He estado tan emocionada por todos los bellos comentarios que obtuvo !No te comas la hamburguesa!. Simplemente no puedo creerlo. Siento que podría llorar de la felicidad y que en cualquier momento se me va a salir el corazón. Tomándome la libertad de permitirme tal descaro, por si alguna de las hermosas personas que lo leyó ve esto: "te lo agradezco sinceramente, y si dejaste comentario te lo agradezco aún más".
Ahora vayamos al punto.
En esta ocasión traigo el primer episodio del primer fic multicapítulos que voy a publicar.
Las advertencias para este capítulo y para el fic en general son:
1) Personajes fuera de si mismos.
2) La historia se desarrolla en un mundo alterno.
3) Los personajes no son naciones, son actores.
4) Temas sexuales y relaciones sexuales. No te estoy diciendo que si tienes menos de 18 años no lo leas, personalmente creo que la madurez tiene poco que ver con la edad, pero por si las dudas, la historia posee una clasificación M.
5) Nombres humanos.
6) Relaciones románticas entre dos hombres.
7) Ninguna otra que recuerde, pero dejo el número por si luego lo necesito.
Si alguna de las cosas mencionadas anteriormente no es de tu agrado, no estás obligada/o a leer. Evitémonos la pena del disgusto.
En este fic todos los personajes son actores que participan en la famosa serie Hetalia. Veremos un poco de cómo terminaron siendo recluidos en el elenco y algunas experiencias personales. No obstante la historia en si está basada en la relación de Arthur y Alfred y en cómo afrontan las situaciones y los líos que tendrán que vivir. En pocas palabras: La vida amorosa de estos dos afectada por la fama.
Exención de responsabilidad: Nada en este mundo me pertenece. Ni siquiera puedo decir que mi laptop es mía. Un día llegará mi padre a quitármela. Así que lógicamente, ni Hetalia, ni sus personajes ni su concepto me pertenecen. Todo es propiedad de su autor y de quien tuvo dinero para pagar los derechos.
Capítulo 1. ¡Bienvenido al foro Alfred!
La emoción latente de los nervios lo hace mantenerse presente y consciente, contrarrestando las ansias y la efusividad que lo embargan. No es una situación diferente ni desconocida, no obstante no puede evitar sentirse un poco intimidado por las cámaras y el montón de gente que ha venido a verlo hoy, y el otro montón que lo mirará por la televisión. Todo aquello le hace sentir como si fuera toda una súper estrella.
Devuelve el gesto de ánimo con el dedo pulgar al asistente que tiene que abandonarlo. La música suena lejana; él repasa en su mente lo que tiene que hacer, recuerda el ensayo y concentra su atención en el momento. Ahora sólo le queda esperar detrás del escenario.
— Saludos querido público. Estamos de nuevo en otra emisión más de "Historias y estrellas". Y sólo por hoy, tengo el privilegio y el placer de presentar ante ustedes a Alfred F. Jones, bien conocido por interpretar al personaje de América en la famosa serie de televisión "Hetalia".
De acuerdo, esa era la señal. Suspira profundo y cambia completamente su semblante para aparecer por uno de los costados del escenario. Sonríe a las cámaras y agita su mano levantada en un gesto cordial. Los aplausos resuenan incansables en la parte delantera del foro. Con un rápido vistazo se cerciora que el escenario permanezca tal como lo vio poco antes de entrar al aire; una plataforma central elevada unos 40 centímetros y dos grandes y cómodos sillones, en los que ya se sentó. Se acerca a Gina, la conductora del programa y la saluda como si recién se vieran.
— Al contrario Gina, el gusto es mío.
— Vamos Alfred, toma asiento.
El público asistente deja de aplaudir y se sienta poco después de que Alfred lo hace. El hermoso cabello rojizo de Gina se sacude repentinamente ante el movimiento de su cuerpo.
— Antes de dar oficialmente inicio, déjame tomarme el atrevimiento de decirte que soy una gran fanática tuya, y que además, todos en el programa estamos completamente agradecidos de tenerte como invitado.
— Caray Gina, me apenas. Yo también estoy agradecido de que me hayan invitado.
La seguridad transmitida en su sonrisa desmiente por completo que sienta pena.
