Bueno, hola a todo el mundo!!! En plena marcha de mi fic de Inuyasha y Kagome titulado "Amor entre lirios" y de mi fic Draco Hermione llamado "Amor en riesgo" regreso con lo que una vez prometí… una especie de segunda parte de "Pide un deseo" donde los personajes del pasado fic se mezclan con la generación de Harry en un intento por ayudarle a saber quién es y cual es su deber en el mundo mágico y muggle. Aviso que sólo tengo escrito el prólogo y que seguramente no podré escribir más hasta finales de junio, porque al igual que el resto de mis fics, esto va a quedar un poco paralizado por que estoy en plenos examenes de la universidad.
Esto sólo es un prólogo. Nada más. Sólo quiero ver si tiene aceptación o si no y en caso de que no la tenga, lo borraré ok? Así que no os hagais demasiadas ilusiones. :p
Esperando que sea de vuestro agrado, me despido hasta el próximo capitulo que sólo se escribirá si vosotros quereis que sea escrito :D
Nos vemos abajo!!
Prólogo
Hedwig fue una mera observadora de lo que aquella noche aconteció en el número cuatro de Privett Drive. Cómo cada noche desde su regreso de Hogwarts, se limitaba a observar a su dueño. Algo había cambiado en él. Algo estaba diferente. No era el mismo amo alegre de siempre, algo había ocurrido, algo que lo había cambiado y Hedwig estaba prácticamente convencida de que se trataba de aquel hombre moreno a quien en sueños y entre movimientos estando dormido, su pequeño y joven amo llamaba por un nombre… Sirius…
Apenas llevaban una semana en aquella casa en la que veía sin poder hacer nada como gritaban a su joven amo y era consciente de lo mucho que éste estaba sufriendo. Podía percibirlo. Era extraño. Nunca antes le había pasado con nadie, con ningún otro humano… pero en el mismo momento en que lo había conocido, en el mismo momento en que los ojos verdes del joven muchacho se habían posado sobre ella, cuando había sentido como acariciaba sus plumas con suavidad, incrédulo, incapaz de entender que ella era suya desde aquel momento, como si se preguntara qué había hecho de bueno para merecerla a ella… lo había sentido… una unión extraña que no se producía desde hacía miles de años entre una lechuza y un humano… una unión que la hacía partícipe de sus pensamientos, de sus sentimientos y de la que el joven amo no era consciente.
Por aquello, era precisamente por aquello por lo que durante la última semana velaba sus sueños continuamente, sin despegar sus grandes ojos del rostro cansado del muchacho, viendo como se movía en aquella pequeña e incómoda cama, apartando las sábanas sudadas hacia los pies del catre en un intento de intentar dormir en noches de sofocante calor; sintiendo su angustia en el pecho, casi viviendo los mismos sueños atormentados que cruzaban la cabeza del joven dueño.
Un nuevo movimiento hizo que su antebrazo derecho quedase al descubierto para ella. Y a pesar de la limitada luz del cuarto, que consistía únicamente en la luz de la luna entrando por la pequeña ventana rejada, como si fuera un vulgar criminal, pudo distinguir la fina línea aún rojiza que se extendía en horizontal en la base de la muñeca, la misma marca que había visto el día anterior, en la otra muñeca, la marca de que la angustia que ella sentía era cierta y que el temor que sentía por su joven amo era un temor justificado, pues a sólo cuatro días de su regreso de Hogwarts, su joven dueño había intentado atentar contra su propia vida. Cómo no lo había logrado, después de ver ambas cicatrices, era algo que escapaba al entendimiento de una simple lechuza como lo era ella.
El cuarto se iluminó con una débil luz azulada y Hedwig se puso sobre aviso. Conocía aquel aura. Todas las lechuzas que se preciaran de haber pasado cierto tiempo en Hogwarts, debían conocerla. Dumbledore. Albus Dumbledore. ¿Qué hacía aquel hombre allí?
