Se verá extraño, pero es la primera vez que recuerdo hacer la aclaración que "Hey, arnold!" no me pertenece...
Las cartas que te escribí.
Por Alisse.
I. Puntos en fuga.
Temblaba, y eso, para una chica como Helga G. Pataki, era extraño. Tenía que admitir que todo lo que había ocurrido ese día la tenía con los nervios de punta, completamente estresada, y que lo último la estaba, definitivamente, colapsando. Y es que no todos los días se tenía a un Arnold furioso (por su culpa, además), casi fuera de control, con una cercanía casi nula porque ella ya no podía seguir retrocediendo por la pared que tenía detrás, y por él mismo, que la afirmaba con fuerza de las muñecas.
Tartamudeó, tratando de decir alguna frase coherente, pero no le resultó.
¿Cómo era que había llegado a ese estado? Después de meditarlo unos momentos, recordó que ese día había comenzado mal. En la mañana había discutido con Bob por culpa de Olga, en la escuela Phoebe la había buscado para reclamarle alguna de sus decisiones pasadas (por favor, ¿no le había reclamado en años y justo tenía que elegir ese día, en que le llovía sobre mojado?), ah, y la guinda del pastel: por culpa de Megan había perdido su trabajo.
Megan, por cierto, la flamante novia del chico que tenía al frente, y que la tenía completamente desarmada. ¡Maldito Cabeza de Balón!, ¿con qué derecho se creía que podía tratarla de esa manera en su casa, como si fuera una niña de diez años?. ¿Quién se creía?
No se movió.
-¡No puedo creerlo!- Arnold la soltó por fin, alejándose de ella y permitiendo que Helga volviera a respirar -¡es increíble que después de tantos años sigas siendo la única persona que haga que pierda el control!
Helga, por unos momentos, no contestó. Se limitó a mirar a Arnold perdidamente, mientras se dedicaba a recuperar el aliento y, también, su valentía. No tardó mucho en hacerlo, y fue cuando frunció el cejo, lista para encararlo, y hacerle ver quién era la que mandaba en ese lugar… al menos de momento.
-¿¡Qué demonios te pasa, Arnoldo!?- le gritó -¿por qué vienes a mi casa con esa actitud?, ¿crees que voy a dejar que me trates de esa manera?
-¡Yo venía en paz!- replicó Arnold, defendiéndose –fuiste tú la que empezaste a atacarme, y lo considero increíble teniendo en cuenta que desde que volví de San Lorenzo no has sido capaz de mantener una conversación decente conmigo, a pesar que lo he intentado bastantes veces.
-¡Por favor, no mientas!- Helga rió con ironía –si bastante ocupado estabas con tu noviecita Megan, como para preocuparte por mí. Ha sido siempre lo mismo, Cabeza de Balón, con Ruth, Summer, Lila…
-¡Fue tu culpa!- la interrumpió él nuevamente –fue tu actitud la que me empujó a estar con ella.
Helga abrió la boca, sin saber muy bien de qué manera reaccionar. ¿Debía llorar, porque quizás él sí tenía algo de razón?, ¿o acaso debía reírse a carcajadas, porque que considerara esa una excusa para ponerse de novio con otra era… era… típico del Cabeza de Balón?
-¿¡Mía!?- optó por gritar, para variar -¡por Dios, Arnold!, ¿de dónde sacas tanta estupidez?, no puedo creer que seas capaz de decir algo así. ¡Yo no te puse la pistola en la cabeza para que decidieras salir con ella, imbécil!
-Claro que no, pero sí que me empujaste a aceptarlo- Arnold respiró hondo, tratando de tranquilizarse. Helga pensó en lo guapo que se veía tan molesto –escucha, Helga, no vine con la intención de discutir contigo, para nada. Sólo quería saber cómo estabas después de lo que pasó hoy en la tarde con Megan.
-¿Qué sabes tú de eso?- gruñó Helga, cruzándose de brazos.
-Más de lo que crees.
-Ah, entiendo, tú noviecita fue a reírse contigo de mí, ¿cierto?- apretó los puños, tratando de aguantar la rabia que sentía -¡pues entérate que mañana te quedarás sin ella, porque yo misma me haré cargo de ella, ¿entendiste?!
