Disclaimer: Naruto, el anime, y sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Yo solo me presto de sus personajes sin fines de lucro.
Información importante:
Reinos:
—Norte
—Sur
—Este
—Oeste
Capitales:
—Hoja de Norte
—Fuego de Sur
—Arena de Este
—Agua del Oeste
• Por una promesa •
Capítulo I: El tratado
Arena
1.
—Sangre...
A lo lejos, ella escuchaba su nombre, seguro lo gritaban, pero ella no estaba segura.
» ¡Temari!
Solo estaba segura que estaba sangrando demasiado. Ella intentó presionar la herida, pero las fuerzas ya no estaban con ella. El dolor era insoportable.
» ¡Temari!
Y tenía que pedir ayuda.
—¡Temari! —La voz cálida que rezaba su nombre se acercó lo suficiente para sentirla—. Recuerda tu promesa. —Al abrir sus ojos con dificultad solo pudo enfocar el esbozo de un gesto amable en su madre y luego sus labios entreabiertos para decir algo, que no escuchó, solo un pitido fuerte.
¿Era un sueño?
Si lo era, entonces ella estaba feliz ver el rostro de su madre por última vez. Poco a poco, todo oscureció.
(...)
—...no obstante perdió mucha sangre. Me alegro que todo fue a tiempo —fue lo único que logró escuchar Temari, que despertaba. Sentía mucho frío y su respiración aún no se normalizaba del todo. Su pecho subía y bajaba con fuerza.
Y sentía su boca seca. ¿Cuánto tiempo había dormido? Aquel sueño, pinceladas de él, aún rondaba por sus pensamientos. De todas formas el dolor de sus sueños era real, pero no tenía relación con la realidad. No tenía sentido.
Detrás de las cortinas, el médico aún decía una que otra cosa que Temari no lograba entender.
De pronto, la cortina se recorrió, y el galeno que se acercó a ella y suministró, con ayuda de una jeringa, algún medicamento a su vía intravenosa. El médico le dedicó una sonrisa, que Temari quiso regresar, pero aún se sentía débil.
—Es todo lo que puedo hacer por ahora, pequeña. Estarás bien —le dijo antes de volver a desaparecer detrás de la cortina.
Inmediatamente después de que desapareció el médico, su madre entró. Se acercó con lentitud hasta su hija, tenía lágrimas en los ojos y algunas ya habían resbalado de sus orbes por encima de otras ya secas en su rostro. Como si ambas hubieran perdido la facultad del habla, no dijeron nada. Pero Karura no perdió la oportunidad de acercarse más a ella y tomó una de las pequeñas manos de su hija. La tomó y la acarició con ternura.
Temari se sintió amada por la ternura de su madre. Pero de pronto, un sentimiento de temor se hizo presente en ella.
—Papá se entererá...—graznó Temari.
Karura negó con la cabeza.
—Descuida, él no se enterará.
Temari sintió cómo el alivio la llenaba de golpe, sonrió con dificultad a su mamá. Y Karura también lo hizo.
—Temari —le dijo con voz apremiante—, no quiero que te sobre-esfuerces.
La aludida solo asintió con mentira.
Con ayuda del tratamiento, Temari logró recuperarse antes que Rasa llegara de su reunión con los señores del Norte y Oeste, que de hecho tenía más de dos semanas fuera de la Arena. Karura y Yashamaru prepararon la cena, con platillos del gusto de Rasa. Todo aquello para que él estuviera lo más contento posible.
Karura dio de comer antes a Temari y Kankuro para mandarlos a dormir. Y se quedó con Yashamaru para esperar a su esposo.
Ni bien terminaron de acomodar la mesa, tocaron la puerta. Sabían quién era.
Karura preparó su mejor cara para recibir a su esposo. Abrió la puerta, pero Rasa le dejó con la palabra en la boca. Entró molesto. Yashamaru se preocupó, y Karura todavía estaba desconcertada.
—¡Se burlan de uno! —exclamó y golpeó con fuerza la pared más cercana, sobresaltado a los presentes—. Quieren verme la cara, pero no es así.
