Prólogo
Lily bajó cansada las escaleras, la noche anterior anterior no había podido dormir debido al viaje en tren, incluso con pociones estabilizantes no podía dejar de marearse en todo tipo de transportes; estaba impaciente en cumplir diecisiete y aprender a aparecerse. Si bien le habían dicho que esto era peor que todos los otros, al menos serían treinta segundos de tortura y no diez horas.
La torre de Ravenclaw parecía despejada, algo no sorprendente a esas horas de la mañana, pero Lily no había podido mantenerse insomne en la cama y temiendo despertar a sus compañeras con su constante movimiento.
Hacía frío, aunque recién hubiera pasado el verano. Lily juntó sus manos y las llevó a su boca para calentárselas con su aliento. Se dirigió a la chimenea con el propósito de ponerle más leña pero tropezó con sus torpes pies en la alfombra de la sala. Maldiciendo su suerte se tomó la rodilla adolorida y aplicó un suave encantamiento calmante. Ensimismada en eso no escuchó la suave risa detrás de ella.
-¿Te encuentas bien Potter? –oyó-
-Sí, Malfoy, pero me encontraría mejor si no hubieras tenido que presenciar esta escena humillante.
-Nos pasa hasta a los mejores Potter, no te preocupes. Nos vemos por ahí.
Ella observó a Scorpius pasar por la puerta con esa característica gracia de él. No hablaban mucho, entre otras cosas porque el era un "Malfoy" y ella una "Potter Weasley", pero además porque él iba en un curso arriba de ella, frecuentaba otros círculos y más encima ella no sabía cual de los dos quería pasar más desapercibido dentro de la escuela, lo que causaba que ninguno frecuentara los lugares más visibles del castillo.
No podía decirse tampoco que hubiera animadversión entre ellos, habría sido el colmo tratándose de compañeros de casa y tampoco existía ninguna lógica que explicara alguna hostilidad más allá de lo obvio, pero tampoco otro sentimiento.
Entre ella y él existía esa amable relación que se tiene con el noventa porciento de la gente que ves todos los días, donde del saludo y casualmente un "¿Cómo estás?" "Bien, ¿tú" no había nada más. Kaya, una de sus amigas, lo encontraba uno de los muchachos más guapos de sexto año, con su pelo rubio oscuro, ojos verdes y una altura por sobre el promedio, pero a Lily no le atraía especialmente. Dicha sea la verdad, a Lily no le iba ni le venía ninguno de sus compañeros.
Puede que haya tenido alguna fijación con alguno cuando llegó a la adolescencia, pero aprendió pronto a esconder y enterrar sus sentimientos. Sentía que la mayoría de sus pares estaban absortos en sus padres y sus fantásticas proezas, y en sus tíos, y en sus hermanos, y en sus primos, y en toda la gama de parientes y familiares que la habían antecedido.
Lily sentía que tenía poco que ofrecer en comparación a ellos, incluso entre su propia generación. James era el hijo mayor de Harry Potter y poseía un carácter bromista, simpático y tan agradable que a todos caía bien; se le perdonaban sus fallas porque siempre sacaba una sonrisa o risa y lograba escapar de toda situación.
Albus era un hufflepuff dulce y amable. Había desarrollado desde pequeño sus dotes artísticas, por lo que si bien no destacaba tanto por sus notas en los ramos tradicionales, sí tenía una voz espectacular, un talento para la pintura a varita y una cualidad para el piano impresionantes.
Rose era excelente estudiante, Roxanne atleta, Molly era una chica anarquista que pasaba de convencionalismos, Hugo era irreverente e inteligente, los hijos de su tía Fleur eran todos bellísimos, y la lista seguía y seguía. Lily parecía sentir que a la única que le faltaba una característica o esencia única era a ella. Era como si hubiera despertado tarde al día de reparticiones de peculiaridades y el funcionario, desconcertado e irritado por un día agitado, le hubiera dado "hija, hermana, prima, sobrina de".
Marcus, su mejor amigo, solía exasperarse con la poca autoestima de Lily cada vez que tocaban ese tema. Le irritaba que se tiñera el pelo castaño, y no por el hecho en sí, si no porque "lo haces para no parecer una Weasley, solo por eso, cuando te ves tan linda con tu color natural", le molestaba que fuera desgarbada para caminar, como si quisiera evitar mostrar que tenía un metro setenta de altura, alta como su tío Ron, que tapara la mitad de su cara con su largo pelo y escondiera sus ojos cafés bajo unos lentes grandes y de marco grueso.
