Notas de la autora:
¡¡¡ Konichi wa Minna-san !!! Sé que es osado de mi parte comenzar una nueva historia cuando no termino las otras que tengo por ahí. ¡ Lo siento ! pero esta idea la tengo en la cabeza desde hace tiempo y no me dejaba estudiar tranquila. A cada rato me imaginaba al Kenshin-gumi en los episodios más raros que se pueden pensar. Esta es la idea menos demente de todas. Surgió en el momento que estudiaba al protestantismo. Pero no crean tiene algo que ver con eso, en realidad nada. No se preocupen que mi mente no está tan alterada para poner a Kenshin de Lutero, Saitou de Calvino y Sano de Zvinglio. No... sé que el stress por los exámenes de la universidad, las millones de tasas de café que he ingerido y las interminables noches de estudio han hecho efecto, pero tampoco es para alarmarse. Aunque para serles sincera me está gustando esa idea... ¡ Mentira !... Ya deben estar pensando que debo tener demasiada cafeína dentro...
Por otra parte, he visto una película llamada Perfect Blue, es tipo anime y es muy buena. Si pueden búsquenla y véanla. Es un thriller excelente.
Espero que le den una oportunidad a esta historia, en realidad a mí me gusta la trama. Además, se me borró el verdadero prólogo y tuve que escribirlo de nuevo T-T. Bueno, basta de lamentos y de plática ¡ Vamos al fic ! y ¡ que lo disfruten !
Dedicatoria:
Este fic se lo dedico a Ali-chan, una muy buena amiga que he encontrado en la universidad. Espero te guste la historia Alicia, ¡espero ansiosa tus comentarios!.
Disclaimer:
Rk no me pertenece. Rk does not belong to me. Rk n'appartient pas à moi. Rk non appartiene a me. Rk gehört nicht zu mir. Rk não pertence a mim. ¿ He de decirlo en otro idioma para que lo entiendan?
Falso Olvido
Prólogo.-
( versión revisada)*
Creo que fue una noche de otoño o una de invierno. No recuerdo con exactitud. Estaba frente a mi ventana, al igual que estoy ahora, observando las hojas secas de los árboles regadas en las calles. Solo ojos que añoran la belleza en la simplicidad de su significado podrían haber categorizado esta vista de maravillosa. Aquella vez tuve la misma impresión de hoy, las hojas en el suelo me decían que hacía un buen tiempo el verano había pasado mas la brisa fresca que rozaba mi piel suavemente dejando una extraña sensación dentro de mí decía lo contrario. Fue exactamente una noche como esta que significó para mí el comienzo de una vida nueva y desconocida hasta ese entonces. Con el mismo clima de incertidumbre ambiental y la misma sensación de extrañeza por ver las calles desiertas y en paz y una luna grande, radiante y solitaria que también estaba en el negro firmamento alumbrando la ciudad. El paisaje era hermoso. Al tener tal vista frente a mí, sin esperar un momento más, decidí salir al encuentro del cálido viento que corría libremente por las desiertas calles. Sentía como aquella sensación indescriptible que solo la libertad puede brindar corría por mis venas mientras me hacía paso en medio de la nada. Comencé a saltar, caminar y de rato en rato a trotar, acercándome hacia lo inesperado, hacia lo que hasta tiempo después pude entender que era el génesis de un dolor que estaría y estará en mi pecho por siempre. Cómo podría imaginar que caminaba muy animada hacia el cadalso.
Años atrás tampoco podría haber sabido que todo no terminaría donde debía. Por más que estuviese reacia a recordar, las memorias saltarían en los momentos menos indicados, recordándome un detalle y quizá una estupidez que otrora atesoraba. Recordándome lo que fui y no volveré a ser: una niña confiada, sin pasado por el cual preocuparse y que vive un presente con la ilusión de despertar cada día a un sinfín de aventuras nuevas. Es muy raro y hasta increíble saber un día pude pensar que mi futuro estaba muy lejos de mí. Que esa palabra que todos repetimos no significaba más que espectros promisorios de una vida plena y feliz. Una vida en la que la frustración, el arrepentimiento y el odio no existieran. Meras utopías.