—¿Sucedió algo? —se apresuró a preguntar extrañado Yashamaru.
Rasa tomó asiento en el sillón, aún molesto.
—No cumplieron con el trato —masculló Rasa.
—Pero nosotros lo hicimos —intervino Karura, que estaba callada hasta entonces.
—Nosotros les dimos un gran territorio. No cualquiera. ¿Y ellos? Creen que devolviendo un territorio cualquiera, que antes nos pertenecía, les lamería el trasero —ironizó Rasa—. Eso es lo que creen...
»Pero algún día volveremos a ser grandes. Pronto.
Yashamaru tuvo un mal presentimiento. Rasa se encontraba pensativo, en lo suyo. Todo como si él ni Karura estuvieran presentes.
Los ojos de Rasa, de pronto, se dirigieron lentamente al vientre de Karura.
Yashamaru no lo soportó.
—No pensarás intentarlo de nuevo. —mas no era una pregunta.
—Temari y Kankuro fueron un fracaso —mencionó Rasa. Yashamaru no pudo objetar ante la destemplanza de su cuñado —.Tal vez el tercero... —pensó con un tono de voz más bajo.
Yashamaru abrió los labios para objetar, pero su hermana lo interrumpió:
—¡Lo haré!
—Pero, hermana...
—Es para un bien mayor, ¿no? —La mirada en Karura era fuerte, decidida.
Rasa quedó impresionado, pero una espina de preocupación entró en él. Después de todo, él tampoco quería arriesgar a Karura.
Yashamaru no podía creer que Karura aún se mostrará tan dispuesta. Sabía qué había detrás de tanta sumisión, pero aún así no lo aceptaba.
—Creo que no —dijo Rasa, arrepintiéndose
—Cree en mí, Rasa —le pidió ella —. Soy la esposa del Rey del Este después de todo —lo animó con un esbozo de sonrisa débil.
Temari y Kankuro escuchaban toda aquella conversación entre su padre, madre y tío. La niña se encontraba preocupada. Para su edad, ella era muy lista y suponía de qué trataba todo aquello. La llama de la molestia creció un poco más en su interior hasta hacer un pequeño incendio que no se atrevía apagar.
—Hermana... —Kankuro la llamó. Al contrario de Temari, Kankuro no entendía porqué su padre estaba tan molesto. Él solo quería dormir y que nadie peleara.
Temari ladeó la cabeza. Deseaba con todas sus fuerzas ser mayor para poder hablar con los adultos. Para ser considerada. Ella quería decir algo al respecto.
—Debe existir otra solución —masculló. Kankuro la miró curioso. Ella en respuesta se mostró pensativa.
Temari se levantó ante la mirada inquisitiva de su hermano.
—No puedes salir —le dijo él, protector—. Mamá dijo que tienes que descansar...
Temari tenía una mirada decidida.
—Kankuro, por favor —le suplicó—. Solo quiero estar un momento a solas.
Si había algo que Kankuro adoraba, era cuando su hermana lo hacía sentir a él el mayor. Y aquello no sucedía siempre. Era consciente de que Temari era la mayor, pero en situaciones como estas, él se sentía el hermano mayor sobreprotector; el hermano maduro y fuerte, que protegería a su hermana pasara lo que pasara.
Con el ceño surcado le advirtió:
—Pero regresa temprano.
Temari le dedicó una sonrisa radiante en confirmación y salió por la ventana. Para su suerte, esa noche, el viento no corría tan fuerte. En un parpadeo se encontraba escalando para bajar la altura que la separaba del placebo de libertad.
Kankuro observó todo en silencio, de que cómo su hermana desaparecía entre la arena que los rodeaba. Cerró la ventana para que no entrara ni un grano a la recámara y se quedó mirándola, a la espera de que volviera su hermana. Ya era una costumbre de Temari salir de noche para volver al alba. Solo Kankuro sabía de ello.
2.-
El embarazo de Karura fue una sorpresa para muchos en el Reino, pero no para la familia del Rey a excepción de Kankuro, que se encontraba feliz de tener un hermano menor.
