Twisted - Prólogo - Tyelperin.

Disclaimer: Harry Potter y todo lo que su universo implica es propiedad de J.K Rowling. El Departamento de Policía de Nueva York es de Nueva York y las autoridades mágicas de Nueva York son de quien las quiera, pero viven en el mundo de lo intangible porque técnicamente no existen. La primera cita es de Stephen King, cosa que apuesto nadie se veía venir, y se incluye parte de la canción Flesh and Blood Dance de Duke Special. Nada de todo esto es mío pero hace poco apareció un paquete de chicle de menta en mi mesa y un subrayador verde. Con eso me conformo.

NdA - Esta historia contiene pre-slash, slash y un proceso lento de formación de una relación. Es fiel al canon exceptuando el infame epílogo (¿qué epílogo?).

Todo esto empezó a escribirse hace más de un mes pero no tuve oportunidad de terminar el prólogo hasta hoy. Lo he revisado y corregido tanto que el prólogo original se ha pasado la noche llorando en una esquina porque nadie le quiere. Llevo queriendo escribir algo así dentro del fandom mucho tiempo, siempre he sentido que es algo que hace falta y que no se ve muy a menudo. No he vaciado todos mis cartuchos en el prólogo, aunque sea estúpido aclararlo, y mucho menos lo he hecho en el resumen.

Bienvenidos a un nuevo viaje conmigo. Abróchense los cinturones porque parece que va a ser bastante movidito. Se admiten estómagos sensibles si tienen la amabilidad de usar las bolsas en los bolsillos de los asientos. La azafata repartirá cocktails pronto. Hay nubes de tormenta y tenemos un motor roto pero eh, la vida no es vida sin un poco de emoción.

Disfruten del viaje.

xXx

Las pesadillas existen fuera de la lógica, no existe diversión en las explicaciones; son contrarias a la poesía del miedo.

Faces in the mirror
I'm haunted by the dead
Voices of old sweethearts
Calling me to bed
These ghosts come uninvited
Chimeras of romance
But still my bones are shaking for a chance
To flesh and blood dance

xXx

La primera vez no se dio cuenta.

Era difícil hacerlo, esa era la excusa. Era difícil sólo porque no era algo que pudieses esperar que ocurriera. Hay cosas que pueden pasar y hay cosas que no pueden pasar y dedicamos gran parte de nuestro tiempo a ignorar a las que no o, en todo caso, a intentar darles una explicación satisfactoria que nos permita seguir adelante sin tener que volver a prestarles atención.

Y por eso mismo no se dio cuenta. Estaré cansado, esa fue la explicación satisfactoria que encontró. Cansado de qué…ese era un asunto mucho menos importante una vez sepultado bajo la lógica el hecho de que había pasado algo que no podía pasar.

Mike dejó el cigarrillo en el cenicero y se negó, de forma rotunda, a mirar el libro abierto sobre la mesa. En su lugar, centró toda su atención en la televisión. Un tipo, y no tenía ni idea de quién narices podía ser, hablaba con mucho entusiasmo sobre las magníficas habilidades culinarias de Chef-O-Matic. Puede cortar, pelar, cocer, freír y hornear, gritaba el tipo, puede hacer todo lo que tú mismo puedes hacer ¡y el doble de rápido!

Pues muy bien, Tipo del Chef-O-Matic, eso era maravilloso. Quién no había soñado alguna vez con cortar, pelar, cocer, freír y hornear el doble de rápido. Era uno de esos logros hasta entonces lejanos e imposibles de la humanidad, como volar o hacer el pino con los pulgares.

Se pasó las manos por la cara. El tipo del Chef-O-Matic seguía hablando. Pues no acaba ahí la cosa, Cynthia, porque Chef-O-Matic también puede hacer salsa. ¡Salsa! Exclamó Cynthia como si esa fuese la respuesta a todas las preguntas que no habían conseguido encontrar una. ¡Desde luego, Cynthia, salsa!, concluyó el tipo con una sonrisa de dientes perfectos y brillantes.

El milagro de la salsa no había terminado de convencer a Mike. Eso no era lo que había hecho que se le abrieran los ojos como platos, una sensación de terror sordo corriendo por sus venas.

Debajo de la voluptuosa Cynthia las palabras "Chef-O-Matic" se habían convertido en "Hola, Mike".

Y a eso se resumía todo ¿no? A que había vuelto a pasar algo que no podía pasar justo delante de sus narices. Tragó saliva con la sensación de que toda su garganta estaba cubierta de arena; hipnotizado, horrorizado y fascinado por las brillantes letras amarillas saludándole desde su televisor.

Hola, Mike.

Hola, Cynthia. Era un buen nombre, Cynthia. Fuese lo que fuese. Chef-O-Matic no parecía demasiado digno.

