Prólogo

El Emperador

"Según cuentan las malas lenguas." Fue como comenzó su relato aquella joven de cabello negro y brillante. La muchacha columpiaba sus piernas al aire, sin miedo al vacío, sin importarle el número de pisos de distancia que se encontraba del suelo. Y bien, es que después de tantas escaleras uno pierde la cuenta. Otra muchacha, de esbelta complexión y alta estatura le miraba desde la seguridad de la azotea. La rubia, cruzada de brazos y con la mirada fija en el horizonte escuchaba con atención el chisme de su amiga. "Le llaman "El Emperador"."

"¿El Emperador?"

"Así es, mi estimada." Escuchó que la rubia repitió el título una vez más, pero siguió con su relato de todas formas. "Se avecinan los enemigos, Daigo, liderados por El Emperador. Los estudiantes de esa escuela podrían bien ser los oponentes más formidables que hayamos enfrentado."

"Y este Emperador..." Interrumpio su amiga. "¿Tiene un nombre real?"

"No lo sé; mi fuente no lo verificó." Cynthia resopló con fuerza antes de llevarse una mano a la frente, haciendo a un lado su flequillo dorado en el proceso. "El correo solo se refería al lider como "El Emperador"."

"Te gusta decir su apodo, ¿No es así?"

"Es que me dan cañangas ñangas." Dijo la morena, antes de ponerse de pie de un salto, batallando para mantener el equilibrio al borde del abismo. Se giró hacía su amiga, dejando que la luz del sol y la ciudad de Castellia siriveran de fondo para su enorme sonrisa. Avanzó hasta la rubia y tomó sus manos entre las propias. "Esta es nuestra oportunidad, Cynthia; si los derrotamos no quedará duda: nosotras somos las artistas más grandes de nuestra generación."

"Zinnia, aprecio mucho tu entusiasmo." Trató de recuperar sus manos de la prisión en que reposaban, sin embargo su amiga lo hizo imposible. La rubia dejó salir algo que sono a una carcajada a medias y un suspiro por otra parte. "Pero suena tan inventado que lo veo imposible. ¿El Emperador? ¿En serio?" Zinnia rodó los ojos y lanzó lejos las manos de su amiga. Se giró gruñendo, dispuesta a volver a su lugar. "¿Qué ha pasado con las otras escuelas que vienen a competir con nosotros?"

"¡Pero es que no puedes comparar, Daigo!" La aludida se permitió perderse en sus pensamientos un rato, en lo que su amiga desvariaba como una desquiciada.

Efectivamente, ya habían sido tres las escuelas que se dignaban a ponerseles enfrente: el Colegio de Artes Modernas de Castellia tenía muy arraigado el hábito de invitar a otras escuelas a participar en competencias en sus instalaciones. Obviamente ninguna otra institución, llámese como se llame, nacional o internacional, lograba compararse con su colegio. Y es que como todo buen artista, Cynthia apreciaba los desafíos, y realmente ninguno de sus oponentes lo había sido.

Por varios años ya se había tenido que presentar frente a estudiantes mediocres, cuyas composiciones e interpretaciones distaban mucho de lo que vendían sus falsas promesas de victoria y talento. Estaba harta de decepcionarse, harta de ganar incluso. Ni siquiera le importaba salir victoriosa a estas alturas: quería enfrentarse a alguien digno. Quería sorprenderse por composiciones ajenas, quería que alguien le hiciese temer con estrofas y acordes. Quería sentir el reto, el deseo de salir adelante, la deliciosa tortura de saberse igual al retador- ¡De ser ella la retadora!

Pero bien, quizá pedía demasiado. O no. Quien sabe.

"Y no sabes el nombre de tus oponentes." No fue una pregunta, Cynthia solo quería reafirmar su deducción. Si ella era competitiva, Zinnia estaba en un nivel totalmente diferente. La mujer era despiadada cuando se trataba de humillar a sus adversarios: las manos de la joven mujer habían esculpido ya con corta edad monumentos dignos de exhibirse en museos. La morena sonrió, se encogió en hombros y se llevó una mano a la cadera, meneandose al frente y a los lados.

"Pues nop." Ambas rieron por reflejo. Pero por supuesto que no lo sabía, pensó Cynthia; si lo supiera no se callaría al respecto. Si lo supiera ya estaría pensando en mil maneras para superar cualquier cosa que al pobre diablo se le pudiese ocurrir, y ciertamente no estaría preocupandose por el mentado Emperador. "No te preocupes por mí, Daigo: no existe artista visual en el mundo que se compare conmigo."

"Tu talento es solo equiparado por tu modestia, querida amiga." Y compartiendo una bien intencionada risa, caminaron con rumbo a la puerta que les conduciría al interior del edificio. El manto del crepúsculo había servido como testigo del día en que comenzó todo.