Yashamaru por su parte no aceptaba aún la idea de que su hermana sea usada como una especie de incubadora, pero no podía rebelarse a las decisiones de su cuñado y de su misma hermana. Karura mostraba que no le importaba volver a concebir, ella parecía indescifrable ante todos.
No solo Karura había cambiado, también lo había hecho a la vez Temari. A la última no se le veía la mayor parte del tiempo. Tenía entendido que se la pasaba entrenando. Y cuando Yashamaru planeaba conversar con ella, Temari fingía ser la misma niña de antes. Pero lo que más había notado, era que Temari no podía fingir ante su madre, ella se mostraba reacia a ser amable con ella. Esto desconcertó al hermano de la segunda, porque no solo él, todos sabían lo unidas que eran madre e hija.
No dudó en culpar de toda la desunión familiar a su cuñado. Lo detestaba, y no entendía porqué su hermana no lo hacía. Al contrario, Karura amaba a Rasa con mucha devoción.
Había pasado un buen tiempo, y como el viento. Karura ya llevaba seis meses de embarazo. La salud de ella estaba en peligro. Yashamaru, por esa razón, se quedaba a su lado el mayor tiempo posible.
El hermano de Karura no entendía, ni los mejores médicos de Suna entendían. La parca estaba rodeando a Karura, pero no llegaban a un diagnóstico.
Yashamaru se temía lo peor, incluso Rasa se quedaba a solas con su esposa para cuidarla. Él también estaba preocupado, aunque su familia daban por hecho que era más por la futura arma que crecía en el vientre de su esposa que ella misma.
3.-
Era de noche, pero Temari lo había notado cuando ya no podía reconocer las figuras en la oscuridad. Dio por concluido su entrenamiento matutino.
Se limpió el sudor y se refrescó con agua
—¡Temari! —La voz de su hermano la hizo voltear a él, que corría hacia ella.
Cuando al fin llegó hasta ella, le dijo con la voz agotada:
—Tienes que venir, hermana. Mamá nos llama. —Temari sintió que algo frío se instalaba en su pecho. La espada que sostenía cayó al suelo a la vez que ella se adelantó a su hermano.
Las cejas de la niña se levantaron. Tenía tiempo sin hablar apropiadamente con su madre. Ni ella lo podía explicar sin dolor, pero estaba enojada con ella. Le enojaba que su madre no fuera fuerte para negarse a tener un hijo más. Temari sabía que Karura no estaba bien de salud, que ella podía morir por dar un tercer hijo. Ella, por esa razón, había intentado alejarse de ella.
Para no sentir más dolor del que podía soportar.
Kankuro la miraba expectante. Él fue testigo cómo una lágrima resbalaba por la mejilla de su hermana. Al instante, Temari ladeó la cabeza para limpiarla.
Un fuerte presentimiento fue la causa de que ella no pudiera controlar sus emociones.
—Vamos.
El cuarto de sus padres, más de su madre, porque Rasa no pasaba mucho tiempo por trabajo, se encontraba solo iluminado tenuemente por una lámpara al costado de Karura.
Lúgubre.
Temari se acercó de la mano de su hermano. Karura pareció reconocerlos y ladeó la cabeza para poder observarlos. Las comisuras de la boca de Karura se elevaron para esbozar una débil sonrisa. Temari tenía unas insoportables ganas de llorar.
—Perdónenme —dijo en voz ronca la mayor en la habitación. «¿De qué?», quiso preguntar en respuesta la hija mayor, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta. Temari negó con la cabeza, no podía soportarlo. Ella no tenía nada que perdonarle, pensó. Se acercó hasta ella, con los dientes tiritándole y los ojos picándole con la amenaza de llorar. Para su sobresalto, Kankuro soltó en llanto inconsolable. Temari le siguió.
Ambos lloraron al pie de la cama de su madre. Karura tampoco pudo resistirlo y las lágrimas resbalaron de sus orbes sin querer parar.
Lo sabían, lo sentían. Aquella noche fría sería la última vez que verían esbozar una sonrisa a su madre. Y Karura también entendía que no volvería a ver a sus dos amados hijos.
