Desde mi cielo
Tragedia
Silencio sepulcral. Tal vez si aun siguiera funcionando la radio podrían sopesar un poco más el tiempo, aunque para él no parecía ser un problema. Llevaba ya un buen lapso con la mirada fija en el brillo dorado de ese objeto.
Sí, finalmente lo había conseguido. Después de intentarlo todo, lo que para él era un simple pasatiempo se convirtió en la llave a lo que tenía entre manos en ese momento. No era para nada similar de tamaño a los que le pertenecían a Lynn o a Lola, pero ese brillo era idéntico, quizás tal vez, un poco más.
— Le quitaras el brillo con la mirada, hijo —comentó Lynn padre amistosamente para romper el silencio—, o peor aún, el resplandor te puede dañar la vista.
— Es que… aun no puedo creer que lo logré —mencionó Lincoln con plena satisfacción—. Por fin pude ganar algo.
— Siempre hemos estado orgullosos de todos ustedes, cariño —agregó Rita amorosamente—.
— Pero ahora estamos completamente felices de que sientas orgullo de ti mismo, hijo… ¡Ah! Demonios —luchó por controlar al vehículo y habiéndolo logrado, rió nerviosamente— El camino está algo comprometido.
— ¡Lynn, por el amor de Dios! ¡Pon atención al camino! —Gritó Rita, irritada por la perdida de control de la van de su esposo—.
— Ya, ya. Lo lamento. ¿Cómo te encuentras, Lincoln?
Al ver por el retrovisor pudo notar al pequeño peliblanco recostado en el asiento, con los ojos totalmente abiertos y una expresión de completa angustia, abrazando con todas sus fuerzas el trofeo que recibió por haber ganado el torneo de ajedrez del condado.
— Estarás bien —agregó con alivio—.
Del mismo modo, Lincoln también se relajó un poco. Recordaba porque se sentía tan feliz. Al fin, lo que tanto buscó lo había conseguido. Aquel espacio que se le asignó en la vitrina de trofeos ya no contendría solo uno pequeño, ahora podría agregar uno que le reconocía su logro, mientras el que tenía, ahí se mantendría, pues representa todo el cariño y amor que le tienen sus hermanas.
Pasadas las horas, no podía dejar de contemplarlo en una concentración casi absoluta, concentración que se vio interrumpida por el fuerte rugido de un motor a Diesel y un par de bocinazos de lo que parecía ser un gran vehículo.
El segundo sonar de aquel claxon fue lo que lo sacó del trance. Nunca supo lo que pasó.
~o~
¿Cómo comunicarlo con delicadeza? ¿Acaso había forma de hacerlo? En absoluto, y era la parte que mas detestaban de su trabajo.
Los conocían, no podían pasar desapercibidos en todo el pueblo. El apellido era frecuente en la comisaria debido a las quejas por ruido de un tal Señor Quejón; también recuerda a una de las patrulleras quejarse sobre una mujer que buscaba ser infraccionada a propósito para hacer servicio social. Era una pena saber que fue de ella.
El oficial estaba haciendo todo lo posible para evitar ir a tocar aquella puerta de aquella casa de la que sabía, no saldría sin haber derramado al menos, una gota de sus ojos.
Las conocía, a la mayoría. No eran malas personas y sencillamente no merecían eso, pero la realidad era inevitable y le correspondía al oficial Allison dárselas a conocer.
De nada servía que tratara de alargar los minutos. Debía hacerlo, y si no era él, sería alguien más, después, pero no hay momento indicado para dar una noticia de tal magnitud, y nunca lo habrá. Así que con calma bajo de la patrulla y caminó hacia la puerta de entrada, notando la agradable tarde que rodeaba la casa. Casi podía sentir la alegría de todas las niñas que sabía que ahí jugaban y que seria el encargado, no solo de acabar con ella, sino de reemplazarla por una tristeza abismal.
Al llegar, su dubitativa actitud lo detenía por unos cuantos segundos. Respiró profundamente para armarse de valor para por fin dar cuatro golpes exactos a la puerta y esperar ser atendido, mientras que muy en su interior, las esperanzas de que no hubiera nadie en casa morían en cuanto pudo escuchar el ajetreo del interior. Seria aún más difícil de lo que pensó.
No pasaron mas de 20 segundos para que alguien abriera la puerta, dejando ver a una jovencita rubia de cabello corto, la que conocía por ser la hija mayor de toda la familia, quien coloco una fuerte expresión de desencanto en su rostro al ver al uniformado frente a su puerta otra vez.
— Ah, muy bien. ¿Ahora quien hizo que cosa? ¿Lola, Lisa, Lynn, Luan?
— Buenas tardes, Lori —saludo cortésmente pero con mucha seriedad—… eh, ¿puedo?
Después de la evidente pregunta del de azul para poder ingresar a la casa, Lori rodo los ojos para dejar al descubierto su descontento.
— Pues, supongo que sí —respondió con desdén—. ¡Muy bien todas, a sus habitaciones, ahora! —Sentenció para algunas de sus hermanas que se encontraban jugando o haciendo alguna de sus actividades en la planta baja del hogar—.
Ninguna de las niñas objetó la orden, más por haber tenido la oportunidad de ver al uniformado que por otra cosa, lo cual sabían de antemano, era mala señal.
Al oficial no le molestó, ni siquiera le incomodó la manera en la que Lori le permitió pasar a su casa, ni tampoco le tomó importancia al modo de tratar a sus hermanas, aunque reconocía que tenía autoridad.