Seguía saltando y avanzando por las calles. Una alegría que brotó de lo indescriptible, aquella vivacidad que surgió de lo desconocido y que quizá me fue inherente en un tiempo, me mantenía en pie. No recuerdo muy bien todos los detalles de aquella vez. No recuerdo si fue en realidad el ambiente pacífico, calmado y fuera de lo normal lo que me llamó a salir a dar un paseo o fue otro motivo. Los recuerdos se hacen confusos al mezclarse con las sensaciones presentes. Quizá sea el tiempo lo que me hace olvidar algunos detalles, ya que no en vano diez largos años han pasado; o quizá sea esto lo que subconscientemente deseo. Olvidarme de todo de una vez por todas y ver hacia adelante. ¡Qué irónico! Mientras más deseas algo, más inaccesible te es. Bueno, al fin de al cabo no pasan de ser anhelos. Nada más.
Caminé casi sin sentido por un buen rato. Mirando mas no observando. Moviéndome como un autómata, dejando que mis pies me llevaran a donde ellos quisieran; así, sin darme cuenta llegué al parque infantil al cual solía asistir cuando era una más pequeña y en el cual jugué interminables mañanas y tardes sin preocupación alguna. Me alegré de volver a aquel lugar el cual no veía desde hace tiempo, pero a la vez me impresioné al notar que el parque parecía más grande cuando estaba vacío. La clásica nostalgia del que crece y añora lo pasado surgió en mí por primera vez. Me pregunté si es que acaso los árboles y las flores que había alrededor extrañaban las risas y el correteo incansable de los niños o quizá también la conversación y el caminar pausado de alguna pareja. Supuse que así era. Todos extrañamos la compañía en algún momento de nuestra vida, a nadie le gusta estar solo. Al menos eso pensé en ese tiempo sin darme cuenta que había sensaciones peores. Como sentirse solo estando rodeado de gente. Aquello es sinceramente desolador pero se hace costumbre, como todo.
Caminé por entre los árboles abrazándome a mí misma debido al viento frío que calaba dentro de mi ligero polo. El viento no era para nada más cálido en esta zona. Me arrepentí por no haber tomado una chaqueta o algo por el estilo antes de salir como un bólido de casa. Seguí caminando y por centésima vez pensé que aquel parque se vería más hermoso si plantaran jazmines u orquídeas en vez de aquellas alicaídas y casi agonizantes margaritas que conformaban el atractivo principal del lugar.
Con el mismo pensamiento en la cabeza me adentré un poco más y decidí sentarme un momento en el gras. Recosté mi espalda contra un viejo árbol, cerré mis ojos y disfruté de la compañía de la fría brisa y del movimiento de las ramas de los árboles. Mis piernas sintieron el húmedo pasto acariciándolas gentilmente debido a que mis bermudas no cubrían gran parte de ellas. Parecía que la lluvia del día anterior había dejado estragos en las plantas ya que mis piernas terminaron algo enlodadas. No me importó. Cerré mis ojos y dejé que aquel viento y las sensaciones que traía consigo se apoderaran de mí. Luego de unos momentos y sin proponérmelo empecé a recitar las estrofas de un poema que escribí cuando tenía catorce años y del que ahora no recuerdo más que la esencia. Recuerdo que lo declamé fervientemente como si viviese cada frase. Nunca antes lo había hecho con los otros poemas que solía escribir. La emoción y el sentimiento derrochados fue único. No sé ni nunca sabré lo que me hizo actuar de esa forma. Pensándolo bien, no sé ni siquiera qué fue lo que me hizo llegar a aquel lugar. Para una mente positivista no cabría la mínima posibilidad de que esto fuera un presagio mas para mí todo en aquel día fue pincelado por el destino. Con intención o, usando un término más preciso, con alevosía.
