Los personajes de Naruto no me pertenecen, ya saben… son de Masashi Kishimoto…
Importante: La historia tendrá contenido no apto para menores, así que si lo eres, abstente de leer.
.
BAJOS INSTINTOS
By Tsukisaku
.
EN EL NOMBRE DE LA FRUSTRACIÓN
.
Parpadeé y me reacomodé en el mullido asiento, enfoqué la vista en la ventanilla e intenté perderme con la oscuridad de la noche. No distinguía absolutamente nada, lo que no me sorprendió ya que ¿Qué se puede realmente distinguir a tres mil pies de altura?, estreché los ojos y el reflejo de mi compañera de viaje apareció allí como burlándose de mí, contuve la respiración y obligué a mis ojos a fijar la vista en otro punto, pero parecían dispuestos a desobedecer. ¿Qué daño puede hacer mirar después de todo?, automáticamente me deslicé por lo que estaba más al descubierto: sus piernas, se veían cremosamente suaves, mis manos comenzaron a picar y sabía que pedían a gritos que las deslizara por esa pálida piel. Me aferré a los apoya bazos del asiento y tragué saliva, solté un gran suspiro antes de golpearme mentalmente.
¡Debía pensar en otra cosa, antes de que esto se pusiera doloroso!
Desvié la vista, para después tomar los audífonos que ofrecía el avión, los conecté y subí el volumen para poder escuchar un poco de tranquila música, que se llevara mis pensamientos lejos. Aún tenía delante unas seis horas antes de llegar a Inglaterra, el contrato que firmaría llevaría a Akatsuki a la cima. Recargué la cabeza para intentar dormir un poco, pero antes de que siquiera lo registrara, ya estaba nuevamente observando a la chica que parecía dormir plácidamente en el lado contrario del avión. No sabía si detestaba o me gustaba la falda que vestía, ya que era la culpable de que esas piernas se burlaran de mí.
En mis veintiocho años de vida, nunca me había topado con una mujer que removiera tantas sensaciones en mí. Mi cama era fiel testigo de las pocas experiencias sexuales que tenía en mi haber, jamás fui del tipo de hombre que se llevaba a muchas chicas a casa, quizá debido a que me enfocaba mucho en los deberes. Primero fue la escuela, luego el trabajo. Se podría decir que mi vida social era –prácticamente– nula. Ocasionalmente salgo con algunos compañeros de trabajo a beber un par de copas y nada más, pero no es algo que sea una constante indispensable en mi vida. No en vano suele decirme Kisame: "comadreja ermitaña", en inicio porque suelo ser demasiado agresivo y letal en los negocios, y en término porque me la vivo recluido ya sea en la oficina o en mí departamento. Precisamente debido a eso no suelo perder el tiempo en aventuras absurdas, la parte sexual en mí estaba tan apagada, que ni siquiera había ocupado mi mano para tener liberación en años. Lo único que combinaba con el trabajo, era visitar ocasionalmente a la familia y pasar tiempo en carretera con mí preciada motocicleta. Amaba la sensación de libertad que podía llegar a sentir, solo la carretera, el viento y yo.
Al menos así era hasta que la conocí, o no exactamente, porque cuando la vi por primera vez ella tenía sólo ocho años de edad y yo dieciocho, así que no le presté demasiada atención, era solo una niña cualquiera. Una adicta a la leche con chocolate y que solía jugar en la oficina de su padre ocasionalmente. Si en ese entonces hubiese tenido pensamientos libidinosos, yo mismo me habría reclutado en un hospital mental, o en una prisión, lo que funcionara mejor.
Pero ahora…
Si tuviera la fuerza de voluntad débil, ya la habría hecho mía en tantas formas y maneras, que con gusto pasaría días enteros sin salir de casa.
Giré la cabeza a la derecha y observé su angelical rostro, o más específicamente, sus labios. Estaban ligeramente entreabiertos y tan rosados como siempre, parecían estar invitándome a tocarlos, pasé mi lengua por mi labio inferior y volví a cerrar los ojos frustrado.
