Estos personajes no me pertenecen y no se que más se pone XD
Se suponía que sería un fin de semana tranquilo, el doctor John Hamish Watson no tenía que ir a trabajar y el Gran Detective Consultor había viajado a Dios sabe dónde para conseguir Dios sabe que, de la cual obtendría una sustancia que hacia… bueno, solo Dios, el difunto en la morgue y Sherlock lo sabían, ya que ni el mismo asesino sabía cuáles eran los efectos de lo que había usado. Veneno que había pasado desapercibido en la mayoría de estudios clínicos hechos por Molly, pero que no pudo escapar del ojo analítico de Sherlock.
Paz dulce paz, para poder solucionar el pequeño gran problema que últimamente estaba aquejando a John y que bajo ninguna circunstancia debía ser de conocimiento del detective consultor o pasaría a ser su objeto de estudio y de seguro haría más de un vergonzoso experimento para matar su curiosidad y descubrir el meollo del asunto.
Negó levemente recordando cómo había comenzado todo ese lío.
Un viernes, como cualquier otro, el galeno llegó cansado al 221B Baker Street. Tuvo un mal día de clínica pero, si las cosas salían bien, tendría una estupenda noche.
-Hogar, dulce hogar- Susurró para sí mismo antes de subir las gradas y observar ligeramente el lugar, estaba peor que una guardería, tubos de ensayos por aquí y por allá, papeles cubriendo casi completamente el suelo y la cocina estaba decorada por una adorable mano completamente diseccionada sobre la mesa y otras partes humanas en lugares donde debería estar algo comestible. Suspiró resignándose a abrir el refrigerador para poder sacar una cerveza, de seguro ahí abría algo que era mejor evitar. Y Sherlock?, el señorito estaba en la sala, de seguro en su sillón ya que podía escuchar sus murmullos sobre lo aburrido que estaba antes de comenzar a disparar a la pared, decorándola con nuevas caritas.
No importaba, ya que esa tarde saldría con Melody, una aspirante a cantante de muy pero muy buenas proporciones y de actitud muy "liberal", definitivamente esa cita prometía una noche muy candente. Así que lo que hiciera el moreno no debía ponerle de mal humor, por ello caminó hacia el sillón cerrando los ojos, esperando escuchar las clásicas quejas sobre la nueva clase de delincuentes aburridos, sus neuronas y bla bla bla . Pero en vez de ello, el lugar se quedó en completo silencio, haciendo que abriera los ojos ante la idea de que Sherlock se había marchado y él ni cuenta se había dado. Fue un gran error, ya que el moreno lo observaba analíticamente de pies a cabeza, casi desvistiéndolo descaradamente y acariciando su piel con la mirada tratando de obtener más y más datos. John se sonrojó de golpe, nervioso por sentirse desnudo ante esos grises ojos, aquello hizo que Sherlock se interesara más, removiéndose en el sillón y juntando sus manos en su clásica postura de análisis y ocasionando que cierto pequeño cojín cayera. Cojín, adorado cojín que segundos antes cubría la parte más indecente del egocéntrico sujeto frente a él.
Sherlock disfrutaba de la calurosa tarde londinense recostado, completamente desnudo, sobre su sillón favorito. Mierda, cualquier rastro de raciocinio fue expulsado del cerebro del doctor, quien solo podía admirar el glorioso cuerpo frente a él. Largas y tonificadas piernas de piel blanca y suave, apenas cubiertas por pequeños vellos. Lentamente su mirada subía despertando un desconocido deseo por tocarlo, morderlo, probarlo. Tragó grueso al llegar a la entrepierna, se podría decir que Sherlock haría feliz a cualquier mujer por lo bien dotado que estaba. Su abdomen finamente marcado y delgado, demostrando que se ejercitaba con cierta frecuencia y el torso amplio que hacía una descarada invitación a mancillarlo, ¿Cuán agradable sería descansar rodeado por aquellos brazos después de una buena sesión de sexo? Aunque conociendo a Sherlock, si la sesión fue buena, descansar es lo último que querría hacer. Sonrió levemente de lado antes de relamerse los labios hambrientos, imaginándose sobre Sherlock, ahí en ese sillón, lamiendo su cuello, escuchando los gemidos que escapaban de los labios entreabiertos del moreno cuando comenzara a masturbarlo, las posibles quejas de lo incómodo que le resultaba al ojigris sentir los dedos de John dentro de su cuerpo, dilatándolo para poder tomarlo. Ohhh si … tomarlo ahí, sentir la estrechez de Sherlock apretando su hombría mientras le arañaba la espalda, gemidos, respiraciones entrecortadas, el sonido húmedo de ambos cuerpos mientras se movía más profundo, más rápido antes de alcanzar un glorioso orgasmo.