-No fue Megan la que me lo dijo, a ella no la he visto. Fue Rhonda.
¿Rhonda?, ¿la Rhonda que conocía, que era la mejor amiga de Megan? Sí, por supuesto, le iba a creer que ella iba a ser capaz de traicionar a su amiga popular, sobre todo con el novio. Se largó a reír, sarcástica.
-Bonita broma, Arnoldo, ya me reí- Helga se cruzó de brazos –ahora, ¿me vas a decir quién fue el que te llevó el chisme?
-Te lo digo, fue ella- Arnold soltó un suspiro, cansado -¿por qué te cuesta tanto creer que Rhonda haría algo así?
-Porque estamos hablando de Rhonda Wellington Lloyd, por eso- contestó Helga –desde que Megan tuvo la mala idea de ingresar a la escuela son las mejores amigas, y aunque te moleste que hable mal de tu novia, tengo que decir que fue ella la culpable de alejar a Rhonda de Nadine, con eso de que "es rara, le gustan los bichos, ¡qué asco!"- Helga imitó el tono de Megan, y Arnold a duras penas pudo aguantar la risa que le causó –y por supuesto, a Rhonda le caía tan bien que no le importó dejarla sola…
-Suenas como si te preocuparas de Nadine…
-¡No te desvíes del tema!- explotó Helga, perdiendo la paciencia –estamos hablando de las populares de la escuela, y una, justamente, es tu novia.
-Y dale…- Arnold soltó un suspiro, y sonrió levemente a Helga –vamos, suenas celosa tanto que me dices que Megan es mi novia, ¿quién mejor que yo puedo saberlo?
Esta vez la chica se quedó sin palabras. ¿Celos?, ¿de Megan?
¡Por supuesto!, ¿cómo no iba a sentir celos de ella si a penas Arnold llegó de San Lorenzo comenzó a rondarlo hasta que se consiguió una cita con él!, y no le costó nada ser su novia porque Arnold seguía cayendo rendido ante las caras bonitas… y en esta ocasión debía agregarle un cuerpo envidiable, además.
Esa fue una razón más para detestarla, aparte de todas las que había acumulado durante todos los años que la conocía.
-Te quedaste callada- dijo con burla el rubio, esperando cualquier tipo de reacción. Helga frunció el ceño –eso me indica que tengo razón, estás celosa de Megan.
-¡Estás soñando!- gruñó Helga -¿por qué razón tendría que estar yo celosa de ella?
-Porque somos novios, por supuesto- contestó él -¿o acaso crees que me olvidé de lo que pasó hace años en la azotea de Industrias Futuro?- Arnold sonaba más tranquilo, pero Helga no se dejaba engañar por las apariencias y se daba cuenta que él no lo estaba. Quizás lo aparentaba para sonar mucho más sarcástico.
-Eso pasó hace años- replicó Helga, defendiéndose, no le gustaba el giro que estaba tomando la conversación.
-¿Y nuestra despedida en la selva?- volvió a preguntar Arnold –no podrás engañarme con eso, porque sé que estabas contenta cuando te dije todo…
"Helga, quisiera agradecerte todo lo que me has ayudado, estoy seguro que sin ti la búsqueda de mis padres hubiera sido mucho más difícil" escuchó en su cabeza la chica, aquella voz infantil de un niño de diez años, sonando un tanto nervioso (bastante nervioso) "y bueno… además yo…"
"Ve al grano, Cabeza de Balón, no tenemos todo el día para espe…"
Lo próximo que había sentido causó que le temblaran las piernas y las manos, y que por unos momentos estuviera completamente confundida. Sin darse cuenta el momento, Arnold se había acercado a ella y la había besado, tal como ella lo había hecho en ocasiones anteriores: sin aviso previo, y de tal manera que no dejaba manera de poder escaparse de la caricia… aunque en realidad, ella no deseaba escaparse. Lo único que había escuchado había sido un "Ohhh" de parte de todos sus compañeros y uno que otro adulto que estaba ahí también.
