Aclaración:
Los personajes de Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto, yo solo los tomo prestados para la adaptación.
La historia es una adaptación, al final estará el nombre original y autor
Advertencia: OOC
Argumento
Durante siglos, Naruto ha servido como guerrero, rehuyendo el contacto humano. Ahora se ve obligado a viajar a Inglaterra donde un antiguo mal puede ser despertado.
Hinata Hyuga casi ha perdido la esperanza. Necesita desesperadamente un milagro y cree que puede haberlo encontrado. Pero está a punto de descubrir que el mayor milagro de todos le aguarda en los brazos de Naruto. Lo único que debe hacer es lograr que su reticente vampiro crea en el poder del verdadero amor.
Prólogo
Viernes, 13 de octubre de 1307
Era evidente que aquella puerta no estaba destinada a ser abierta.
Naruto Namikaze acarició la pesada madera con su mano sucia y herida hasta detenerse en el candado de acero.
—Si necesita de tanta protección, seguro que el tesoro que esconde es magnífico.
Esa idea lo llenó de multitud de emociones, intensas y terribles a la vez. ¿Qué escondían los templarios detrás de aquella puerta? ¿Los tesoros de la Iglesia, tal como aseguraba el rey Felipe, o instrumentos del diablo? Había muchos rumores acerca de los templarios, algunos los describían como hombres santos, otros como los más horribles herejes.
¿Cuál era la verdad?
Sasuke Uchiha, uno de sus cincos compañeros, le puso una mano igual de sucia y llena de cicatrices en el hombro. Con la otra sujetaba una antorcha para iluminar el camino.
—Apártate, amigo mío.
Mientras su amigo examinaba el candado, Naruto le cogió la antorcha, se apartó y se acercó a los demás, todos estaban en tan mal estado como él y Sasuke.
El rey Felipe les había encargado descubrir los secretos de los caballeros templarios y «recuperar» los tesoros que encontraran. Si detrás de aquella puerta había un tesoro, el rey lo quería. Y ellos seis también querían su parte. Pero si lo que se escondía allí era el demonio, también iban a tener que compartirlo. Todos lo sabían, incluso el hombre que les había encomendado la misión.
Por eso estaban allí, arriesgando sus vidas, porque al rey se le había antojado. Felipe los había escogido porque todos tenían cierta reputación entre los soldados y los mercenarios; nunca retrocedían ante nada y siempre cumplían sus promesas; por un precio, claro está, Naruto era conocido como "Kyubi" por su agilidad y fuerza para enfrentar a los enemigos. En esa ocasión el trato era que obtendrían una parte de todos los tesoros de los templarios que consiguieran recuperar para el rey.
Ganarse la vida de ese modo era peligroso, pero luchar era lo único que sabían hacer, y su honor no estaba en las misiones que aceptaban, sino en que siempre las completaban. Ellos eran por encima de todo guerreros, pero no podían oponerse a su rey. Si lo hicieran sería como rechazar a su propio país, su hogar, por el que habían luchado toda su vida.
Cuando le hubieran entregado ese tesoro a Felipe, Naruto sería lo bastante rico como para retirarse y hacerse cargo de las tierras de su padre. Se casaría con Shion y abandonaría la espada. Tendría la vida que siempre había deseado y a la mujer que siempre había querido.
Habían encontrado la puerta escondida bajo los muros de piedra del refugio templario, tras una vieja escalera, oculta en la oscuridad. Habían dado con ella por casualidad, gracias a la curiosidad de Asuma por un montón de pergaminos.
—¿Y? —preguntó Naruto, que había vuelto a concentrarse en lo que estaban haciendo—. ¿Lo puedes abrir?
Naruto y los demás observaron cómo Sasuke sacaba un pequeño atado de piel de su bota. De él, extrajo una herramienta, indistinguible a la poca luz que ofrecía la antorcha, y la introdujo en el cerrojo sonriendo satisfecho.
—Aún no se ha fabricado ningún candado que se me resista.
Esas palabras se demostraron ciertas cuando de golpe se abrió el cerrojo. Sasuke, que se mostraba muy ufano, se enderezó y retiró el candado. El crujido de la madera les dio la bienvenida a la oscuridad cuando la puerta se abrió. Parecía casi un anticlímax, después de los guardias con los que habían luchado, los laberintos de escaleras que habían atravesado, las habitaciones secretas y pasillos por los que se habían perdido hasta llegar allí. Sin los planos que les había dibujado un informante de los templarios, después de que los hombres de Felipe lo torturasen, ellos solos no habrían encontrado aquella habitación.
Era evidente que alguien quería que, fuera lo que fuese lo que se ocultaba tras aquella puerta, siguiera oculto.