-Lily, bonita, no te entiendo, te esfuerzas por pasar desapercibida pero al mismo tiempo sufres cuando tus hermanos o primos son recompensados por sus logros y destacados- resollaba Marcus tiempo atrás- Mírame a mí, si tu llegaste tarde a la repartición de cualidades yo llegué de los primeros y me tocó ser hijo de muggles, homosexual en familia de musulmanes y un total despreocupado en una torre de locos psicópatas de las notas –mientras Lily reía sin poder evitarlo- Deberías dejar de esconderte y ser más tú.
-Déjalo Marcus, las cosas son como son y no cambiarán.
-Te quiero, ¡Pero eres tan terca!
Discusiones así habían tenido varias veces, algunas acompañados por Kaya quien, al igual que Marcus, pareciera ver millones de virtudes en ella que Lily no encontraba por más que buscara.
Lily miró la hora, más valía que fuera a apresurar a Kaya porque sino no encontrarían más que tostadas con mantequilla.
Scorpius bajó de dos en dos las escaleras de la torre de Ravenclaw. Pensaba en la chica que se había encontrado en la sala común. Lily Potter para él era una chica contradictoria. Sacaba puros sobresalientes ,y algún que otro aceptable, pero ningún excelente, se tragaba opiniones que Scorpius, con facultades innatas en legeremancia, estaba casi seguro que pensaba; pareciera, además, esconder una bonita cara casi a propósito, al igual que su figura con polerones anchos en invierno y poleras desaliñadas en verano; pareciera que casi se esforzara por ser lo más ordinaria que podía y por eso Scorpius debía confesar que la miraba con más frecuencia de la que él mismo se admitía.
Lily Potter lo intrigaba y eso a Scorpius le producía una inquietud extraña.
Él, al contrario que Lily, tenía todas las razones para pasar desapercibido del mundo. Su pasado de familiares con un pasado oscuro lo trascendía y al empezar Hogwarts aprendió rápidamente que su presencia no era precisamente bienvenida. Haber ido a Ravenclaw lo había salvado de más malas caras porque significaba que buscaba más la inteligencia que la ambición, pero para Scorpius eran dos caras de una misma moneda. A pesar de haberle a su favor, sentía que había fallado al haber sido el primero promogénito que no fuera Slytherin en más de cien años.
"Querido hijo:
Con tu madre nos sentimos muy orgullosos de ti. No nos sorprende que hayas caído en la casa Ravenclaw porque desde pequeño percibimos tu interés en la sabiduría y tu alegría en aprender nuevas cosas; al mismo tiempo quiero que sepas que, desde mi punto de vista, el asunto de las casas está un poco sobrevalorado, todos poseemos inteligencia, ambición, valentía y esfuerzo dentro de nuestros corazones, espero que no por ir a Ravenclaw te olvides de estas otras virtudes. Sigo un poco nervioso ante el hecho de que hayas ido a Hogwarts, pero los Malfoy hemos ido ahí por generaciones, y no por errores de tu familia se debe negarte el derecho de ir allí. Sé que el abuelo Lucius se habría sentido igual de orgulloso que yo aunque no hayas ido a Ravenclaw.
La abuela Narcisa pide que no descuides tus clases de pinturas y así el próximo verano pinten juntos en el patio de los rosales como todos los veranos.
Un abrazo y un beso apretados,
Tu padre"
Habían pasado cinco años desde que su padre le había enviado esa carta y Scorpius la seguía conservando; era su amuleto en los días que nada le hacía sentido o quería renunciar a todo, le hacía pensar que a pesar de todo su padre estaba orgulloso de él. Draco no había seguido el mundo de los negocios como todos pensaban que lo haría cuando fuera pequeño, al contrario, había sido su esposa Astoria quien había actuado como la mano derecha de Lucius al fin de la guerra y había tomado el mando cuando este había fallecido. Su padre se había retirado de la vida pública y pasaba sus días entre pociones o viajando.
Él y Scorpius tenían una relación amorosa pero lejana. Había ciertas barreras que ni su hijo podía romper. Después de la guerra Draco había perdido el interés por los valores de la sangre y bastante de su orgullo por la tradición familiar. Él y su esposa llevaban una relación amigable y cordial pero lejos estaban del amor.