Cynthia estaba acostumbrada al barullo; usualmente, durante sus días escolares, se encontraba a sí misma rodeada de estudiantes, todos pidiendo consejo, extendiendo elogios o quizá solo dando los buenos días. Sin embargo esta vez el barullo tenía como centro de atención algo que no eran sus pasos. Al pasar frente al jardín principal, tras la sombra que proveían los pilares de marmol, pudo observar como muchos estudiantes se reunían alrededor de una de las mesas de almuerzo. Al centro de la mesa, estaba un muchacho, de aspecto corpulento y piel morena, sujetando en sus manos una tableta digital. Guardó silencio y escuchó con atención.

"Entonces, estos cabrones llegarán la proxima semana." Anunció el joven, en un volumen tan alto que rayaba en lo inmoral. "Yo digo que les mostremos un poco de la hospitalidad de Unova, ¿No lo creen?" El comentario del estudiante fue recibido con ovaciones y abucheos, a partes iguales. "Es lo justo; ellos vienen a nuestra escuela, se hospedan en nuestros dormitorios. ¡Deben saber lo que es retarnos en nuestra casa!"

"Ellos no nos han retado, Matt." La voz de Cynthia cortó de tajo el alboroto en el jardín, y de inmediato todas las miradas de los presentes cayeron sobre ella. Sin embargo, la rubia no titubeó; su porte elegante y su postura firme frente el gigante hombre permanecieron ante todo. El de piel morena, con los ojos abiertos de par en par y la boca entreabierta de asombro, bajó de la mesa y se sentó en correctamente, esperando atento a lo que la rubia tuviese que decir. "¿Cuándo es que alguien nos ha retado? Siempre somos nosotros quienes extendemos la invitación."

"Con todo el respeto que mereces, Daigo; esta ocasión es diferente." Fue el turno de Cynthia de mostrarse sorprendida. Matt presentó el dispositivo en su mano a la joven aritsta; el aparato mostraba un articulo del boletín estudiantil, publicado por el mismísimo director del colegio. Él hombre no solía anunciar sus enfrentamientos tan discretamente; usualmente hacían asambleas para anunciar la llegada de los invitados.

Y ya pensandolo así, en realidad esta ocasión había sido muy extraña. A Cynthia nadie le avisó, se enteró por los cuchichéos en los pasillos y después por parte de Zinnia, pero en realidad nadie le dio un aviso oficial. Ella era la músico más grande y destacada del instituto; ella solía ser la primera en enterarse de estas cosas, pero en esta ocasión las cosas estaban muy sospechosas.

Todo tren de pensamiento en su cabeza se detuvo al llegar a la primer linea del segundo párrafo. Tuvo que leerla una y otra vez para entenderla; no estaba mal escrita, no estaba en otro idioma, eran palabras en extremo comunes y sin embargo eran tan alienigenas.

"Nos han retado." Murmuró la rubia. No tuvo la intención de que nadie le escuchase, era más una reafirmación para sus adentros, pero de igual manera Matt le escuchó y asintió. "Ellos nos han retado a nosotros. Aquí lo dice, claro como el agua: 'La Academia nos ha retado y he ofrecido nuestro colegio como sede'."

"Pero qué locos." Exclamó uno de los estudiantes entre la multitud.

"¿Qué clase de artistas serán?"

"¿Qué tal si de verdad son buenos?"

"¡No hay de qué preocuparse!" Exclamó Matt. La multitud entera estremeció ante su rugido, salvo Cynthia, quien seguía leyendo el comunicado. "No vamos a perder. Tenemos a los mejores artistas; nadie esculpe como Drakengard, nadie hace música como Daigo y Shelly, ¡Nadie baila como yo!"

"¿Qué sabes de los retadores?" Preguntó Cynthia, devolviendo a Matt su tableta. El moreno se encogió en hombros, antes dejar el dispositvo en la mesa.

"No mucho; el director solo dijo que son de la región de Johto." Fue entonces que el semblante de Matt se endureció, cuando sus puños se apretaron y su mirada fue a parar al cielo. "Pero Drakengard si mencionó a alguien."

"El Emperador." Murmuró la rubia. Recibió como respuesta de Matt un meneo de su cabeza. La rubia hizo una educada reverencia a la multitud antes de dar media vuelta y volver sobre sus pasos intempestivamente. La multitud estalló en gritos una vez más, completamente frenética.

Ella tenía que saber; no había manera de que esto pasara sin que pudiese hacer algo al respecto.


"Si, supongo que no hay nada que podamos hacer al respecto."

Al hombre le encantaba estar en su oficina al atardecer; la luz naranja se colaba por sus ventanas y daba a todo un tono tan solemne e inspirador. El lugar estaba atiborrado de baratijas y memorabilia; recuerdos de una carrera colosal y de amistades aún más grandes. El hombre, de edad avanzada, de rostro arrugado y manos asperas, pasaba dos dedos a lo largo de su bigote mientras que con la otra mano sujetaba el teléfono a su oído.

