Advertencias: Shonen ai (o una muy, pero muy fuerte amistad).
Nota: Hecho para el Drabblethon que está organizando Crack&Roll. ¿No son lindos? (corazoncitos)
Promt: Yoh/Manta - Siempre.
Beta: Ophelia.
Palabras: 376.

Disfruten la lectura.


Nada de despedidas

Se encontraba solo en esa gran casa, oculto en aquella habitación que muy pronto quedaría vacía. Sabía que no debería estar ahí, pero le resultaba inevitable. Quería sentir, al menos por última ocasión en mucho tiempo, su presencia. Porque no tendría la oportunidad de despedirse de él, no se sentía capaz de hacerlo y entendía muy bien que sus últimas horas en el país debía de pasarlas con ella.

Manta soltó un suspiro y se dedicó a mirar por la ventana como el cielo comenzaba a aclarar lentamente. Sonrió con algo de pesar al darse cuenta de que, de ahora en adelante y hasta que ellos –él- regresaran, se encontraría casi como cuando les conoció: solo.

Tal vez fue por eso, por permitirse sumirse en sus pensamientos, recordando los buenos momentos que logró vivir gracias a sus amigos; tal vez fue por eso que no se dio cuenta de en que instante dejó de estar solo en aquella habitación.

Yoh se encontraba en la puerta, sonreía con nostalgia mientras miraba a su mejor amigo sentado cerca de la ventana. Él sabía desde un principio que en algún momento tendrían que separarse, pero hasta que llegó ese momento se dio cuenta de lo mucho que lo extrañaría en ese viaje. Así como entró al cuarto salió, recargándose en la pared y cerrando los ojos. Sentía que las palabras estarían de más entre los dos y que sólo lograría hacer sentir mal a Manta, quien al parecer se encontraba haciendo un gran esfuerzo por no despedirse con lágrimas de él, por lo que respetaría su decisión.

―Siempre estaremos juntos, ¿Verdad? ―murmuró Manta y por un momento Yoh creyó que había notado su presencia, pero cuando se asomó a la habitación notó que no era así, puesto que Oyamada se encontraba viendo fijamente hacia el cielo.

Yoh sonrió y asintió, sintiendo que algo en su pecho, como un estilo de opresión, menguaba y que la preocupación que había sentido por Manta desaparecía, seguro de que él estaría bien y de que ambos serían más maduro la próxima vez que se vieran. Y, tal vez, en aquel entonces aceptaría libremente lo que sentía, al grado de poder expresárselo a Manta, dando así un nuevo –y gran- paso en su amistad.

Fin de la historia.


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