El sexto sentido que todos de alguna forma poseemos en nosotros se hizo presente en mí alertándome que tenía compañía. Paré de recitar aquel viejo poema y abrí mis ojos rápidamente, temiendo a que hubiese alguna persona escuchándome. Para mi desesperación así era. Recostado en un árbol aledaño estaba un muchacho de cabello color del fuego incandescente y ojos del violeta más extraño observándome con aparente atención. No pude emitir sonido alguno que se asemejara a una palabra bien formada debido a una mezcla de sensaciones que iban por el rumbo del estupor y de la vergüenza. Aparentemente él se percató de mi estado por la cara de estupefacción que seguramente portaba y se dio cuenta que no esperaba que alguien me escuchara. Me pidió de favor que continuara, acompañando su petición con una amable y bella sonrisa. No sé qué es lo que me hizo hacer lo que me pedía pero solo pude asentir. Cerré nuevamente mis ojos y continué.
Al terminar el poema me di cuenta que el muchacho estaba esta vez sentado frente a mí. Me ofreció la misma sonrisa de antes y me extendió su mano derecha para presentarse y luego felicitarme por el poema; yo le di la mía y pude esbozar una sonrisa en mi rostro. Le dije mi nombre aún algo tímida y luego de unos minutos de una conversación que no cruzaba los límites de lo trivial, me desinhibí completamente y sorprendentemente conversamos de todo y de nada durante largo tiempo. Su nombre era Kenshin Himura, un estudiante de Medicina de la universidad de Kyoto. Me preguntó por las motivaciones que tuve para escribir el poema y le conté que la verdad, que no era nada personal. Nunca sabré si en verdad me creyó pero dejó el tema de lado de súbito y comenzamos a charlar de variados temas que escapan de mi memoria. Después de un momento vi mi reloj y me percaté de lo tarde que era. Habían pasado cuatro horas y yo había salido de mi casa a una hora considerablemente avanzada. Le dije que debía irme y él se ofreció a acompañarme por si acaso podía haber algún peligro. Era la primera vez que alguien hacía esto y por una extraña razón me sentía muy feliz caminando a su lado. Tanto que no me importaba el resondro que encontraría en casa cuando llegase. Ahora es sencillo darse cuenta que desde el primer día tuvo una gran influencia sobre mí. La ingenuidad de la juventud puede ser muchas veces peligrosa.
Creo que aquel día él iba a visitar a un pariente o un amigo; no lo recuerdo con exactitud. Me dijo que cuando caminaba de vuelta al lugar donde pasaba la noche vio a una persona tendida en el pasto. Creyó que era alguien que necesitaba de su ayuda y se acercó hacia donde yo estaba. Cuando llegó, pensó que estaba dormida y quiso despertarme porque el clima se estaba haciendo más frío con el transcurso de las horas sumado a que el lugar tampoco era apropiado para tomar una siesta. Cuando iba a hacerlo, según me dijo después, yo empecé a recitar aquellas estrofas. Entonces, corroído por la curiosidad decidió escucharme y así fue que sucedió todo lo demás.
Es paradójico pero aquel poema trataba de un falso olvido, de una mujer que depositó toda su confianza y su ser en el hombre que amaba y este un buen día decidió acabar con aquello que hasta ese momento ella creyó indestructible y le dejoó solo aquella "sensación de pérdida, sensación de falso olvido". Ahora sí recuerdo. Era precisamente este el nombre del poema. Y la paradoja estaba en que fueron precisamente aquellos versos los que me dieron la oportunidad de conocerlo. Fue precisamente ese poema, que escribí tras leer una novela que me impresionó mucho, el que me abrió las puertas a los años más duros que había vivido hasta ese momento. Una vida nueva comenzó aquella vez y no era precisamente lo promisoria que yo imaginaba que sería. La acepción de futuro cambió radicalmente para mí.
Ahora que puedo reflexionar con mayor amplitud mental sigo preguntándome cuándo fue que comenzó todo. Sé muy bien que aquel encuentro en el parque fue el punto de inflexión, pero ignoro cuándo fue que el destino decidió tornarse contrario y transformar aquel sueño idílico en una pesadilla. Hace diez años estaba mirando por la ventana al igual que hoy y decidí salir de casa movida por un motivo hasta ahora indescifrable. Han pasado diez años y descubro que este sentimiento sigue perenne en mi pecho. Después de tanto tiempo de impedir que los recuerdos afloraran, después de años de no permitirme un momento de debilidad, reprimiendo todo lo que estuviera relacionado a aquel tiempo, ahora me encuentro otra vez con el mismo sentimiento de angustia y desolación pero sobre todo de vacío y de pérdida de antes. Me siento aún carente de respuestas ante una tortura que claramente no merezco ni nunca merecí.