— Bueno, ahora sí, comencemos.
La música de ambiente cambia a una más tranquila y seria, y disminuye su volumen; las luces menguan su intensidad.
— Todos los que seguimos tu carrera sabemos que has participado en varias películas de acción y en dos series de corte policial. — Alfred asiente con la cabeza ligeramente y la mira directamente. — Pero esta última serie, que ha terminado de darte ese salto a la fama como dicen algunos, Hetalia, no pertenece al género al que nos tenías acostumbrados; nos sorprendiste. El punto es Alfred, ¿cómo te enteraste de Hetalia, por qué decidiste formar parte de la serie?
— Todo se debe a un reto Gina.
— ¿Cómo es eso?
Alfred inhala profundo y trata de encontrar las mejores palabras para explicarlo.
— Si no mal recuerdo, todo empezó un día de filmación. Robert, mi productor, me habla de la nueva serie que se va a grabar en el estudio, y sobre algunos problemas que están teniendo para encontrar al elenco. El director a cargo del proyecto es algo especial; no le digan que yo dije eso, —una risita traviesa se escapa de su garganta. —quiero decir, el director toma muy en cuenta el parecer de Hidekaz; quien es el autor y el creador de todo esto, y trata de mantenerlo todo lo más apegado que se pueda al cómic. Y Gina, sabemos quienes son los personajes en la serie. En ese entonces, la sola idea de tener que buscar actores de todas las distintas nacionalidades en el mundo se escuchaba desastroso, y no solo eso, si no que dichos actores tenían que cumplir con algunos requisitos, y que además de una semejanza física, tenían que encarnar el estereotipo del personaje.
— Dicho así me hace pensar que es una tarea absolutamente difícil o certeramente imposible. Realmente debió ser un dolor de cabeza para los encargados del elenco. Pero me alegro que lo lograran. Se que la serie tiene bastante éxito gracias a la trama y a las ocurrencias de Himaruya Hidekaz, pero definitivamente, los actores le dan el toque que la vuelve lo que es.
— ¿Eso te parece?
— Claro que sí, es más, no me imagino a nadie más en el papel de América o a alguien que lo haga mejor que tú.
— Que bueno que mencionas eso, porque, irónicamente, al principio nadie pensó en mí para hacer el personaje, nadie me veía como América. Y yo me incluyo.
— Oh Alfred, esa broma es muy mala.
— ¿Te parece una broma Gina?
— ¿No lo es?, ¿realmente quieres que creamos eso?
— Pero no miento, no me veía participando en comedia, ni tenía idea de que los lentes me quedaran tan bien. Ya, en serio, después de las películas de acción, parecía que me iba a quedar estancado en el género. "Fui hecho para esto" me decía. Pero al buen Robert se le figuró que tenía cierto parecido con el personaje. No lo tome en serio, ya sabes, hay actores a los que se les da bien un género, hay otros a los que se les dan bien todos, y yo no tenía contemplado probar uno nuevo.
— ¿Miedo al fracaso, Alfred?
— Si Gina, tenía miedo. —Suspira sonoramente y entrecierra un poco los ojos. Luego sonríe sólo como quién recuerda una travesura. —Pero Robert es muy insistente y sabe por donde convencerme, así que me retó, y Gina, yo soy un hombre que ama los retos. Así que tuve que prepararme y convencerlos, y convencerme de que yo era el hombre que estaban buscando.
— Luego de que te decidiste, ¿tuviste que acudir al casting, o solo te miraron y dijeron, "es él, ese es nuestro América?
— Ni yo mismo sé como explicarlo. Sólo pasó, me presenté con el director, él me miró y dijo "muchacho, tienes aires de héroe", y… días después fui llamado para grabar el episodio piloto.
— Eso suena muy extraño.
— Y lo es. Ciertamente lo es.
— Aquí viene otra pregunta Alfred. Obtuviste el personaje, y tu trabajo es muy bueno con él. Quiero que seas sincero. ¿Contra qué dificultades te enfrentas a la hora de interpretar el personaje?
— América parece ser un personaje sencillo, y parece que está animado la mayoría del tiempo, pero si hay algo realmente agotador de interpretar, es su voz chillona.
