Se quedó mirándole apoyada en el marco de la puerta.

Podía percibir la mirada de tristeza en sus ojos marrones como el chocolate, y aunque eso lograba que se le encogiese el corazón, por una extraña razón, ya no era lo mismo. Sabía que era lógico que no fuese lo mismo después de haber pasado varios meses de lo ocurrido, aunque a veces se sorprendía a sí misma pensando en él.

Pensando en su sonrisa, que se mostraba de vez en cuando, pasando inadvertida; esa sonrisa que se asomaba cuando creía que ella no se percataba de que se quedaba mirándola en silencio, como si rememorase viejos tiempos.

Y puede que fuese así, que se quedase pensando en aquellos besos tiernos que se daban al salir del instituto, o los que se dieron en la casa de él, o en la de ella. Daba igual donde, quizás se quedase recordando la sensación del sabor de sus labios sobre los suyos. Ella también lo hacía, y a veces se sorprendía observándole en silencio.

Casi podía sentir la misma sensación de tristeza que sintió en el momento que todo se destruyó. Casi podía volver al percibir el dolor punzante de la traición, de la mentira. De la mirada de él cuando ella le pidió que le dijese que todo aquello era mentira; que todo lo que había sucedido era solo un mal sueño. El dolor de ver que el arrepentimiento se apoderaba de la tonalidad de sus ojos, que se oscurecían más por la culpa. Y como algo, dentro de ella, se rompía.

A veces, se preguntaba como hubiese sido todo si le hubiese disculpado. Sabía que todo el mundo podía cometer un error, y que hasta cuando amabas a alguien, no podías evitar hacerle daño. Lo había visto en numerosas ocasiones, y ella conocía ese punto de vista también, puesto que uno de sus mejores amigos había hecho algo parecido a la persona que amaba, y era consciente de que de verdad estaba arrepentido de eso. Igual que sabía que el chico, aquella persona que la amó lo mejor que supo, de verdad no estaba orgulloso de haberle causado ese daño.

También era cierto que, pese a que sabía que su arrepentimiento era sincero, era consciente de que la confianza se había perdido. Sabía que aún le quería, y que le amaba. ¿Cómo se iba a olvidar de su primer amor? De la persona de la que estaba enamorada, la que le había hecho sentir por primera vez ser amada, y entender lo que era querer a alguien con todo tu corazón.

Suspiró, fijándose en que el chico desviaba la mirada y se encontraba con la de ella. Sus ojos chocolate fundiéndose con sus ojos de cielo. Una especie de sonrisa de amoldó en el rostro del chico, como en otras ocasiones, como ese ritual tan propio entre ellos, que casi comenzó desde la primera vez en la que sus miradas se cruzaron. Cuando ella comprobó que había entrado en el Glee club, y al irse, se encontró de frente con él; y él se detuvo, y ella al pasar de largo se giró un poco para poder mirarle de reojo por detrás. Casi desde ese primer instante, supo que se iba a enamorar de él.

¿Quién le diría que todo se terminaría? ¿Quién le diría que la persona que había logrado desde el primer momento que su respiración se cortase, acabaría siendo un extraño para ella? Porque no le devolvió esa sonrisa cómplice que había entre ellos de normal. Ya no. Recordaba con nostalgia, pero el sentimiento de amor se había ido enfriando con el tiempo. Ese dolor en su sentimiento se había convertido más bien en un dolor en su orgullo y autoestima. Toda esa sensación de haber perdido a la persona que más amaba, se había marchitado con el tiempo.

Y él lo vio. Y eso le dolió.

Marley Rose apartó la vista de Jake Puckerman y siguió su camino.

Y Jake pensó que si no hubiese sido un idiota, Marley no hubiese sido la única que se hubiese marchado.