Un poeta dijo que recordar es volver a vivir. Cuán cierto es aquello. Para mí, recordar es como poner el dedo en una llaga que no cicatrizó y que no cicatrizará nunca, así pasen miles de lustros o quizá hasta milenios. Es aceptar la derrota y saber que se ha vivido en un falso olvido, en una mentira. Quién iba a pensar que el poema que escribí cuando joven se convertiría en mi verdad. Ponerse una venda en los ojos es distinto que olvidar; fingir con una sonrisa muy bien preparada no es olvidar; es más, el odiar no te garantiza olvidar. Afrontar la realidad es muy duro pero saber que has evadido la verdad por siempre y que estás condenado a hacerlo para siempre es insufriblemente desgarrador.
Daría mucho por olvidar. Por dejar todo de lado y despertar mañana diciendo que todo fue una pesadilla. Teniendo muy claro que tengo quince años y que aquel poema sigue fundido en el fondo de mi buró, olvidado porque la emoción por aquel libro ya pasó y fue reemplazado por otro que me inspira poemas nuevos y mejores. Utopías, anhelos que ni siquiera pueden ser expectativas porque no hay posibilidades de que puedan suceder. ¿ Cómo olvidar si...
.......------.......-----......
Okaasan... tadaima... - dijo un niño de cabello color de un rojo intenso y de ojos violetas oscuros mientras abrazaba por detrás a una mujer que observaba por la ventana una calle desierta. Luego le dio un beso en la mejilla, previamente habiendo apartado cuidadosamente sus cabellos oscuros de su rostro. Ella, que aparentemente estaba sumida en sus pensamientos, volteó y esbozó una pequeña sonrisa. Las lágrimas que estuvieron hasta entonces contenidas en sus ojos cayeron como cascadas en sus mejillas. Ella no separaba su vista de los ojos del niño y con una tierna y genuina sonrisa abrió sus brazos y atrajo hacia sí al niño. Lo mantuvo junto a ella así, demostrándole con aquel gesto, todo el amor que solo una madre puede sentir por su hijo.
.......------......------.......
... Si cada vez que lo veo sonreír veo la misma sonrisa de diez años atrás? ¿ Si veo en él todas sus expresiones?...
Aun así no me arrepiento de lo que sucedió. Pasaría nuevamente por todo, las humillaciones, vejaciones, insultos y calumnias de las cuales fui objeto por parte de la gente y de mi propia familia. Volvería a vivir aquellos años de tormento solo por tenerlo junto a mí y oírlo decirme con aquella dulce voz: Okaa-san. Solo por tener la oportunidad de abrazarlo, besarlo y tenerlo cerca. Después de todo, es por él por quien decidí seguir viviendo, es por él por quien no me derrumbé en los peores momentos. Él fue la calma en medio de la tormenta. Él es la luz que me mantiene con esperanzas de vivir. Él es aquel soporte del que me sostuve para no caer cuando estaba al borde del abismo y es por él que seguiré en pie.
Aunque sé que olvidar realmente no será posible no me importa seguir reprimiendo aquellos recuerdos lo que me resta de existencia. Si la recompensa es seguir viviendo la felicidad que conozco gracias a mi hijo ningún sacrificio es muy alto. Viviría gustosamente una y mil veces lo mismo, aunque eso implique conocer de nuevo a Kenshin Himura.
Notas finales:
Como verán es un universo alternativo, ¿ qué tal? , ¿ Les gustó? .¿ Les dejé con la horrible sensación de que no conté lo más importante?
Por favor, necesito que me digan si les gustaría que continúe esta historia... ¡Necesito sus reviews!...
Sayonara,
Shiomei
* Minna-san, he decidido revisar este fic y al leerlo me di cuenta que no era necesario el poema y pues agregué algunas cosas y quité otras. ¿ Está ahora mejor? ¡¡¡A mí me parece que está 100% mejor!!! Espero que sí. ¡Necesito sus reviews! Please!!!