Rápidamente le restó importancia a ese aspecto, pero agradeció el hecho de que quitara del panorama a las niñas menores, pues si ya era difícil de comunicárselo a alguien que estaba a pocos meses de ser legalmente considerada como un adulto, no imaginaba lo complicado que podría llegar a ser decírselos a menores, sobre todo, siendo muchas, aún muy pequeñas.
Tomó asiento de la misma forma que Lori, la cual rápidamente se desentendió de la situación tomando su teléfono celular, o al menos eso pareció que haría.
— Mire Tom, mamá y papá no están en casa —dijo sin soltar su aparato—, y francamente no creo poder hacer mucho, así que solo dime que…
— Ah, Lori —la interrumpió él, tomando su mano y haciéndole desprenderse de la pantalla del celular unos segundos—, es precisamente eso de lo que vengo a hablarles —dio un gran suspiro antes de continuar—. Esta mañana se registró un accidente de transito en la carretera este. Ellos… estuvieron involucrados…
Al escuchar estas tres palabras en la misma oración heló la sangre de Lori. No quería adelantar conclusiones, pero la palidez en su rostro y el terror que se podía ver reflejados en sus ojos evidenciaban sus pensamientos, tuvo que hablar nuevamente el oficial para confirmar sus miedos.
— Lo… lo lamento. Fa… fallecieron… todos —terminó de decir con la voz ahogada—.
Su cuerpo dejó de reaccionar. El aparato cayó de sus manos. No quería creer lo que acababa de escuchar, solo pensaba en eso como una horrible pesadilla de la que ya quería despertar. Ni siquiera se dio cuanta de cuando fue que las primeras lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, cayendo por sus mejillas. Era real, en verdad había recibido esa horrible noticia.
Poco a poco su cuerpo comenzaba a actuar por si solo. Sus manos apretaban fuertemente el asiento sobre el que se encontraba sentada. Comenzó a negar tibiamente con la cabeza mientras apretaba sus parpados y las gotas de agua no dejaban de emanar. También presionaba sus labios tratando de ahogar el grito desesperado del llanto a causa del dolor que estaba sintiendo. Sin embargo, sus esfuerzos no resultarían del todo efectivos, pues a los pocos segundos de haber escuchado al policía, poco a poco se quebró finalmente.
— No… No —decía elevando su volumen paulatinamente—… ¡No, no! ¡No, por favor!
El grito de dolor de la mayor de esas hermanas no pasó desapercibido, pues al final fue mas ruidoso que cualquier situación antes vivida en la casa Loud.
La desesperación percibida en su voz hizo que todas las demás chicas dejaran de golpe lo que hacían para asomarse silenciosamente para poder observar que era lo que ocurría y el por qué del grito de dolor de su hermana mas grande, la cual daba la impresión de estar llorando, pero sin poder cerciorarse hasta que esta volvió a hablar.
— ¡Dígame que es mentira! —Se le escuchaba exaltada, claramente lloraba, desconcertando a todas las que miraban secretamente la escena— No es real, no es real… ¡No puede ser cierto!
El último alarido de Lori las alarmó aún más de lo que lo había hecho el primero de sus gritos, y tan rápido como lo escucharon, bajaron inmediatamente a donde se encontraba ella, y pudieron comprobar que efectivamente se hallaba llorando desconsoladamente.
Estaban completamente confundidas. ¿Qué pudo ser tan grave para poner a la mayor de ellas en ese estado tan afligido? No recordaban haberla visto así en algún momento de sus jóvenes vidas, pero ahí estaba, frente a ellas, devastada, con ríos de maquillaje escurriendo de sus ojos.
Las mayores después de ella alternaban la mirada entre ella y el oficial de policía presente, específicamente Luna, pues Leni se había sentado junto a su hermana mayor para tomar su mano y tratar de tranquilizarla un poco, tal vez así haciendo que les pueda explicar que era lo que pasaba.
Para las menores la situación era peor. La mayoría de ellas aun eran demasiado jóvenes para entender lo que sucedía. Se encontraban desconcertadas por ver a Lori de ese modo, y Leni intentando hacer que se tranquilice, sin embargo, ésta no lograba calmar demasiado a la rubia mas grande, provocando que la incertidumbre y el miedo comenzaran a aparecer en las mentes de las gemelas y de Lucy, también en la de Lisa, pero como era su costumbre, trató de mantener su seria postura en todo momento.
Aunque habían intentado obtener respuestas por parte de Lori, esta simplemente no pudo controlarse para dárselas, aun cuando se las pedían de la manera mas tranquila y amable posible, desistiendo tanto Luna como Lynn, quienes eran las que trataban de comunicarse con ella. Y habiendo fracasado en eso, la mayor de ellas dos se dirigió al hombre que ahí se encontraba.
Había tenido la delicadeza de no intervenir, pero tan pronto notó que ahora era el centro de atención de dos de ellas, trató de no hacer contacto visual para ver si las podía hacer desistir de sus intenciones, recordando lo difícil que fue decírselo a una de ellas, probablemente le seria imposible hacerlo con todas presentes.
Mas tan pronto pensó en esa posibilidad, se esfumó igual de rápido cuando escucho la voz de una de ellas.
— Oye viejo, ¿qué rayos esta pasando? —Preguntó Luna sin mucha delicadeza—.
El tipo maldijo en su interior, queriendo estrangular al tipo que lo mandó a decirles eso. Pensó que le pagaban por mantener el orden en las calles, no para dar ese tipo de noticias. No estaba acostumbrado a esa clase de situaciones, pero siempre había una primera vez, eran gajes del oficio.
