El PROFETA

Tesoros Escondidos

Tras el registro del Ministerio que sufrió ayer el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, se encontró un viejo tomo de más de novecientos años junto a las tumbas de los cuatro fundadores. […Junto al volumen se encontró una carta de la cronista dirigida a sus descendientes...[…El recientemente fallecido director del colegio introdujo dicho libro en su testamento, legándolo a la biblioteca…[…Por motivos de seguridad, varios copistas de la asociación de Traductores de Toledo, fundada en el siglo XV, se encargan de hacer un número limitado de copias, con todo los detalles…[…La historia de Hogwarts comienza ahora.

Queridos míos:

Esta carta forma parte de mi testamento. Del legado que te dejo.

Sé que yo no estaré aquí para protegerte y consolarte como antes, porque ya habré partido.

Sé que el colegio ha empezado a decaer, a tan solo dos siglos de las muertes de nuestros maestros, y sé que se revuelven en sus tumbas.

Sobre todo Salazar, tan lejos de ella…

Sé, también que las mentiras circulan por todo nuestro mundo como una plaga.

Por ello aquí dejo, como una huella imborrable de la verdad, mis memorias.

Dejo las crónicas de cómo comenzó todo.

Cuídalo por la memoria de tus seres queridos, para que nada mancille su honor y su pasado.

Por último me despido de ti, con todo mi amor

Hasta siempre

De tu madre

Hilda Alice Dumbledore

Salazar

1

La luna estaba en su trono mirando con arrogancia a los mortales. Su reflejo se movía, turbio, en las aguas oscuras del pantano. El cantar de los grillos y las cigarras envolvía la noche de verano. Un pobre conejillo, que escapaba de los cazadores del bosque, se internó en los juncos. Se detuvo a coger aliento. Las plantas que tenía ante él crujieron de pronto y, asustado, huyó.

Un muchacho de pelo azabache y cara pálida se movió en sueños. Vestía ropas sucias y rotas. Una chaquetita de lino, cuidadosamente bordada para ocasiones especiales, y unos pantalones de piel, raídos en su mayoría, dejaban entrever unas extremidades pálidas y llenas de moratones y cicatrices. Nadie habría dicho que aquel muchacho de pelo negro era el hijo de los condes de la región.

Despertó con un grito, lleno de sudor. Se incorporó y miró sus manos, llenas de arañazos. Se encogió y, abrazado a sí mismo, comenzó a llorar. Había vuelto a soñar con ello. Con esa fatídica noche, en la que todo cambió. "Todo". Y tan radicalmente. Aún le costaba creer que había perdido todo. Que nunca volvería a ver. A sus padres, a su hermano mayor, y a su hermana. Tantas veces se había sentido protegido por ellos. Y ahora no estaban. Se habían ido. Le habían defendido hasta la muerte, y por eso, ahora, vagaba solo por la región. El castillo incendiado, su padre y su hermano mayor muertos por un fuego maldito. Su madre y su hermana, pálidas, en la hoguera. Tres días después de haber perdido a su hijo mayor y a su esposo, los aldeanos se la habían llevado para matarla. Para vengar a los suyos.

La cortina del olvido se descorrió y los recuerdos volvieron a inundarle la mente, como noches atrás. El rostro puro de su madre envuelto en llamas, las gentes gritando palabras sin sentido, insultos hacia ella: "Bruja", "Hija del Diablo","Sierva de Belcebú"; su hermana le había tapado los ojos, y le había dado de beber algo para que se durmiera. Y se durmió y no vio a su madre consumirse en llamas, pero algo le salió mal a la pócima de su hermana, y es que él se despertó Para ver como ella moría…Igual que su madre.

Cada vez se acercaba más a la desesperación. Un rugido le hizo desprenderse de sus recuerdos. Se moría de hambre.

-Salazar, debes ser fuerte. Padre habría querido que lo fueras. Debes sobrevivir y ser más fuerte que ellos. Debes vengarte. De los no magos y los magos oscuros para que no vuelvan a destrozar otro hogar como ya lo han hecho. Con su ignorancia, y sus ansias de poder. Sobrevive. Por ellos. Padre, madre, Salma, y Shía. Por ellos.