Ululó suavemente cuando la figura del mago adulto se estabilizó por completo en el cuarto de su joven amo y, compartiendo los mismos temores de su dueño incluso estando éste dormido, casi en un acto reflejo, la lechuza miró hacia la puerta cerrada desde fuera con candado, temerosa de que alguien de la casa pudiera estar despierto y pudiera darse cuenta, de algún modo, de que algo extraño estaba ocurriendo en aquel lugar.
-Tranquila Hedwig… -susurró el hombre mirándola-… todo estará bien a partir de ahora…
Ella le miró sin hacer ningún movimiento. Y tampoco dijo nada cuando lo vio inclinarse sobre la cabecera de la cama de su dueño con su varita en alto; y siguió en silencio cuando un pequeño destello dorado salió de la punta de la varita de Dumbledore creando un pequeño alo de luz que rodeó la frente de su joven amo, iluminando de forma breve pero intensa la cicatriz en forma de rayo que el chico tenía en la frente. Un leve susurro por parte del mago y la luz dorada brilló con tonos verdosos antes de desaparecer.
Hedwig ululó y los ojos de Dumbledore, cansados, se giraron hacia ella.
-Ahora estará bien… tenía que hacerlo Hedwig… no puedo dejar que se hunda más… el mundo mágico no puede perderle… -se giró lentamente hacia el chico aún dormido y suspiró-. Lo siento…
Desapareció. Hedwig vio como tan pronto y del mismo modo silencioso en que Dumbledore había aparecido, volvió a desaparecer. La habitación de nuevo sumida en la oscuridad, la única luz la de la ventana. La angustia de su amo desapareciendo levemente, un nuevo sentimiento de confusión creciendo dentro de ella.
Miró a su dueño antes de salvar la distancia que la separaba de él con un par de aleteos suaves, para acurrucarse a su lado, del mismo modo en que lo había estado haciendo toda la semana, como si de algún modo, pensara que de aquel modo, su dueño se sentía protegido, o al menos, no tan solo. El chico frunció el ceño pero aceptó el calor de su lechuza, acariciando su plumaje de forma inconsciente… sus recuerdos empezaron a modificarse dentro de su cabeza, algunos a cambiar, otros a desaparecer…y Harry Potter no fue consciente de nada de todo esto.
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Algo había pasado. Algo había ocurrido. La conexión que tenía con Potter se lo indicaba… Aquella misma noche había pasado algo pero no estaba seguro de qué podía ser. Se había despertado cuando una fuerte angustia había taladrado su pecho como si de algún modo le estuviera indicando que algo andaba mal. Nagini se había enroscado a su lado en la cama, con medio cuerpo sobre el suyo propio, con sus ojos estrechos y amarillos mirándole fijamente, dispuesta a atacar en el momento en que él se lo ordenase, como siempre había sido, como siempre debería de haber sido.
-Tranquila pequeña… -le susurró a su mascota en el único lenguaje que ellos dos conocían-… todo está bien… Tengo que saber qué el ha ocurrido a Potter…Ve a buscar a Malfoy y a Bella –le ordenó a la serpiente.
Nagini reptó por encima del cuerpo de su amo hasta el suelo y de allí hacia la puerta que se abrió con un gesto de la varita de quien una vez había sido Tom Riddle.
Voldemort se levantó de la cama. Sí. Algo había pasado. Angustia, tristeza reprimida, dolor inconsciente, miedo a lo desconocido… Sonrió malvadamente. Sólo había una razón por la que Potter o cualquier otro mortal se pudiera despertar de aquel modo… y él tenía una ligera idea de lo que había pasado. Sólo… sólo necesitaba confirmarlo…
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Era bastante entrada la noche cuando bajó las escaleras de la Madriguera para tomar un vaso de agua. Por Merlín que nunca había visto un verano tan sofocante y ni siquiera la señora Weasley y su marido con los continuos hechizos de aire refrigerante conseguían que pudiese dormir en aquella casa más de tres horas seguidas… El calor era insoportable.