— ¿La voz?
— Si, la voz; verás, él habla muy alto en algunas ocasiones, se ríe escandalosamente o chilla del miedo. Eso es algo desgastante para mi garganta. Pero de ahí en más no hay nada.
— Desde un punto muy emotivo y personal. ¿En que crees que América y Alfred se asimilan, y en qué crees que se diferencian?
Esa era una pregunta muy compleja, o debería decir ¿dos preguntas? Aparentemente nunca antes se había puesto a pensar en eso, porque no podía encontrar con que responder. ¿Qué decía?
— ¿Alfred?
— Me lo has puesto difícil Gina. Estoy pensando. Mm, supongo que América es muy soñador o muy tonto. Y Alfred definitivamente es eso y mucho más. América se impone, es un líder innato, algo molesto pero nadie puede negarle que sea talentoso. En cambio Alfred es más solitario, y no es tan extrovertido y mandón como él.
La risa que le provoca decir eso se contagia al resto. Volvía a ponerse nervioso, pero nada que no pudiera controlar.
— ¿Alguna vez te habría gustado poder decirle algo a América?
— Claro, montones de veces.
— ¿Como cuándo?
— Como cuando grabamos el capítulo de los intentos fallidos de América para hacer sentir mal a los otros. Realmente tiene ideas muy estúpidas. Quería tomarlo y decirle "No seas idiota". Y algunas otras cosas más.
— Cuando inició la serie y comenzó a ser transmitida, el público en general parecía no querer darle una buena acogida. ¿Cuál fue tu postura ante esa situación, qué sentiste?
— Como actor no tenía realmente mucho que hacer. —Se apuntó a si mismo con la mano. — Yo no decido si la serie sigue transmitiéndose o si se cancela, así que lo único que quedaba hacer era seguir trabajando. No obstante eso no evitó que el ambiente se fuera tornando tenso e incómodo. Fue muy triste ver como el ánimo decaía entre todos. De alguna forma, si algo no funciona, siempre te queda la duda de saber si eres tú el del problema o si puedes hacer algo al respecto.
— ¿Llegaste a creer que cancelarían la serie?
— No. Estuve a punto de creerlo, pero no pude.
Tomó aire y exhaló lento y suave. Gina estaba realmente entretenida y curiosa por las respuestas. Así que sólo se mantuvo callada esperando a que continuara.
— Traté de no darle importancia al asunto. Dejar que las cosas ocurrieran como tenían que suceder. No quería involucrarme más de lo que se debía.
— Entonces fue duro.
— Algo así, en aquellos momentos lo sentimos como el fracaso. Pero actualmente puedo decirte que no se trató de una mala racha, si no de simple mal cálculo. Por lo menos es lo que algunos creemos.
— Ya no te sigo Alfred, ¿de qué hablas?
— Gina, Hetalia tuvo muchísimo éxito en internet con seguidores en todo el mundo.
— Cierto.
— Pero la mayoría de ellos eran japoneses. Y los productores esperaban tener el mismo éxito que ya tenía, pero en el continente Americano.
— Comprendo.
— Entonces, no se trató de un fracaso, si no de volver a empezar. Emitir la serie a un público que ni siquiera sabía que Hetalia existía.
— Ahora me queda más claro. Y supongo que a toda la gente que nos mira le pasa igual. Viéndote hablar tan orgulloso de tu trabajo, puedo afirmar que te sientes afortunado de participar en Hetalia.
— Definitivamente. Es una de las mejores cosas que me han podido pasar. He conocido a mucha gente, y he aprendido más sobre otras personas. Siento incluso que me he vuelto más tolerante.
— Voy a tocar una fibra sensible Alfred, así que prepárate.
— De acuerdo.
— Los comentarios de los críticos no siempre son bueno ni agradables. Lo sabes, y lo sé. Y hay uno de ellos que no para de hablar y de insistir que así como América te ha convertido en lo que eres, igualmente condenará tu carrera al fracaso. ¿Temes no dejar de ser América una vez que termine la serie?
— No quiero ser grosero contigo ni con nadie.
¿No podían dejarlo en paz? ¿Por qué todos insistían en preguntarle a él sobre lo que decía otro? Estaba molesto, pero no podía mostrarlo. Sin embargo eso no significaba que se tenía que dejar amedrentar.
