Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, sino que son propiedad de Sir Arthur Conan Doyle y su adaptación a la televisión pertenece a la BBC y a su creadores (Moffat/Gattis). Esta actividad la realizo sin fines de lucro y solo por entretención.

Resumen: Moriarty está vivo, pero aún no ha aparecido públicamente. Sherlock regresa de su fallido exilio y el juego comienza otra vez. Pero por otro lado, Molly Hooper, la patóloga que ayudó a Sherlock a sobrevivir a la caída se encuentra bajo amenaza. Sherlock acude en su ayuda pues, durante el último tiempo Molly se ha convertido para él, más bien en una mujer fuerte, decidida y con un gran potencial para serle de ayuda en las situaciones que vienen delante. ¿Será este el caso correcto para que Molly al fin pueda expresar sus sentimientos por Sherlock? ¿Cómo podrá él corresponder a los constantes intentos de Hooper?

I

Sacó las llaves del bolsillo de su abrigo y las acomodó en el cerrojo para abrir la puerta. Como una especie de clamor interno, dio una última inspiración antes de entrar en el apartamento y al abrir la puerta contuvo la respiración por breves segundos. Exhaló una vez dentro y cerró la puerta. Había sido un día agotador. Dejó las llaves junto a la mesita que estaba junto a la puerta por la cual acababa de entrar y se quedó unos segundos más sin hacer nada, disfrutando un poco del silencio y de la oscuridad acogedora de la casa.

Molly Hooper encendió la luz al cabo de un instante y contempló mejor su propia casa; un apartamento sencillo, justo para ella, con un sofá de dos cuerpos mirando al televisor de 32 pulgadas, y al balcón junto a la tele, la cocina a la derecha de su puerta, y su habitación justo al fondo. Los estantes a cada lado de la pared de la sala de estar rebosaban de libros de todo tipo, desde histología, anatomía hasta novelas rosas y best-sellers. Todo ese pequeño espacio era su reino, era suyo, y podía disfrutar de él cada tarde –o cada mañana, dependía del turno- como si fuera su pequeño mundo propio, donde podía hacer y deshacer a su antojo. Se quitó el bolso, el abrigo y luego se dirigió con todo ello a su habitación donde se quitó los zapatos y comenzó a circular descalza por su casa mientras preparaba la cena para uno. Puso un poco de música para amenizar un poco la soledad que sentía cada vez que llegaba a su casa, intentando ignorar esta. Para su agrado, pero un poco también de desgracia, en la radio comenzaban a sonar las canciones de Florence and the Machine. No es que no le gustara ese tipo de música en particular, es que a veces le hacían llevar la cabeza a otros sitios en tanto hacía sus propios quehaceres en su casa.

Al estar sola, y mientras lavaba un tomate para prepararse la comida, se permitió pensar en Sherlock… Sherlock. Sherlock. Su solo nombre le hacía estremecerse dentro de sí misma, como esa sensación que sube desde los pies hasta la nuca cuando uno resbala en la calle. Habían sido dos semanas eternas, donde solo sabía que había sido exiliado y luego, había regresado de manera inmediata luego de la aparición pública de Moriarty, vuelto de la muerte luego de dispararse en la boca hace dos años. No podía negar que se sentía asustada, que le extrañaba aún no saber nada ni de Sherlock, ni de John, ni de nadie en realidad. Se había topado con Greg hace un par de días cuando tuvo que realizar el papeleo para un hombre que murió en un accidente de tránsito, y él le aseguró que todo estaba bajo control aún, pero ella no lo creía del todo. Extrañaba a Sherlock, eso no se lo podía negar a sí misma, extrañaba verlo andar por el laboratorio, haciendo algún experimento, buscando algún compuesto que le iluminara en algún caso, y aunque sus desapariciones eran comunes, una parte de Molly necesitaba saber que al menos ambos respiraban el mismo aire dentro de una sala.