Ambos se habían casado porque en su momento había sido lo más conveniente. Para ella, Draco representaba la oportunidad de volver a levantar un apellido noble y antiguo pero empobrecido, y para él, Astorio representaba la alianza de los Malfoy con una casa que no había estado de parte de Lord Voldermort en la guerra.
Para Scorpius esto nunca había representado un gran drama. Sus padres dormían en estancias separadas pero desayunaban todos juntos, no en el gran comedor, sino en la salita con la mesa redonda en donde Astoria contaba los negocios que había concretado el día anterior, Draco el nuevo tesoro que había comprado de un viaje reciente a India y Scorpius del nuevo libro que había leído.
Ninguno de ello le había inculcado opiniones sobre el estado de la sangre, pero sí lo habían hecho sentirse orgulloso de llevar un apellido que se remontaba a siglos atrás y lo que sus antepasados habían aportado al mundo mágico, pero poco más que eso.
Ni siquiera sabía de la antigua rencilla entre su padre y el trío dorado en su época escolar hasta que llegó a Hogwarts y se le echaron en cara. Dolido, había escrito a su padre en búsqueda de explicaciones, pero solo le había contestado que prefería no hablar de ese tema y que lamentaba que por su culpa Scorpius estuviera sufriendo en su momento.
Fuera como fuera, el chico había encontrado, a pesar de todo, pocos pero valiosos amigos que lo habían acompañado en sus años escolares y él se encontraba agradecido por esto.
-¡Scorp! –sintió que lo llamaban a sus espaldas-
-Michelle, tan ruidosa como siempre –exclamó sonriendo para sus adentros-.
-Y tu tan antipático como siempre Scorp –respondió golpeándole suavemente en el brazo-.
-¿Supiste si te han dado la ayudantía de defensa contra las artes oscuras? –preguntó Michelle-.
-¡Bingo! –dijo Scorpius- Pearson me ha pedido que vaya la primera clase del jueves para presentarme a los alumnos de quinto año.
-Pfftt, como si alguien no te conociera en el infierno que es este colegio –bufó la chica-.
Michelle no le tenía tanto aprecio como cabía esperar a una hija de muggles al colegio de magia y hechicería; solo decir que extrañaba mucho su computador y su Ipod –Merlín supiera que era eso- y que las intricadas relaciones entre apellidos y pasados la confundían. Ella prefería no juzgar a alguien por su apellido y era por eso mismo que se había acercado a Scorpius el primer día de entrar a Hogwarts al ignorar completamente el pasado del chico. A ella le caía bien la inteligencia y comentarios irónicos de él y a él le gustaba la mentalidad abierta y personalidad explosiva de ella.
Riendo y conversando caminaron al gran comedor a tomar desayuno.
La primera semana de clases pasó rápida como una saeta y pronto se vieron vueltos en tareas y trabajos. A Lily le empezó a costar seguir el ritmo de clases y por primera vez tuvo que hacer un horario para poder organizarse desde que había ingresado al colegio. Defensa le costaba, pero esto no le soprendía, nunca tuvo un gran talento para este ramo, en su opinión, y tampoco ayudaba pensar que su padre era uno de los magos más poderosos en esta materia.
Para la sorpresa de los de quinto año ese año la directora McGonagall había implementado una nueva modalidad: ayudantes para los TIMO. Así que alumnos de sexto (que no tenía la presión de los ÉXTASIS) habían postulado a diferentes ramos en los que destacaban. Scorpius Malfoy, para el asombro de algunos, había sido elegido como el ayudante del profesor Pearson, que dictaba defensa.
Para Lily no había representado tal shock ya que como alumna de Ravenclaw sabía que Scorpius destaba en ese ramo desde que había llegado al colegio y por ende le había dado valiosos puntos a la casa Ravenclaw; cosa que sus compañeros apreciaban.
A Lily no le molestaba esto, pero consideraba irónico que el hijo de Draco Malfoy le estuviera enseñando a ella, hija de Harry Potte y Ginny Weasley, ambos héroes de guerra. Para su molestia, su hermano James ya había acudido a ella y le había dicho que si Malfoy la molestaba tenía que decirle para darle "su merecido", como si James –en primer lugar- fuera mejor que Scorpius en defensa, y como si efectivamente el chico la molestara.
Esto en absoluto era algo así, en realidad, él apenas la miraba, de repente la corregía en algún ejercicio, pero eso era todo.
Lily Potter no tenía forma de saber que eso iba a cambiar en los próximos meses del curso.