— Pero no logro entender cuál es el caso de todo esto. Nadie puede dar nada por hecho. Soy actor, y a actuar es a lo que me dedico. Creo en mi trabajo, y por lo tanto no me interesa si a la gente o a los críticos o quien sea me encasille luego en un simple papel. Yo voy a continuar haciendo lo que me gusta. Y lo demás, no me interesa. Así que espero que no te moleste que no pueda darte una respuesta distinta a esta.
Por lo visto no pudo contenerse tanto como pretendía, la cara de Gina parecía estar en shock. Eso no era bueno.
— Esa respuesta me basta Alfred, me alegra que seas sincero.
Y eso era algo que no podía esperar. Gina le sonreí amablemente. ¡Estaba salvado! Por ahora.
— Te tenemos una sorpresa Alfred.
— ¿Agradable?
— Eso no lo sé… depende de tu punto de vista.
Que no lo pusieran a hacer algo vergonzoso, o que no le preguntaran sobre su relación sentimental. ¡Todo menos eso!
— Nunca antes lo habíamos hecho en el programa, pero esta ocasión nos pareció especial. Alfred, quiero que le demos la bienvenida a nuestro invitado sorpresa.
Se levantó por pura inercia cuando Gina y el público lo hicieron. Por el mismo trayecto que él había tomado al foro, uno de sus compañeros en un hermoso traje y su cabello rubio agitado se acercaba a ellos.
— Tengo bastantes preguntas para ustedes dos.
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Días atrás
— Alfred, ¿qué opinas? ¿Vas a ir o no?
— Debes estar bromeando amigo, ni en sueños me invitarían a ese programa. A "Historias y estrellas" solo va gente famosa, exageradamente famosa.
No sabe si permanecer sentado y seguir escuchando las supuestas tonterías, o irse y demostrar los malos modales que según él no tiene.
— Sabes que la serie ha tomado bastante popularidad últimamente y tu carrera no es tan corta. No digas que no eres famoso.
— ¿No podría, que se supone que haga ahí? Además, ¿por qué me invitan a mí? Deberían invitar a los protagonistas de la serie.
— Tal vez se deba a que es un programa estadounidense y quieran empezar con un actor estadounidense.
— Tonterías.
Está aterrado, asistir a un programa así implicaría aceptar volverse completamente una figura pública. No es que odie la fama, pero eso no es lo que está buscando en estos momentos de su vida.
— No puedo ir.
— Pero…
— Diles que lo siento, que tengo grabaciones, yo que sé.
— Piénsalo bien Alfred, esta podría ser una gran oportunidad.
— No te prometo nada.
Tomó su chaqueta del respaldo de la silla en la que estaba, le dio la mano a su representante en gesto de despedida y salió de la oficina.
— ¡Llámame cuando cambies de opinión!
— No lo haré, no sé por qué insistes.
Llegar a casa nunca le había hecho sentir tan tranquilo como ahora. De igual forma, nunca había tenido tanta necesidad de volver a ella. El día había sido atareado y desgastante. El trabajo, los compromisos, la invitación a un programa donde lo único que esperaban de él era obtenerle algún buen chisme y la recién expedida crítica de un hombre solterón y amargado que le había augurado el fracaso terminando la serie no eran para nada motivadores.
Por lo menos tendría un descanso de las grabaciones, su personaje no aparecía en los siguientes tres episodios. Pero… quien vivía con él si tenía que ir a grabar. Y eso significaba que estaría solo y sin compañía para poder gastar el tiempo. O eso creía. Cuando llegó a la sala, luego de haber arrojado la chaqueta y la bolsa con comida al piso descuidadamente se encontró con quien estado esperando ver desde que se había levantado. Grata fue su sorpresa de verlo tan concentrado leyendo. Sentado en el enorme sillón costoso que se habían comprado.
— ¿Qué haces aquí Arthur? Creí que tenías grabación.
— Terminé temprano. Cuando no estás puedo trabajar más rápido.
Ni siquiera había despegado la vista de su libro y ya lo estaba regañando.
— Escuche que planeas rechazar una invitación al programa de "Historias y estrellas".
