"¡Oh Dios mío, han matado a Kenny!"
"¡Hijo de puta!"
Siempre la misma historia. SIEMPRE. Deje de nevar o no, esas palabras serán las últimas que escuche antes de cerrar los ojos por última vez, sarcásticamente hablando. Porque no puedo morir, y es algo que 'nadie sabe'.
Es extraño. Porque todos lo saben, todos lo ven, todos agachan la mirada durante unos segundos en señal de pésame por los familiares de ese desgraciado niño que se mató. Pero cuando pasa un tiempo… todos dejan de saberlo. Se transforma en una de esas películas de suspense en las que solo le protagonista recuerda lo ocurrido y el resto cree que está para que lo encierren en un psiquiátrico.
Al contrario que esos valientes actores que arriesgan su vida y su cordura por la verdad, yo me resigno a dejar pasar las cosas. Mentiría si dijera que ello me inspira la suficiente indiferencia como para no haber intentado nunca que alguien me apoyara en mi arduo destino, pero las miradas confusas y horrorizadas de mis amigos cuando mi paciencia llegó a su fin y bajo la máscara de Mysterion grité "¡Soy inmortal, no puedo morir, hablo en serio!" me dejó claro que no valía la pena. O puede que por mi parte fuera algo brusco pretender que niños de menos de doce años se sumergieran en temas tan delicados como es el morir.
Delicado para ellos, porque para mí se ha vuelto una rutina que, aunque irregular, es diaria. No por eso llega a ser menos fatídica. Pero, ¿Qué me duele más, esa herida que empapa en sangre mi ropa vieja y me hace lanzar alaridos de dolor, o el recordar que es una carga que siempre llevaré solo? Solo.
Me lo repito a veces en mi cuarto cuando me canso de buscar las revistas pornográficas que tanto me cuestan conseguir y que con tanta facilidad mi hermano Kevin se las agencia.
Sentirse solo al estar rodeado de gente es la mayor mierda que nadie puede echarse encima. No volver a sentir ese angustioso dolor sería el mayor regalo que nadie podría hacerme jamás. Morir. Para mi desgracia, "solo un ser inmortal puede acabar con la vida de otro ser inmortal". Maldita sea, ¿no sería posible que yo, siendo inmortal, causara mi propia muerte de forma fructífera? Argh. Me gustaría saber qué clase de loco inventó estas reglas.
Mujeres, sexo, alcohol, drogas. Son solo distracciones y juegos con la muerte, queriendo averiguar cuánto tardo en matarme de nuevo. Una vez tardé menos de diez minutos, pero es una hazaña que no podré contarle a mis nietos para enorgullecerme de mi mismo.
Volvía a la conclusión principal: estaba solo.
-¡Kenny!-Un grito me sacó de mi ensoñación, y luego un empujón me hizo caer de boca hacia la fría nieve. Mi nariz… duele. No tardé en revolverme para reincorporarme, y solo entonces me di cuenta de que un cuerpo yacía enroscado al mío.
-¿Kyle?-Pregunté con indiferencia. Sus manos temblaron un tanto cuando dejo de aferrarse a mí. Miró hacia atrás, a la carretera. Suspiró y buscó mi mirada con el ceño fruncido.
-¿Eres estúpido? ¡Ese coche casi te pasa por encima! Carajo, seguro que iba tan deprisa que ni te vio. Es un milagro que no nos haya matado a alguno de los dos.-Detuvo su discurso un momento para dedicarme una mirada comprensiva, como si fuera una madre observando al hijo que acaba de perder su globo-¿Tú estás bien?
-…-Lo odio. No soporto que nadie me salve. No me hacía sentir menos solo, únicamente veía a un inepto arriesgar su vida por alguien que nunca perdía nada-Sí.-Me limité a contestar tajante, apartando la mirada y fijándola en el infinito, quizás queriendo visualizar al cabrón que casi me mata hoy.
-Me alegro…-No pude ver la expresión de Kyle tras mis palabras, ¿pero era la desilusión lo que pintaba su voz? Coño, ¿Qué quería, que saltara y diera gracias a Dios por estar vivo? Con la de veces que había muerto ya arrollado por un automóvil…-¡Oh, diablos, estás sangrando! ¡Tu nariz!
El pelirrojo sacó un pañuelo del bolsillo y lo presionó contra uno de mis orificios nasales. Solo pude lamentarme por mi infortunio. Otra de las cosas que no aguantaba era que mi cara, mi atractivo, se viera perjudicado. Si el golpe me causaba hinchazón y tenía que permanecer así hasta mi próxima muerte obligaría a Kyle a compensarme por joderme el día.
Le aparté la mano para sostener yo mismo el pañuelo. Me observaba expectante, esperando a que rompiera el silencio incómodo.-Gracias.
Volvió a formarse en sus labios esa sonrisa comprensiva que tanto odié. Kyle Broflovski, ¿acaso crees que puedes comprenderme? No sabes nada.
-Bueno, no creas que llevo un pañuelo como si fuera una mujer, obviamente eso es de maricas y yo no lo soy. En realidad lo llevo porque mi madre…-Ignoro el motivo por el cual empezó a justificar algo que era innecesario.
Posé mi mano sobre su cabeza y le descoloqué el gorro. Sinceramente no tenía ganas de escuchar cuentos absurdos, y de algún modo mi forma de hacerle callar surtió efecto. Se puso en pie rápidamente mientras volvía a colocarse el ushanka correctamente.
El siguiente en ponerse en pie fui yo. Sacudí la nieve de mi ropa y suspiré pesadamente.
Normalmente no era un cabrón desagradecido indiferente con todo el mundo, adoraba aprovechar mi tiempo, hacer comentarios sarcásticos y guiñarle un ojo a la rubia de turno. Puede que hoy simplemente no llevara un buen día, pero no por ello tenía derecho a pagarla con el judío (a pesar de haber destrozado mi preciada nariz).
-Eh, Kyle. Gracias por esto, de verdad… Aunque sea de maricas, digas lo que digas.-Sonreí devolviéndole el pañuelo y él tardó varios segundos en entender que acababa de insultarle.
-¡Idiota! ¡Además, aún te sangra!-Gruñó, dándome la espalda y retomando su camino hacia el instituto. Un nuevo suspiro escapó de mis labios y, obediente, volví a cubrirme la nariz con el pañuelo marica de Kyle. Iba a ser un día largo, acompañado de un Kyle susceptible y un 'yo' cansado de su vida… Si es que se le podía llamar así.
