Prólogo
Siento mi cuerpo caer, puedo palpar la soledad a mi alrededor… sé que estoy completamente cubierta por el vacío.
Todo se encontraba en una oscuridad semejante a la de una noche sin luna pero sin la belleza de ésta y la única similitud que se podía encontrar es la misma tranquilidad que en mí se alojaba al observarla. Lo único que en ese momento extrañaba era la mínima luz de las estrellas, pequeña pero notable. ¡No! Su brillo no era pequeño, sólo da esa impresión por su lejanía.
Cualquier otra persona sentiría como si todo lo ha abandonado, todo. Mas sin embargo, ¿quién soy yo para sentirme abandona si desde que hago uso de razón he tenido la sensación de siempre haber estado sola? Ignorando todo eso aún seguía aquí, flotando en medio de esta oscuridad sintiéndome tranquila, preguntándome si esa sensación de libertad es la que la muerte otorga. He llegado al deprimente punto en el que me he acostumbrado a ser acompañada por la soledad que ni siquiera me puedo sentir diferente o extraña en mi estadía en este lúgubre lugar. Se podría decir que es triste ser una persona familiarizada con la nada y la agobiante sensación de sentirse sola, pero, ¿quién se atrevería a decir algo tan estúpido respecto a esto? Todos en algún punto de nuestra aburrida existencia necesitamos estar solos, aunque sea simplemente para dejarnos guiar por el hilo de nuestros pensamientos e ignorando el tiempo de retorno al mundo real. Eso es tan necesario como el respirar, así sin más.
No se requiere de ver con los ojos para saber lo obvio, simplemente de la razón.
Sé que si abro mis ojos podre ver a mi persona siendo lo único que resalta entre la oscuridad, podre verme sola y con una expresión de tristeza conjunta con una extraña de tranquilidad, una mezcla capaz de confundirme.
¿Es que me he llegado a sentir tranquila ya? ¿A pesar de no haber conocido nada más? Posiblemente la respuesta sea un rotundo e innegable sí, pero no deseo admitirlo.
Siento la calidez de los rayos del abrumador sol en mi rostro, implorando que deje el mundo de Morfeo, solicitando mi presencia en la realidad, pero no quiero, mas debo hacerlo aunque todo esto vaya en contra de mí.
Puedo sentir mis parpados pesados, como luchando en contra de la ordenes de abrirse y dejarme observar la realidad, ellos saben lo que anhelo. Mas me veo en la desdicha de que la calidez del astro rey acaricie mis ojos sin vergüenza ni descaro alguno, logrando sin reparo vencer mi lucha interna de no abrir las ventanas opacas de mi alma.
Bien, he regresado. Recostada en mi mullida cama mirando al cielo falso que recubría mi techo, pensando en el todo y en la nada.
– Sakuno, despierta. No desearas llegar tarde. – El suave sonido proveniente del otro lado de la puerta me saca abruptamente del hilo incoherente de mis pensamientos. – Recuerda que hoy es el primer día de clases y conociendo tu sentido de responsabilidad no queras llegar retrasada. – La exquisita y dulce risa de mi progenitora se dejó escuchar tranquilizando mi azorada mente al recuerdo de dicho día.
– En un momento, prometo no tardar. – Dejé escuchar mi apagada voz y al mismo tiempo que una risa irónica se escapaba de mis labios. Hoy era el tan esperado día.
Trataré de hacer llevadera mi estancia en este nuevo instituto, pero es algo que en realidad no depende de mí. Es posible o más bien sé que me miento a mí misma, sé que al final siempre será lo mismo, las misma personas idolatras de los prejuicios de la sociedad, nada más que cabezas vacías llevadas por la fría corriente de las masas.
Las risas siempre son algo que resuenan en mi mente, taladrando en mi casi inexistente autoestima, logrando desprender parte por parte las desencajadas piezas. Esas estúpidas risas que desearía solo me atormentaran en sueños, en mis pesadillas que aguardan por mí cada noche esperando impacientes por materializarse y corromper mi mente y mermar mi espíritu.