¡¡¡ Konichi wa Minna-san !!! Sé que es osado de mi parte comenzar una nueva historia cuando no termino las otras que tengo por ahí. ¡ Lo siento ! pero esta idea la tengo en la cabeza desde hace tiempo y no me dejaba estudiar tranquila. A cada rato me imaginaba al Kenshin-gumi en los episodios más raros que se pueden pensar. Esta es la idea menos demente de todas. Surgió en el momento que estudiaba al protestantismo. Pero no crean tiene algo que ver con eso, en realidad nada. No se preocupen que mi mente no está tan alterada para poner a Kenshin de Lutero, Saitou de Calvino y Sano de Zvinglio. No... sé que el stress por los exámenes de la universidad, las millones de tasas de café que he ingerido y las interminables noches de estudio han hecho efecto, pero tampoco es para alarmarse. Aunque para serles sincera me está gustando esa idea... ¡ Mentira !... Ya deben estar pensando que debo tener demasiada cafeína dentro...
Por otra parte, he visto una película llamada Perfect Blue, es tipo anime y es muy buena. Si pueden búsquenla y véanla. Es un thriller excelente.
Espero que le den una oportunidad a esta historia, en realidad a mí me gusta la trama. Además, se me borró el verdadero prólogo y tuve que escribirlo de nuevo T-T. Bueno, basta de lamentos y de plática ¡ Vamos al fic ! y ¡ que lo disfruten !
Dedicatoria:
Este fic se lo dedico a Ali-chan, una muy buena amiga que he encontrado en la universidad. Espero te guste la historia Alicia, ¡espero ansiosa tus comentarios!.
Disclaimer:
Rk no me pertenece. Rk does not belong to me. Rk n'appartient pas à moi. Rk non appartiene a me. Rk gehört nicht zu mir. Rk não pertence a mim. ¿ He de decirlo en otro idioma para que lo entiendan?
Falso Olvido
Prólogo.-
( versión revisada)*
Creo que fue una noche de otoño o una de invierno. No recuerdo con exactitud. Estaba frente a mi ventana, al igual que estoy ahora, observando las hojas secas de los árboles regadas en las calles. Solo ojos que añoran la belleza en la simplicidad de su significado podrían haber categorizado esta vista de maravillosa. Aquella vez tuve la misma impresión de hoy, las hojas en el suelo me decían que hacía un buen tiempo el verano había pasado mas la brisa fresca que rozaba mi piel suavemente dejando una extraña sensación dentro de mí decía lo contrario. Fue exactamente una noche como esta que significó para mí el comienzo de una vida nueva y desconocida hasta ese entonces. Con el mismo clima de incertidumbre ambiental y la misma sensación de extrañeza por ver las calles desiertas y en paz y una luna grande, radiante y solitaria que también estaba en el negro firmamento alumbrando la ciudad. El paisaje era hermoso. Al tener tal vista frente a mí, sin esperar un momento más, decidí salir al encuentro del cálido viento que corría libremente por las desiertas calles. Sentía como aquella sensación indescriptible que solo la libertad puede brindar corría por mis venas mientras me hacía paso en medio de la nada. Comencé a saltar, caminar y de rato en rato a trotar, acercándome hacia lo inesperado, hacia lo que hasta tiempo después pude entender que era el génesis de un dolor que estaría y estará en mi pecho por siempre. Cómo podría imaginar que caminaba muy animada hacia el cadalso.
Años atrás tampoco podría haber sabido que todo no terminaría donde debía. Por más que estuviese reacia a recordar, las memorias saltarían en los momentos menos indicados, recordándome un detalle y quizá una estupidez que otrora atesoraba. Recordándome lo que fui y no volveré a ser: una niña confiada, sin pasado por el cual preocuparse y que vive un presente con la ilusión de despertar cada día a un sinfín de aventuras nuevas. Es muy raro y hasta increíble saber un día pude pensar que mi futuro estaba muy lejos de mí. Que esa palabra que todos repetimos no significaba más que espectros promisorios de una vida plena y feliz. Una vida en la que la frustración, el arrepentimiento y el odio no existieran. Meras utopías.
