Hola! ...Emm... bueno, es mi primerisisisisimo Fanfic D: Soy mala redactando, pero trataré de hacerlo lo mejor posible! ^^

Primero, además de spamano hay GerIta, PruHun y algunas oneside... etc. No esperen USUK xD

Romano me puede salir un poco OOC... D:, perdón por eso.

¡Agradecería mucho algunos reviews! Críticas constructivas son aceptadas... es mi primer FanFic depsués de todo xD necesito mejorar :3

Disclaimer: Hetalia no es de mi propiedad... y ojalá no lo fuera, porque lo arruinaría xD nadie iguala la awesome genialidad de Himaruya-sama! *-*


Mierda. Esto no podía estar pasando ¡No debería estar pasando!

No puedo creer que me tengan que ocurrir este tipo de cosas justo a mí y justo AHORA. ¿Es que tanto me odia Dios?

Insisto, MIERDA. Maldita mierda donde sea que estoy.

Yo debería estar en mi casa, durmiendo o haciendo cualquier otra cosa que no sea estar aquí. Debería estar cómodo, sin frío y… acompañado. ¡Maldita sea! No es que me guste estar acompañado (y menos por él), pero en este tipo de circunstancias no era agradable estar solo, para nada… Lo ideal sería estar con alguien que supiera dónde estoy. Por suerte no se ha puesto a llover, eso sería el colmo ¡Pero no quitaba el hecho de que hiciera frío como en el maldito polo! A este paso me voy a enfermar y me voy a morir y feliz final para todos menos yo.

Había estado vagando en medio de la nada por más de media hora. Se supone que sería una noche medianamente agradable, al aire libre, con esos idiotas y… ESE idiota. Pero ahora estaba aquí, rodeado de la maldita naturaleza, quizás qué tipo de animales y bichos estúpidos y el frío. Claro ¡El muy idiota de Lovino tenía que salir corriendo sin siquiera ponerse algo más abrigado! ¡Pero no era culpa mía maldita sea! Es culpa del francés y del albino que me dejaron botado con mi hermano y el estúpido macho patatas y otra gente más.

Escucho un búho. ¡Maldito pájaro! Por un momento me asustó. Grillos, más pájaros nocturnos… ¿Desde cuándo soy tan perceptivo? El ambiente comenzaba a parecerse al de las películas de terror que tanto le gustaban ver a cierto estadounidense que conozco. ¡Tenía miedo maldita sea! ¡Quería irme lo más pronto de ahí! Demonios, que alguien me encuentre pronto. Odio la naturaleza, odios los bichos. ¡Terminaré siendo la cena de quizás cuántos zancudos, maldición!

Pero no, la culpa no era de Francis, ni de Gilbert. Tampoco mía, obviamente.

La culpa era del bastardo de Antonio.

En primer lugar, fue SU idea venir a este estúpido campamento. Segundo, ÉL me obligó a venir también y yo por darle el gusto… quiero decir, para que dejara de insistir y me dejara de molestar de una jodida vez, le hice caso. Tercero, fue ÉL quien se perdió primero. Es que el muy idiota…. ¡Ahg, maldita sea! ¡Lo odio! Me desespera que sea tan estúpido y no piense antes las cosas ¡Ni siquiera avisó a dónde iba! Tan sólo desapareció de pronto, sin decirle nada a nadie, sin decirme a MÍ a dónde fue.

Ni siquiera… me llevó con él.

Habíamos llegado como a las seis de la tarde al maldito lugar. Éramos Elizabeta, Feliciano, el macho patatas, Gilbert, Francis, Antonio y yo. Nos demoramos cerca de una hora en instalar las carpas. No es que fueran muchas, sólo tres… una para tres personas más otra exclusiva para Francis, el bastardo debería dormir solo… por precaución, sin embargo, ninguno de nosotros sabía armar bien una carpa, sólo el idiota alemán amigo de Feliciano. Yo compartiría la mía con Elizabeta y mi hermano, y con hermano me refiero a Feliciano ¡que quede claro!... Ya explicaré a qué me refiero. Como sea, luego de las siete, Antonio, Francis y Feliciano comenzaron a preparar la cena, harían pizza. Por mientras yo estaba con Gilbert hablando sobre… cosas sin importancia. Está bien, SÍ eran importantes.

Nos habíamos sentado en un tronco caído, alejados del resto, para que no nos oyeran. Él sabía por qué yo estaba ahí, de todos modos, sus razones eran similares a las mías.

– ¿Y cómo se lo vas a decir? – me preguntó. Era raro conversar con él sin tener un dolor de oídos por sus gritos, pero el idiota sabía comportarse cuando quería.

– ¡¿Cómo voy a saber maldita sea? Ni siquiera estoy seguro de hacerlo – respondí frunciendo el ceño.

– ¡Aaah! ¡Pero vamos, Lovino! ¿Te vas a arrepentir AHORA?

– ¡N-No! Es decir… ¡no sé! – hice una pausa –… Tengo miedo.

– ¿miedo de qué? – cuestionó riendo – ¡Él no te rechazaría ni en un millón de años!

– ¡Habla más bajo maldita sea!... ¡Y no te rías! – le grité enojado, él se calló sin quitar esa sonrisa burlona – Lo que sucede es que el bastardo es tan denso que quizás me malinterprete o… no entienda y… maldición, ¡no seré capaz de decirlo dos veces!

– ¡Si quieres yo se lo digo por ti! – exclamó un tanto emocionado. Él parecía estar más ansioso que yo por que Antonio supiera que… que… eso.

