iCarly y sus personajes no me pertenecen.
Trato
—Es preciosa—, le dice a tu madre con una sonrisa condescendiente, mirada falsamente apreciativa y una caricia rápida a tu pálido rostro. Los rizos dorados y el azul odioso de tus ojos parecen burlarse de tu intención de desmentirlo, y no sonríes. Frunces el ceño, maleducada y prepotente como señalan las maestras en la escuela, escapando del toque ajeno y dejando escapar un bajo gruñido de molestia.
—Lo siento, es un poco tímida. —escuchas la voz rasgada, gastada por el influjo del vodka, ron y quizá algún tipo de sustancia que no alcanzas a distinguir bajo la máscara y el exagerado rubor. Refrenas la frase insultante bailando en la punta de tu lengua, incluso tú puedes ver sus intenciones y cuán bien ese hombre puede leerlas. Sólo resultas ser una herramienta para obtener su atención, y vaya que está resultando.
—Quiero ir a casa. —pronuncias con claridad, los diez años pintados claramente en el tono irritado de tu aguda voz y la tensión evidente, casi ofensiva, en tus facciones. ¿Tímida? Pruebas lo contrario. El sujeto parpadea observándote en claro enfado, aunque siendo pequeña, débil y caprichosa no tarda en restarle importancia al comentario y reanudar la absurda charla de lo que sea que esté hablando.
Muñeca, siempre. Te ven un segundo y asumen un comportamiento de princesa, gustos de niña dulce y modales de futura señorita de sociedad; como tu gemela, perfecta. Ignoras el porqué del ansia de probarles lo contrario, enfrentar un gesto despectivo y provocar algunos gritos correctivos por allá, y castigos diversos aquí.
Lees espejos rotos en la sonrisilla forzada de tu madre, y detestas con fervor vehemente el pensamiento de transformarte en la mujer gris carmesí, buscando anhelante por algo que nunca llegará; nunca, porque la persona a tu lado cambiará radicalmente al llegar a casa o la vista de otro prospecto, y a su edad, el cambio repentino trae todo excepto buenas noticias.
Sin embargo, la promesa de dejarte ir al departamento extraño de tu mejor amiga pesa más y cruzas los brazos sobre el pecho, pues quedarte allí hasta acabar con las compras es parte del trato. ¿Cuánto hay de comestible en el semivacío carrito, de todos modos? Llegar a casa de tu preciada compañera de clases es crucial, si tienes planeado cenar algo decente.
Sólo esta vez, aceptas ceder. Imaginas tocino, creaciones coloridas y pides porque la espera se torne menos nociva, porque resignarte tampoco te es propio y las ansias de soltar un buen par de improperios crece. Rápido, murmuras silenciosa y sin obtener respuesta. Rápido, susurras ya repasando el camino a Bushwell Plaza.
N/A. Terminó mi abstinencia. Siempre me interesó el antes de iCarly, la vida de los personajes antes del show, y esta pieza lo demuestra. Algo centrado en Sam y Pam, después de volver a ver iSM.