Mi expresión justo ahora seguramente es un chiste, no me atrevía a mirar mi reflejo, pero podía sentir las arrugas que enmarcaban mi frente, además apostaba a que mis ojeras se estaban pronunciando más de lo normal. Al menos son el tipo de facciones que uno puede ver en alguien que está perdiendo la cabeza. Como tú, me recordó una vocecilla interna y casi me burlé de mi mismo.
Un minuto después o dos, sentí un par de ojos observarme con detenida curiosidad, así que perezosamente los abrí, la oscuridad me recibió y un par de segundos después me acostumbré a la débil luz que iluminaba el pasillo. Se formó una sonrisa en el rostro de la azafata y esperé a que dijese algo. Me preguntó si necesitaba algo y negué educadamente, sus ojos brillaron y su sonrisa se pronunció. Caray, uno diría que estaba frente a algo digno de admiración, no delante de mí. Miré de soslayo mi reflejo sobre la ventana y no noté nada diferente; no arrugas, no ceño fruncido, no nada que delatara mi actual estado de ánimo. Sólo estaba el viejo Itachi, el serio e impenetrable de siempre, y casi me reí. No demostraba la profunda frustración que experimentaba.
Frustración estaba por convertirse en mi segundo nombre.
Sabía bien que si en el momento en que ella regresó a mi vida, hubiera sabido quien era exactamente, nunca me habría permitido fantasear de la forma en la que ahora lo hago. ¡Sigue repitiéndote eso! Se burló una parte de mi enfermo cerebro y bufé.
Exactamente hace un par de meses: Kisame, Pain y Deidara, me arrastraron hasta un club nocturno que parecía ser la sensación actual en Tokio. Había una gran fila para ingresar, pero Pain parecía ser amigo del sujeto en la entrada, así que pasamos sin problema alguno.
—¡Anímate comadreja!, parece que te estuviéramos recluyendo en un monasterio —gritó al tiempo en que me daba un golpe en la espalda. Le lancé una mirada fría, antes de darle una ojeada al lugar, había un mar de gente moviéndose en la pista de baile, y otro tanto arremolinado en mesas y en el bar.
Una mesera nos guió hasta una mesa vacía cerca del bar y tomamos asiento, desabotoné un botón más de mi camisa e intenté relajarme. La música no era de mi total agrado, pero al menos esperaba que con un par de copas de whisky, el ruido se convirtiera en el menor de mis problemas. Deidara y Kisame comenzaron a parlotear sobre un grupo de chicas que contoneaban sus cuerpos a unos metros de distancia. Me bastó una rápida mirada, para descartar a cada una de las mujeres, eran bonitas pero no parecían interesantes.
En cuanto nos sirvieron unos tragos, bebí el mío de golpe y pedí otro.
—¡Ese es el entusiasmo que esperábamos ver! —sonrió Deidara antes de chocar su vaso contra el mío –ya vacío–.
Rápidamente sustituyeron mi copa vacía por otra nueva y le di un sorbo ésta vez, disfruté de la sensación del líquido quemando mi garganta, mientras le daba otra mirada al lugar.
Una melena rosada captó mi atención entre la multitud y afiné la vista para ver mejor, ya que las múltiples luces color neón dificultaban un poco la visión. La chica se movía con una de sus amigas, suponía, y sonreía abiertamente, parecía feliz. Tenía un rostro dulce, no podía ver el color de sus ojos, pero podía decir que sus facciones eran bastante finas. Deslicé la vista hacia su cuerpo y un raro escalofrío me recorrió. No era algo voluminoso, pero definitivamente era digno de ver. Gracias al escote de su blusa, podía decir que sus pechos eran bastante voluminosos, una cintura pequeña y una cadera que estaría gustoso de recorrer con mis dedos. Su trasero estaba cubierto por una corta falda de mezclilla, que dejaba al descubierto sus torneadas piernas. Mi garganta se secó y automáticamente le di un trago a mi bebida. La chica sabía moverse, sus manos rozaron su silueta y mi labio tembló.