– ¡¿Y qué hay de ti? – pregunté tratando de cambiar el tema.

– Ya te dije que aún no, es muy pronto – de la nada su semblante se puso serio, me dio algo de miedo… sólo un poco.

– N-no es cierto, ya pasó más de un año.

– Dudo que eso sea suficiente para y ella y… además, creo que ya le gusta otro.

– ¡¿Q-Qué? ¡¿Quién? – exclamé sorprendido, eso no me lo esperaba. Joder, ¡ya parecía vieja chismosa!

Me costaba admitirlo, pero el hermano del macho patatas y yo habíamos comenzado a llevarnos bien. Sí, lo consideraba mi amigo, es que… ¡tenía mis razones! ¡No es que fuera a olvidar la época en que él me molestaba en la escuela, o cuando constantemente me comparaba con mi hermano creando así mi maldito complejo de inferioridad! Pero… él había depositado su confianza en mí y con el tiempo… yo la mía en él. ¿Cómo comenzó? Ah, bueno… es una larga historia, pero fue cuando me di cuenta que el tipo, a pesar de tener sus amigos, se sentía tan o quizás más solo que yo. Digamos que me dio lástima verlo llorar… ya contaré aquello con más detalle.

– No creo que sea bueno que te lo diga – y diciendo esto, su cara normal volvió – ¡Pero no me cambies el tema ahora! Estábamos hablando sobre ti, kesesesese ¿cómo se lo dirás?

– ¡¿Y vas a seguir insistiendo? – pregunté molesto, pero al ver que su expresión seguía igual, supuse que la respuesta era 'sí'. Suspiré resignado – Supongo que se lo diré cuando todos se hayan ido a dormir.

– ¡AAH! ¡Qué aburrido! – me interrumpió – ¡Yo quería que te declararas en frente de todos, para ver la cara de Antonio!

– ¡Ya te dije que hablaras más bajo, idiota! – le grité dándole un golpe en el brazo. Él ni se quejó y siguió riendo.

Me enojé y lo dejé hablando solo.

Minutos después la pizza ya estaba lista. Comimos y luego pasamos a la fogata.

Comenzaba a oscurecer, por lo que el ambiente era perfecto para los cuentos de terror y Elizabeta sería la encargada de eso. ¡Maldita sea! ¡La húngara hablaba como si estuviera poseída! No es que tuviera miedo, pero… qué bien lo hacía. Hubieran visto a mi hermano ¡temblaba como una hoja el muy cobarde!

La chica contaba una historia sobre un jinete sin cabeza cuando me di cuenta de aquello.

La estaba escuchando, sin mucho interés cuando de pronto sentí la estúpida e ilógica necesidad de agarrar la manga de la chaqueta de Antonio. Insisto, NO es que tuviera miedo, pero cuando lo intenté, no sentía nada. El bastardo ya no estaba.

No se cómo o cuándo sucedió ¡Pero el idiota había dejado de estar al lado mío!

Gilbert bromeó con que quizás se lo había llevado el jinete de la historia, Elizabeta le pegó con un sartén para que no dijera estupideces. Al parecer ninguno de nosotros se dio cuenta cuándo el maldito español se fue. No, por supuesto que no me preocupé, quizás fue a regar un arbolito o qué se yo.

Ya volvería.

Pero no.

Pasaron quince minutos y no volvió.

Pasaron veinte minutos y comenzaron a llamarlo.

Pasó media hora y su par de amigos fueron a buscarlo…

Y al minuto después, fui a buscarlo yo. Solo. Ignorando a mi hermano quien me intentaba hacer razonar para que me quedara con ellos, esperando ahí a que llegaran el francés y Gilbert con el maldito idiota de Antonio.

– ¡Hermano! Deja que ellos vayan ¡lo van a encontrar!

– ¡Es que tú no entiendes, Feliciano! ¡El bastardo no puede desaparecer así nada más por más de una hora!

– ¡Cálmate, hermano! Además, aún no ha pasado una hora ¡Él estará bien! – dijo tomándome de los brazos.

– ¡Ya cállate! ¡Tú no sabes lo diota que es el tipo! ¡Estamos en medio de la nada y el maldito se pierde! – grité intentando zafarme.

– ¡Confía en Francis y Gilbert! ¡Seguramente volverán pronto con Antonio!

– ¡SUÉLTAME, MALDITA SEA! – empujé a mi hermano lejos y salí corriendo a Dios sabe dónde.

– …¡Ludwig! ¡Mi hermano escapó! – oí a Feliciano gritar antes de escabullirme entre los árboles.

Debí escucharlo.

¡Pero es que no podía, maldita sea! ¡No podía quedarme ahí de brazos cruzados esperando a que llegara o no el estúpido español! ¿Y si lo había atacado algún animal salvaje? ¿Y si se había caído y ahora estaba herido o fracturado? ¿Y si se había intoxicado con algún tomate silvestre venenoso? OK, eso último era imposible, todos los tomates son buenos y deliciosos, pero… ¡No podía pensar bien, maldición!

No, no estaba preocupado ¡Estaba enojado con el desgraciado! El muy idiota era tres años mayor que yo y aún así no se podía cuidar bien sólo. Y no sólo eso. Se supone que esa noche, esa maldita noche… le diría lo que he estado ocultando durante… ¡toda mi vida! Le diría que lo amo, maldita sea. Y en vez de eso estaba aquí, congelándome, cansado y supuestamente buscando a Antonio, pero ahora era YO el que se había perdido. Mierda. Mi vida es una mierda. TODO es una mierda.