—Unas medidas como éstas se toman para proteger algo muy valioso o muy peligroso —dijo Naruto a sus amigos—. Tratándose de los templarios, lo mismo puede ser una cosa que la otra. Id con cuidado.
—Todos desenvainaron sus espadas a la vez.
Naruto entró primero, la antorcha que llevaba en la mano iluminaba la pequeña habitación con un halo de luz. Se dio la vuelta despacio para observarla; era una celda modesta, vacía, a excepción de la mesa de madera que había en el centro.
Sobre ésta había algo.
Frunció el ceño y se acercó, sus amigos iban tras él. Caminó hacia la mesa y volvió a envainar la espada. La llama de la antorcha se reflejaba tenuemente en un viejo cáliz de plata.
—Mon Dieu —susurró alguien detrás de Naruto—. ¿Es eso lo que creo que es?
Él no contestó. Los dedos le temblaron al acariciarse la mandíbula. Todos habían oído las leyendas, historias sobre las riquezas de los templarios. Se decía que poseían asimismo varias reliquias sagradas, incluso algunos objetos que habían pertenecido al mismo Jesucristo.
Sólo de pensar en lo que quizá habían encontrado, Naruto tenía ganas de santiguarse y arrodillarse en aquel suelo cubierto de polvo. Pero aun así no lo hizo.
—El Santo Grial —susurró Asuma y lo miró maravillado. El Santo Grial.
Naruto estudió con cuidado la tosca copa, la plata estaba estropeada por los años y por la dejadez. Si de verdad era el Grial de Cristo, ¿por qué lo habían abandonado en aquella oscura y húmeda habitación? Si aquélla era la copa de la que Jesucristo había bebido en la Ultima Cena, ¿por qué nadie la quería?, ¿por qué parecía tan abandonada?
No tenía sentido, pero en su corazón tenía la sensación de que habían encontrado algo especial.
Era como si la copa lo llamara, como si sus descoloridos adornos pronunciaran su nombre. Naruto se acercó a ella, las manos aún le temblaban indecisas.
—Cuidado —dijo Asuma—. Tal vez sea el Grial Maldito.
Uno de sus compañeros se burló en voz baja, pero la advertencia de Asuma fue suficiente para que Naruto se detuviera un instante. Al igual que todos sabían del Santo Grial, también habían oído hablar del Grial Maldito. Se decía que había sido forjado con las monedas de plata cobradas por Judas Iscariote; una plata a la que mucho antes se le había infundido la esencia de Lilith, la primera mujer de Adán y reina de los demonios.
Pero eso era sólo un cuento. ¿O no? En los últimos tres siglos no había ningún texto en que se hablara de esa copa. De hecho, se había convertido en un mito.
Tal vez eso era exactamente lo que pretendían los templarios.
El negro cáliz lo atraía como el canto de una sirena. Los dedos de Naruto acariciaron la plata esperando sentirla fría. Sin embargo, era cálida como la piel de una mujer. Cuando rodearon la copa, sus dedos dejaron de temblar. Ahora que la tenía en la mano le parecía imposible que contuviera ningún tipo de maldad.
Un terrible silbido fue lo único que lo advirtió antes de que unas afiladas dagas salieran disparadas del interior de la mesa. Una le atravesó el brazo, y vio una ensangrentada hoja que sobresalía de la parte interior de su muñeca. El grito de dolor llenó la habitación. Sus amigos dieron un paso atrás. Naruto levantó el brazo herido, no dejaba de gemir y de maldecir a medida que el dolor invadía su mano y se arrancaba la daga. Tenía la frente empapada de sudor, pero luchó contra el mareo. Ya había sido atravesado antes, de hecho había sufrido heridas peores. Aquélla era una minucia comparada con las anteriores.
Se arrancó un trozo de tela de su sucia camisa y se vendó la muñeca, apretó con fuerza para detener el flujo de la sangre. ¡Dios, debería haber desconfiado! Sus instintos solían estar más afinados. ¿Acaso no había pensado unos segundos antes que todo era demasiado fácil? Debería haberse dado cuenta de que los templarios no iban a dejar aquel tesoro indefenso.
Naruto se acercó de nuevo a la mesa con la mano aún sangrando. No estaba dispuesto a que le hirieran sin llevarse nada a cambio. Intentó coger la copa, pero se le escurrió entre los dedos, no podía moverlos. Al atravesarle la muñeca, la hoja debió de cortarle algo por dentro. Tuvo que soltar la espada e intentarlo con la otra mano. Cogió el cáliz por la copa y lo devolvió a su lugar con rapidez; ahora ya sabía que podía haber más trampas.
