvia cubriendo mis restos hasta congelarse y al final, deshacerse, como a un gato encerrado se le deshace la mente de la locura, así será siempre por el inicio del fin y el fin del inicio, ¡que Celestia y Luna se apiaden, aún no soy ése gato encerrado!


Prólogo:

Sirenas, Amalgamaciones de un conjunto omnívoro de plantas silvestres orar por su vida, el aullido encarnado del bosque al ser pisado por cientos de ponys, No, NO LOS ERAN. Por más que mi mente lo intenté mi campo periférico dio riendas y saltó un cuenco negro chamuscado. Se desprendían hilos de leche rancia en lo que parecía una hendidura, un ojo, NO, una cubierta, NO, un hocico, un hocico bramando, como una sirena de patrulla. Desearía que se callara, que dejara de llover, que dejaran de caer, es frío, helado congelante, no son de aquí, pertenecen al Diablo, NO, a alguien peor. O CELESTIA, AYÚDAME, NO QUIERO SER ÉSE GATO ENCERRADO, NO SOY DE ELLOS, NO CAÍ DEL CIELO, NO SOY UN DEMONIO.

Después de amanecer sentí brisas de alegría, como si me estuvieran jalando de un lado para el otro, vi al coronel muerto frente a mí, tan profundamente muerto que deslumbre mi gran esperada mueca de felicidad, después… estuve en prisión, durante un buen tiempo gritaba que no era de ellos, esos ponys que no lo eran, no sabía cómo llamarlos, me daba miedo escucharlos, verlos y comprenderlos. Ellos no lo sabían, ¡tendría que decírselos? Mi jefe aguarda, el me compró, me compré por dinero y sólo eso, tal vez sí sea un gato encerrado después de todo, un gato encerrado con el tiempo, sin escapatoria, perdiendo poco a poco la cordura como sucedió en el claro, como le sucedió al maldito gato del cielo. QUE ME CONDENE EL PONY QUE NO LO ERA. Ese mismo que me compró, el desgraciado que dio su suma para venderme a un precio razonable, a él y más les debo lo real, no mi locura, mi locura de gato encerrado con el tiempo no vale ni un bit en éstas tierras infestadas de repugnantes… ¿Humanos? ¿HUMANOS? ¿LO SON?, sólo por cambiarse el nombre y vestir un traje pony ya lo son?, ¿reencarnación? ¿Odio? ¿Desprecio?, me duele el cuerpo, no puedo moverme, veo nuevamente un cuenco moteado de hilos de leche que caen lentamente de mi parpado izquierdo, quizás este sea el verdadero sentimiento de la locura, después de todo me siento como una escoria a comparación de un simple y loco gato encerrado que cayó desafortunadamente del cielo. Entre ellos el humano, algo que ni a Lyra creerían; que pobre de ella, sólo Dios sabe dónde fue a andar. HUMANOS, ella creía en ellos, ahora que ya está destrozada de investigación es un gato encerrado como los otros tantos, pero ella más que nadie sabe que está entre nosotros, ¿por qué nunca lo supo?, ¿no quería que la vieran por simplemente perder la cordura de un abrir y cerrar de ojos? Me siento como ella, puede que al menos mejor, después de todo he tenido bastante tiempo como para disponer de unas cuantas llamadas y espionaje contra ellos. Recuerdo cuando encontré uno cerca de la acera, estaba acostado, se veía a simple vista arrogante e incompatible, había más como él, pero ahora mismo me duele tanto la cabeza como para pensar en ellos, o, por lo menos, recordarlos.

Pero a comparación de ellos, yo si estoy fuera de órbita, fuera de aquí y fuera de mi propio control con el cerebro, me siento acabado, quiero desaparecer de un mundo infestado, ¿es eso posible?, ¿las investigaciones me han hecho gran conocedor de mis propios hechos, Celestia, o más específicamente Luna, no ha visto mis sueños, o es que acaso incluso yo la he vuelto tan loca como yo? No lo sé…, ni nunca lo sabré.

El coronel los había abandonado, no nos importó mucho, después de todo apoyábamos su decisión de dejarlos morir de frío, no fue pura casualidad haber encontrado un pony que literalmente cayó del cielo cerca de un claro, ciertamente ya lo transportábamos dentro de la carroza, y la fuerte lluvia no nos alegraba en lo absoluto. Esperamos los seis una llamada de partida.

La obtuvimos después de unos minutos, cuando el coronel se dio media vuelta y trotó, nosotros dirigimos la carroza hacia el pueblo de Ponyville, realmente el coronel tenía las necesidades de ir de nuevo a Canterlot para investigar más de cerca al pony caído del cielo, e interrogarlo ahí mismo, y hasta nosotros desconocíamos el porqué de ir a Ponyville, quizás sea por asuntos que tiene el coronel en esas tierras, pero era poco probable, aún no sabíamos a qué habíamos venido a Equestria, después de todo no le gustaban las tierras rusticas, y esta era una de esas que detestaba. El piso era escarpado, difícil por andar en estos caminos y más si se dirigía una carroza y se pretendía no desviarle o voltearla, la verdad era tan difícil como soportar la fuerte llovizna congelada que hacía, los demás nos compartíamos miradas reflejando nuestro dolor y angustia al dirigir una cosa que pesaba kilógramos incluyendo el pony caído del cielo que encontramos en un claro, pensábamos que estábamos acarreando a un muerto, pues, de seguro llevábamos horas que le rescatamos y aun así no ha despertado, no ha despertado de las grande rocas con las que nos hemos encontrado, moviendo la carroza histéricamente de un lado a otro, para ser sincero me sentía otro de esos ponys que se compran solo por dinero, '¿era eso algo malo?, no sabía la respuesta, mi coronel tampoco, y aunque no le hubiese preguntado su respuesta siempre sería la misma a comparación de otros ponys que en realidad se esfuerzan para darle una respuesta obvia y coherente con la pregunta que se les dijo. El coronel era un pony frio, y, a pesar de estar ayudándole por años, no sabía su lugar de origen, por su actitud pensé en Gorge, o en lugares como Filly Delphia, pero mis ideas eran bloqueadas al escuchar su sonoro NO cuando se lo preguntaba, siempre daba una respuesta rápida y dura, sin rodeos, para muchos les parecía correcto, pero, ¿Cómo yo sabría si eso lo era; correcto, o no?