-¿No podías dormir? –preguntó entrando en la cocina viendo la figura del alto pelirrojo sentado dándole la espalda.
Ron sonrió a medias y negó mientras contemplaba el vaso de leche que tenía frente a él, moviéndolo de vez en cuando y observando las pequeñas ondulaciones que se producían en el líquido.
-¿Y tú? –le preguntó de vuelta.
Hermione se limitó a cerrar la bata sobre la camiseta holgada que utilizaba como camisón más que por frío por pudor en presencia de uno de sus mejores amigos, y caminó hacia la nevera abriéndola para cerrarla después con un golpe de cadera antes de coger un vaso y servirse un vaso de leche.
-Beber leche tibia me tranquiliza y me ayuda a pensar… -añadió el chico. Hermione se sentó frente a él con su vaso de leche fría y permaneció en silencio.
Había aprendido bien a observar al pelirrojo, sabía cuando debía hablar para obtener lo que quería, cuando reprenderle sin que se enojara demasiado y cuando debía permanecer en silencio a la espera de que él finalmente fuera capaz de decir lo que deseaba decir.
-¿Crees que está bien?
No había que ser muy inteligente para saber a qué se estaba refiriendo Ron, pero de todos modos, Hermione no quería hablar de ello ahora, no se sentía con fuerzas suficientes para hacerlo.
-Harry está bien… sólo no ha contestado nuestras cartas, pero la Orden lo mantiene vigilado; si le hubiera pasado algo, lo sabríamos –dijo moviendo la cabeza al tiempo que un rizo se deshacía de su improvisado recogido para dormir más fresca.
-No me refería a las cartas Hermione y lo sabes –le replicó él alzando la vista y dirigiendo sus ojos azules a los de ella. La muchacha se removió en su silla acomodándose.
Odiaba la mirada de Ron. Siempre lo había hecho… era dulce, gentil, noble, ingenua en algunos casos, temible en otros… pero siempre conservaba la cualidad de hacerla creer que sería capaz de atravesar su alma y descubrir todo lo que ella no quería que fuese descubierto. Dio un sorbo a su vaso de lecho fría. Siempre le había gustado beber leche fría en las noches de verano… en cierto modo, la relajaba…
-Sé que no te referías a las cartas Ron… pero es muy tarde para hablar de lo otro… -le contestó ella-… Siempre hemos confiado en Dumbledore y tenemos que seguir haciéndolo.
-Lo sé, Hermione, lo sé… Si el profesor no hubiera hecho eso… Harry probablemente hubiese terminado completamente loco… Es sólo… es sólo que a veces me pregunto cómo lo soporta… -la mirada curiosa de Hermione lo alentó a seguir-. Harry… ¿cómo lo ha soportado? Yo no podría haberlo hecho…
-Ron…
-No, hablo en serio Hermione. Creí en una famila numerosa en la que si bien no nos sobraba mucho nunca nos faltó nada y sobre todo amor… siempre tuve un regalo al menos en Navidad, compañeros de juego, quién me protegía y a quién proteger… -dijo él abatido-… Cuando el curso anterior mi padre… -la voz se le quebró unos instantes-… ¡Merlín, Hermione! –se quejó-… Ni siquiera puedo recordar lo afligido que estaba al pensar que mi padre podría morir… no quiero recordarlo… Yo… no sé si hubiera soportado todo lo que Harry ha vivido…
-Ron… si hubieras estado en la situación de Harry… estoy segura de que…
-No Hermione, no puedes estar segura de nada porque por suerte para mí, no me ocurrió, ni a ti tampoco –le dijo sin una pizca de rencor en la voz, sólo queriendo darle a entender un hecho constatable-. Sabes que ni tú ni yo, por muy fuertes que seamos, hubiéramos podido soportar lo que Harry ha tenido que aguantar durante tantos años… Miradas, humillaciones, secretos, mentiras, ser el centro de atención porque alguien ha matado a tus padres… Por todos los magos, Hermione, yo no lo hubiera soportado y tú tampoco –le recordó.