El viento rasgaba la puerta de la posada con fuerza. Salazar se deslizó a través de la rendija que había y salió a la calle. Estaba entumecido pero tenía en sus manos un pequeño regalo. Ya había bebido parte de la leche que se guardaba en la despensa, y ahora sujetaba con fuerza un trozo de pan. Los pasos del posadero se oyeron cerca de él, por lo que se apresuró a escapar. Sin mirar hacia donde iba se detuvo ante un carromato. El posadero iba tras él, pero esta vez notó algo más. Otros pasos. Los de su mujer. Se escondió debajo del carro. No entendía porque estaban los dos allí. Dudaba que fuera por él pero, aún así, no debía arriesgarse a salir.

-Tan joven…

Una voz proveniente de uno de los caballos que estaban delante del carro denotaba una pizca de desolación.

-Cuesta creerlo.

-Cada vez son más jóvenes, no debemos mostrar clemencia.

Algo indicó a Salazar que ese era el momento de escapar pero se quedó. Quería escuchar la conversación. Leyendo entre líneas le daba la sensación de que tenía que ver con él…Esperó pacientemente a que alguien volviera a abrir la boca. Arrepentido de haberse quedado se dispuso a acabarse el trozo de pan, y a escabullirse de allí. Cuando tan solo le quedaba unas migajas volvieron a hablar.

-La llama maldita acabó con todos nuestros jóvenes, no queda ninguno en la ciudad. Debíamos vengarlos.-la voz de la posadera mostraba el dolor de una madre

-Lo entiendo.-la voz fría que le contestó no parecía demostrar lo que decía pero la pasaron por alto.

-Sin embargo no acabamos. Aún queda el chico.-más que dolor era odio lo que destilaba aquella voz. Un odio irracional hacía algo que desconocía.

-¿El chico?-por primera vez la voz tembló. En aquel momento Salazar notó que era la de una mujer- Pero…solo tendrá…

-Doce años.

-¡Eso es un crimen!- se escandalizó la mujer. Salazar notó una cálida sensación en el estómago. Era la primera persona que lo defendía ante acusaciones falsas. Quizás, todavía existiera esperanza y buena voluntad en ese mundo.

-¿Lo otro no?-exclamó la posadera.- ¡Mataron a mis dos hijos! ¡A los dos! Y, ¿sabes lo peor?, Ellos confiaban en ellos. Todos los hacíamos. Y a cambio, su muerte. ¡Eso es el mayor crimen de todos! ¡La traición!

Salazar notó como el pecho se le inundaba de indignación. ¿Acaso no había muerto su hermano mayor y su padre al igual que los dos hijos del posadero? Acusaron a su madre de algo que no había hecho, y que la había causado tanto dolor como a las demás. Y ahora querían acabar con él, por…por nada. Él no había hecho nada. En ese momento tomó una decisión. Huiría de ahí, ya mismo. Con agilidad propia de una liebre se subió al carro y se camufló entre unos baúles y un toldo que cubría unos barriles. Aún así, podía seguir oyendo la conversación, que había bajado el tono de voz.

-Quemamos el castillo. Y lo registramos. Encontramos una cajita. Tenía el nombre del pequeño, Salazar y el emblema de la familia Slytherin. No sabemos lo que contiene. Intentamos abrirlo pero no lo conseguimos. Intentamos quemarlo pero tampoco así que se lo damos a ustedes. Si se acercan al mar, tírenlo. Y que las profundidades se lo traguen y el tiempo acabe con él, ya que el fuego no pudo en su intento.

La mujer asintió y cogió el cofrecillo en sus manos y se alejó de allí. Con una sonrisa lo guardó en uno de los baúles, y se dirigió al caballo. Miró a su compañero, y los dos se encaminaron a las puertas del lugar. Ya, afuera, le susurró con una voz que denotaba un deje divertido.

-Andemos con cuidado. Llevamos a una personita que no debe sufrir más.