"Por otra parte, esto te servirá como una gran experiencia; consideralo un viaje de autodescubrimiento." Su voz rasposa y grave retumbaba lejos, seguida de una corta carcajada. "No puedo decir que siento pena por tí, muchacho. Pero vendrás en buen momento; esto promete ser todo un espectáculo." Tres golpes a su puerta lograron distraer su atención de su amena plática. "Debo colgar. Un gusto saludarte, muchacho. Cuidate. ¡Adelante!" La puerta se abrió, a la vez que el director dejaba el teléfono colgado sobre su escritorio. Cynthia abrió lentamente la puerta, dejando ver solo sus ojos. "Ah, señorita Daigo. Por favor, pase, tome asiento."

La estudiante hizo una corta reverencia y obedeció la instrucción. Se sentó en la silla frente al escritorio, con ambas manos descansando sobre su regazo y su atención firmemente sobre los ojos rojizos del director. La sonrisa del hombre usualmente le brindaba una calma sobrecogedora, pero en esta ocasión cada pulgada de su cuerpo estaba tensa, como esperando lo impredecible.

"¿En qué puedo servirle, señorita Daigo?"

"Señor director, ha llegado a mi atención que hemos sido retados por otra escuela a una competencia." Anunció al rubia. El hombre sonrió aún más ampliamente; le encantaba esto de su estudiante, la manera en que podía ir directamente al grano, pero a la vez ser refinada y cortez. "Aunque no es la primera vez que nos enfrentamos a otra institución, todo en esta ocasión luce en extremo sospechoso."

"¿Sospechoso?" Repitió el hombre, antes de reclinarse hacia atrás en su enorme silla, de brazos cruzados. "¿Por qué lo dices?"

"Ellos nos han retado a nosotros." Ante esto, el hombre asintió con la cabeza, aún sonriente. "Se atrevieron a buscarnos."

"En efecto."

"¿Quienes son ellos?" La voz de Cynthia se tornó entonces más agresiva, e instintivamente se inclinó hacia el frente, solo un poco. "¿Qué tan tontos son para retar a una de las instituciones más famosas en el mundo?"

"No creo que sea una tontería, señorita Daigo." Entonces, el hombre emuló la postura de Cynthia, inclinandose al frente, y fue después que susurró, divertido: "Creo que están bastante confiados de que pueden ganarnos." La rubia quedó boquiabierta, solo por un segundo; cuando estuvo a punto de hablar, el director le robó la palabra. "Sé de buena fuente que estos estudiantes son muy habilidosos en sus respectivas áreas. Hay uno de ellos en particular que llama mi atención."

"¿El Emperador?" Fue entonces turno del hombre de mostrarse sorprendido, lanzando las cejas al aire y con la quijada un poco caída. "Se refiere al mentado Emperador, ¿No es así?"

"¿Emperador?" Repitió, mientras examinaba cada gesto y movimiento en el cuerpo de su estudiante. El cuerpo de Cynthia se tensó notoriamente ante la mención del título. "¿Quién te ha hablado de él?"

"A mi amiga, Zinnia, le fue informado de este personaje por uno de sus amigos en Johto." Explicó la rubia, a lo que el hombre respondió con una pequeña carcajada. "... No es real, ¿Cierto? No existe un Emperador."

"No, me temo que no." No pudo evitar sentir un alivio inmenso al escuchar esas palabras, pero inmediatamente Cynthia se reprendió a si misma por lo mismo. ¿Por qué habría de importarle si el famoso Emperador era real o no? Igual lo habría derrotado. ¿No es así? "Lidiamos con otra forma de gobierno."

"¿Qué?"

"Él no es un Emperador." Anunció el hombre, y Cynthia sintió su sangre helarse por un minuto. "Creo que la señorita Drakengard fue víctima de un error de traducción o algo parecido; él no es un emperador. Él es un gran artista, inmenso, devoto al trabajo duro y al constante crecimiento. Ama los desafíos pues cree que solo así se crece, solo desafiándose uno al otro puede sacar lo mejor de las partes involucradas. Su título no es el de Emperador; su título le fue entregado por sus iguales después de su interpretación más fabulosa. Estamos hablando de un rey, señorita Daigo: El Rey Sol."

"¿El Rey Sol?" En ese momento fue que todo se volvió real. En ese momento fue que la gravedad de la situación le golpeó en la cara y supo que no había marcha atrás, que debía dar lo mejor de si para derrotar a este formidable enemigo. "Dígame, director, ¿Cuál es el nombre de este estudiante?"

El hombre sonrió. Lentamente su mano fue a parar a uno de los cajones de su escritorio y de él recuperó unas pequeñas gafas de sol, redondas. Su mente se inundó de memorias, recuerdos de un pasado glorioso, de un chico que, aunque en ese entonces no lo parecía, estaba destinado a grandes cosas. El hombre miró a Cynthia a los ojos, y dijo su nombre con convicción.


Esa noche, Cynthia no durmió. En lugar de eso, tomó sus audífonos y escuchó una y otra vez el audio que el director le había dado; la interpretación del Rey Sol. La voz del chico, tan joven y magnifica le había quitado el sueño, y solo podía dedicarse a presionar las sabanas contra su pecho, expectante, emocionada. En la oscuridad de la habitación, en la cama al otro lado, Zinnia miraba a su amiga con una sonrisa plegando sus labios. Este pintaba a ser un encuentro extraordinario.