La castaña no supo qué decir, en realidad, ¿qué podía decir? Era cierto. Ella sabía que era cierto. Ni Ron ni ella hubieran podido aguantar lo que formaba parte de la vida diaria de Harry… Por eso, cuando el profesor Dumbledore había hablado con ellos, cuando les había contado lo que iba a hacer y por qué necesitaba que desde aquel momento ninguno de los dos mencionara a Sirius delante de Harry ni siquiera por carta, ella había estado de acuerdo de inmediato. No sólo porque era el profesor Dumbledore quién se lo estaba diciendo, sino también porque sabía que era lo mejor para Harry, porque sabía que era lo único que podía hacer por Harry.
-Tienes razón Ron. No lo habría soportado… pero Harry no ha tenido elección, nunca Ron. Por eso tenemos que ayudarle de la mejor forma en que podemos hacerlo…
-¿Y eso significa borrar a Sirius de su cabeza? –gruñó Ron que desde un principio no había estado de acuerdo con aquello.
-Es tarde… -dijo entonces la chica-… Será mejor que me vaya a dormir un poco más y tú deberías hacer lo mismo –se levantó de la mesa y dejó el vaso en el fregadero después de apurar la leche fría-… Mañana lo veremos todo de otra forma…
Ron asintió pero no dijo nada.
-Buenas noches Ron –le dijo Hermione saliendo de la cocina.
-Buenas noches, Hermione, que descanses –contestó él zarandeando ligeramente su vaso pensando en demasiadas cosas que no deberían estar en su cabeza en aquellos momentos.
Hermione suspiró y entornó la puerta cuando salió de la cocina; sacó su varita del bolsillo de la bata y apuntó con ella a Ron que, dado que estaba dándole la espalda, no se dio cuenta de nada. La chica frunció el ceño intentando recordar el encantamiento básico.
-Lo siento Ronald… pero es mejor que no recuerdes esta conversación… -susurró la chica aferrando con fuerza su varita y pronunciando un hechizo silencioso que envolvió al pelirrojo-… ni tampoco su motivo…
Ron dio un sorbo a su leche y sus labios se fruncieron, alejando el vaso de su boca rápidamente para mirarlo después con hostilidad mientras entrecerraba los ojos, como si la culpa de que Harry no contestara sus cartas fuera de la leche. Fría. Se había quedado fría. Él odiaba la leche fría.
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Un día más empezaba. Respiró el aire fresco y salado que provenía del mar. Le gustaba aquel lugar; un rincón paradisíaco donde parecía que todos los problemas se esfumaban en el aire, un lugar donde podía pensar y que había elegido para esconderse… Sonrió… Esconderse… Le gustaba la quietud de aquel lugar… la paz y la tranquilidad que las olas eran capaces de ofrecer y que no había encontrado en ningún otro sitio… Roma, Francia, Rusia, Canadá, Mérida, Brasil, Japón… en ningún otro lugar reinaba aquella paz y aquel silencio que la rodeaba. Sonrió. Tenía gracia si se miraba bien…Para encontrar la paz había regresado al lugar del que había huido. Era para carcajearse…
Esconderse… huyendo de sus propios problemas, de su propio pasado…Cualquier que escuchara eso ni siquiera pensaría que ella había sido toda una Gryffindor, la casa de los valientes, de los atrevidos… y sin embargo, allí estaba; más como una gatita asustad que como una valiente leona… ¿Cuánto tiempo hacía que se escondía allí? Doce años, quizá un par más… ni siquiera lograba recordarlo del todo.