Seguía saltando y avanzando por las calles. Una alegría que brotó de lo indescriptible, aquella vivacidad que surgió de lo desconocido y que quizá me fue inherente en un tiempo, me mantenía en pie. No recuerdo muy bien todos los detalles de aquella vez. No recuerdo si fue en realidad el ambiente pacífico, calmado y fuera de lo normal lo que me llamó a salir a dar un paseo o fue otro motivo. Los recuerdos se hacen confusos al mezclarse con las sensaciones presentes. Quizá sea el tiempo lo que me hace olvidar algunos detalles, ya que no en vano diez largos años han pasado; o quizá sea esto lo que subconscientemente deseo. Olvidarme de todo de una vez por todas y ver hacia adelante. ¡Qué irónico! Mientras más deseas algo, más inaccesible te es. Bueno, al fin de al cabo no pasan de ser anhelos. Nada más.
Caminé casi sin sentido por un buen rato. Mirando mas no observando. Moviéndome como un autómata, dejando que mis pies me llevaran a donde ellos quisieran; así, sin darme cuenta llegué al parque infantil al cual solía asistir cuando era una más pequeña y en el cual jugué interminables mañanas y tardes sin preocupación alguna. Me alegré de volver a aquel lugar el cual no veía desde hace tiempo, pero a la vez me impresioné al notar que el parque parecía más grande cuando estaba vacío. La clásica nostalgia del que crece y añora lo pasado surgió en mí por primera vez. Me pregunté si es que acaso los árboles y las flores que había alrededor extrañaban las risas y el correteo incansable de los niños o quizá también la conversación y el caminar pausado de alguna pareja. Supuse que así era. Todos extrañamos la compañía en algún momento de nuestra vida, a nadie le gusta estar solo. Al menos eso pensé en ese tiempo sin darme cuenta que había sensaciones peores. Como sentirse solo estando rodeado de gente. Aquello es sinceramente desolador pero se hace costumbre, como todo.
Caminé por entre los árboles abrazándome a mí misma debido al viento frío que calaba dentro de mi ligero polo. El viento no era para nada más cálido en esta zona. Me arrepentí por no haber tomado una chaqueta o algo por el estilo antes de salir como un bólido de casa. Seguí caminando y por centésima vez pensé que aquel parque se vería más hermoso si plantaran jazmines u orquídeas en vez de aquellas alicaídas y casi agonizantes margaritas que conformaban el atractivo principal del lugar.
Con el mismo pensamiento en la cabeza me adentré un poco más y decidí sentarme un momento en el gras. Recosté mi espalda contra un viejo árbol, cerré mis ojos y disfruté de la compañía de la fría brisa y del movimiento de las ramas de los árboles. Mis piernas sintieron el húmedo pasto acariciándolas gentilmente debido a que mis bermudas no cubrían gran parte de ellas. Parecía que la lluvia del día anterior había dejado estragos en las plantas ya que mis piernas terminaron algo enlodadas. No me importó. Cerré mis ojos y dejé que aquel viento y las sensaciones que traía consigo se apoderaran de mí. Luego de unos momentos y sin proponérmelo empecé a recitar las estrofas de un poema que escribí cuando tenía catorce años y del que ahora no recuerdo más que la esencia. Recuerdo que lo declamé fervientemente como si viviese cada frase. Nunca antes lo había hecho con los otros poemas que solía escribir. La emoción y el sentimiento derrochados fue único. No sé ni nunca sabré lo que me hizo actuar de esa forma. Pensándolo bien, no sé ni siquiera qué fue lo que me hizo llegar a aquel lugar. Para una mente positivista no cabría la mínima posibilidad de que esto fuera un presagio mas para mí todo en aquel día fue pincelado por el destino. Con intención o, usando un término más preciso, con alevosía.