Aquel dolor insoportable no podía ser normal. Ambos gritaban y lloraban encima de su madre.
Pese a resentimientos, pese a peleas, Temari no podía negar lo que sentía por ella.
No entendía porqué su madre se había sacrificado así. ¿Era más importante el reino que la su propia vida y la de sus hijos? ¿Por qué ella era tan devota al Reino? Tampoco quería comprenderlo. Quería sentirse una niña de nuevo. Era una niña, pero no en mente. En su interior, ella ya llevaba muchos años encima.
Y no se imaginó que llevaría más al día siguiente.
Y tampoco que en un futuro ella repetiría aquella maldición de sacrificio por su pueblo. O tal vez un pago.
4.-
Yashamaru peinaba su rizado cabello dorado, con delicadeza. No, no como su mamá. Ambos lo sabían. Nadie podía ser como Karura.
Nadie podía igualar a una madre.
—Listo —le dijo él al terminar. Temari asintió y pronunció un «gracias» casi inaudible.
Antes de salir, Yashamaru la observó una vez más, con melancolía.
—Tío —ella le llamó. Él le prestó atención—. ¿Puedo ver a Gaara?
—Aún está delicado —le respondió—, pero pronto podrán verlo.
Temari tenía la mirada en el suelo, pensativa.
—Claro —agregó la menor, con voz parca—. Él está delicado, porque aparte de ser prematuro, papá cometió aquella estupidez con él.
Hubo unos segundos de silencio, hasta que Yashamaru se acercó nuevamente a ella, se arrodilló, y le dijo con voz rota:
—También la extraño...pero —hizo una pausa, los ojos verde azules de Temari lo miraban sin expresión alguna—, haremos un esfuerzo juntos, ¿de acuerdo?
Temari asintió.
Hoja
1.-
—¿Y ves la que está ahí? —señaló con su dedo a una nube. Naruto levantó una ceja, no le encontraba forma.
—¡Es una bolsa de papitas! —exclamó Chouji, hijo de un Conde. Un hilo de saliva resbalaba de la comisura de sus labios—. Quiero una bolsa de papitas, Shikamaru...
El aludido exhaló. Ellos no podían ver lo él veía, lo cual era comprensible, pero se sentía incomprendido. No podía evitarlo.
—Pero acabas de comer dos bolsas de papitas —le recordó Shikamaru Nara, hijo de la mano derecha del Rey y uno de los principales Duques del Reino del Norte.
—Pero la de la nube es de mantequilla, y las que comí son sabor a asado...
—¡Ya vi! —exclamó Naruto, emocionado por haber entendido el juego—. Es un platillo de ramen.
—¡Es una bolsa de papitas! —le corrigió el Akimichi. Y una larga y problemática discusión se armó, de la cual, Shikamaru no pensaba participar, y por eso se levantó del césped y se separó sin que los otros se dieran cuenta.
En su camino, no divisó que alguien corría en su dirección y no pudo evitar dar de bruces al suelo al chocar con aquella persona.
—¡Menos mal que te encontré! —gritó en llanto una voz conocida.
—¿Ino? —Se levantó y la ayudó a levantarse.
Ino no se contuvo en llorar más fuerte.
(...)
—Y... —gimoteó. Respiró profundo para poder calmar su llanto un poco para continuar—. Lo vi todo: su cabeza se separó del su cuerpo en un segundo. Fue espantoso. Yo no entiendo cómo pueden ser tan crueles.
Los demás la miraron con comprensión. Shikamaru sabía que su padre era, incluso, encargado de las ejecuciones, pero no dijo nada. Tampoco a él le agradaba lo crueles que se habían vuelto en la Hoja. Todo para ganarse el respeto.
—¿Y por qué condenaron a ese pobre hombre? —inquirió Naruto, indignado y esperando obtener una respuesta digna. Sabía que su padre no era tan cruel, pero últimamente era presionado por el consejo.