— Ya te fueron con el chisme.
— Creo que deberías reconsiderarlo. Sólo quieren lo mejor para ti.
— ¡No lo creo! ¡Sólo están viendo lo que les conviene a ellos!
— Alfred, baja la voz.
— ¡No voy a bajarla! ¡Estoy harto! ¡No creí que tú estuvieras de acuerdo con esto! ¡Si no voy es precisamente por ti!
Arthur no parecía molesto cuando se levantó a mirarlo a los ojos, pero por como arrojó el libro sobre la mesa de café cualquiera se daría cuenta de que no era así.
— ¿Yo tengo la culpa de que estés molesto Alfred?
— ¡No! Pero…
— ¿Pero? Te recuerdo que yo no te pedí que dejaras tu carrera por mí. Ambos teníamos una vida antes de conocernos, y dijimos que eso…
— No intervendría con nuestra relación. Lo sé.
— Entonces, ¿qué es lo que te tiene tan mal?
Si alguien sabía cómo tratar con Alfred en sus peores momentos, ese era Arthur. Rápido y sigiloso se había acercado a él lo suficiente como para sentir sus respiraciones. Con las manos, tentó los laterales de su rostro manteniendo su atención en él, solo en él.
— ¿Qué es, Alfred?
— Es el idiota de Gordanni. Dijo que me quedaría estancado con el personaje de América y que mi carrera se iría al caño en cuanto finalizara la serie. Nunca más volveré a ser Alfred F. Jones, la gente sólo verá en mí al actor de América.
— Alfred, mírame. Ese hombre no sabe lo que dice, solamente es un estúpido y…
— ¿Y si tiene razón? ¿Si nunca logro deshacerme de la sombra de América? ¿Qué diablos le va a pasar a mi carrera?
— Aún no logro entender tu punto.
Alfred quiso rehuirle la mirada, pero la expresión de Arthur era seria.
— Nadie puede dar nada por hecho. Eres actor, y a actuar es a lo que te dedicas. Creo en tu trabajo, tienes montones de fans y gente que te apoya. Por lo tanto, no debería importarte lo que la gente, o los críticos o quien sea diga.
Se había cegado por el miedo y la presión; estaba bloqueado y sin salida hasta que Arthur le había dicho aquello que se moría por oír pero que en nadie más creería. Se rió como tonto luego de que sintió la carga desprenderse de sus hombros. Y se consideró completo cuando Arthur sonrió al ver que había logrado calmarlo. Puso sus manos sobre las de Arthur, que aún estaban en su cara, y jaló una de ellas para darle un suave beso en la palma.
— Gracias.
Luego de un rápido beso de Arthur en los labios lo soltó.
— De no ser por ti, yo no estaría aquí. ¿Cómo quieres que te lo agradezca?
— Léeme un libro.
— Estás bromeando.
La sonrisa traviesa de Arthur no daba lugar a una burla.
— Sé que has estado algo estresado últimamente Alfred. Yo solo quiero que… nos tomemos un momento para nosotros y nos olvidemos del resto.
— ¿Y tú crees que leyendo un libro vamos a pasar un buen rato juntos?
Se sentó junto a Arthur en el sillón, viéndolo curioso y esperando su respuesta. Arthur sólo sacó un libro de pastas amarillas de entre los cojines. Se lo dio en las manos, abierto en una página específica. Así que iba en serio. Alfred suspiró algo decepcionado, pero prosiguió a buscar donde comenzaba el texto para leer en voz alta. Arthur se repegó bastante a él, chocando así sus cuerpos y escondiendo su cabeza entre su cuello, de una forma en la que sentía todas sus respiraciones en la piel.
— Estaban solos en la habitación, mirándose a los ojos. Ambos hambrientos, ambos ansiosos y desesperados. Temerosos de acercarse, de ser rechazados. Pero muriendo de las ganas que tenían de tocarse.
Por su pierna la mano de Arthur empezó a deslizarse en movimientos tranquilos y cercanos a la rodilla, pero extraños.
— Sigue leyendo.