"Me gusta Cynthia. Suena bien" respondieron las letras amarillas en un parpadeo. Había muchas cosas que Mike podría haber hecho entonces. Podría haber reventado el televisor y podría haber quemado el libro, aunque eso no pararía a Cynthia. Podría haber cogido la Pistola de Emergencias y haberse pegado un tiro porque algo así sólo podía pasarte si tenías un tumor cerebral o ibas demasiado rápido por la autopista hacia Locura, primera parada el encantador pueblo Alucinaciones – tenían una banda cojonuda, eso se decía de Alucinaciones. Y unos autocines de cagarse –. También podría haber empezado a gritar, a correr, a lanzar su ropa por la ventana en un ataque de histeria.

Lo que Mike hizo, en lugar de todo eso, fue resignarse. ¿Y por qué no iba a hacerlo? Fuese lo que fuese Cynthia, el hecho de que fuese algo o alguien de algún modo hacía todo mucho más fácil de creer, tenía algo que decirle. Lo había intentado usando su copia de La vida, el universo y todo lo demás, que había comprado de segunda mano en un mercadillo y tenía escrita una dedicatoria -De tu tía Doris que te que quiere- en la primera página.

Y ahora estaba en el televisor. Así que debía ser algo importante si Cynthia tenía que abandonar el papel para colarse en un anuncio de teletienda sólo para que él recibiera el mensaje.

- Cynthia es un nombre de puta – se oyó murmurar, ronco y bajo - . Va muy bien con tus ojos.

Las letras parpadean un segundo, dos, tres.

"Tienes algo que hacer, Mike".

Tenía que dejar de hablar con el televisor. Sonrió.

- ¿Tengo que salvar el mundo? – Cynthia, la Cynthia que era una mujer con unas berzas que podrían tener su propio satélite, se maravilló ante la calidad de los cortes de Chef-O-Matic. Su Cynthia volvió a parpadear.

"No" y luego, justo después: "Tú sabes lo que tienes que hacer".

La cuestión, lo que habría hecho que estallase en carcajadas si no tuviese la garganta llena de arena, era que lo sabía. Había estado ahí todo el tiempo, desde que la tía Doris le dijo hola y él se limitó a decirse a sí mismo que estaba cansado. Puede que hubiese estado ahí antes, eso no tenía forma de saberlo. Pero estaba ahí entonces ¿no? Estaba ahí, por supuesto que estaba ahí.

Cynthia la de las berzas lunares dejó Chef-O-Matic sobre la mesa llena de cubitos de verdura, le miró y sonrió. Su Cynthia parpadeó y durante apenas unos segundos Cynthia la de las berzas lunares y su Cynthia fueron una sola Cynthia.

"Es ahora o nunca, Mike. Ahora o nunca".

Ahora o nunca.

xXx

La carpeta cae sobre su mesa con un chasquido sordo y Harry alza la mirada del informe que tiene entre los dedos frunciendo el ceño. Por encima de su escritorio, Ashley le mira con un mohín y los brazos cruzados sobre el pecho.

- No soy tu elfo doméstico, Potter – Ahsley suspira, agitando la cabeza, y Harry deja a un lado el informe para coger la carpeta marrón – No sé de qué va pero el jefe estaba muy nervioso así que…date prisa. O algo.

Antes de que pueda decir nada, Ashley deja la sala con el repiqueteo de sus tacones taladrando el silencio. Harry suspira y se yergue en su silla para leer el nuevo informe. La carpeta marrón no tiene, a simple vista, nada que la diferencie de todas las carpetas marrones que ha visto sobre su escritorio. No hay un "TOP SECRET" en ninguna parte ni nada que la haga especial.

Deja el informe a un lado y busca las fotos, ocultas al final de la carpeta. Las reparte sobre la mesa sin permitirse mirarlas demasiado, no aún. No hasta poder tener un cuadro más completo que no manche el shock inicial. Hay ocho fotos, repartidas sobre su escritorio en dos filas de cuatro. Toma aire y se centra en la primera.

Es una foto muggle. No tiene muy claro que esperaba ver, pero tiene que cerrar los ojos otra vez y respirar hondo antes de volver a mirarla.

Sobre suelo de cemento yace un hombre. Tiene la cabeza girada, los ojos entreabiertos y vacíos mirando a ninguna parte. Le falta un brazo y el color rojo oscuro del muñón destaca sobre los tonos fríos de la piel muerta y el cemento gris. Hay sangre por todas partes. Sangre en el suelo, manchas de sangre en la porción de pared que se deja entrever, sangre bajo el cuerpo. Y, sin embargo, no hay nada más en el cuerpo que haya podido sangrar además de su brazo. El cadáver está limpio de una forma enfermiza; no hay ni una mancha en la piel, ni una sola herida. Haciendo de tripas corazón, con un sándwich de queso revolviéndose en su estómago, Harry se inclina sobre la foto. En el lado izquierdo del cráneo hay una brecha abierta. Está limpia, no hay rastros de sangre desde la herida, y sólo es una furiosa mancha roja entre mechones de pelo oscuro.