-Ese día te dije que te quería, que correspondía a tus sentimientos, ¿y de qué manera me correspondiste tú?, ¡dime!
Otra vez las palabras no llegaban a su garganta. Arnold había desviado de tal manera la discusión que en esos momentos le reclamaba todo lo que ella no había hecho por ellos… Helga retrocedió un paso, chocando nuevamente con la pared.
-Ni siquiera fuiste capaz de contestar una de mis cartas…- continuó hablando Arnold -¿y cuándo volví?, ahí estabas, con esa actitud de querer golpear a todo aquel que se te acercara, igual que cuando éramos niños. Pero la verdad, tengo que admitir que ahora lo haces mejor.
-Tú no entiendes…- alcanzó a balbucear ella, Arnold la quedó mirando con un dejo de diversión.
-¿Y qué es lo que no entiendo?- le preguntó -¿Qué con tu actitud lograste alejar definitivamente a la única persona que era capaz de entenderte?, ¿o que finalmente lograste lo que tanto deseabas: te quedaste sola?
-¡Cállate!- gritó Helga, perdiendo la paciencia –no tienes idea de lo que hablas.
-Vamos, Helga, a mí no me engañas, y sabes que yo no me quedo tan tranquilo como Phoebe cuando me ordenas algo, eso no va conmigo, y mucho menos cuando tengo que ver con el asunto.
-Yo no te tengo nada que explicar.
-Oh, sí- asintió Arnold –claro que sí. Te escribí durante todo el tiempo que me quedé en San Lorenzo, ¿y qué recibí de ti?, me imagino que el aire, porque ni una mísera postal fuiste capaz de escribirme.
-¡Yo sí te escribí!- gritó, perdiendo la paciencia. Arnold la miró con extrañeza unos momentos –sólo que… yo…
-¿Y dónde están esas cartas, si se puede saber?
Fue inconsciente que Helga desviara sus ojos hacia la escalera, como dándole la respuesta a Arnold, pero la verdad era que ella deseaba evitar que él tomara la iniciativa y se decidiera a buscar en su habitación. Pero las cosas no salieron como ella deseaba.
Arnold se dio cuenta del gesto, y no tardó en reaccionar y correr hacia la escalera, y subir por ella con Helga un poco más atrás. Estaba decidido a terminar con todo ese halo de misterio que siempre había tenido la rubia, sobre todo con él. Llegó al cuarto y cerró la puerta, asegurándola luego con pestillo.
Dio una mirada algo nerviosa a su alrededor. Había estado hacía años en ese lugar, y notó un poco el cambio por el paso de los años. Helga tenía algunos poster de los grupos de música que le gustaban, tenía también una repisa con libros y algunos adornos, su cómoda, su cama… en fin, se veía una habitación de una adolescente completamente normal. Aunque él sabía perfectamente que ella de normal, tenía bien poco.
-¡Abre la puerta, Arnoldo!- escuchó que ella gritaba, mientras que se dedicaba a patear la puerta con fuerza y a darle de golpes con los puños, también – ¡no tienes derecho a revisar mis cosas, sal de ahí de una vez!
Dándose cuenta que su tiempo era limitado, pensó en algún posible lugar donde ella podría guardar las cartas dedicadas a él. Después de una primera mirada, le quedaron dos alternativas: debajo de la cama y en su armario.
Se dirigió al primer lugar, y al revisar, vio una caja. Rápidamente la sacó y la abrió. Salió una exclamación de sorpresa al notar el contenido de la caja.
-¡Arnold, en serio, sal de ahí si no quieres que te mate a golpes!- continuaba gritando Helga.
Pensando que momentáneamente estaba a salvo, sacó uno de los libros rosas que habían en la caja. Se dio cuenta de la similitud de éstos con el que él poseía, y aclaró una pieza más en el complicado rompecabezas que representaba para él Helga Pataki. Le hubiera gustado revisar mejor aquellos libros de varios tomos de poesía hecha en honor a él, pero desechó la idea. Contaba con poco tiempo, debía apurarse en buscar las cartas, antes que algún miembro de la familia Pataki llegara.