Dio un gran y pesado suspiro antes de hablar, pero alguien se le adelantaba.
— N… no. Yo lo… yo se los diré.
Lori había logrado entre sollozos entrelazar esas palabras. Parecía haberse tranquilizado lo suficiente, pero el dolor dentro de su alma no se apaciguaba. Aun así, sentía que era su deber como la mayor darles esa noticia a sus hermanas menores, aunque daba gracias el no tener que hacerlo a solas.
Imitó las acciones del oficial para hablar, pero no podía dejar de derramar sus lágrimas, sabia que eso la podía evidenciar, sin embargo, también estaba consciente de que si no era ella en ese momento, sería alguien mas en alguna otra situación, y posiblemente sin mantener el tacto necesario.
— Chicas… debo decirles algo… algo muy difícil —continuaba mientras luchaba por que su voz no se ahogara con la tristeza—. Mamá, papá y… y Linc… oln, ellos…
— Niñas —interrumpía el uniformado al notar lo complicado que era para ella decirlo, captando al instante la atención de todas—, su madre y su padre, así como su hermano… ellos… perdieron la vida. Lo lamento mucho.
El llanto de Lori se intensificó una vez más al escucharlo otra vez, y al igual que ella la primera ocasión que lo supo, todas ellas sintieron como su mundo se venia abajo. Luna y Luan se llevaron las manos a la boca sin poder evitar llorar al instante; las gemelas comenzaron a llorar gritando desgarradoramente, abrazándose entre ellas y cayendo de rodillas; Lynn también caía de rodillas, golpeando numerosas veces el piso con los puños hasta el punto de lastimarlos, llorando con presionando fuertemente parpados y labios; la más pequeña de todas también comenzaba a llorar, más por el ajetreo de sus demás hermanas que por comprender siquiera lo que acontecía; Lisa y Lucy lloraban en silencio, habiéndose apartado de las demás, buscando un lugar donde ocultar sus rostros llenos de angustia y dolor; y Leni, ella había sugerido que les ayudarían a encontrarlas, pero el volumen utilizado sumado al ruido alrededor solo dejó que Lori lo pudiera escuchar, quien en lugar de reprimirla, la miró a los ojos con los suyos llenos de lágrimas, lo cual hizo que la segunda del clan comprendiera de a poco lo que habían dicho, desmoronándose también en unos pocos segundos en los brazos su hermana mayor.
¿Cómo era que había pasado? ¿Cómo fue que de la noche a la mañana perdieron a las cabezas de la familia y al único hermano que tenían? Y lo mas importante, ¿por qué había pasado eso?
Ni esa ni ninguna otra de las preguntas tenían una respuesta clara. Solo podían pensar en que su familia se había destruido.
Ya no habría viajes familiares, no mas historias para dormir ni a quien acudir por un consejo. No mas juegos entre hermanos, esa persona ya no estaría para chantajear con una tierna mirada para jugar algo que probablemente no quiera. Y al final, tampoco estaría ya ese, en el que podían confiar plenamente y en el que sabía se podían apoyar siempre. Pero no, ya no más.
~O~
Lentamente se levantaba con ayuda de sus dos brazos. Se sentía un poco cansado, pero poco a poco recobraba energías, sin poder percibir nada más que un puro color blanco, dándose cuenta de que sus ropas también, de alguna manera inexplicable se habían teñido de ese color, algo que pareció no sorprenderle al instante. Además, ningún sonido, ningún olor, solo blanco a su alrededor.
A cualquier otro, posiblemente estar en esa situación lo desesperaría, pero él no sentía eso, pues por el contrario, una inmensa calma y tranquilidad le llenaba el alma. Sin embargo, la incertidumbre por donde estaba también se hacia presente en la mente del niño, y guiado por la curiosidad comenzó a vagar sin destino esperando encontrar algo o alguien que le indicara donde se encontraba.
Pasados unos minutos de haber caminado sin destino aparente, un suave y angelical susurro pudo apenas ser percibido por él, ignorándolo al principio. Pero el escucharlo una segunda vez, mas fuerte y claro lo hizo parar un momento su andar y en su cabeza finalmente comenzaban los cuestionamientos obvios.
¿Qué había pasado? ¿Por qué repentinamente estaba ahí si se encontraba a bordo de la camioneta? ¿Acaso había perdido la memora? ¿Realmente era quien creía o recordaba ser?
Al detenerse para hacerse esas y mas preguntas, escucho por tercera vez, aun más fuerte y más claro la voz que se había hecho presente hace unos momentos, cuando pensó que había sido solo su cabeza, pero en ese momento estaba seguro de lo que había escuchado, y exactamente lo que le dijo.
— Solo un poco más, cariño.
No tenía la más mínima duda de quien había dicho aquello. Se trataba de su madre, pero no usando el tono amoroso de siempre. Sentía que el dulce sonido de su voz era aun mas dulce y angelical que el que conocía. Le traía una mágica sensación y le provocaba un sentimiento que no creía haber sentido con anterioridad en su vida, un sentimiento que lo animó a seguir con su andar, esta vez mas de prisa.
— Vas muy bien, corazón.
— Muy buen trabajo. Ese es mi muchacho.
Acompañando la voz de su mamá, estaba seguro de que era la de su padre, la que lo llenaba de confianza y seguridad, así como lo hizo en el torneo…
El torneo…
Lentamente comenzaba a reducir la velocidad de su caminar, mientras las imágenes previas de lo acontecido comenzaban a invadir sus pensamientos.