— Atreviéndose entonces solo uno de ellos en ser el primero en acercarse y dar inicio al juego. No se hablaron, no se preguntaron nada, sólo se atrajeron hacia el otro, y se dieron el primer beso caliente de la noche… Arthur, ¿qué clase de lectura es esta?
— Sólo lee para mí.
Si Arthur seguía hablándole así al oído no se detendría para nada. Mientras tanto, la mano que le acariciaba la rodilla ahora iba reptando.
— Sus lenguas se unieron y se enredaron. Con las manos sudorosas se arrancaron la ropa y se desvistieron para poder observarse y sentirse plenamente. Uno de ellos; el que había iniciado, arrinconó al otro en la pared, dejándolo quieto y sumiso. Lo besó de nuevo y luego lo arrojó a la cama "¿Puedo tocarte? Sé que lo deseas."
Se quedó viendo el libro con una cara de completo asombro.
— Arthur, ¿qué diablos es esto?
— ¿Eso dice el libro?
— No. Pero…
— Pero nada, sigue leyendo.
La inquieta mano de Arthur le estaba desabrochando el pantalón. ¿Cómo quería que siguiera leyendo si le besaba el cuello y lo tocaba mientras?
— Arthur… quiero una explicación.
La mano de Arthur ya estaba más cerca de su miembro que su propia ropa interior. Se quedó callado, esperando lo que su británico favorito fuera a hacer. Pero no hizo nada.
— ¿Qué pasa?
— Que ya no me estás leyendo.
— Claro que no. ¿Cómo podría?
Le arrebató el libro con la mano que lo acariciaba anteriormente dejándole un pequeño malestar tras la ausencia.
— Entonces leeré yo.
Carraspeó un poco y leyó, haciendo todos los gestos y expresiones de acuerdo a lo que iba diciendo.
— ¡N-no! No lo hagas, si me tocas yo no podré…
Cuando Arthur hablaba así, él se ponía como loco enfermo.
— ¡Ah! ¡Hm! ¡Sí, ahí, ahí!
¡Y él sólo lo estaba mirando!
— Dame ese libro, me estás corrompiendo los oídos.
— Te lo devolveré sólo si vuelves a leer. Y si tú haces eso por mí, yo te ayudaré a ti. ¿Qué dices?
Con esa cara de "yo no hago nada" y esa mano tocando su erección ¿quién podía decirle que no?
— Pero lo vamos a hacer a mi manera.
Ante la sorpresa de Arthur se había levantado del sillón para quitarse todas las prendas de la parte inferior del cuerpo, y había jalado la misma mano traviesa de nuevo hasta su tensión. Buscando dónde se había quedado Arthur, descubrió que sólo había leído diálogos y se había saltado una pequeña parte de la narración. ¿Por qué no improvisar un poco?
— "Sé que te gusta". Le decía al oído, mientras hundía más rápido y más hondo sus dedos dentro del otro, haciéndolo retorcerse, gemir y jadear dominado por el placer que sólo esos dedos podían darle. No podía hablar, así que sólo sacudía la cabeza de lado a lado tratando de darse a entender.
Se sentó de vuelta en el sillón, y descaradamente separó sus piernas.
— Eso no viene en el libro.
— ¿Y tú qué sabes? Yo soy el que lo está leyendo.
En cuanto volvió a leer, tuvo a Arthur arrodillado ante él "ayudándolo". Se sujetaba de sus piernas y se apoyaba en ellas para mover cómodamente la cabeza. Al poco tiempo Alfred simplemente ya no pudo seguir leyendo. Que libidinosa vista. El muy insolente lo estaba volviendo loco con la boca y esa mirada socarrona que le dirigía.
— ¡Arthur!
Ese pequeño gritó era la marca de su límite. La señal para Arthur de que debía parar con lo que estaba haciendo si es que quería que llegaran a algo más. Así que lo dejó libre y se limpió la boca con la mano. Para Alfred, cada movimiento y cada gesto que hacía eran terriblemente excitantes.
De vez en cuando odiaba las veces en las que se quedaba tan absorto viéndolo que no podía ni moverse, y de vez en cuando, amaba quedarse como idiota viéndolo mientras se desnudaba.
— Ven aquí.