En tanto sonaba la música, y quizás para desestresarse un poco del largo día que había tenido en la morgue del Bart's, Molly simplemente se dedicó a repasar su "no-historia" con Sherlock, donde ella destacaba en un comienzo como una chiquilla sosa y enamorada, desde aquel primer momento que le vio irrumpir con esa figura alta y casi irreal. Más alto que el promedio, los rizos negros descuidados bajo la luz blanca del laboratorio contrastando con la piel pálida y haciendo una delicada sombra en esos pómulos que ella consideraba maravillosos y el abrigo largo, negro, eterno como él mismo en ese estado de ensoñación del ser, como si después de él nada más hubiese sido mejor. Fue como si le hubieran golpeado en el estómago la primera vez que le vio. Tanto por la impresión que le produjo aquel ser, como también por el golpe de realidad que había recibido momentos después al ser consciente de que nunca tendría siquiera una oportunidad con él. Y aunque los últimos años su relación había cambiando enormemente, y ella había sido capaz de establecer relaciones sentimentales duraderas fuera de Sherlock, no podía dejar de imaginar a veces como llegaría a ser abrazarlo, esconderse bajo ese abrigo o incluso besarlo. Era parte de las fantasías que Molly se permitía tener muy a lo lejos, a favor de su propia salud mental y de los cambios que ella misma había experimentado los últimos años y que había exteriorizado con determinación al ni siquiera dudar en abofetear a Sherlock cuando descubrió que estaba volviendo a consumir drogas. Molly era consciente de su propia madurez, pero también era consciente de lo frágil que era al tan solo invocar el nombre de Sherlock Holmes.

Terminó de preparar su comida individual, logrando además apartar un poco para los días venideros. Sacudió la cabeza un par de veces, como desordenando y reorganizando su cabeza para dejar a un lado la fantasía de Holmes y concentrarse en el aquí y ahora. Quizás después de comer podría ver alguna película para matar luego la noche y dormir. Se dirigió a cambiar el dial de la radio, cuando de pronto, el timbre de su apartamento sonó, haciéndola estremecer un poco al interrumpir tan súbitamente la paz individual en la cual se hallaba. Dejó su comida ahí, a medio servir y se dirigió a la puerta. Involuntariamente apretó los labios antes de abrir, sintiéndose un poco incómoda antes de tiempo. Se sorprendió al ver que nadie estaba afuera, pero que sin embargo había un pequeño sobre color crema en el piso. Los músculos de su cuello se tensaron en tanto que se agachó a recoger el sobre. Rápidamente lo tomó y miró en ambas en direcciones del pasillo del piso a ver si alguien se asomaba, o si alguien la miraba. Cerró rápidamente y se apoyó contra la puerta, aún con el sobre en la mano; parecía ser de papel fabriano, era muy grueso y con una textura exquisita, se atrevería a decir. Detrás del sobre había un sello carmesí de cera con el dibujo de un ave posada en una ramita. Lo despegó cuidadosamente y vio que en su interior había solo una pequeña nota en un trozo de papel del mismo material y color del sobre. La letra era exquisita en cuanto a caligrafía y solo decía:

"Eras la única que contaba."