Demasiado tiempo para seguir escondida y aún poco tiempo para volver a enfrentarse a él… No había noche que no soñara con sus ojos dorados ni día que no despertara con una sonrisa deseando estar a su lado. Pero era su culpa. Ella se había ido. Ella se había apartado de su vida, de su camino, era ella quién no lo había soportado y quién había escapado de Londres dejando una simple nota de papel con su perfume y una promesa escrita con tinta roja de que regresaría cuando se sintiera preparada…
Todos había sufrido con las pérdidas… Todo se había complicado de tal forma que nadie podía haber hecho nada, que nadie podía haber ayudado a nadie… Todos habían desaparecido y sólo habían quedado ellos cuatro… Annie… Sirius… Remus… y ella… Y había creído que podría hacerlo. Había creído que podría ser fuerte como siempre había sido, que podría mirar al futuro, enfrentarse a los fantasmas, a las miradas, a los cotilleos, a todo… y había estado dispuesta a hacerlo, de la mano de Remus había estado dispuesta a enfrentar cualquier cosa… pero no había estado preparada para todo… se había equivocado… No había estado preparada para que apartaran a Sirius de su lado y lo trataran como si fuera un vulgar criminal, un traidor que había levantado su varita contra dos de sus amigos y había provocado la muerte de otros dos… No había estado preparada para que Dumbledore le dijera que tuviera paciencia, para que Remus le prometiera que todo saldría bien, para que Ann le asegurara que la verdad iba a saberse…
No. No había estado preparada para aquello… Lily, Emily y James muertos… Peter un traidor… Sirius en Azkaban… su mejor amigo, su casi hermano… No había podido soportarlo. No había podido continuar en pie como lo habían hecho Remus y Ann… No había podido ser fuerte… Llevaba demasiado tiempo siendo fuerte y aquella noticia la había derrumbado por completo. Nadie podía culparla de ello, y de hecho, nadie la había culpado.
Remus la había apoyado en todo momento. No le importó que no hablara durante los tres días después de que Sirius fuera encarcelado, no le importó tener que bañarla, peinarla y vestirla casi como si fuera una muñeca porque ella no tenía ni fuerzas ni ganas para hacer las cosas más triviales. No le importó nada de aquello… ¿Y cómo se lo pagaba ella? Huyendo. No podía seguir allí… no podía seguir estando junto a la persona que más amaba y que tanto le recordaba a su pasado… no podía seguir estando en un lugar donde sus amigos, ya fallecidos, habían estado, donde su hermano del alma estaba prisionero y no había nadie que moviera una sola varita para ayudarle… No podía seguir allí…
El rugir de las olas chocando contra el acantilado la hizo sonreír. Adoraba aquel lugar y estaba segura de que a Remus le encantaría estar allí… Solían hablar de comprar una casa lejos de la ciudad, en el campo o en la playa, un lugar donde poder empezar a formar una familia, un lugar que pudieran considerar como suyo, aunque como le había dicho una vez a su esposo… su lugar estaba donde estuviera él.
Se abrazó a sí misma. Remus no estaba allí… Y ella lo necesitaba… Entonces, ¿por qué no podía volver? Sonrió con cierta tristeza. No volvería hasta que no fuera necesario… Era algo que, sin habérselo propuesto, sabía perfectamente…
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-¡Levántate ahora mismo, maldito chico holgazán!
Hedwig miró a la puerta indignada. Harry a su lado abrió los ojos y le acarició las plumas para tranquilizarla. Era una costumbre. Desde que habían regresado de Hogwarts, había descubierto que su lechuza siempre amanecía a su lado, y en cierto modo por agradecimiento y en cierto modo para confortarla, cada mañana al abrir los ojos le dedicaba una pequeña y suave caricia en agradecimiento por estar a su lado.
-¡Chico!
Harry maldijo en voz baja antes de gritar de vuelta.
-¡Estoy despierto, tío Vernon!
-¡Más te vale que bajes a preparar el desayuno inmediatamente o te quedarás sin comer!