Se dirigió rápidamente al closet, dándose cuenta que Helga había dejado de gritar y golpear la puerta, aunque no podía decir a ciencia cierta en qué momento ocurrió… estaba tan concentrado en revisar las cosas de la rubia, que todo lo demás no le interesaba mayormente.
Al entrar al closet, vio algunas ropas colgadas, no se veía nada extraño en él (claro, es que no lo vio cuando Helga era una niña). Entró un poco más en él y vio ahí que habían unas cajas apiladas al fondo, sin pensarlo demasiado se dirigió con rapidez hacia ellas, abriéndolas.
Casi se va de espaldas cuando vio que cada una contenía muchísimas cartas, puestas ordenadamente. Sacó algunas, y se dio cuenta que iban dirigidas hacia él, todas. Helga tenía razón, sí le había escrito, lo que no había hecho, eran enviarlas a donde él estaba.
Le hubiera gustado llevárselas todas, pero no podía. Rápidamente sacó al azar, sólo algunas de cada caja, y se las guardó descuidadamente en los bolsillos de su chaqueta y pantalón. No podía evitar sonreír un poco, Helga continuaba siendo igual como la recordaba… y eso, en parte, lo alegraba.
Abrió la puerta por fin, encontrándose con la chica frente a frente. Ella lo escrutó con la mirada unos momentos, y luego se cruzó de brazos, al darse cuenta en dónde tenía sus cartas.
-¿A dónde te las llevas?- le preguntó.
-A mi casa, voy a leerlas- contestó calmadamente Arnold, como si en silencio la estuviera desafiando a que intentara detenerlo.
-No, no las vas a sacar de acá…
-¿Por qué?, yo puedo leer que dicen que son para mí, Helga, tengo derecho a leerlas, aunque tú no quieras… y la verdad, me gustaría ver qué podrías intentar para detenerme.
-¿Quieres probarme?- preguntó, tomando la misma posición de cuando era niña y se aprestaba a golpear a alguien. Arnold la miró divertido -¿qué es tan chistoso?
-Que me gustaría ver qué intentas para detenerme.
Helga, furiosa, abrió levemente la boca, tratando de replicar de alguna manera lo que él le había dicho. Al parecer, Arnold sí había cambiado un tanto todo esos años, o quizás era su propia actitud la que lo obligaba de actuar de esa manera con ella… pero ella, a pesar de lo sorprendida que estaba, no iba a soportar que alguien como él, la tratara de esa manera.
Estaba dando un paso, aunque no tenía idea qué iba a hacer, cuando él se movió más rápido aún, tomando nuevamente una de sus muñecas y apoyándola con rapidez en la misma puerta.
Helga aún no lograba reaccionar de ese movimiento cuando se dio cuenta que él la estaba besando. Y se dio cuenta que era completamente distinto al beso que le dio cuando se despidieron aquella vez en la selva... aquel beso estaba lleno de cariño y agradecimiento, en cambio, éste tenía algo de desesperación, de aburrimiento que Helga jamás pensó que él tendría… sin contar que también tenía un toque de pasión que a ella simplemente la desarmó.
No tuvo idea de cuánto duró aquel beso, ni tampoco si ella fue capaz de responderle con la misma intensidad. Sólo supo que de pronto se separó de ella, que la miraba con picardía y que se alejaba de ella. Lo que la hizo reaccionar fue el portazo que dio al salir de la casa, y fue ahí que pareció despertar de aquel letargo.
Se asomó a una de las ventanas que daban a la calle, y pudo ver que él subía a un bus que iba directo a su casa.
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Entró a Sunset Arms con la intención de ir directamente hacia su cuarto, encerrarse ahí y no salir hasta que terminara de leer todas las cartas de Helga. Pero no contaba con que su madre salió a su paso.
-Te llamó Megan unas diez veces- le dijo, con tono cierto de burla. La insistencia de la muchacha era una excusa muy divertida para molestarlo constantemente –está al borde del colapso porque dijo que se juntarían, pero que tú no has dado señales de vida.
-No iré- dijo Arnold, rápidamente –si vuelve a llamar dile que no me has visto.
-¿Acaso discutieron?- le preguntó Stella, extrañada.