Sin dejar de dar pasos a serenidad, la escena regresaba lentamente. Pudo ver con claridad todo lo acontecido. Un poderoso y pesado tráiler con doble remolque dirigiéndose sin control alguno a su vehículo, impactándose de frente con ellos sin que nadie lo pudiese evitar.
Del impacto, casi nada, pero de los momentos subsecuentes, algo que nunca debió haber visto. Los cuerpos de sus padres, aunque completos, cubiertos de sangre y heridas mortales con las ropas desgarradas, milagrosamente no exhibiendo nada, aunque poco le hubiera importado.
De su parte, su condición no era para nada mejor. Pudo recordar claramente sus dos brazos llenos de cortadas y sangre, con uno de ellos roto al menos en tres partes, sin poder sentir nada bajo la cintura. Y por último, a esa chica, muy joven, no tanto como Lori pero nada cercana a la edad de sus padres, colgando de la cintura a través del parabrisas de la poderosa máquina, escurriendo sangre de sus manos y balanceándose ligeramente.
De golpe, regresó a la realidad, notando como sus ojos habían comenzado a derramar lágrimas, pues había caído en cuenta de lo que estaba ocurriendo, o al menos eso creía. Seguía caminando y escuchando al mismo tiempo hasta que segundos después de extintas sus visiones, pudo ver un par de siluetas.
Al acercarse más, ambas comenzaron a tomar forma.
— ¿Ma…má y… papá?
Exhaló débilmente viendo como sus padres ansiaban recibirlo. Su madre tomándose de sus propias manos, sonriendo pero con los ojos llenos de lágrimas, de igual forma que su padre, solo que este rodeaba con su brazo a Rita, descansando su mano en su hombro. Ambos vestían la misma ropa de siempre, con la diferencia que, al igual que él, estas se hallaban teñidas de blanco.
Al estar ya frente a ellos, ambos se agacharon a la altura de Lincoln y lo abrazaron lo más fuerte posible, acción que desencadenó un llanto menos controlado de parte de Lincoln y su madre, mientras que Lynn padre se esforzaba por contenerlo lo más posible.
No había palabras, todo era evidente.
— ¿Así que… fue todo? —Fue lo que preguntó el joven, visiblemente decaído y sin dejar de llorar—.
— Me temo que… sí. Así es, corazón —respondió su madre mientras acariciaba suavemente su mejilla y jugaba con uno de sus mechones de cabello, sonriendo aún, tratando de hacer del amargo momento más ameno—.
Lincoln decayó la vista.
— Hijo, sabemos que estas triste. Nadie mas que nosotros se lamenta toda esta situación —hablaba el señor Loud condescendientemente—, nadie más que nosotros lamenta que tu estés aquí —finalizaba con la voz cortada y limpiando su llanto con su manga—.
Los tres sentían un inmenso dolor, no solo por ellos. Había diez personas en las que se preocupaban mucho, en las que pensaban, y casi estaban seguros, les harían falta.
— ¿Creen que estarán bien? —Preguntó Lincoln, con mas deseos de escuchar un "sí" que le diera tranquilidad que una verdad que lo preocupara—.
— Ellas estarán bien, mi pequeño jovencito.
Aquella era una voz ajena a ellos, una que nunca habían escuchado o recordaban haberlo hecho. Pero la incertidumbre no les duro mucho, pues a los pocos segundos, un pequeño remolino de nubes comenzaba a formarse, generando una brisa de aire, el cual, al respirarlo, hacia que en sus almas naciera paz y quietud, tranquilidad.
Aquel venteo se volvía un poco más fuerte a cada segundo, hasta que pudieron percibir que, al reducir este su intensidad, un hombre se hacía presente, un anciano con una larga barba, frondosa y blanca, como algodón. El cabello también le era abundante, pero solo en la parte posterior y en los lados de la cabeza, igualmente blanco. Vestía una túnica, también blanca pero con vivos color oro y sandalias cafés, aunque estas no fueran visibles. Y por último, pudieron notar que el anciano en cuestión llevaba consigo lo que parecían unas llaves color doradas colgándole al cuello.
— Sean bienvenidos —habló aquel personaje. Su voz era gruesa y profunda, imponiendo seguridad y bienestar—. Si no me equivoco, ustedes son los señores Lynn padre y Rita Loud, y el pequeño Lincoln Loud.
Los tres asintieron, irguiéndose para saludar apropiadamente al hombre.
— Pues… así es —respondió Lynn padre—. ¿Usted es…?
El sujeto bufo una alegre risa.
— Eso no importa, mis queridos amigos. Lo que verdaderamente importa es la tarea que se me ha encomendado.
— Ah, disculpe señor —comenzó Lincoln, levantando la mano para poder hablar—.
— Dime, pequeño. ¿Qué te aflige?
Antes de comenzar a hablar, bajo un momento la cabeza, resignado y triste, pero de inmediato la volvió a dirigir al anciano para aclarar sus dudas.
— Señor, creo saber lo que está pasando, pero ¿realmente tenemos derecho a…? Bueno, ya sabe.
El respetable miró dubitativamente al muchacho y a sus padres. Había hecho una pregunta que tenía siglos sin haber escuchado. Él sabía que ya habían sido aceptados, pero algo le decía que ellos no creían del todo la decisión. Así que, sonriendo, colocó una expresión de optimismo.