—¿Qué miras con tanto interés? —la voz de Pain llegó claramente a mis oídos y lo miré de reojo.
—Nada —contesté restándole importancia. Él escaneó el lugar que antes había estado mirando y esbozó una corta sonrisa.
—Una de esas chiquillas te ha gustado ¿eh?
Me terminé mi bebida y me levanté para ir por otra, él había dado en el clavo de la situación, esa chica era una chiquilla, podía decir que era más de la edad de mi hermano, que de la mía. Caminé hasta la barra y pedí una cerveza, tomé asiento en un banquillo que acababa de ser desocupado y me obligué a mantener la vista fija en las botellas sobre las repisas. Una vez que me la dieron, le di un gran sorbo y dejé que el –frío y amargo– líquido me deleitara.
—Un vodka, por favor —miré de reojo a la dueña de la voz femenina que acababa de escuchar y algo dentro de mí se removió. Era ella, la chica de la pista de baile. Justo en el momento en el que decidí observarla, se giró y me esbozó una sonrisa. Sus ojos eran de un verde brillante, muy parecido al jade y estaban enmarcados por unas espesas pestañas rizadas, sus labios eran de un rojo suave y sus mejillas se veían sonrojadas, por el calor suponía yo.
Regresé la vista a mi botella y le di otro largo trago. Mis manos parecían cosquillear, como pidiéndome tocar al objeto de mi atención y me abofeteé mentalmente. Me estaba comportando peor que un adolescente. Me puse de pie y giré para regresar a la mesa, pero me detuve cuando mi cuerpo chocó contra una superficie blanda. Líquido salpicó mi camisa y una de mis manos, bajé la mirada y me maldije.
—Joder —escuché que la chica murmuró. Acababa de tirarle su vodka y nos había bañado a los dos en el proceso.
—Mierda —mascullé—, lo siento.
Ella clavó sus ojos en los míos e hizo una mueca.
—Está bien, parece que es mi castigo divino por intentar beber más de lo que debería —dijo alzando la voz, para después pasar sus dedos por su blusa mojada. Mis ojos siguieron el trayecto de sus dedos y tragué saliva, ¡no vestía un sostén! sus pezones se enmarcaban perfectamente a través de la fina tela.
—Te compraré otro trago —escupí antes de girarme para pedir otro Vodka. Necesitaba unos segundos para calmarme, me estaba transformando en alguna clase de pervertido. Tomé la nueva copa y se la entregué.
—Gracias —dijo mordiendo su labio, mi cerebro registró ese simple acto tan fuerte, que sentí mi garganta quemar. ¡Enfócate Uchiha! Asentí y esperé a que se alejara de mi campo de visión. Una vez que me vi libre, tomé otro trago de cerveza y regresé a la mesa. Kisame y Deidara parecían haber desaparecido, ya solo quedaba Pain, quien me miraba con diversión.
—Tuviste una sesión de playeras mojadas, ¿eh? —no pasó desapercibido su tono de diversión, ni su doble sentido—, si te gusta, ve a por ella.
—No me gusta —aclaré inmediatamente, aunque no sabía si intentaba dejárselo claro a él, o a mí mismo.
—Si, claro —su sarcasmo me irritó y bufé.
Y como si se tratara de un imán que ejercía fuerza atrayente sobre mí, volví a buscar con la mirada a la dueña de la melena rosada. La encontré con un grupo de chicos, que reían en una de las mesas en el otro extremo de la barra. No sé cuanto tiempo estuve mirando, pero lo odié, nunca me había llamado tanto la atención una mujer y menos una que fuese mucho más chica que yo. Claramente podía llevarle unos diez años.