Su pulso se aceleró de inmediato. Se sintió un poco mareada y se tapó la boca con su mano izquierda, ahogando un grito. Miró a todas partes, como si las paredes y los cuadros supieran decirle que hacer, o quién era el remitente de tan misterioso, pero al mismo tiempo, íntimo mensaje. Podría ser Sherlock ,el único que le había dicho una frase como aquella luego de volver de la muerte hace poco tiempo, pero él ni siquiera le había mensajeado o había ido al laboratorio, que eran los dos modos más comunes que tenía para saber de él. Algo estaba mal en esto, aquellas palabras habían sido dadas a ella en un contexto prácticamente íntimo hace algún tiempo, Sherlock se las había dado hasta con un dejo de sentimiento en su mirada, y luego de ello le besó en su mejilla. El corazón de Molly latía a toda velocidad, y un frío intenso subía a ella desde los pies hasta su nuca. Algo estaba mal en esto, había algo de amenazante y personal al mismo tiempo en aquellas cinco palabras. La cena ya había pasado a segundo plano, el cerebro de Molly trabajaba tanto como podía buscando un responsable para el mensaje, pero no lo hallaba. "Moriarty estaba equivocado, de todos tú eras la única que contaba, Molly Hooper"; recordó las palabras de Sherlock una y otra vez, recordó como le había ayudado a buscar el cuerpo del otro sujeto que Moriarty había usado para secuestrar a esos niños dos años atrás y luego culpar a Sherlock, recordó como ambos lo sacaron de la cámara de la morgue donde se hallaba, le vistieron con las ropas del mismo y luego simplemente esperó a cumplir su parte del trato. Recordó esos tres días que Sherlock estuvo oculto en su casa, y los dos años que le precedieron de desaparición y posterior regreso. Recordó cuando volvió a verlo en los camerinos del Hospital, del abrazo tímido pero decidor que le dio, como si Sherlock no conociera las palabras o acciones precisas para agradecer todo el trabajo que Molly había tomado para salvarlo de la muerte, para ayudarlo en su lucha contra Moriarty. Contra Jim. Jim de mantención, el sujeto al que Molly le había dado una oportunidad, con el que salió un par de veces, y quien la utilizó como si ella fuese una estúpida.

Jim. Moriarty. La nota. ¿sería posible aquello que pensaba? Corrió hacia su habitación y tomó su teléfono celular. Volvió a la sala de estar y apretó fuertemente el teléfono en la mano mientras sopesaba sus opciones. Necesitaba ayuda desesperadamente. Podía llamar al mismo Sherlock, pero la vergüenza le superaba aún. Podía llamar a John, si no fuera porque Watson estaba pronto a ser padre por primera vez y porque además aún le miraba con un dejo de rencor al recordar que ella sabía del plan de Sherlock y nunca fue capaz de decirle a John que su mejor amigo no había muerto como él creyó durante casi tres años. Podía llamar a Mycroft, el hermano de Sherlock, pero solo había intercambiado palabras con él una vez en medio del caso de Irene Adler cuando ambos Holmes fueron a reconocer el cuerpo de esa mujer. Pensó en sus conocidos, sus amigos, pero no se sentía capaz de entrometerlos en algo así si la nota venía de quien ella creía que venía. Finalmente, y luego de descartar a casi todo su círculo de amigos y conocidos, decidió llamar a uno. Marcó el número, sin darse cuenta hasta ahí de que había estado temblando y que las manos le sudaban. El tono del otro lado de la línea sonó tres veces antes de que una voz masculina respondiera.

-¿Molly?

- ¡Greg! Sí, soy Molly… me preguntaba si estás ocupado ahora… -titubeó un poco, pues seguía sintiéndose insegura de pedir ayuda.

- Estoy en la estación ¿qué ocurre? – Lestrade dejó que su voz demostrara cierta preocupación inmediata por ella.

- Es que estoy en casa, y llegó hace poco un sobre, con una nota, y estoy asustada porque estoy pensando muchas cosas después del regreso de Moriarty, necesito que me ayudes con esto… -su voz se quebró y sus ojos se nublaron de lágrimas. "Seré estúpida" se reprendió a sí misma.

- Quédate ahí, no te asustes, iré en un momento. Molly – Lestrade hizo un silencio extraño del otro lado, como si alguien le hablara- Iremos en un momento, solo quédate ahí y si el timbre vuelve a sonar no abras por favor.

- Está bien… - Molly suspiró un poco más aliviada- gracias Greg, nos vemos.

Cortó la llamada y se quedó en la misma posición, contra la puerta, pálida y asustada. La cena ya se había enfriado y Florence seguía cantando en la radio.