Inquietud
En medio del fulgor de la batalla la vio, cuan magistral guerrera era ella. Y sin embargo, siempre tenía la expresión ausente, como si no fuera su voluntar la de cometer esas atrocidades. Al terminarlo todo, levantó sus ojos hacia la silueta femenina, que lo observaba con el gesto impávido, pero él notaba que sus ojos brillaban intermitentemente.
Se sostuvieron la mirada un instante y luego cada cual requisó de un vistazo el cuerpo del otro. Había sangre en sus ropas ajadas, sudor en sus rostros y los nudillos de sus manos estaban pálidos, ambos en las mismas condiciones, mientras que sus cuerpos relajaban sus músculos al saber que la adrenalina había acabado. Sin embargo, no era su sangre la que manchaba sus ropas, por que sus heridas eran internas, las de ambos lo eran, por que ambos sufrían al salir al campo de batalla.
Eragon exhaló un suspiro quedo. Sentía melancolía, el miedo de saberla herida en batalla se desvanecía poco a poco, al menos, no había tajadas en su piel o magulladuras en su rostro.
Y el jinete quiso olvidarlo todo, olvidar el olor metálico del líquido carmesí que apretaba sus sentidos, o a sus ojos cansados de ver morir a las personas, que luego sabría lo acosarían en sus pesadillas. Blandió su espada una última vez antes de regresarla a su funda y relajó sus hombros cansados del peso imaginario del mundo.
Ella se acercó a él, con la comisura de sus labios dobladas hacia arriba. Eragon comenzaba a acostumbrarse a aquellas tristes sonrisas y muchas veces sentía irritación de no poder arrancar de aquellos hermosos labios una sonrisa de verdadera felicidad.
Arya se plantó frente a él de una zancada. Ella parecía exenta a todo. Sin dejar distinguir el dolor en su rostro.
Finalmente encontraron sus miradas, seguros de que el otro no estaba herido. Al menos no físicamente.
El verde esmeralda de sus ojos lo envolvió por largos segundos hasta que comprendió que la conciencia de ella se expandía hacia él.
Ocultó sus pensamientos lo mejor que pudo, serenó sus sentimientos de amargura e ignoró el reclamo de sus nervios que le advertían sobre el cansancio corporal.
Arya sondeó su mente en blanco de una sola vez y sus cejas temblaron hacia arriba casi imperceptiblemente. Ella realmente no podía saber lo que estaba pensando, aunque Eragon tampoco sabría lo que era perderse en los bosques élficos de aquella basta mente. Quizás por temor, ninguno de los dos se atrevía a hurgar; a satisfacer sus inquietudes y saciarse de la mente ajena.
Arya bajó la mirada a la tierra profanada por todo el odio que cada uno de los que estaban vivos y aquellos que habían caído desprendían. Finalmente, sintió la pesada respiración de Saphira golpearlos cual viento y miró a la dragona con expresión ausente.
"Es totalmente normal preocuparse por aquellos que queremos, Arya, no hay de qué avergonzarse." Escuchó que le decía y aunque no estuvo segura, creyó que Eragon también había oído y también que había notado el leve rubor carmín nacer en sus mejillas.
Buenas! este es el primero de una serie de drabbles,no tienen necesariamente relación, ni un momento dado más que el que se describe en la historia, pero que se me dio por escribir.. espero que les haya gustado...espero reviews para continuarlo :)
