La vida tan perfecta.

Ni quién la tuviera. No es que la envidie, pero la vida común y corriente se compone de seres queridos que se supone se preocupan por ti. Amigos...traidores. Familia...sarcástica. El resto solo grita.

Nadie me escucha gritar. Nadie se da cuenta cuando estoy en medio del abismo. ¿Y quién tiene que estar ahí para todos? Yo. Y eso no me gusta. Nadie está ahí para mí. Nadie sabe mis secretos que tan desesperadamente quiero dar a conocer. Puede que incluso ni yo los conozca. ¿Porqué dar la mano si de todos modos de tirarán al suelo? Increíblemente pero cierto. Sarcasmo. La materia viva del mundo. Da todo, recibe nada. Inténtalo. Te aseguro que duele. No como una estaca al corazón. Pero siempre quieres más. Deseas que alguien llene ese vacío. El vacío que parcialmente puedes llenar con tontos cuentos de hadas. Tontos, tontos, tontos. ¡Como si existiera el '& fueron felices por siempre'! Y aun así sigo esperando mi final feliz. Sentada. Sonriendo a los demás. Ayudando. A los que me sonríen. Mi vida apenas empieza. ¿Cómo será al acabar?

Del corazón solo salieron los renglones anteriores, porque es lo único que se siente en este momento. Ahora para llenar el pergamino debo mentir, vendiendo una historia comercial que no sea real. Así la gente no se traumará. Comenzaré ahora.

Había una vez una princesa que vivía en un país muy pero muy lejano. Era un reino habitado por gente feliz, de esas que se sonríen al pasar. Nunca hay cosas malas. Pero la princesa sentía que algo le faltaba. En su vida perfecta (cabello sedoso, ojos expresivos, cuerpo de modelo, simpatía, amabilidad más muchos millones de monedas de oro) hacía falta un hombre. Alguien que saciara el fuego feroz que yacía en sus entrañas.

Obviamente esta linda princesita lo quería atractivo, bueno, que diera su vida por ella. Pero principalmente que ambos sintieran puro amor puro.

La princesa se desmayó un día por no comer sus verduras. Sus padres se preocuparon mucho…al principio. Recordaron todo el resto de cuentos de princesas que existen en el mundo y se dieron cuenta que había llegado la hora. La hora que su hija fuera besada por el príncipe azul que llegara cabalgando desde los confines del universo solo para salvarla del desmayo atroz.

Pasaron los meses. Y llegó.

Sobre un corcel blanco se encontraba aquel que salvaría a la pequeña princesa (relativamente pequeña. Era un decir)

Llegó a lo alto de la torre donde su futura esposa lo esperaba. La vio tranquilamente dormida, casi muerta. La besó. Como nunca se besa a nadie. Un beso de verdad, sincero. La princesa despertó. Las únicas palabras que pronunció en ese momento de infinita felicidad fueron:

'What took you so long' ₪