— Admiro tu curiosidad, hijo. Pero si dudas tienen, un vistazo las resuelven.
Después de rimar, hizo un suave movimiento con su mano, como si quisiera que subiera algo, e inmediatamente, del suelo entre las nubes que se habían formado, se elevó lo que prácticamente era un armario de archivos, del cual abrió uno de los compartimientos para sacar dos carpetas.
— Muy bien. Primero vamos con el Sr. y la Sra. Loud. Veamos —comenzó tranquilamente, abriendo la carpeta—, padres amorosos; responsables con su familia; disposición a siempre estar en la vida de sus hijas e hijo; y siempre querer apoyarlos…
Ante la primera descripción que les hizo el hombre, los dos adultos se tranquilizaron por dentro, sin embargo, no contaban con que ese hombre de aparente edad avanzada continuaría.
— Sin embargo, veo aquí algunas situaciones, un par de ellas, específicamente, llaman mi atención. La primera es creer que un niño era de mala suerte —al terminar de decir eso, con la boca hacia un sonido de molestia—; y dejar que una pelea entre dos de sus hijas se convirtiera en una entre todas ellas.
Finalizaba cerrando la carpeta que contenía la información de los padres, quienes se avergonzaron de si mismos al recordarles ese par de ocasiones, dejando caer sus hombros y cerrando los ojos con evidentes muecas de depresión.
Pero de nueva cuenta, el anciano soltó un par de risas antes de hablar otra vez.
— Tranquilos, amigos míos. Si ese par de situaciones fueran condicionantes, bueno, la mitad de los que están adentro habrían tenido de destino otro lugar.
Lynn y Rita se miraron mutuamente con expectación mientras era ella esta vez la que hablaba.
— ¿Eso significa que…?
— Claro que sí, mi estimada señora. Ustedes de hecho, son una de las mejores parejas que he tenido el honor de aceptar. Si gustan —al mismo tiempo que decía aquello, un par de enormes puertas de oro solido se alzaban detrás de él, quien les invitaba a pasar a la vez que estas se abrían de a poco—, pueden entrar.
Sonrieron y se abrazaron entre ellos por la noticia. No significaba que habían dejado de estar tristes, pero ya no era un asunto en el que pudieran hacer mucho. Ya adentro encontrarían la forma de saber algo de ellas. Pero por lo pronto, debían concentrarse en aquel que tenían junto a ellos, el que desgraciadamente los había acompañado hasta esa instancia.
— Si no le molesta, señor. Quisiéramos esperar a nuestro hijo, para entrar junto con él.
— Una decisión que les respeto. Pues no perdamos más tiempo y comencemos.
Tomó ahora el segundo legajo, el cual se veía evidentemente mas grueso que el anterior. Lincoln trago saliva al no evitar sentirse nervioso mientras el respetable anciano abría la carpeta para consultar la información.
— Muy bien, Lincoln Loud. Hiciste un video humillante de tus hermanas para ganar un concurso; sacaste provecho de ellas al tener que tomar una decisión; intentar cambiarlas a algo que no eran; ese grosero mensaje a tu hermana mayor; fingir dar esa mala suerte; evitar hacer deporte y hacer que tu hermana tome tu lugar en un equipo de futbol americano, aprovecharse del empleo de Lori para obtener un beneficio propio…
La mención de cada una de esas situaciones avergonzaba mas y mas a niño de blanca cabellera. Comenzó a creer por un segundo que tal vez él no podría compartir la misma suerte que sus padres. Se resignaba a cada momento mientras que el anciano no paraba de repetir todos los errores de su vida mortal.
Le recordaba la situación de bicicleta de Lynn, cuando había pasado el día entero ignorándolas la ocasión de la tarea ecológica de su clase, el egoísmo por el mejor lugar en un viaje familiar, culparse a si mismo para proteger a Lucy de… ¿culparse a si mismo?
Haber escuchado eso lo desconcertó, por lo cual, prestó nuevamente total atención al hombre de prominente barba.
— …humillarse él mismo para hacer sentir mejor a sus hermanas; ayudar a Lola a aprender a leer; apoyar a Leni para aprender a conducir…; ah, y dos de mis favoritas personales: "hasta entonces, tu hermano te cubre la espalda" y "… a la que muestra las verdaderas, las perfectas ustedes".
Y como lo hizo anteriormente, cerró la carpeta de la cual había obtenido la información de Lincoln. Miró al niño y se percató de lo avergonzado que se encontraba, casi al borde de las lágrimas.
A pesar de lo bueno que había mencionado, aquellas malas acciones eran lo que más lo hacían pesar. Ciertamente no creía ser el mejor de los hermanos, pero según él, hacia méritos para no ser el peor, creencia que se derrumbo en cuanto comenzaron a enumerar las acciones del peliblanco.
Habiendo notado la actitud del joven de blanca cabellera, el anciano hombre se dispuso a hablar nuevamente con la intención de reconfortarlo.
— Oye, vamos pequeño —trató de sonar amistoso—. Esta bien, puede que no seas el hermano del año, de hecho, si te enseño esto descubrirías que lo malo que mencioné, no es ni la mitad de lo que llenan las buenas acciones.
Al mostrarle la carpeta al de los blancos mechones, observó como el viejo hombre no tenía ni un rastro de malicia en su expresión. Supo al mirar sus ojos, que el sujeto no mentía, pero eso no le impidió intentar tomar el archivo, lo cual le fue rápidamente impedido por el sujeto de la gran barba.