Se dice muchas veces que ser diferente es mejor ya que te hace sentir única y especial. Yo pienso todo lo contrario; ser diferente es no sentir poder encajar en ningún lugar, ser diferente es ser la burla de los demás por no ser igual a todo lo llamado "normal", ser diferente es ser el blanco a atacar sin piedad ni consideración.
Aunque muchas veces lo niegue, mi deseo más anhelado es el ser aceptada como soy, sin ningún afán de juzgarme, pero eso es un deseo que mengua en lo imposible ya que las personas de hoy en día solo piensa que si no eres poseedora de una angelical belleza o eres simplemente hermosa, con un cuerpo esbelto surcado por curvas finas y sublimes… no eres nada. Eso ya es traspasar la ancha línea de la superficialidad. Y todo creado por los estereotipos que dominan la sociedad.
Nosotros los seres humanos cuando nacemos llegamos a este mundo sin conciencia de lo que se puede llamar "el bien y el mal", pero mediante vamos creciendo y por ende aprendiendo puede que nos equivocamos con lo que creemos correcto o incorrecto. Muchas veces me gusta creer que todos en el mundo seriamos personas correctas si en la sociedad de hoy en día no hubieran esas ridículas discriminaciones, no solo por las personas con un peso más elevado de lo considerado normal para ciertas edades –como es mi caso–, sino que también por las personas que son más delgadas de lo que deberían o incluso por el color de piel.
Saliendo completamente de mis cavilaciones emprendo con un paso lento y desanimado el camino hasta las escaleras, estoy segura que si en ese mismo momento observara mi reflejo en un espejo posiblemente mis ojos tendrían un brillo opaco y sin vida.
Observo atentamente como mi mamá con movimiento gracioso y descuidados prepara el desayuno de esa mañana. A pesar de esto es imposible no notar su desamino desde hace ya muchos días, espero este se vaya pronto, ya que odio contemplarla en ese estado.
– ¡Buenos días, mamá! ¿Qué nos espera ahora en el menú? – Pregunto falsamente animada, y le regalo una pequeña sonrisa a la mujer que amo tanto.
– ¡Oh! Sakuno, el uniforme te queda perfecto. Resalta maravillosamente tus ojos carmesí semejantes e iguales de hermosos que los de tu padre. – La expresión en el rostro de la mujer se ensombreció al mencionar a aquel hombre con el que había convivido 20 largos y felices años. La desgracia cayó sobre nuestra pequeña familia hace apenas unos cuantos meses, mi padre, la cabecilla y el sustento de nuestro hogar ahora se encontraba a dos metros bajo en frío suelo. Mentiría si digo que no lo extraño, él tenía esa habilidad especial de hacerme sentir feliz y olvidar absolutamente todo lo demás.
Mi madre, quien hace ya varios minutos había servido el desayuno sobre la mesa me miraba con una sonrisa tan falsa que llego a molestarme, sin embargo lo ignore y me senté a degustar el desayuno.
– Bien, creo que ya es hora de retirarme, gracias por la comida, estuvo deliciosa. – Habíamos comido en un silencio incomodo que ninguna de las dos deseaba romper, ella solo observo como tomaba mis cosas y salía de aquella pequeña pero pintoresca casa no sin antes obsequiarle una leve sonrisa.
– Espero te vaya bien, Sakuno.
Salí sin más de mi hogar, esperando que las palabras que aquella jovial mujer me dedicaba fuesen una predicción.
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Hola, mi nombre es Sakuno Ryuzaki y tengo 15 años. Desde pequeña he sufrido de sobrepeso, lo cual ha traído problemas en mi vida, este año me cambie de escuela porque en la anterior sufría de acoso escolar, me insultaban y golpeaban, y todo… todo por ser gorda. Las chicas populares siempre se burlaban de mí, me hacían llorar, se aprovechan de que no soy una persona con carácter fuerte o una chica la cual pueda defenderse, aunque sinceramente jamás he intentado hacerlo. Nadie me ha defendido, solo ignoraban lo que pasaba. No soy tan estúpida, si les dije a mis maestros pero fue en vano, jamás me creyeron, siempre decían: "seguramente has hecho algo para molestarlas, ve y pídeles disculpa por los que sea que hayas hecho". Me lo dijeron tantas veces que me lo termine aprendiendo de memoria, así que pensé que sería ridículo insistir cuando todos pensaban que yo era la culpable. Mi mamá… ella no lo sabe, ya tiene muchos problemas para que yo le esté dando más, sería injusto para ella.