El sexto sentido que todos de alguna forma poseemos en nosotros se hizo presente en mí alertándome que tenía compañía. Paré de recitar aquel viejo poema y abrí mis ojos rápidamente, temiendo a que hubiese alguna persona escuchándome. Para mi desesperación así era. Recostado en un árbol aledaño estaba un muchacho de cabello color del fuego incandescente y ojos del violeta más extraño observándome con aparente atención. No pude emitir sonido alguno que se asemejara a una palabra bien formada debido a una mezcla de sensaciones que iban por el rumbo del estupor y de la vergüenza. Aparentemente él se percató de mi estado por la cara de estupefacción que seguramente portaba y se dio cuenta que no esperaba que alguien me escuchara. Me pidió de favor que continuara, acompañando su petición con una amable y bella sonrisa. No sé qué es lo que me hizo hacer lo que me pedía pero solo pude asentir. Cerré nuevamente mis ojos y continué.
Al terminar el poema me di cuenta que el muchacho estaba esta vez sentado frente a mí. Me ofreció la misma sonrisa de antes y me extendió su mano derecha para presentarse y luego felicitarme por el poema; yo le di la mía y pude esbozar una sonrisa en mi rostro. Le dije mi nombre aún algo tímida y luego de unos minutos de una conversación que no cruzaba los límites de lo trivial, me desinhibí completamente y sorprendentemente conversamos de todo y de nada durante largo tiempo. Su nombre era Kenshin Himura, un estudiante de Medicina de la universidad de Kyoto. Me preguntó por las motivaciones que tuve para escribir el poema y le conté que la verdad, que no era nada personal. Nunca sabré si en verdad me creyó pero dejó el tema de lado de súbito y comenzamos a charlar de variados temas que escapan de mi memoria. Después de un momento vi mi reloj y me percaté de lo tarde que era. Habían pasado cuatro horas y yo había salido de mi casa a una hora considerablemente avanzada. Le dije que debía irme y él se ofreció a acompañarme por si acaso podía haber algún peligro. Era la primera vez que alguien hacía esto y por una extraña razón me sentía muy feliz caminando a su lado. Tanto que no me importaba el resondro que encontraría en casa cuando llegase. Ahora es sencillo darse cuenta que desde el primer día tuvo una gran influencia sobre mí. La ingenuidad de la juventud puede ser muchas veces peligrosa.
Creo que aquel día él iba a visitar a un pariente o un amigo; no lo recuerdo con exactitud. Me dijo que cuando caminaba de vuelta al lugar donde pasaba la noche vio a una persona tendida en el pasto. Creyó que era alguien que necesitaba de su ayuda y se acercó hacia donde yo estaba. Cuando llegó, pensó que estaba dormida y quiso despertarme porque el clima se estaba haciendo más frío con el transcurso de las horas sumado a que el lugar tampoco era apropiado para tomar una siesta. Cuando iba a hacerlo, según me dijo después, yo empecé a recitar aquellas estrofas. Entonces, corroído por la curiosidad decidió escucharme y así fue que sucedió todo lo demás.
Es paradójico pero aquel poema trataba de un falso olvido, de una mujer que depositó toda su confianza y su ser en el hombre que amaba y este un buen día decidió acabar con aquello que hasta ese momento ella creyó indestructible y le dejoó solo aquella "sensación de pérdida, sensación de falso olvido". Ahora sí recuerdo. Era precisamente este el nombre del poema. Y la paradoja estaba en que fueron precisamente aquellos versos los que me dieron la oportunidad de conocerlo. Fue precisamente ese poema, que escribí tras leer una novela que me impresionó mucho, el que me abrió las puertas a los años más duros que había vivido hasta ese momento. Una vida nueva comenzó aquella vez y no era precisamente lo promisoria que yo imaginaba que sería. La acepción de futuro cambió radicalmente para mí.
Ahora que puedo reflexionar con mayor amplitud mental sigo preguntándome cuándo fue que comenzó todo. Sé muy bien que aquel encuentro en el parque fue el punto de inflexión, pero ignoro cuándo fue que el destino decidió tornarse contrario y transformar aquel sueño idílico en una pesadilla. Hace diez años estaba mirando por la ventana al igual que hoy y decidí salir de casa movida por un motivo hasta ahora indescifrable. Han pasado diez años y descubro que este sentimiento sigue perenne en mi pecho. Después de tanto tiempo de impedir que los recuerdos afloraran, después de años de no permitirme un momento de debilidad, reprimiendo todo lo que estuviera relacionado a aquel tiempo, ahora me encuentro otra vez con el mismo sentimiento de angustia y desolación pero sobre todo de vacío y de pérdida de antes. Me siento aún carente de respuestas ante una tortura que claramente no merezco ni nunca merecí.