-No, para nada, sólo necesito hacer algo, y para eso tengo que estar tranquilo. No me pasen llamadas de nadie, ni siquiera de Gerald.
-Pero…
-Es importante- insistió Arnold, interrumpiéndola. Finalmente Stella asintió, justo cuando Phil aparecía en acción.
-Apuesto que la niña de una sola ceja tiene que ver con esto- dijo, sonriendo. Arnold soltó un bufido y continuó su camino hacia la escalera -¿cierto, Shortman?
-¿Niña de una sola ceja?- preguntó Stella.
-Eleanor…
-Ah, ella- Stella sonrió, y a Arnold le pareció extraño que ella la conociera por ese nombre, y no por Helga.
Además, ¿por qué razón le dicen Eleanor?
-¿Por qué cada vez que Arnold tiene un problema le echan la culpa a Eleanor?- Miles llegó detrás de Phil, sonriendo divertido.
-Porque esa niña de una sola ceja es la única que le causa problemas a mi nieto…
-¡Abuelo!- Arnold se detuvo, mirando cansado a los tres que se habían juntado para hablar de él –Helga ya no tiene una sola ceja, y para que sepas, no es la única que me causa problemas- esta vez el muchacho llegó a su cuarto, y cerró con fuerza la puerta.
-Pero sí es la única que puede sacarlo de quicio- agregó Phil, sonriendo.
-¡Abuelo!- se escuchó a la distancia, causando la risa en los tres adultos.
Arnold, ya una vez más tranquilo, estaba sentado mirando de reojo las cartas que estaban por la cama. Aún no tenía idea de cuántas había logrado sacar, pero al menos esperaba que de esa manera todo se le pudiera aclarar un tanto. Había llegado hacía sólo tres meses, y sentía que todo estaba de cabeza.
Lo que le había dicho esa tarde Rhonda, fue la principal razón por la que había decidido ir a ver a Helga antes que a Megan, y pensaba que no se había equivocado. En aquellas cartas estaba todo lo que había ocurrido con Helga y sus amigos durante el tiempo que él había decidido estar en San Lorenzo, y en esos momentos, estaba decidido a averiguarlo.
Tomó una carta al azar, no tenía idea si en algún momento estuvieron ordenadas por fechas (aunque conociendo a Helga, no le extrañaría que así hubiera sido), la observó durante algunos leves momentos, y la abrió, para comenzar a leerla.
Por algunos leves momentos sintió que la traicionaba, pero todo eso se fue a penas leyó las primeras palabras, y luego sonrió levemente, comenzando con tan particular lectura.
Mi querido Arnold…
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¿Qué onda con Helga?, ¿y quién es esa tal Megan, que tantos dolores de cabeza le da a la rubia?... ¿y con Rhonda?, ¿y Phoebe?. Si tienen ganas de averiguar por qué el fic se inició en este punto (se podría decir que ya casi está acabando la historia), qué dicen las cartas de Helga y por qué el tonto de Arnold terminó con esa chica que Helga odiaba desde antes que él llegara, ¡lean los próximos capítulos!
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Jajaja.
Hola, otra vez ando por aquí... con otro fic. Tenía hacía tanto la idea en la cabeza que tuve que escribirlo, más que nada para que me dejara en paz, jajaja. Quiero aclarar, eso sí, que se olviden de la Helga madura que trato de escribir en mis otros fics, nop, nada que ver. Acá verán a la Helga vengativa y algo infantil de la que estamos acostumbrados. Espero les agrade la idea, a mí me tiene bastante animada. Por cierto, ni yo se cuántas cartas logró sacar Arnold de las nombradas cajas, pero creo que cada una será un capítulo distinto, aún no lo tengo planeado.
Tengo intenciones de usar datos que se sabe, saldrían en la serie "The Pataki's" que, lamentablemente, nunca salió al aire. Ya más adelante verán, Helga no se cuidará de hablar de su familia (a ver si así Arnold la entiende un poco más), de sus "amigas" (se preguntarán por qué las referencias a Phoebe hacen ver que ellas están... 'enojadas'), compañeros y cuanta cosa chusca le pasa, todo a través de las cartas al Cabeza de Balón.
Eso, que estén todos bien =)