Ino no estaba segura de decir la verdad al hijo del Rey, pero armándose de valor lo soltó—: No hubo pruebas necesarias, pero sí las suficientes para sospechar que se trataba de un espía. —Todos mostraron molestia en sus rostros—. Todo porque su familia no es pura, dicen que tienen una prima lejana de un pueblo del Sur. Todo fue tan rápido. Yo quería irme, pero mi padre me dijo que debía ser valiente y ver hasta el final.
—Todos pasamos por eso —intervino Shikamaru, que hasta entonces se encontraba en silencio—. Es indescriptible lo que uno siente. La primera vez que vi una ejecución vomité. Mi padre me castigó por ser tan débil.
—Yo me desmallé, de ahí no recuerdo nada —comentó Chouji.
—Suerte la de algunos.
Ino no podía poner en orden sus pensamientos, porque una y otra vez la escena sangrienta de aquella mañana pasaba por sus memorias—Últimamente todo se volvió tan...
—Asqueroso —soltó Shikamaru —. Mis padres cambiaron, no son los mismos de antes.
—Toda la culpa lo tienen los del Sur —renegó Naruto, que era el más afectado—. Si no nos hubieran traicionado no estaríamos como ahora. Antes todo era tan pacífico.
—Por eso la Hoja no está mal tampoco en volverse fuerte, que por débiles nos hicieron padecer antes. Ahora todo es distinto — le dijo Ino a Naruto, porque sabía que era el que más tenía sentimientos encontrados—. Ten por seguro que tu padre odia esto como cualquiera. Solo que se ve obligado. ¿Comprendes? La última vez quisieron llevarse a tu madre. El Rey no puede volver a pasar por lo mismo.
Naruto sintió que todas las miradas de los presentes se posaban en él, así que la bajó pensativo. Lo sabía, conocía a su padre mejor que nadie, pero aún así no podía comprender del todo en lo que se estaba convirtiendo el Reino.
—Así que aquí estaban —dijo una voz a su atrás. Todos palidecieron, pero al ver que solo se trataba de la madre de Shikamaru se tranquilizaron.
(...)
—Debes ser más fuerte —le dirigió una mirada apremiante a su hijo—. Y todos ustedes. Las cosas en el Reino están mejorando. Para grandes resultados se deben hacer grandes sacrificios.
—Señora Yoshino —intervino con ternura Ino—, esto está delicioso.
La sangre se le subió a las mejillas a la señora Nara ante el halago.
—Se hace lo que se puede —dijo con orgullo, sin volver a su color.
—Señora Yoshino —ahora era Chouji el que intervenía—, ¿tiene aumento?
Yoshino se llenó de más orgullo y sirvió más a Chouji y Naruto, puesto el último también pidió lo mismo.
Mamá —tomó la palabra Shikamaru—, yo creo que se están pasando de la mano. No digo que está mal la disciplina, pero nos estamos ganando la desconfianza de todos los reinos y no solo de nuestro objetivo.
Yoshino soltó un bufido. Su hijo era igual de hablador que su padre.
2.-
—Claro que no, ¿verdad, cariño? —Minato los observó, a su esposa e hijo. El último les había hablado por un buen rato de todo lo que le indignaba, demostrando que en un futuro sería un excelente Rey.
—Bueno —tanteó— creo que no es tan grave. Solo sospechas que se disolverán con el tiempo. Pero de eso se trata, hijo, de que nos teman, y por siguiente, no se metan con nosotros. —Poniéndose serio, continuó—: No podemos repetir la desgracia que pasamos, hijo. Tú sabes que hasta ahora no nos podemos recuperar. Tal vez las pertenencias las logremos recuperar, pero el dolor y miedo en los corazones...es difícil.
—Incluso el Oeste nos odia, que por culpa de la alianza que teníamos los arrastramos a ellos, y Hiashi perdió a su hija. Esto es una bomba de tiempo, en cualquier momento explotará y nos veremos rodeados.
Naruto asintió. Comprendiendo un poco del problema no le quedó más que aceptar.
—Odio a los del Sur —soltó Naruto. Los dientes rechinaron de enojo—. Ellos comenzaron este infierno.