Hedwig ululó y Harry estuvo tentado de gritarle que no le importaba quedarse sin comer, pero desistió. No quería tener problemas con nadie… y mucho menos aquella mañana. Se sentía… extraño… diferente… Parpadeó mientras sus ojos se acostumbraban a la claridad de la ventana y se frotó las sienes y la frente para despejarla del cabello, acariciando casi por costumbre la cicatriz con forma de rayo que no desaparecía nunca… Desparecer… Ojalá pudiera desaparecer… ojalá nunca hubiera estado allí… Pero no importaba las veces que él deseara que desapareciera, no importaba las veces que él deseara que no existiera, porque cada mañana cuando amanecía, la cicatriz seguía allí, recordándole quién era, recordándole qué era.
Sólo tenía unos minutos antes de que la voz de su tío lo volviera a llamar apremiándolo. Era casi una tradición, unos pocos minutos, cuatro, cinco tal vez. Como si de alguna manera, tío Vernon quisiera que él se recreara en todas las obligaciones que tenía que hacer para poder seguir viviendo en aquella casa. Pero él no se dedicaba a eso. No pensaba en las tareas que ese día tendría que hacer sino en otras cosas… Eran unos pocos minutos, sí, pero eran los únicos minutos que le pertenecían a él completamente.
Unos minutos que durante la semana que llevaba en Privett Drive parecían convertirse en horas… La profecía… la profecía que le había sido revelada al finalizar el curso en Hogwarts… matar o ser matado… víctima o verdugo… ¿todo se reducía a eso? Sí, no había nada más. Ser víctima o ser verdugo... eran las únicas opciones, era lo único que podía hacer… Una profecía que había sido hecha antes de su nacimiento y que condicionaba su futuro… Si su pasado ya estaba realizado y su futuro ya estaba predestinado, ¿qué era lo que le quedaba? Un presente que no deseaba… un presente que no anhelaba…
Hedwig le acarició con el pico y el chico le sonrió. Era el gesto de su lechuza para animarle a levantarse, para inducirle a que se pusiera de pie e hiciera lo que todos esperaban que hiciera en aquella maldita casa. Tanteó sobre la mesa hasta encontrar sus gafas y se las colocó antes de levantarse de la cama, costumbre que había tenido desde aquel día cuando en Hogwarts se levantó antes de ponérselas consiguiendo terminar de bruces contra la cama de Ron después de haberse golpeado la espinilla con la punta de su baúl.
Se levantó de la cama y se llevó una mano a la cabeza de forma inmediata. Mareos. La habitación parecía dar vueltas sin cesar…Había algo que andaba mal… le dolía la cabeza, sentía una presión en el pecho que no lograba identificar… Era como… Como si… como si hubiera olvidado algo… como si hubiera algo de vital importancia que no lograra recordar. Frunció el ceño, claramente disgustado por no poder recordar lo que parecía ser tan importante.
Hedwig ululó y el chico la miró con una media sonrisa mientras intentaba apartar esos pensamientos de su cabeza al tiempo que se dirigía hacia el pequeño espejo que había en su cuarto.
Nada raro. El mismo cabello desordenado de siempre, la misma cicatriz en la frente, el mismo rostro pálido y la misma frente sudorosa. Sin embargo, aquella mañana parecía que había algo distinto. Su rostro… estaba cansado… ojeroso… no era nada extraño. Pero sus ojos… sus ojos verdes parecían dos pozos sin fondo… la angustia, el dolor y la tristeza era algo que se podía ver en ellos incluso sin querer planteárselo. Harry frunció el ceño. ¿Por qué tenía esa mirada triste? Era como si hubiese algo que hiciera que la tristeza se apoderara de su cuerpo.. de su alma… aunque no lograba recordar qué.
-¡Chico!