Llegamos a la noche, había candilejas de luz en la punta de unos palos flacos que alumbraban un pequeño sendero por la maleza de Ponyville, cerca de allí se alzaba por el noroeste una casa extendida, con bastante hierba suspendida por las ventanas, por un instante creí que era un zoológico, su aspecto se amalgamaban con el trasfondo áspero del mismos, con tonalidades bastante oscuras que bien apenas se notaban en el fría noche. Descargamos la carroza cerca de la orilla del sendero, nuestro coronel produjo un silbido ensordecedor y un pony acudió a trote a nuestro panel. Este pony parecía nervioso, era de piel café oscuro y melena naranja tenue, con unas gafas que parecían falsas y los dientes sobresalidos, de alguna forma este pony se asimilaba al otro pony caído, pero ni siquiera sabía la razón del silbido, y no sabía si pronto lo descubriría.

-¿Ya está?

-Ya, encontramos otro a mitad de nuestro camino, estaba estreñido, y, de alguna forma tenía moteado una sustancia viscosa.

-Quiero verlo.

-Los ponys llegarán pronto, ¿usted ha cumplido?

-Uno solo. Me he asegurado de no dejar evidencia, y eso quiere decir que mis soldados tampoco lo sabrán. ¿Cierto chicos? –El coronel nos vio, muy a penas, de atisbo, con una mirada escalofriante que el otro pony no podía ver. Obligatoriamente, tuve que asentir con la cabeza, inseguro. Los demás hicieron lo mismo, tal vez tenían miedo de ser una clase de gato encerrado con el tiempo, como el coronel, o como estos ponys extraños que parecen comercializar con ponys que caen de las nubes, como si fueran pegasos que súbitamente llegan a romperse sus alas para luego caer en pique. Para mis adentros no podía tener duda alguna de que lo que tramaban era sorbido y asustadizo, algo que ni siquiera yo, ni nadie de nosotros, quisieran enterarse. Entonces se volvió a girar con el pony quien le hablaba, éste produjo un rechinido y habló entre dientes.

-Correcto, ahora sólo falta esperar esa prueba de sangre y secuestrar unos cuantos científicos y biólogos, de esta forma nos explicarán mejor la situación de estos…, ponys.

El coronel se movió bruscamente.

-Ni se le ocurra llamarlos ponys, no lo son, son…, demonios, no ángeles, entienda Wine Blood.

No reconocía el nombre eludido.

-Ya han pasado unos cuantos minutos.

-Paciencia, llegarán pronto.

De repente, se escuchó una de esos sonidos que se produce cuando alguien combina una sobredosis de barbitúrico y marmita, como si estuviera hirviendo en una brida –o, mejor dicho–, como si el sendero se contrajera y las farolas se estrecharan entre sí, categóricamente si era verdad o no, me sentía como un conejo frente a un zorro: indefenso, sin esperanzas de escapar. Mi mente sacaba humo como los pistones sobrecalentados de la locomotora; mi mente ardía, ¡MI MENTE ARDÍA!

-Ya están aquí. Déjeme disimular.

Wine se acercó y se ladeó un poco, pude ver una brigada conformada por seis ponys que llevaban un cuerpo cuadrúpedo en una camilla sobre sus lomos.

-Déjenlo en el suelo. –Indicó Wine, el pony de las gafas, con cierto nerviosismo.

Los sementales obedecieron las órdenes de su ¿jefe?, y descendieron el cuerpo del pony meticulosamente hasta que la camilla tocó suelo.

-Bien, bien –dijo–…, y ahora…

Súbitamente levitó un arma ligera y potente, Wine disparó seis veces, matando a los ponys. Los disparos rozaron mis orejas, escuchaba un pitido tan prolongado como el tiempo en el que intentaba razonar que pasaba. Estos seis disparos sonoros ni inmutaron al coronel, éste se volvió a su vez, e, igualmente, produjo seis disparos, uno para cada uno…

Escucho los gatos encerrados maullar cerca de mi ventana, esos maullidos potentes y alucinógenos que me producían pesadillas. Ya había acontecido un día y medio desde que me abandonaron, desde que deje de ser un triste gato. Mi cama ya no acostumbraba a mi cuerpo de dejarme llevar por la suave acaricia de los ángeles, pero, ellos son del cielo, y si ellos son del cielo, ellos son…, son… OH POR CELESTIA, NO. Tengo que quitarme la idea de la cabeza, no debí de pensar en ello, maldita sea, no debí pensarlo, no, no, NO, NO.

Al cabo de una hora después ya estaba tendido en mi sofá, con mi frente sangrando, tal vez no debí contrastar mi cráneo con la estufa, después de todo, estaba encendida, y sufrí unas leves quemaduras en mi frente, por suerte no se notaba por la gran pelambre que tenía sustentando ese cuero cabelludo. Mi cabeza dolía, era de alguna forma reconfortante para mí no volver a pensar en los ponys que caían en el cielo, mi vello crispaba cada vez que los recordaba, ¡por Dios, cómo sufrí con los condenados Demonios!