Kushina lo abrazó. —No, Naruto. No ganamos nada con odiar. Tenemos que actuar.
—Mamá, papá —se dirigió a ellos—, prometo hacer todo a mi alcance para salvar la paz. Juro que lo haré.
Ambos padres lo contemplaron con ternura. No lo dudaban.
UN NUEVO TRATADO
—¿Y después de la burla de la anterior reunión esperas que confié en ti, Minato?
Minato no esperó obtener una evasiva de parte de Rasa de una manera brusca y directa.
—En realidad no quise rebelar a Hiashi que te quería como mi aliado. Así que guardé hasta este momento mi última propuesta. —Rasa le regresó una mirada inquisitiva—. Te voy a regresar todo lo que antes era tuyo más todos los territorios que alguna vez mis antepasados ganaron, que antes eran tuyos, y lo que antes compartimos los cuatro reinos, que ahora está en mis manos.
—O nos quitaron, querrás decir —aclaró entre dientes Rasa.
—Sí, sí —confirmó Minato —.Todos. Incluso la Tierra Sagrada.
Minato pensó en la Tierra Sagrada, que en un inicio perteneció a los cuatro reinos, y que estaba ubicada en una intersección entre los cuatro grandes territorios; pero por las conquistas, quedó con el Norte.
Una sonrisa falsa se dibujó en la faz de Rasa. Incrédulo le dijo —: Estoy al tanto de lo sucedido, mi querido Minato. Sé que estás desesperado y que, incluso, al Este le temes. ¿Quién lo pensaría? Hasta hace poco mis tierras fueron las más atacadas, pero ahora los papeles cambian. Y aquí estás, suplicándome ayuda.
—Si así lo ves, puede ser. No estoy para darle espacio al orgullo. Sí, estoy desesperado.
Rasa se tiró para atrás, reclinando la silla.
—¿Y cómo me aseguro que dices la verdad?
Minato se esperó esa pregunta, así que no expresó nada en su rostro. Se acercó más, para que Rasa viera sinceridad en sus orbes, y respondió—: Tengo un hijo y tú una hija.
—¿Quieres una unión de tal magnitud? ¿Con la Arena? —preguntó incrédulo Rasa —. Mi querido Minato, me has sorprendido. La Arena no está en sus mejores momentos, pero es cuestión de tiempo. —Rasa se puso a pensar en una respuesta, que obviamente tenía desde que Minato le había formulado, pero para hacer larga la espera le preguntó con sorna—:¿Y la temible esposa que tienes está de acuerdo? Me sorprende.
—Eso no importa —respondió con dureza. Después de todo, su esposa sería la más beneficiada. Todo lo hacía por ella, los suyos y su pueblo.
—Estoy sorprendido. No hasta hace poco le temías. La guerra cambia.
—¿Aceptas? —inquirió nuevamente Minato. No deseaba hablar de Kushina, después de todo ella aún no sabía de lo que pasaba a sus espaldas.
—Mis guerreros son de la Hoja también —respondió Rasa.
...
Notas de autora:
Sí, es un ShikaTema con otra pareja sorpresa. Planeaba algo más enredoso, pero al final me decidí por algo más simple, pero con su toque de misterio. Estoy enojada conmigo misma, por dejar la escritura, así que decidí dejar atrás las inseguridades.
Bueno, necesito saber si se está comprendiendo la historia; así que estaré agradecida por sus comentarios. Insertaría hasta un mapa para explicar algunas cosas más adelante, pero me plantearé el reto de usar la descripción. Si es que aún así no se entiende, dibujaré el mapa.
Reyes rebelados hasta ahora:
Minato Namikaze, Rey del Norte
Rasa de la Arena, Rey del Este
Hiashi Hyuga, Rey del Oeste
Adivinen quién es del Sur. Parece el malo de la historia, pero eso se cree.
Este capítulo está dedicado a Nat Nara. Muy linda ella. Bellísima.
Gracias de antemano a los que se pasen. Realmente no espero nada, pero igual estoy nerviosa. MI zona de confort son los relatos cortos.