-Tranquila Hedwig… -pidió Harry al ver como la lechuza extendía sus alas en señal de ataque mientras miraba la puerta fijamente-… todo está bien… -añadió acariciándole la cabeza antes de llenar un pequeño cuenco con agua fresca para que el animal bebiera un poco-. Luego te traeré algo de comer, ¿está bien?
La lechuza ululó dando su consentimiento y Harry le sonrió. Una sonrisa triste, una sonrisa que nada tenía que ver con la sonrisa que un día habría iluminado su rostro por muy cansado que éste se viera. Cuando Harry salió del cuarto, Hedwig se dirigió a su jaula. Podría dormir un par de horas antes de que su joven amo regresara. Ella iba a cuidar de él siempre.
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Así que lo había hecho. Nunca pensó que Albus pudiera llegar tan lejos… El bueno de Albus… siempre había sido un blando… un mago con el suficiente poder para gobernar el mundo entero pero sin el coraje necesario para ni siquiera intentar hacerlo. Lo había sabido. Aquel mismo día, cuando lo vio la primera vez en el orfanato, cuando fue a buscarlo… sólo tuvo que mirarle a los ojos para saber que por mucho poder que tuviera y por muchas opciones de usarlo que tuviera, nunca lo iba a hacer.
Desde aquel mismo momento se prometió a sí mismo aprender de él todo lo posible, aprender del mejor para llegar a ser el mejor, superándole.
Sonrió con satisfacción. Y lo había hecho. Era indiscutible. Había dejado al aprendiz Tom Riddle para convertirse en el mago oscuro más temido y poderoso de todos los tiempos. Y aún así, con toda su crueldad, con todo su deseo de odiar, matar y torturar a los muggles y a los sangre sucia, jamás hubiera recurrido a la magia para hacer lo que el bueno de Albus había hecho… Utilizar la magia para hacerle olvidar… ¡ridículo! La magia era un don, algo fuerte y poderoso, algo que tenía que ser amado y contemplado desde el más absoluto poder de las sombras, un poder que él había aprendido a dominar, a controlar… Nunca usada para cosas tan estúpidas… él directamente hubiera utilizado la magia para matar, nunca para hacer que alguien olvidase un momento de su vida o a alguien de su vida…
Pero no, por supuesto, Albus no… Y mucho menos contra Potter. El hijo de James Potter y Lily Evans… el único mago que sería capaz de destruirle si lograba alcanzar el poder necesario para ello, el único que se interponía entre él y el mundo.
Sonrió satisfecho, orgulloso de sí mismo al tener una mente tan privilegiada para pensar siempre en cómo hacer daño a aquellos que no eran de su agrado.
La magia que Dumbledore había utilizado en Potter era poderosa y peligrosa, sí… pero él contaba con una unión que Albus no había tenido en cuenta y que pensaba utilizar…no para revocar el hechizo de Albus y que Potter recordara de nuevo a su estúpido padrino, no… sino para que Potter recordara quién le había hecho aquello… Y tener a Potter contra Albus sería un gran paso para él… una gran ventaja sin ninguna duda…
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Se quedó dormido inmediatamente en cuanto su espalda tocó el duro colchón. Apenas fue consciente del ulular de su lechuza cuando éste entró en el cuarto quitándose los zapatos y la camisa antes de tumbarse. Pero eso no dejó a Hedwig tranquila y, como cada noche, se acomodó a su lado en el lecho. Harry pasó sus manos por el suave plumaje del ave un par de veces. Estaba cansado. Terriblemente cansado. No sólo había tenido que hacer las tareas de siempre como cocinar, fregar los platos, barrer, limpiar el polvo, fregar el suelo, limpiar los cristales, arrancar las malas hierbas, regar las plantas, podar el césped, lavar la ropa, tenderla y recogerla para después plancharla… no, además de eso, había tenido que caminar hasta la otra punta de Privet Drive sólo para ir a comprar las estúpidas revistas de moda que a su tía se le había olvidado comprar porque estaba demasiado ocupada en la cocina haciendo un pastel de fresa para el estúpido de su primo, al que, a pesar de haber aprendido a tolerar, no aguantaba.