— Lo siento. No podemos permitir que vean esto. Si lo permito, me despiden —finalizó simpáticamente, provocando unas ligeras risas de los tres Loud—… No es broma —agregó riendo nerviosamente—.
Habiendo logrado su cometido, las puertas tras de él se comenzaron a abrir lentamente, y detrás de ellas, un brillo tan hermoso y radiante los iluminaba y aunque lo miraban directamente, este no les lastimaba la visión, por lo cual podían ver perfectamente. Y al abrirse las puertas en su totalidad, el brillo fue disminuyendo hasta que pudieron percibir un paisaje tan hermoso, algo tan bello que jamás habían imaginado.
Se trataba de una amplia pradera con el césped más verde que jamás hayan visto. Los arboles eran enormes y frondosos, además de igualmente verdes como el césped. Al fondo se veían montañas con las cimas cubiertas de un blanco manto de nieve que enmarcaban el inicio del azul del cielo, tan despejado y claro, y que en las noches permitía ver lo basto del cosmos.
Al pie de las mencionadas montañas se encontraba un lago inmenso, cuya agua totalmente cristalina hacia del mismo, un enorme espejo que cumplía su función.
Y coronando todo, el sol más grande jamás visto alguna vez, posicionado exactamente entre dos montañas, provocando un atardecer eterno.
Todo aquello era un completo paraíso ante sus ojos, todo era para ellos… solo para ellos.
— ¿Y bien? Adelante, disfrútenlo.
Entre ellos se miraban, atinando al mismo pensamiento, mostrando la angustia en sus rostros. El lugar donde pasarían la eternidad no era el problema, eso estaba claro, el verdadero pesar de los tres era que se trataba de demasiado paraíso para ellos tres. Cambiarían pasar todo ese tiempo ahí por solo poder volver y ver a sus queridas hijas y hermanas, al menos, solo al menos, una vez más.
— Señor —comenzó Rita, evidentemente angustiada—, se ve maravilloso, pero la verdad… la verdad…
— La verdad es que, no sería nada fácil disfrutarlo sabiendo que, bueno, que nuestras hijas ya no estarán con nosotros —finalizó Lynn padre lo que su esposa había comenzado—.
— Ni siquiera pudimos despedirnos —continuaba Lincoln—. Quisiéramos… al menos quisiéramos poder hablar con ellas una ultima vez… son nuestra familia.
El hombre se quedo pensativo. Había visto muchas veces el mismo escenario, y la misma cantidad de veces, se le permitía conceder eso que le pedían, que le suplicaban con los rostros.
— Son una familia adorable, y por mucho tiempo nos han sorprendido, sobre todo ustedes dos —mencionó hablándole directamente a Lynn y Rita—. Esperábamos que esta situación nunca llegara a pasar, pero en la posibilidad de que algún miembro de su familia llegar a este lugar primero, el jefe dio el permiso de pudiese despedirse de su familia como era justo.
Suspiró pesadamente antes de continuar.
— Ojalá se nos hubiera pasado por la cabeza que más de uno podría llegar —dijo con pesar—. Lamentablemente solo podemos permitirle a uno de ustedes hacerlo. Y me temó que también, esa decisión no me compete a mí, ni a ustedes. El jefe decidirá.
La incertidumbre se hacia presente en ellos. Todos anhelaban realizar el viaje astral y poder hablar una ultima vez con sus hijas, con sus princesas, sus mejores amigas.
De un momento a otro, el anciano extendió su mano y un muy diminuto cumulo de nubes se posó en ella para tomar la forma de un celular, el que pudieron notar, al reverso estaba ese logo tan distintivo, dejándolos un poco sorprendidos.
— ¿Qué? ¿Acaso creían que no los usábamos? Estos bebes son geniales.
Habiéndoles causado gracia, esperaron expectantes a la decisión final de ellos. Cada uno de ellos tenia la esperanza de ser ese que pudiera ir a despedirse a nombre de todos, comunicarles que estarían bien y que las esperarían el tiempo que fuera necesario. Y de cierto modo pensaban que la decisión se resumiría a los padres, pues en el fondo, inclusive Lincoln, pensaban que tal vez eso seria demasiado para un niño, un niño al que le fue arrebatada la vida, y quien no merecía estar ahí, al menos, no tan pronto.
En lo que esperaban la respuesta, Lincoln volvió a alzar la mano queriendo hablar.
— Si, dime joven.
— Ah, señor. Antes de ver a mis padres, yo tuve una… un recuerdo. Fue de… eso —titubeo al recordar las horribles imágenes—. Yo, además de ver a mamá y papá, también vi a…
— Oh, claro —respondió exaltado—. Bueno, si te preguntas que fue de ella, ya esta en un lugar igual al que ustedes irán.
Rápidamente les explicó que debido a que la atendió a ella primero, fue lo que causó que se demorara un poco más con ellos.
Les explicó como la chofer del otro vehículo involucrado había perdido el control al quedarse sin frenos. La chica había tenido el mismo recuerdo del accidente y al darse cuenta de lo que provocó, rompió en un mar de lagrimas mas desgarrador que el de ellos, pues no solo ella había sido víctima, sino que por su culpa, tres personas inocentes, entre ellas un pequeño de cabello blanco, habían perdido su vida.
— Estaba tan devastada, que incluso pidió verlos para pedir disculpas y que fueran ustedes los que decidieran su destino —terminó de contarles—.
— ¿Y que fue lo que pasó? —Preguntó el pequeño—.
