La Búsqueda

Tiempo hacia que no le veía, las discursiones y el mar rompieron el querer. Ahora, mientras espero impaciente en el aeropuerto su regreso, me planteo qué paso hace ya tres años. Aunque esta, al menos para mí, es una de las respuestas más fáciles de conseguir, perdí mi corazón, y por lo tanto, me embarqué en la aventura de encontrarle.

Lo busqué por muchos sitios, en fiestas, en las que me dispersaba dejando mi mente en blanco, y esperando a que el alcohol junto con el insistente ritmo de la música más actual guiara mis pies, mis manos, mis oídos, mi alma, pero esta última al no tener corazón, se quedó callada, diciendo a mis pies, a mis manos, a mis oídos que dejaran eso, porque así solo encontraba una cosa, la soledad.

La busqué en el saber, en los conocimientos, en la realización de mi mente, en el trabajo continuo y constante, en el no había tiempo para más. Mi alma, volvió hacerse notar, y el vacio sentí, tanto conocimiento, no me llenó y la soledad que encontré en las fiestas calo un poco más hondo.

La busqué en la fe, y la paz encontré, pues la tranquilidad de no verme sola fue uno de los grandes regalos que recibí en esos momentos. Dios iluminaba mi camino, me susurraba que me estaba equivocando, me dijo "equilibrio" y justo en ese momento conseguí escuchar algo, no estaba segura de lo que era, pues hace mucho tiempo que no percibía algo así, y mis recuerdos ante este sonido eran bastante vagos, pero, en el fondo, un latido nunca se olvida. Mi corazón estaba despertando, aunque seguía sin encontrarle.

Con el paso de los días, iba perdiendo la esperanza de ese reencuentro con mi alma, buscaba por todos los lados, y pedía a Dios que por favor me ayudara, y creo que el problema no estaba en rezar y solo rezar, sino en mí, en la venda que tenía puesta en los ojos, en vivir a ciegas, y lo digo, porque un día levantando la mirada, vi algo por primera vez en mucho tiempo, mi reflejo. Observándolo, mi interior empezó a inquietarse y temblando sin fuerzas en el cuerpo, al suelo caí, llorando de desesperación, de dolor, de soledad, pero ante todo de ilusión y felicidad. Mi reflejo fue el fin de mi búsqueda, fue el inicio de empezar algo, mi alma se relajaba al compás de mi corazón.

Hoy, después de tres años me siento capaz de verle y sonreír, de abrazarle y ser feliz. Lo había superado, había aceptado que él, que Jacob no era mi designio, me había encontrado a mí misma.

El camino nunca fue fácil, muchas veces me dejé llevar por la desesperación, por un dolor ficticio, nada parecido a las verdaderas razones de sufrimiento que te puedes encontrar en las distintas vidas, la ansiedad, fue una enemiga aférrima, pero lo peor de todo, como he mencionado antes, es la venda en los ojos, de la cual, no era consciente.

Aún me acuerdo, que por un momento pensé, que ese amor, me había dejado sin la capacidad de amar a otras personas, aún me acuerdo, que llegue a creer que mi corazón se había congelado, pero como siempre ocurre, la primavera llegó, y consigo los colores y esas lluvias suaves que todo lo curan, arrastrando todo pensamiento negativo. Y sonriente siempre pensaré, en un invierno me congelé y en una primavera me derretí, como sucede en el equilibrio del mundo.

Pero no os equivoquéis, el verdadero vivir está en el otoño, cuando los colores son más cálidos, acogedores y suaves, cuando ese conjunto de marrones, amarillos, rosas palos iluminan tu vista, cuando el viento mece tus cabellos y llena tus pulmones sin hacerte sentir el frio duro de un invierno, fue cuando todo empezó a girar de nuevo, cuando se produjo el milagro más grande del mundo, el amor. Fue cuando en una palabra pude sentir el amar y ser amada. Edward.