Extendió sus brazos hacia Arthur como un buen padre los extiende hacia su hijo, o en su caso, como el amante pide que llenen el lugar vacío. El inglés no dijo nada, sólo se acercó para que le envolviera las caderas y lo halara desesperadamente.
— Me gusta cuando te pones así.
Cuando parecía tan ansioso que no quería soltarlo. Como si lo necesitara tanto. En esas ocasiones, Alfred parecía perder el habla y sólo podía expresarse con cariños. Y sólo se ponía así cuando tenía tantas cosas que quería decirle y no sabía por cuál empezar.
Alfred le dio media vuelta y lo sentó en sus piernas. Acomodándolo y posicionándolo como mejor le parecía con sus fuertes manos. Separándole las piernas, apegándolo a su torso, haciéndole abrazarlo con los brazos tras su cuello y por último, metiéndole algunos dedos en la boca. Arthur puso las plantas de sus pies en el sillón para poder elevarse, y se quedó bien quieto cuando un dedo se adentró en él. Se abrazó más fuerte de Alfred al sentir el segundo, y no pudo dejar de jadear cuando eran tres dedos con los que lo dilataba.
Cuando Alfred terminó, lo único que tuvo que hacer fue posicionar su miembro erecto en el lugar correcto, y esperar a que Arthur descendiera. Luego de eso, sin volver a mirarse y sin hablarse se movieron en sincronía. Alfred rodeando el cuerpo de Arthur, tocándolo, estimulándolo, y Arthur moviéndose por ambos.
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Para Alfred, Arthur era la peor droga que pudo haber conocido. En cuanto probó un poco de él se dio cuenta que nunca reuniría las suficientes fuerzas para siquiera intentar dejarlo. Con un ciento por ciento de seguridad que el suyo había sido un idílico amor a primera vista. Estaba completamente enamorado de él. De sus hábitos y de la enorme madurez que poseía. Lo amaba más porque era la calma y el sosiego que lo aplacaba. Aún y si nunca lograba entender que había llevado a Arthur a amarlo tanto como él mismo lo amaba.
Ningún momento era tan bueno para ponerse a pensar en todo esto que cuando tu representante se burla de ti.
— Así que te convencieron para que aceptaras la invitación. Déjame adivinar. ¿Te gritó o te golpeó?
— Tony, ¿por qué le tienes tanta mala fe a Arthur?
— Porque es británico. ¿Me vas a decir o no?
— Lo único que me dijo es que lo hiciera por nosotros.
— ¿Eso fue todo?
— No quiere que nuestra relación interfiera con mi carrera.
— ¿Y sólo hablaron? Qué aburrido. Ni siquiera una buena sesión de sexo.
— Soy aburrido entonces. Muy aburrido.
Oo-oO-Oo-oO-Oo-oO
¡Era el maldito día de la maldita cita! No tenía idea de que tenía que hacer. Llevaba horas dando vueltas por la casa desesperando a Arthur en el proceso.
— ¿Qué voy a hacer?
— Llegar dos horas antes.
— Y si no sé que decir. Y si me da pánico escénico.
— Alfred. ¡Eres actor! Has salido en la tele y en el cine. ¿Cómo puedes decir que conoces lo que es el pánico escénico?
— Pero podría experimentarlo repentinamente a media entrevista.
— Lo dudo.
La verdadera ansiedad se debía al temor. A las preguntas sobre él y Arthur.
— Ya te dije que no te preocupes. Puedes decir lo que quieras. No me molestaré en absoluto.
Y a pesar de las horas que llevaba preparándose, no tenía nada listo.
— Alfred.
— Si se me olvida el nombre, o una fecha. O si…
— Alfred.
— Esto no esta en mis manos, que tal que me resbale cuando vaya caminando o…
— ¡Alfred!
— ¿Qué pasa?
— Solo voy a decirlo una vez. Así que escúchame con mucha atención.
— Dime.
— Ponte un buen pantalón, muéstrales tu orgullo americano y roba corazones con tu deslumbrante sonrisa héroe.
!Al fin! Parece que doña inspiración vino a visitarme recién. Jeje
Ya sabes, cualquier queja, comentario, opinión y lo que quieras yo lo recibiré sin ninguna objeción.
Espero que te haya gustado la idea. Yo actualizaré en cuanto pueda.