¡MIERDA! ¡Mierda! Pero que carajos había sido eso! John levantó la mirada al darse cuenta de la gran estupidez que había hecho. Se había quedado como un idiota observando el cuerpo de Sherlock, casi babeando la alfombra y formulándose ideas nada decentes, casi candentes, corrección, totalmente eróticas pero sobre todo NADA HETEROSEXUALES, ¿desde cuándo lo deseaba de esa manera?. Joder, estaba totalmente avergonzado, nervioso, aterrado ante la atenta mirada de Sherlock quien solo le sonreía divertido. MALDITO HIJO DE PUTA CON ESA MALDITA CAPACIDAD DE DEDUCCIÓN. Casi podía escúchalo decir "sé lo que estabas pensando John, lo sé muy bien". El doctor retrocedió levemente, iba salir corriendo de aquel lugar para poder despejarse un poco, pero el idiota tenía que hablar.
- No John, tu eres heterosexual y yo estoy casado con mi trabajo... Eso no se puede.- Sherlock había usado un tonito de niño bueno ofendido, que daba un corto sermón sobre lo bueno y lo malo. Ese maldito desgraciado.
- Yo ... yo no sé de qué estás hablando – Pobre John, trató de sonar lo más tranquilo posible, pero el leve tartamudeo lo había delatado haciendo que vuelva a maldecir mentalmente. Cruzó los brazos tratando de parecer serio y buscaba cualquier cosa en qué enfocar su vista, cualquier otra cosa que no fuera el cuerpo desnudo de Sherlock, tarea realmente difícil de realizar.
- oh John, mi querido John no trates de negar lo evidente, según puedo apreciar, en estos momentos te sientes atraído sexualmente hacia mí - lo estaba disfrutando, Sherlock disfrutaba al máximo mientras esas palabras salían de sus labios. El doctor no tenía que ser un genio para darse cuenta de lo divertido que le resultaba al moreno, toda esa situación. Para ello solo bastaba ver su arrogante sonrisa, el tono de voz que usaba y sobre todo esa traviesa mirada, como la de un niño que acaba de hacer una travesura y se salió con la suya.
John lo miró con enojo dejando que sus manos caigan con fuerzas a cada lado de su cuerpo. Está bien, mentalmente aceptaba que Sherlock tenía toda la razón del mundo pero por qué carajos tenía que restregárselo en la cara y arrastrar su hombría por los suelos, maldito arrogante. Suspiró levemente mientras cerraba los ojos para tranquilizarse un poco, cierta parte de su anatomía requería de atención inmediata pero no era el momento adecuado. No si quería ganarle una partida al Gran Sherlock Holmes.
De seguro Sherlock deduciría que John se marcharía de la sala avergonzado y con una notoria erección entre las piernas, iría a su habitación para sacar algo de ropa, luego al baño para tomar una ducha muy fría, se masturbaría y saldría sin decirle ni una palabra. Iría con su cita a comer, beber y luego coger, pero esta vez imaginándose a Sherlock entre sus piernas. Susurraría su nombre, la mujer de turno se enojaría, lo echaría y John volvería a casa después de otra cita fallida.
La pequeña sonrisita en el rostro del detective consultor, confirmó a John que era muy probable que esa fuera su lía de pensamiento. Así que esta vez no le iba dar el gusto, claro que no. John comenzó a caminar hacia él a paso seguro y con un aire arrogante, a jugar.
- Te equivocas, Sherlock, lo único que estoy es sorprendido, no es normal encontrar a alguien totalmente desnudo en tu sala, pero oh! Eres Sherlock Holmes y de ti cualquier cosa hay que esperar – A pesar del leve temblor en las rodillas, John había mantenido su postura con dignidad. Trató de recordar a uno de los generales más temidos en la milicia cuando era cadete e imitó su mirada de mando, obteniendo como recompensa el aire de desconcierto en los ojos del moreno, quien trataba de adivinar el siguiente movimiento del doctor, haciendo un ligero puchero al no poder lograr su objetivo.
-Además, no eres tan apetecible como para hacer que me lance sobre ti sin pensarlo, mírame aun no lo he hecho o ¿si? – John había acariciado ligeramente los labios de Sherlock mientras hablaba, gozando de las reacciones del moreno, quien parecía un niño pequeño y asustado tratando de adivinar su castigo por haber roto el jarrón más antiguo y valioso de la casa. John, por primera vez en años, comenzaba a disfrutar de su pequeña victoria, no todos los días dejas a la deriva y sorprendido al único detective consultor del mundo. O eso creía …
Bueno, mientras busco inspiración para seguir con los otros escribo otro ... es que soy taaaaan inestable XDD, ESTABILICENMEE!