— Bueno, no esta permitido. Pero en caso de que ustedes quieran hablar con ella, bueno, en ese caso sería posible.
Impresionado por la actitud del niño, emitió una sonrisa que pocas veces colocaba en su rostro. Una de satisfacción al ver como un ser así llegó a la tierra.
— Bueno, yo si quisiera hablar con ella. La pobre debe seguir sintiéndose mal —dijo Rita ligeramente preocupada—.
— Claro que sí, cariño —respondió su esposo tomándola de la mano—. Solo debemos esperar a saber quien irá a hablar con nuestras pequeñas, entonces los otros dos iremos a hablar con la pobre mujer.
— Pues usted y su esposa pueden ir —habló el viejo—, pues Lincoln será el que pueda hablar con sus hijas por ultimas vez.
La noticia los sorprendió a todos, hasta al mismo peliblanco. Tenia ganas de hacerlo, de poder hablar y ver una ultima vez a sus hermanas, pero no le parecía justo. Cierto es que se trataba de su familia, pero a su juzgar, la mujer que les había dado la vida tenia un poco mas de derecho, al igual que su padre.
— La decisión no fue tomada al azar, amigos míos —volvió a tomar la palabra el venerable—. Todo lo que hicieron en vida, así como lo que estuvieron haciendo al llegar aquí fue tomado en cuenta, y cuando su hijo también se preocupó por esa chica, estuve seguro de cual sería el fallo del jefe.
No era un secreto que Lincoln podía llegar a ser muy egoísta, pero, en contraparte, también podía comportarse de una manera muy altruista. Y no se trataba de que Lynn o Rita no fueran buenas persona, pero Lincoln, a pesar de su corta edad, había demostrado en vida poder actuar igual de maduro que su hermana más grande, o quizás hasta superior.
Pero en la mente de los tres resonaba una duda, seguía siendo un niño, un niño que llego a donde esta asustado, triste, preocupado. Todos pensaban, incluido el anciano si acaso aquella no seria mucha responsabilidad para el joven de los blancos cabellos. Y sin embargo, después de haberlo sopesado tan solo unos cuantos segundos…
— Acepto —sonó decidido y confiado—.
Una oportunidad, eso era lo que habían pedido y justamente lo que les habían dado. Y él, el mas pequeño de entre ellos, el que solía hacer o reparar desastres en casa, el que amó como nadie amó a esas niñas, el único varón entre diez chicas. Él deberá llevar no solo su menaje propio, también el de sus padres.
Los aludidos hubieran querido objetar, pero al ver la ilusión en los ojos de su hijo, no tenían alma para hacerlo. tal vez, y solo tal vez, en algún momento del futuro, puedan de nuevo pedir esa oportunidad para ser ellos quienes visiten a sus queridas hijas, a las alegrías de esa tan numerosa y peculiar familia.
De ese modo, habiéndose hecho todos a la idea de las decisiones de los que estaban a cargo, a Lincoln se le permitió tomar esa oportunidad, esa en la que anhelaban la despedida, la que llevaría las ultimas palabras de sus padres a sus amadas hijas, y él podría decir las propias frente a frente.
— Ah, y antes de que se me olvide. Tendrás solo una noche para hablar con todas en sus sueños —sentenció el otro peliblanco—.
— ¿En sus sueños? —Preguntó confundido y desanimado—.
— Pero claro. No puedes llegar a plena luz del día diciendo "Hola, soy su hermano fallecido. vine a despedirme" —agregó con un tono sarcástico sin querer sonar grosero—.
— De acuerdo. Entiendo.
El de los blancos mechones volteo a ver a sus padres, quienes abrazados, le sonreían llenándolo de confianza. Sabían que haría un buen trabajo, y al final, solo escuchó aplaudir dos veces al viejo para de nueva cuenta, ver todo, o mejor dicho, ver nada, solo un negro vacío.
~O~
Se trató del peor momento de sus vidas. La mayoría no podía dejar de llorar, solo Lori y Luna habían podido controlarse una vez las lapidas fueron colocadas, pero eso no significaba que habían dejado de sentir lo que los demás en la vieja camioneta familiar. No se escuchaba nada mas que los sollozos de todas en los asientos de los pasajeros, y adelante, esa pareja de adultos mayores quienes también se encontraban totalmente destrozados por dentro.
Él lloraba internamente, y ella sentía su dolor. La marina lo entrenó para todo, pero perder a su hija, a su yerno y a su único nieto, no. Para eso no. Mas no podía derrumbarse, no frente a ellas, los ángeles que le quedaban. Debía… no, debían ser fuertes por y para ellas. Es algo que Albert no haría solo, después de todo, Myrtle también era parte de la familia, y no por haberse integrado tarde le dolía menos.
Mas todo eso, ahí iba. Estoico, inquebrantable, de nuevo, al menos frente a ellas.
Al llegar a su casa todas bajaron lo más rápido posible. Querían irse a dormir, querían creer que al despertar todo se trataría de una horrible pesadilla.
— ¡Oigan todas ustedes! ¡Sean corteses! —Gritó Lori. La voz entrecortada evidenciaba que no había hecho mas que llorar en todo el día—.
Todas hicieron caso omiso a la mayor. ¿Qué mas daba si las castigaba?
— Oh, tranquila querida. No importa —mencionó la mujer mayor condescendientemente tomando la mano de Lori desde dentro del vehículo, en el asiento del copiloto—. Deben estar muy alteradas… igual que tú. Ve a descansar —finalizó palmeando dos veces la mejilla de Lori, pudiendo sentir la humedad que desprendieron sus ojos—.