-¿Por qué has aceptado el cofre? Puede tener una maldición

Llevaban todo el camino en silencio. La mujer de ojos rasgados y piel fina, el hombre de color oscuro. Dos humanos de otra raza. Pero mortales al fin y al cabo.

-Sé que no. Ella no era así.- respondió con calma la mujer

-¿Cómo lo sabes?-inquirió él con preocupación

-La conozco- dijo ella simplemente.

Aquello pareció que daba por terminaba la conversación, pero el hombre aún no estaba seguro.

-Es peligroso- dijo

La mujer lo miró con sus ojos brillantes de plata pero no dijo nada. El hombre se desesperó.

-¡Ayre rusent!-exclamó en su lengua el hombre- si estaban en su punto de mira, por algo sería. Son magos oscuros…si los mataron…

- Si los mataron pudo ser por placer. Sabes que no tienen escrúpulos.

-No en estos tiempos. No a ellos. Eran poderosos.

-Sí, pero no eligieron su bando. Tú lo sabes mejor que nadie.- defendió la chica con fervor.

-¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué? ¿Por qué no nos vengamos de los Caballeros de Walpurgis? ¿Por qué no regresamos al clan a pedir ayuda?

-Se lo debemos. Ellos querían que sus hijos vivieran sin preocupaciones, ajenos a la batalla…

-Y sin embargo fue eso lo que les mató. Anyree, por favor, dime una razón para la que te acompañe y no me vaya a vengarlos.

-Se lo prometí.-Anyree se agarraba a su promesa como a un clavo ardiente. No podía soltarlo, simplemente no podía.

-¿A quién? ¿Qué tenías tú que ver con ellos? Aparte de amistad. Se alejaron de nosotros… ¿cómo?- Icarion no comprendía nada.

-Era mi hermana.

Aquello le hizo detenerse. Estaba sorprendido, demasiado, y sin embargo, todo encajaba. Por ello…

-Entonces…todo encaja. Es él. Él es…como tu padre. Un…-comenzó Icarion a hablar aturdido

-Chisssst- le cortó Anyree- no lo digas, y menos aquí.

-Pero lo es. Es uno de ellos. Y tiene la sangre de los Slytherin. Por ello querían matarlos. Y sin embargo…

Icarion se sumió en un nuevo silencio. Había algo que le roía la mente. No estaba seguro, pero una idea le rondaba por la cabeza, saltando de neurona a neurona, de recuerdo a recuerdo…

-¿Shía y Salma? ¿Shía y Salma también? ¿También eran elegidos?- preguntó al fin

-No. Sabes que solo aquellos que han sido tocados por la Ayrek lo son.-aclaró Anyree

-Ayrek- murmuró Icarion asustado- la maldición.-se quedó en silencio, tratando de recordar-¿Cuándo…?

-Ahora. Maldita su familia por los Oscuros y los no magos y maldito él por sobrevivir.-concluyó Anyree con tristeza y pesar.

Icarion asintió. Ahora lo entendía todo. La antigua profecía y Salazar. El pequeño sería el antecesor de uno de los grandes magos oscuros de este mundo. Le habían educado en el respeto, en la amistad y en el amor. Pero estaba tocado por la maldición. La Ayrek, como la llamaban los guardianes.

Tanto él, Icarion, como Anyree, eran guardianes igual que Silvia. Ella había marchado junto al Slytherin para vivir feliz. Sabía que era diferente, pero él la aceptaba; y algo más, la amaba. Ambos eran brujos: ella guardiana él, hijo de los Eterno. Pero no repararon en la Ayrek. Muchos lo hicieron por ellos, e intentaron separarles. Sus padres, los Guardianes, los Eternos… Pero parecía que el amor superaba las barreras. Hasta entonces que la maldición amenazaba con cumplirse.

Ahora había que luchar por el corazón de Salazar. Porque siguiera puro y no se manchara. A pesar de todo, debería volver a ser feliz, a reír. Debían hacer renacer la esperanza y la justicia. Y lo que era más. Que creyera en el perdón