Tampoco estás tan viejo eh, me recordó una vocecilla en mi cabeza. Respiré profundamente, ¿realmente tenía algo de malo fantasear con ella? Y antes de si quiera contestar esa pregunta, me encontré a mi mismo imaginando como sería besar esos labios. Acorralar su cuerpo contra el mío y deslizar las manos por esas sedosas piernas. Definitivamente sería algo digno de disfrutar.
Casi sonreí, en ese instante no sabía lo condenado que estaría un par de días después. Ni en la más enferma de mis pesadillas, imaginé que esa chica resultaría ser la niña que corría hace diez años por los pasillos de la empresa, y menos que terminaría siendo mi asistente. Ahora podía decir que estaba completamente jodido.
—Itachi —la voz de Kakashi irrumpió en mi oficina—, ¿tienes un minuto?
Asentí y bajé los papeles que estaba estudiando. Él ingresó seguido de una mujer, enfundada en un traje casual de oficina, un par de brillantes ojos jade chocaron con los míos y dejé de respirar. Incluso puedo decir que me habría atragantado, si hubiese tenido con qué hacerlo.
—¿Recuerdas a Sakura? —preguntó al tiempo en que me ponía de pie. Mi falta de expresión debió dejarle claro que no sabía de que me hablaba—. ¿Recuerdas a cierta niña juguetona y parlanchina?, bueno es ella, mi hija.
La susodicha se sonrojó hasta las orejas y yo solo atiné a negar con la cabeza. ¡Tienes que estar bromeando!
—Mucho gusto —saludé.
—Igualmente —contestó mordiendo su labio.
—Bueno, ya que es mayor ahora, decidí que es tiempo de que se envuelva en los negocios familiares —explicó Kakashi—. Y ya que tú estás en busca de una asistente, pensé que nadie mejor que ella.
¡Mierda!
Asentí incapaz de decir una palabra, dudaba que negarme fuese a lograr algo.
—Los dejaré para que le informes sus funciones, confío en que harán un gran equipo —y sin decir más, abandonó la oficina.
—¿Tú eres ese sujeto de la otra noche, cierto?, ¿el del club? —comentó intentando romper el raro silencio que se había instalado entre nosotros.
—¿El que tiró tu copa? —pregunté—, el mismo —asentí y estiré mi mano para saludarla—. Uchiha Itachi.
—Lo sé —contestó colocando su mano contra la mía. La solté casi de inmediato, porque podía jurar que una descarga eléctrica estaba recorriendo mi brazo.
Tomé asiento y le hice un gesto para que me imitara.
—Mi padre habla mucho de ti en casa, parece que eres el miembro más valioso de la empresa —comentó solemnemente.
—Hmph.
No quería sonar pretensioso, así que me mantuve en silencio. No era la primera vez que escuchaba esas palabras. Desde que me incorporé con mis recién cumplidos dieciocho años, todo el mundo había mencionado frases como esa a mí alrededor. Les era sorprendente que siendo tan joven, me estuviese destacando tanto en los negocios, y no solo eso, si no que además no estuviese derrochando mi talento en la empresa familiar. Sabía que eso no enorgullecía mucho a mi padre, pero no me importaba, desde joven había dispuesto que sobresaldría yo solo, odiaba que dijeran que sólo porque era el hijo de un importante empresario, se me daba todo en bandeja de plata.
—Entonces… ¿Cuáles serán mis funciones? —preguntó rompiendo el silencio nuevamente—, sé que me veo joven y quizá lo sea, recién cumplí mis dieciocho, pero te aseguro que soy muy trabajadora y siempre le pongo mucho empeño a lo que hago.
—¿Qué estudias?
—Negocios internacionales —contestó sonriente—, segundo semestre, la mejor de mi clase.
Asentí y me maravillé, no sólo era hermosa, si no también inteligente. Algo más para admirar de ella. Rápidamente me reprimí, porque una parte muy interna, deseaba conocerla más… y eso era malo, muy malo.