Sus amigos lo rodearon con las miradas fijas en la celda, esperando otro ataque. Pero no pasó nada. Al menos, nada de lo que sus compañeros pudieran defenderle.
Un fuerte mareo le sobrevino de repente y le atravesó el pecho como una lanza; las rodillas le temblaron y el estómago le dio un vuelco.
¿Qué demonios le estaba pasando? Aquello no podía ser por culpa de la pérdida de sangre. No había perdido tanta.
Sintió arcadas y la frente y el labio superior empezaron a sudarle profusamente. La cabeza le daba vueltas y el frío se instaló en todo su cuerpo.
Sí, debería haber sido más cauto. Podía recuperarse de una herida, pero de aquélla no iba a salir con vida.
—Sasuke, dile a Shion que la quiero.
Al oír su voz, sus amigos se dieron la vuelta justo a tiempo de ver cómo caía de rodillas con el cáliz aún entre sus débiles dedos.
Asuma se arrodilló a su lado. —Mon ami, ¿qué pasa?
—Veneno. —Apretó los dientes para intentar controlar el temblor. Sus músculos se estaban tensando obligándolo a encogerse.
Se estaba muriendo. Por culpa de un rey al que le alegraría saber que eran uno menos a repartir. Por culpa de un tesoro que nunca iba a disfrutar. Muriendo sin poder ver por última vez a la mujer que amaba.
Naruto miró la copa, que seguía cálida al tacto y que aún no se había escurrido de entre sus laxos dedos. Era como si el cáliz se agarrara a él con la misma fuerza con que él quería retenerlo. Con los ojos fijos en la oscura copa, sintió que se le nublaba la vista. ¿Podía ser que la plata resplandeciera? Seguro que el veneno estaba jugando ya con su mente y le hacía imaginar cosas. Era sin duda el veneno lo que hacía que pareciera que la copa estaba llena de vino negro hasta el borde. Se quedó sin aliento. Era un milagro.
Por encima del zumbido que ensordecía sus oídos pudo oír las excitadas voces de sus amigos. ¿Era posible que la fantástica transformación del cáliz no fuera sólo fruto de su imaginación? ¿Podía ser que estuviera sujetando el Cáliz de Cristo entre sus manos? ¿Un cáliz capaz de sanar la herida de su muñeca y ofrecerle la inmortalidad?
Antes de que supiera lo que estaba haciendo, ya tenía la copa delante de los labios.
—Bebe, Naruto. —La voz de Asuma sonó por encima de las demás. Agarrándose a la poca determinación y al poco valor que le quedaba, Naruto apretó con fuerza la copa en la mano, se la acercó a los labios y bebió. Una dulzura sin igual le acarició la lengua. No era vino, pero ¿qué era? Algo cálido, terrenal. Un poco salado al deslizarse por su garganta. Bebió con ansia.
Sangre. Al darse cuenta sintió náuseas. Estaba bebiendo sangre.
Se echó hacia atrás derramando lo que quedaba por el suelo y sobre sí mismo. Una cálida humedad le resbalaba por la barbilla y caía encima de su brazo herido. Dios santo, ¿qué había hecho?
Rezó por su alma, pero entonces sintió cómo el veneno empezaba a desvanecerse. De algún modo, su mente se fue esclareciendo poco a poco y el dolor desapareció de todo su cuerpo.
Con torpeza, aflojó la sucia venda de la muñeca y limpió la sangre de la herida. Levantó el brazo dañado hacia la luz de la antorcha, y Naruto y sus amigos observaron estupefactos cómo las heridas empezaban a cerrarse. Su mente no le estaba jugando una mala pasada, podía sentir cómo los músculos volvían a unirse en su interior. La incisión se estaba cerrando justo por donde le había caído la sangre del cáliz.
No. No podía ser. Tenía que tratarse de algún truco.
—Amigo mío —Asuma le dio un golpe en la espalda y, lo miró preocupado—, ¿te encuentras bien?
—Sangre —consiguió responder Naruto con una voz ronca que incluso a él le sonó distante—. El Grial. —Asuma abrió los ojos sorprendido, sin dar crédito a lo que oía—. La sangre de Cristo.
Fue Asuma quien recogió la copa del suelo. Naruto, a través de unos ojos cada vez más vidriosos, vio cómo su amigo se llevaba el cáliz a los labios. Quiso decirle que no, pero no logró formar las palabras. La niebla se apoderó de su mente y le robó el habla y la visión. Se desplomó sobre aquel suelo cubierto de polvo y apenas fue consciente de que el brazo ya no le dolía. Entonces lo envolvió la oscuridad.
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Continuará...