Un poeta dijo que recordar es volver a vivir. Cuán cierto es aquello. Para mí, recordar es como poner el dedo en una llaga que no cicatrizó y que no cicatrizará nunca, así pasen miles de lustros o quizá hasta milenios. Es aceptar la derrota y saber que se ha vivido en un falso olvido, en una mentira. Quién iba a pensar que el poema que escribí cuando joven se convertiría en mi verdad. Ponerse una venda en los ojos es distinto que olvidar; fingir con una sonrisa muy bien preparada no es olvidar; es más, el odiar no te garantiza olvidar. Afrontar la realidad es muy duro pero saber que has evadido la verdad por siempre y que estás condenado a hacerlo para siempre es insufriblemente desgarrador.
Daría mucho por olvidar. Por dejar todo de lado y despertar mañana diciendo que todo fue una pesadilla. Teniendo muy claro que tengo quince años y que aquel poema sigue fundido en el fondo de mi buró, olvidado porque la emoción por aquel libro ya pasó y fue reemplazado por otro que me inspira poemas nuevos y mejores. Utopías, anhelos que ni siquiera pueden ser expectativas porque no hay posibilidades de que puedan suceder. ¿ Cómo olvidar si...
.......------.......-----......
Okaasan... tadaima... - dijo un niño de cabello color de un rojo intenso y de ojos violetas oscuros mientras abrazaba por detrás a una mujer que observaba por la ventana una calle desierta. Luego le dio un beso en la mejilla, previamente habiendo apartado cuidadosamente sus cabellos oscuros de su rostro. Ella, que aparentemente estaba sumida en sus pensamientos, volteó y esbozó una pequeña sonrisa. Las lágrimas que estuvieron hasta entonces contenidas en sus ojos cayeron como cascadas en sus mejillas. Ella no separaba su vista de los ojos del niño y con una tierna y genuina sonrisa abrió sus brazos y atrajo hacia sí al niño. Lo mantuvo junto a ella así, demostrándole con aquel gesto, todo el amor que solo una madre puede sentir por su hijo.
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... Si cada vez que lo veo sonreír veo la misma sonrisa de diez años atrás? ¿ Si veo en él todas sus expresiones?...
Aun así no me arrepiento de lo que sucedió. Pasaría nuevamente por todo, las humillaciones, vejaciones, insultos y calumnias de las cuales fui objeto por parte de la gente y de mi propia familia. Volvería a vivir aquellos años de tormento solo por tenerlo junto a mí y oírlo decirme con aquella dulce voz: Okaa-san. Solo por tener la oportunidad de abrazarlo, besarlo y tenerlo cerca. Después de todo, es por él por quien decidí seguir viviendo, es por él por quien no me derrumbé en los peores momentos. Él fue la calma en medio de la tormenta. Él es la luz que me mantiene con esperanzas de vivir. Él es aquel soporte del que me sostuve para no caer cuando estaba al borde del abismo y es por él que seguiré en pie.
Aunque sé que olvidar realmente no será posible no me importa seguir reprimiendo aquellos recuerdos lo que me resta de existencia. Si la recompensa es seguir viviendo la felicidad que conozco gracias a mi hijo ningún sacrificio es muy alto. Viviría gustosamente una y mil veces lo mismo, aunque eso implique conocer de nuevo a Kenshin Himura.
Notas finales:
Como verán es un universo alternativo, ¿ qué tal? , ¿ Les gustó? .¿ Les dejé con la horrible sensación de que no conté lo más importante?
Por favor, necesito que me digan si les gustaría que continúe esta historia... ¡Necesito sus reviews!...
Sayonara,
Shiomei
* Minna-san, he decidido revisar este fic y al leerlo me di cuenta que no era necesario el poema y pues agregué algunas cosas y quité otras. ¿ Está ahora mejor? ¡¡¡A mí me parece que está 100% mejor!!! Espero que sí. ¡Necesito sus reviews! Please!!!