Una canción demasiado melosa comenzó a sonar a través de los audífonos y me sacó de mis pensamientos. Suspiré y cambié la canción, había estado a punto de revivir las oscuras fantasías que se arremolinaban en mi mente desde que comenzó a pasar tiempo cerca de mí. Cosas no muy inocentes que implicaban el escritorio de mi oficina y nada de ropa.
Sakura se levantó, me dedicó una sonrisa adormilada y se escabulló hacia la parte trasera del avión. Ya que era mi asistente –y una muy eficiente– debería decir, la había traído conmigo para los negocios que teníamos en Inglaterra. No sabía como es que podría sobrevivir a la semana sin sufrir los estragos de su cercanía. Cuando estábamos en la oficina, me retenía mayor mente, el hecho de que estábamos en la empresa de su padre y que probablemente, él me mataría si supiera que intenté algo con su hija. Pero ahora… estaríamos solos, en una ciudad lejana de todo, solos.
¿Ya dije solos?
Apagué la música y me removí en mi asiento. Me desconocía completamente. Siempre fui serio, centrado, de cabeza fría y con una mentalidad que calificaba como de un hombre de mediana edad, y todo eso se esfumó cuando ella irrumpió en mi vida.
¡Una total locura!
Observé el lugar vacío de Sakura y me encontré preguntándome porque tardaba tanto. ¿Tendría algún problema?, me levanté y caminé entre penumbras hacia el pequeño baño que se hallaba al final del pasillo. Levanté la mano para golpear suavemente la puerta, cando un raro sonido llegó a mis oídos. ¿Acaso era un… gemido?, mi corazón decidió correr el maratón y me ahogué con mi saliva. Pegué la cabeza más a la puerta y escuché otro leve quejido. ¿Qué estaba haciendo ella ahí dentro?, ¿Y por qué repentinamente me parecía el mejor sonido del mundo?
Una variada multitud de imágenes comenzaron a proyectarse en mi mente y lamentablemente, ninguna era apta para menores. ¿Sakura no estaría masturbándose ahí dentro, o si?
Sentí la boca seca y antes de que me diera cuenta, cierta parte de mi anatomía comenzó a palpitar gustoso ante las imágenes que le brindaba mi –muy despierta– imaginación.
¡No tengo remedio! Me reprendí mentalmente. Si todo continuaba así, terminaría perdiendo el juicio.
La puerta se abrió de golpe y me congelé, los ojos color jade me observaron y un sonrojo cubrió sus mejillas.
—Itachi —murmuró. En su rostro parecían brillar pequeñas gotas de agua—, ¿Estás bien?
—Tardabas mucho y pensé… —¿Qué pensé?, ¡No puedo decirle lo que pensaba que ella hacía ahí dentro!
—Tenía calor, así que vine a refrescarme un poco —explicó—, el agua está divinamente fría.
¿Así que era eso lo que le arrancó un par de gemidos?, definitivamente me estaba convirtiendo en un enfermo.
Un fuerte movimiento balanceó el avión y lo siguiente que supe, fue que mi cuerpo se estrellaba contra el de Sakura. La inestabilidad de ambos nos llevó a estrellarnos contra el lava manos, quedando su cuerpo atrapado entre la dura superficie y mi cuerpo. Bajé la vista y noté como había quedado ligeramente sentada, levantando su falda en el proceso, dejando una de mis manos peligrosamente cerca de su pierna. Podía sentir mi piel hormiguear, ansiaba tocarla, ¡demonios, lo anhelaba terriblemente!
¡Esto no es incómodo, ni nada!, bufé sarcásticamente para mis adentros.
—Lo siento —le dije retrocediendo un paso, su rostro ahora parecía un farolillo de navidad, se alisó la falda e intentó sonreírme.