No sé por qué no pueden tratarme como a cualquier otra persona, soy un ser humano y tengo sentimientos pero parece que nadie es capaz de notarlo.
Bajo la mirada, desde aquí puedo ver la gran entrada de lo que estoy segura será otro más de los infiernos que me tocara vivir.
Estoy llegando a mi perdición, ese prestigioso instituto en el cual solo me inscribí por la calidad en su nivel de enseñanza, que sea gorda no quiere decir que no sea inteligente, en el camino vi chicas que tenían el mismo uniforme que yo, todas se reían o murmuraban cosas de mí, tengo tan baja mi autoestima que seguramente aunque no se estén riendo de mí igual pensaría que soy yo el motivo de sus burlas, otros simplemente no lo ocultaban y me señalaban con el dedo mirándome con burla y asco, como lo es siempre. Fui muy tonta al pensar que esta vez sería diferente ¿Por qué? Si siempre es lo mismo.
Estoy a punto de cruzar las puertas de mi nuevo infierno, no sé si este preparada para sufrir otra vez.
Solo quiero irme corriendo a mi casa, encerrarme en mi habitación y esconderme debajo de las sabanas para que nadie nunca jamás pueda volver a verme y esperar el fin del mundo, siento lagrimas querer salir de mis ojos. ¡No!, esta vez no seré tan débil, esta vez nadie me vera o hará llorar, me lo prometí, no romperé mi promesa, dije que lo haría por mamá ella no merece tener una hija tan inútil y débil como yo.
El camino al salón fue una verdadera odisea, sentir todas esas miradas sobre mi espalda era aterrador, me ponían en demasía nerviosa, solo deseaba que mis torpes pies caminaran bien y no tropezarme y caer de forma vergonzosa delante de todos.
Mamá ya me había dicho donde quedaba el salón, se lo agradecía infinitamente, ya que no quería preguntar el camino.
Llegue rápido al salón, me siento en el último puesto, ese que está al fondo a la par de la ventana, ya habían personas dentro de este, solo unos cuantos se dieron cuenta de mi presencia, siento las miradas de las pocos personas que habían en el salón en mí y me ponen nerviosa, en ese momento suena la campana, se puede decir que por el momento voy bien, todos empiezan a entrar al salón e ignoran mi presencia, que alivio.
En ese momento entra el profesor, dirige su mirada fría y aburrida hacia mí, con un rostro estoico y monótono haciendo que se me pongan los pelos de punta, pero lo que logró estremecerme de pies a cabeza y que mi corazón latiera a mil por hora fueron sus palabras.
–Bien creo que tenemos a una alumna nueva este año – ¡Oh no! mi corazón late de una forma desenfrenada, ruego que no esté hablando de mí, por favor, por favor solo eso. – Oye tú la chica de la última fila a la izquierda, la que está a la par de la ventana, te estoy hablando a ti, pasa al frente y preséntate por favor – dijo con un toque de irritación por ser ignorado. Genial.
Me levanto de mi asiento, todos me miran, unos con burla, otros con repulsión, bueno las miradas de costumbre, llego al frente, pero me doy cuenta que solo hay una mirada fría que me mira fijamente, sus ojos dorados quieren ver a través de mi alma –aunque no hay mucho que ver–, su mirada me hipnotiza, es demasiado penetrante. Desvió la mirada a la pared del fondo, como si eso pudiera darme ánimos para hablar y doy un respiro hondo.
–Mi n-nombre e-es Sakuno R-Ryuzaki – escucho la risa de mis compañeros, genial, tartamudee. Me regreso a mi asiento literalmente corriendo con los ojos cerrados fuertemente, intentando contener las lágrimas. Una de mis compañeras estira el pie haciendo que yo tropiece y me caiga, las risas son cada vez más fuertes, no lo soporto y es el primer día.