Y estaba agotado. Cansado y con un terrible dolor de cabeza que sólo le recordaba que había algo que había olvidado pero no sabía qué.
Se llevó la mano a la cicatriz al notar que esta le picaba. Frunció el ceño mientras la rascaba superficialmente para que el picor cesara. Pero en su vida Harry nunca conseguía lo que era lógico, así que el picor no cesó, tampoco incrementó, pero sí lo hicieron las molestias.
Cerró los ojos intentando ignorar el dolor que sentía en la cicatriz en aquellos momentos. Dos segundos después, Hedwig contemplaba como dormía. Inquieto, agitado y sudoroso, pero dormía y a pesar de que lo veía dar vueltas, murmurar, fruncir el ceño y dejar escapar pequeños gritos ahogados, Hedwig no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando por la cabeza de su dueño en aquellos momentos.
Oscuridad. Silencio. Miedo. Llanto. Rayos. Maldiciones. Risas atronadoras, silencios rotos. Una profecía. Su profecía. Unos ojos grises. Cansados. Vivos. Muertos. Olor a canela. Un perro. Un nombre. Un grito. Una sonrisa. Orgullo. Dolor. Desaparición. Ojos rojizos. Voldemort dentro de él. Gritos. Una risa. Unas palabras. "¿No puedes hacerlo mejor, Bella?" Una voz. Ronca. Grave. En desuso. Una maldición. Un rayo rojo. Un velo. Una caída. Su grito. Su propio grito. Una muerte. Dolor. Desesperación. Culpabilidad. Tristeza. Perder lo único que tenía. Perder lo único que quería. Angustia. Miedo. Soledad. Como siempre. Destino. Silencio. Un cuchillo. Una cicatriz. Su muñeca. Un sueño. "No te rindas". Calor. Unos ojos azules que lo miraban. Un susurro. Unos ojos azules que brillan. Luego el olvido.
-¡SIRIUS!
Se incorporó en la cama de forma brusca y sobresaltada, jadeando, con la frente perlada de sudor como el cuello y el pecho desnudo. A su lado, alerta y atenta como siempre, Hedwig lo miró en la oscuridad.
Y el brillo de aquellos ojos. El brillo de aquellos ojos que lo habían tenido siempre bajo control desde el primer día en que el Sombrero Seleccionador lo envió a Gryffindor en Hogwarts, el brillo de aquellos ojos azules detrás de unas gafas de media luna que lo miraron fijamente antes de alzar su copa en dirección a él a modo de saludo… Aquel brillo… Los mismos ojos inclinándose sobre la cabecera de la cama y apuntando con su varita a su propio rostro.
Dumbledore. Sirius. Un encantamiento. Un obliviate. Lo había recordado todo. La sensación de haber olvidado algo sólo era una sombra…
Apretó los puños con fuerza, mientras controlaba su respiración.
Lo habían engañado. Otra vez. Una vez más. Se dejó caer en la cama. Hedwig se arremolinó a su lado y Harry se prometió a sí mismo que sería la última vez que nadie lo engañaba y eso, incluía a Albus Dumbledore.
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Bueno, pues se acabó el prólogo. Que tal? Os gustó la idea?
Tengo algunas más pero aún no están desarrolladas en papel así que si ha sido de vuestro agrado, continuaré escribiendo, ya sabéis… todo depende de vosotros!!
Recordad como siempre que los personajes salvo los míos son de Rowling y que todo aquel que quiera utilizar algunos de mis personajes deberá pedirme antes permiso.
Un besito para todos, espero leeros pronto otra vez y como siempre recomiendo: Sed felices porque la felicidad se encuentra en uno mismo, no en lo que lo rodea.
Un besito para todos, que tengais un buen fin de semana!!!