—No te preocupes, no ha sido culpa tuya —murmuró enterrando sus dientes en su labio, como solía hacer cuando los nervios se apoderaban de ella. No sabía decir si odiaba eso o no, lo cierto es que ansiaba poder hacer eso con mis dientes mismos.
Me hice a un lado para permitirle salir y una vez que estuve solo, cerré la puerta y mojé mi rostro. Necesitaba, no, me urgía deshacerme del calor que quemaba en mis venas. Mojé mi cuello e intenté pensar en otras cosas para eliminar el creciente bulto en mi pantalón.
Una vez que me sentí más tranquilo, regresé a mi asiento y no me permití mirar a Sakura, me recosté y cerré los ojos, lo mejor sería intentar tomar una siesta para no estrujar más mi cerebro. El cansancio comenzó a machacarme y comencé a ser menos consiente de todo, casi podía sentir que estaba adentrándome a un sueño…
Sakura se encontraba en mi lugar, tenía los ojos cerrados y parecía moverse al ritmo de algún tipo de música. Me quedé mirándola fijamente, lucía tan sensual que comenzó a excitarme. Unos segundos después abrió los ojos y se puso de pie de golpe, sonreí maliciosamente y pasé mi lengua por mis labios al verla con esa falda negra. Me acerqué a ella lentamente y la acorralé entre la pared y mi cuerpo. Un sonrojo apareció en sus mejillas al tiempo en que me acercaba a sus labios, realmente deseaba devorarla ahí mismo… el bulto en mis pantalones comenzó a crecer.
Y es que es tan difícil… Contenerse. Sin esperar más, atrapé sus labios entre los míos, una exquisita descarga eléctrica me golpeó, eran demasiado suaves. Pasé la lengua por su labio inferior, logrando que con esa simple acción, ella soltara un suspiro. Abrió su boca para mí y dejé que mi lengua vagara por su cavidad. Enterré mis manos en su cadera, en respuesta ella pegó su cuerpo al mío. Sus manos comenzaron a subir por mi pecho, hasta que se enroscaron levemente en el cuello de mi camisa, y procedieron a desabotonarla. Rompí el beso y ataqué su cuello, para después murmurar cerca de su oído.
—No sabes como te deseo…
Su boca buscó la mía nuevamente y cuando sus dientes se enterraron en mi labio, la tomé con fuerza de la cadera, para después girarme y depositar su cuerpo sobre mi escritorio. Hasta entonces fui capaz de hacer lo que siempre quise, posé ambas manos en cada una de sus piernas y las estruje suavemente. Las deslicé hacia arriba y me deleité con ello. Mi erección comenzó a crecer dolorosamente y quería hacérselo saber, así que me acomodé en su centro y dejé que sintiera. Un fuerte gemido murió dentro de nuestras bocas y fue mi turno de morder su labio. Sencillamente delicioso.
Otro fuerte movimiento me trajo de regreso a la realidad y me quejé. Parpadeé confuso y el aire abandonó mis pulmones, aún estábamos en el maldito avión, bajé la vista y miré el tremendo bulto que tenía entre las piernas. Genial, sencillamente genial. ¡Malditos sueños traicioneros!, ahora tenía un erección con la que lidiar. De repente agradecí que estuviera todo en penumbras, no estaba listo para enfrentarme a la mirada curiosa de Sakura.
Éste viaje será una maldita tortura tras otra.
—
Continuará…
—
¡Hola!
¿Qué les ha parecido?
Tenía un buen rato sin escribir un Itasaku, y ya que mi querida amiga Higurashi me alentó para hacerlo, accedí xD
Le quiero agradecer al niño que me dio su punto de vista acerca de éste fic, debo decir que lo agobié demasiado para que me ayudara a enfocarme. Fuiste de gran ayuda, Nico.
Espero que me hagan saber sus opiniones al respecto, ya saben un minuto de su tiempo para comentarme algo.
Cuídense y nos estamos leyendo.
¡Sayo!
Tsukisaku
¿Reviews?