–Silencio – escucho decir al profesor las risas se detienen al instante, siento que él se acerca, extiende su mano hacia mí ¡Dios, él me está ayudando a levantarme! Lo miro con los ojos abiertos como platos, después de todo es cierto lo que dicen, "siempre hay una primera vez para todo".
–¿Está bien, Ryuzaki? – asiento con la cabeza, de mi boca no podían salir palabras, estaba literalmente muda de la impresión, tomo la mano un poco áspera de mi profesor. Ya de pie sacudo el polvo de mi ropa y me voy a sentar rápidamente, no miro a nadie pero yo sé que todos me miran.
–Bien alumnos, saquen sus libros que la clase va a empezar… – hice todos mis movimientos automáticamente, después de eso no escuche nada, me dedique a mirar los pájaros que volaban libres por el cielo azul, desde pequeña me ha gustado observar el cielo, se puede incluso decir que siento un poco de envidia por las aves que pueden volar libres por el firmamento, pueden ir donde ellos deseen y nadie les dice hacia donde tienen que volar, era hermoso ver la libertad que emanaban... En un instante mis pensamientos se ven interrumpidos por un curioso ruido.
–Tsk – miré al dueño de ese sonido, era el chico de ojos dorados, no sé si era por los nervios que no me di cuenta de que ese chico era realmente guapo, de cabello negro con toques verdes, nariz pequeña, boca seductora… un momento, ¿yo pensé eso? Creo que este instituto me afecta. Descubrí que me estaba mirando, esperaba que me mirara de una manera burlona o de una manera que me dijera lo poco que valía, pero no, solo estaba allí mirándome fríamente. –Ese es mi asiento – lo mire sin entender a que se refería, y parece que él lo noto. –Estas sentada en mi lugar – ¡Ah, era eso! Iba a decir algo pero la campana sonó, en serio se pasó rápido el tiempo ya estábamos en el primer descanso, el chico de ojos dorados solo se paró y se fue. Estaba a punto de pararme, cuando una chica de coletas me detuvo.
–Él es Ryoma-sama, yo soy la presidenta de su club de fans – gritó una chica dirigiéndose a mí, guardó silencio por unos momentos mientras me inspeccionaba con la mirada. –Y no quiero que alguien con tú se acerque a él.
–E-él fue el que m-me hablo a m-mí – dije mirando el suelo.
–Ajá, no puedo creer que mientas de esa manera, no sé quién te crees, pero Ryoma-sama jamás le hablaría a una gorda fea como tú, niña estúpida, crees que le podrías interesar con esas ridículas trenzas, eres una idiota por creer que siquiera te ha mirado, tú no eres nadie, ni siquiera eres hermosa o delgada como yo para que siquiera te voltee a ver – la miré, esa chica era más plana que una tabla de madera, no tenía pechos, ni siquiera tenía caderas y decía que mis trenzas eran ridículas cuando ella tenía dos coletas, es divertido como los demás podían juzgar sin siquiera ver cómo eran ellos mismos, ella se dio cuenta de que sus palabras no habían logrado hacer el daño que deseaba, yo estaba tan acostumbrada a todos esos insultos que no era nada nuevo para mí.
–Akane, Yuka, agárrenla – me asuste mucho trate de pararme y salir corriendo, pero ellas fueron más rápidas era muy tarde me tomaron de las manos, cerraron la puerta con llave, me rendí ya no había escapatoria.
–Sufrirás, te hare llorar hasta que pidas compasión – esa chica tenía una sonrisa sádica en su boca, lo sabía ese día no podría evitar que ese líquido rojo que tan acostumbrada estoy a ver, saliera nuevamente de mi cuerpo.
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Tengo que agradecerle mucho a:
Eleonor: por apoyarme siempre, muchas gracias, lo sigo diciendo, algún día contare todas las veces que te he dado las gracias xD espero que te guste el resultado.
Nos leemos a la próxima :D