El resto de fotos no arrojan mucha más luz sobre lo que Harry ya sabe. El flash hace que las imágenes parezcan frías, impersonales. Clínicas y estériles. Eso le revuelve aún más el estómago y cierra los labios en una fina línea mientras recoge las fotos y las vuelve a meter en la carpeta.

Suspira, masajeándose las sienes con los codos sobre la mesa.

Los crímenes mágicos suelen ser limpios. Siempre hay alguna excepción, imágenes que se quedarán para siempre grabadas al fondo de su mente como una galería de lo macabro en la parte de atrás de su cráneo. Pero son eso, excepciones. Hechizos que salen mal, locos sin control, ajustes de cuentas.

Está casi seguro de que lo que ha visto es un crimen muggle y, como tal, no hay razón alguna para que esa carpeta esté en su mesa. Coge el informe y empieza a leer con el ceño fruncido.

La víctima se llama Charles Whitaker y tenía 42 años, mago. Dos hijas, Dorothy y Ellie. Divorciado, vivía solo a las afueras de Brooklyn. Brooklyn…Nueva York, lo que hace que el que ese caso haya acabado en su mesa sea algo aún más inusual. El Ministerio de Magia británico no tiene jurisdicción fuera de Gran Bretaña. A no ser…a no ser que Charles Whitaker sea británico. Escanea el papel con rapidez hasta dar con la nacionalidad y, por supuesto, Charles Whitaker nació en Bristol el 2 de Mayo de 1968.

Ahora sólo queda saber por qué al Ministerio de Magia le interesa un caso en el que no parece haber magia implicada. Aunque Charles Whitaker sea un mago, si no hay indicios de magia el Ministerio no puede ocuparse de él, mucho menos fuera del país.

Pasa de página y lee el informe del Departamento de Policía de Nueva York. Nada que no sepa. Murió desangrado, contusión en el lado izquierdo del cráneo, daños en el lóbulo frontal. El brazo amputado no estaba en la escena del crimen y el corte se hizo antes de la muerte de forma torpe y, probablemente, lenta. La ira empieza a hervir en el fondo de su estómago y se obliga a ser un profesional, a alejarse del caso. Tiene que hacer que no sea algo personal y eso empieza por no llamar a Charles Whitaker por su nombre. Desde el momento en el que la bilis empezó a subir por su garganta, Charles Whitaker pasó a ser la víctima. Y así es como debe ser.

Después del informe policial está el informe de las autoridades mágicas de Nueva York. Estaban obligadas a investigar siendo la víctima un mago, pero no a seguir adelante si no había ningún indicio que lo justificara. En el escenario del crimen se encontró, junto al cadáver, un ejemplar de La vida, el universo y todo lo demás. El único rasgo característico del libro era la dedicatoria - De tu tía Doris que te que quiere-, una pista vacía que llevó a un callejón sin salida. Tras analizar la escena se detectó una fuente mágica que resultó ser el libro. Harry frunce el ceño y relee el informe con cuidado. Magia inerte, inactiva durante al menos 72 horas, pero magia al fin y al cabo. No tiene sentido y deja el informe sobre el escritorio recostándose en el respaldo de su silla. Observa el techo de su despacho con los brazos cruzados rumiando la información, intentando hacer que tenga algún sentido. La policía de Nueva York encontró el cadáver de un hombre que murió desangrado. El hombre era un mago y las autoridades mágicas investigaron el caso y descubrieron una pista mágica y que el mago era británico y estaba fuera de su área de investigación. Y entonces le envían el caso a él.

¿Por qué un libro, por qué el brazo, por qué un mago, por qué el golpe en la cabeza?

Son muchas preguntas y ninguna de ellas tiene respuesta.

Con un bufido vuelve a coger el informe y lo hojea hasta la última página. Esa está escrita por el jefe del departamento y en ella están sus instrucciones. Lo básico, al menos. Tiene que coger un traslador a Nueva York mañana a primera hora. Allí se encontrará con el portavoz de las autoridades mágicas de Nueva York y con un representante del Departamento de Policía. Ahora, debe reunirse con el jefe de aurores antes de las siete de la tarde. Mira de reojo el reloj de pared y se levanta con un gruñido y una punzada de dolor en la sien. Son las siete menos cuarto y acaba de ponerse en marcha, justo en el momento en el que se pone en pie, la maquinaria de lo que hará que su vida cambie por completo.