— Gra… gracias abuela —respondió la joven rubia—. Buenas noches… ah. Algo más. Te ruego… te hagas cargo del abuelo, por favor —finalizó ya sin emoción alguna—.
— Descuida princesa. Buenas noches —acabo sonriéndole—.
Después de también despedirse de su abuelo, quien solo asintió a Lori. Tenia miedo que de abrir la boca y emitir cualquier sonido, estallara en llanto, provocando mas incertidumbre y dolor a sus nietas. Todo lo que fuera a sacar, lo haría en otro lado.
Caminó hacia su casa para entrar también y seguir el consejo de Myrtle a la vez que su abuelo se llevaba a Vanzilla con ellos. Ya otro día iría a recogerla para llevarla de nuevo a casa. Pero mientras se dirigía dentro, notó que ninguna de las luces de la casa había sido encendida. Era obvio que no les interesaba, de hecho, no lo haría nada en ese momento. Tenia que entrar pero no quería hacerlo. No soportaría verlas en ese estado por mas tiempo. Pero como la mayor, era su deber tranquilizarlas, ser un ejemplo para ellas.
No tuvo el valor para entrar con todo ese sollozo resonando por toda la casa, llanto que inevitablemente a ella también le hizo romper en lágrimas, y sin tener la fuerza para seguir adelante, se sentó en las escaleras del pórtico y bajo la vista inmediatamente. Las gotas de sus ojos recorrían su rostro hasta caer por su nariz mientras internamente se preguntaba nuevamente lo que todo mundo en el funeral se cuestionaba, ¿Por qué?
El funeral… Recordarlo se sentía como 1000 agujas atravesando su corazón lentamente. Familia y amigos, todos consternados por lo que estaban presenciando, rompiéndole aun mas el alma al darse cuenta de que de los tres, la pérdida que mas se lloraba era la de su hermano.
Podía jurar que todo el curso de su hermano estaba ahí reunido. Conocía a su circulo mas cercano, era imposible que faltaran o que no se derrumbaran, y de todos, el pequeño chico de raza negra era el que mas sufría. Era obvio. Prácticamente juntos desde el jardín de infancia y de pronto, recibes la noticia de que tu mejor amigo murió no debe ser nada fácil. También podía identificar a varias niñas de su clase llorando amargamente, sin embargo, a la única a la que pudo reconocer fue a esa niña con sudadera purpura y tez morena.
La relación que habían forjado los niños Santiago con Lori y Lincoln los obligó a estar ahí, y de los dos, Ronnie Anne era la que más sufría. Al igual que Clyde, había perdido a su mejor amigo, a un gran compañero, alguien con quien sabia podía abrirse más allá de su familia. Pero Bobby tampoco estaba mejor, pues además de la tristeza que podía sentir, él también había perdido un gran amigo, ese que por momentos podía hacerse pasar por su hermano menor.
Acabó de recordar y miró al cielo, contemplando las estrellas del firmamento nocturno. Al menos, en ese momento, quería pensar que ya estaban ahí, junto a las estrellas, vigilándolas, cuidándolas, amándolas.
Cuando decidió que había pasado el suficiente tiempo lamentándose, encontró fuerzas para entrar a su hogar. Ahora debía pensar en todas ellas. Se acababa de convertir en la cabeza de familia, en la que debía poner orden y encargarse de ellas, velando por ellas, convertirse en su segunda madre, tratando de acercarse los mas posible a lo que fue Rita. Le seria imposible acercarse a ser lo que fue ella, al menos, siendo tan joven.
No se preocuparía por conseguir un trabajo, al menos ese aspecto estaba resuelto en cierta forma dados los seguros que tenían sus padres. No cabía duda, fueron los mejores padres que pudieron existir.
Entró con cautela a la casa, de la cual, solo la luz de la cocina estaba encendida, pero lo fue suficiente para notar que ninguna de sus hermanas había ido a dormir a sus habitaciones, estando todas reunidas en la sala.
Halló a las gemelas recargadas entre si el pie del sofá; sentado en este, Luan recargada en Luna, quien entre sus manos sostenía la de la comediante; al lado de ellas se encontraba Leni cargando a Lily. Ella no estaba apoyada en nadie, mientras que la bebe estaba cómodamente acurrucada en sus brazos y regazo; y en el sillón restante, Lynn servia de cama a Lucy y Lisa.
Pasó su mano por las cabezas de todas ellas, acariciando sus cabellos y notando que habían llorado hasta quedarse dormidas. Así que pensando que no era una mala idea, tomó asiento en el poco espacio que quedaba en el sofá, junto a Leni, a quien con cuidado apoyó en ella para que descansara más cómodamente mientras Lori lo hacia en la cabeza de su hermana menor inmediata.
Espera, como ellas, dormir y que al despertar, todo se tratara de una pesadilla, una horrible pesadilla que nunca debió pasar… O, al menos, no despertar de nuevo a esa horrible realidad.
~O~
Pues bien amigos. Aquí estamos nuevamente.
Esta es una historia que tuve mucho tiempo en la cabeza y que estuve, literal, meses pensando en como aterrizarla, y parece que al fin lo logre.
Es obvio que esta basado en cierto fic, pero este ángulo es diferente, como pudieron darse cuenta. Así somos los arquis. Buscamos perspectivas :v.
Ok, no.
Pues bueno, sin más que agregar. Nos vemos en otro momento.
FicLvr93
