Sí, se me vino la idea sin más y decidí escribirla. No tiene más explicación.

Disclaimer: Hetalia Axis Powers pertenece a Hidekaz Kimaruya. Los demás pertenecemos a Madre Rusia, ¿Da?


Mariscal Verano

—¡España! ¿Qué te pasa? –preguntó un amable Rusia con una amplia sonrisa.

El español estaba tirado sobre la mesa del congreso, sudando a mares y abanicándose con las hojas de papel que tenía a mano.

—Oh... Rusia... Nada, tranquilo –sonrió con buen ánimo el español –. Es sólo que tengo calor.

—¿Tanto calor hace ahora en España? Qué increíble –se sorprendió el eslavo. Él no conocía algo como el profundo calor de las costas del mediterráneo, dado que raramente veía a los termómetros rebasar la marca de veinticinco grados.

—Es que últimamente me pilla desprevenido; de repente nieva como tan pronto hace calor, un calor terrible, y no sé muy bien a qué atenerme. Junio se está volviendo un mes confuso...

—Ohh, ya entiendo.

España levantó la vista fascinado de que alguien le ofreciera comprensión, algo no muy de moda en Europa últimamente.

—¿De verdad? –preguntó. Se le habrían llenado los ojos de lágrimas de emoción si le quedase algo de líquido en el cuerpo.

Da –asintió el ruso–. A veces cuando estamos en otoño de forma totalmente inesperada aparece el General Invierno, y entonces el frío es irremediable. Te toma entre sus brazos y el frío te llega hasta los huesos, sin posibilidad de deshacerse de él...

—Sí... Maldito Mariscal Verano...

—¿Mariscal Verano? –se asombró totalmente Rusia, tanto que pegó un bote en su silla. Se giró en busca del General Invierno, a quien encontró como siempre a su espalda, aun en junio. Le interrogó con la mirada, y recibió, en contestación, un asentimiento firme.

—Sí, ¿no le conoces? El Mariscal Verano es un hombre mayor, maduro diría yo más bien, que lleva una camisa con un clavel en el ojal –empezó a explicar en tono confidencial el español, como temiendo que le oyera alguien–. Tiene los cabellos negros, y una mirada inevitable que te hace querer huir corriendo a la sombra, donde su alcance es algo menor...

Rusia se asustó. Según España iba hablando una figura se iba formando a su espalda, y empezaba a ser bastante terrorífico.

—Lo peor del Mariscal Verano –decía España–, es que se te pega por todas partes, te hace querer desnudarte y aun así el calor no desaparece; es más, es incluso peor, y toda tu piel hierve de una manera inevitable, puedes sentirlo por todo tu cuerpo, es...

—¡NOOO!

Rusia saltó de su asiento y se fue corriendo a una esquina en la cual se recogió entero en sí mismo intentando ignorar la presencia de aquél espíritu depravado, para sorpresa de Francia, Inglaterra y Estados Unidos que recién entraban en el lugar.

—¿Qué ocurre, Rusia? –preguntó sorprendido Inglaterra.

—¡España! ¿Vuelve hacer calor? –inquirió Francia con una carcajada mientras se acercaba a su mejor amigo.

Aun así, Rusia no se quería levantar. ¿Acaso nadie veía cómo y dónde estaba tocando el tal señor Verano a España? El General Invierno siempre le había creado problemas, ¡pero por lo menos nunca había invadido tanto su espacio! Y además tenía un abrigo igual que el suyo...

Vale, se levantaría, a pesar de que España era la única persona en el mundo que había conseguido aterrarle además de su hermana. Pero, desde luego, ese día juró y perjuró que jamás, jamás, por muy al sur que fuera, jamás en la vida se quitaría la bufanda.