Había una vez una pareja de brujos. Aunque llevaban dos meses casados no tenían descendencia a la vista. Ambos eran jóvenes, vigorosos y de impecable pedigrí, así que no sabían a qué achacar el problema. O mejor dicho, no había consenso: él se quejaba de que ella era demasiado distante, mientras que ella le acusaba de no ser plenamente funcional. Pero tras acudir en secreto a la más prohibida de las artes, la ciencia muggle –en forma de viagra, masajes y kamasutra- consiguieron poder anunciar a sus amistades el feliz evento. Nueve meses más tarde un precioso niño (o eso decían ellos, al fin y al cabo ningún recién nacido destaca por su apariencia) era presentado con gran pompa al mundo.
Por supuesto, para celebrar tan ¿feliz? acontecimiento organizaron una fiesta con un buffet libre que dejaría en ridículo al festín de Baltasar (luego los elfos domésticos se pasaron tres días lavando platos). Invitaron a todos los brujos y brujas del lugar pero con las prisas, claro está, se olvidaron de una. Es que si no, no hay cuento, ¿saben?
Todos los brujos y brujas hicieron sus regalos: uno una vajilla de plata, otro el don de la elocuencia, un tercero un aparato de fondue… Nada demasiado original, vamos. Hasta que, oh sorpresa (¿a que están atónitos?), apareció la susodicha bruja olvidada.
Fuera hacía un tiempo infernal: los rayos caían a su espalda de forma dramática, el viento aullaba como un alma en pena, la lluvia azotaba el suelo. La pobre, claro está, venía hecha una sopa. Su túnica se ceñía a un bombo al que, al parecer, le faltaban tan sólo unos seis meses… Vaaaale, no era nada aparente pero, ¿a que da penita? Por poco tiempo… A lo que íbamos, la mujer tenía los tobillos hinchados del paseo, el pelo pegado a la cara, venía con unos estornudos que predecían fatalmente un enfriamiento con fiebre y, por supuesto, de una mala leche del cag… de impresión, eso.
-¡¡Narcisa, pedorra!! –gritó-. ¡¡Tantos años aguantándote las lloreras, y ahora esto…!! ¡Falsa, frígida! Primero tu marido acosa al mío… ¡¡Y ahora si te he visto, no me acuerdo!! De esta te enteras…
Y sacando la varita pronunció una terrible maldición sobre el todavía inocente niño… Esa condición no le duró mucho, así que tampoco le tengáis pena a él.
-¡Serás frío y distante como tu padre, hermoso y manipulador como tu madre, pero el día que tu corazón se rinda a otro y recibas tu primer beso de Amor Verdadero, TE CONVERTIRÁS EN TEJÓN!
Y con esto se dio la vuelta y se marchó, maldiciendo, temblando y estornudando, en busca de un taxi que la aceptara a pesar del estado de sus ropas.
Todos los brujos presentes se quedaron helados, boquiabiertos. Y de repente, el padre de la criatura se echó a reír a carcajada limpia.
-¡Pues vaya birria de maldición! ¡¡Todo el mundo sabe que los Malfoy somos demasiado narcisistas para enamorarnos de nadie!!
Se oyeron risas por todo el salón. Sólo la madre del niño escrutó a su marido con mirada penetrante, y quedó pensativa…
